Hola muchachos.
Que tengo esto muy abandonado.
Así que...
CAPITULO 9
El avión remontó el vuelo y prontó comenzó a alejarse de aquel lugar.
La tarde era lluviosa y eso aumentaba la melancolía del que miraba por la ventanilla.
La verdad, recordar los últimos años era algo absolutamente deprimente. Aquella guerra tan espantosa que todo devoraba y que se había llevado ya por delante a millones de personas, a ciudades otrora orgullosas que ahora se veían como despojos, genocidios de pueblos enteros. Algo verdaderamente terrible.
Tan sólo la idea fija de su última y actual misión hacía que Hans Wiesse no desfalleciese y aún continuara luchando.
De pronto, un ruido le sacó de sus pensamientos.
Fallaba un motor.
Uno de los pilotos salió de la cabina para informarle.
- Falla un motor, mister. Por precaución deberemos aterrizar en Monrovia.
- ¿en Monrovia?
- Si. Posiblemente allí cambiemos de avión.
- ¿me permiten que vaya con ustedes a la cabina?
- Como no mister.
Nuestro hombre siguió al piloto, entró en la cabina y se sentó junto al radio operador.
Los ingleses hablaban entre si.
- Que casualidad, ¿verdad Harry? El viaje pasado también paramos en Monrovia.
- Es cierto. Por aquel asunto de los marineros del submarino.
- Si, si. Para llevarlos desde Santa Elena. Yo los hubiese dejado allí, como al Gran Corso...
Ja, ja, ja, rieron los aviadores.
Wiesse preguntó.
- Perdonen, ¿está la dotación de un submarino alemán en Monrovia?
- Así es, mister. Casi al completo. Fue hundido hace dos meses, pero consiguieron ponerse a salvo y fueron rescatados por un Destroyer de Su Majestad. Ahora están en Monrovia, en un edificio al efecto que es conocido como "El Calvario". Supongo que estarán ahí hasta que termine la guerra.
- Muy interesante.
- Y no es lo único importante que hay ahora en Monrovia. De hecho, a nuestra vuelta de Sudáfrica, tendremos que pasar a recoger unos minerales que irán camino de USA.
La curiosidad de Hans Wiesse fue en aumento.
- ¿ah, si? Precisamente a examinar minerales voy ahora a Sudáfrica.
- Pues si, Mister. Parece ser que algunos de estos minerales son rarísimos, y los envían a USA para catalogarlos. Parece ser que pueden tener usos militares.
- ¿y ustedes han visto esos minerales?
- No mister.
- Qué lástima. Me hubiera gustado saber si uno de ellos tiene un color verde muy brillante, como no se ha visto antes en otro mineral.
De pronto uno de los pilotos se dirigió al compañero.
¡ Eh !, ¿no recuerdas que Mortymer, el chico de aduanas nos dijo que vió un mineral así?, es uno de los que llevaron a Monrovia.
El descubrimiento era increible. No hacía falta que Wiesse fuese hasta Sudáfrica. Estaba claro que el Erz Janssen Glacis estaba en Monrovia.
- ¿y dónde están esos minerales?
- Pues parece ser que los guardan en un departamento del museo de ciencias naturales.
- Bien, si me da tiempo igual paso a verlos.
- Como usted vea, mister.
Ahora por la cabeza del germano pasaban muchas cosas. ¿cómo hacer para quedarse en Monrovia sin levantar sospechas de los aviadores? ¿cómo entrar en el museo y coger el mineral? ¿cómo volver a Alemania?
Uno de los pilotos se dirigió por radio al aerodromo de Monrovia. Les comunicó que tenían un motor dañado y que posiblemente necesitarían ayuda en el aterrizaje.
Esó despertó la imaginación de Hans Wiesse.
- Voy a coger un paracaidas y ponermelo. Nunca se sabe...
- Ja, ja. Es usted previsor, mister.
Hans Wiesse se puso el paracaidas.
El avión se estaba aproximando al aeródromo de Monrovia.
Volvió a entrar en la cabina.
- ¡ oiga !
Cuando el radio operador se giró a mirar, el alemán le descargó un tiro que le levantó la tapa de los sesos. Acto seguido, dos disparos más, certeros, acabaron con la vida de los pilotos. ¡ Aquello debía parecer un accidente ! Aprovechando que en la torre sabían que iban con un motor dañado...
Hans Wiesse abrió la puerta lateral y saltó. Su paracaidas se abrió sin novedad. Mientras descendía, vió la caída del avión, que al estrellarse voló en mil pedazos.
Wiesse tomó tierra junto a una caseta del aeródromo. Vinieron a recogerle enseguida.
- ¿Se encuentra bien?
- Si, gracias, muchas gracias.
- ¿cómo ha ocurrido?
- Teníamos un motor averiado. Quisieron esperar a saltar hasta el último momento y al final han quedado dentro. Por fortuna yo salté segundos antes.
- Ha tenido usted mucha suerte.
A Hans Wiesse le llevaron al centro de Monrovia. Se hospedó en un hotel hasta que dentro de 4 días, otro avión le llevara a Sudáfrica.
Pero 4 días eran muchos, y en ese tiempo, él pensaba tener ya solucionado el problema.
¿qué se le ocurriría al germano?
Seguro que las ideas que pasaban por su cabeza eran letales.
Pero iba a ponerlas en práctica.
Continuará