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Nochebuena de 1941

Mié Sep 24, 2008 9:40 pm

Cuarto relato y por el momento el ultimo, creo que ya he abusado de vuestra paciencia desmesuradamente.



Nochebuena de 1941


En 1941 yo tenia 28 años y mandaba un submarino. Para todos era ya un viejo, porque mi tripulación de novatos se componía de chavales de veintipocos años recién salidos de la escuela de formación del arma submarina. Raro era el que tenía experiencia en combate si no se me contaba a mí, al jefe de máquinas, al suboficial Rheinthaler y quizás alguno más que ya no consigo recordar. Resultábamos una tripulacion bisoña, hasta el punto de que era mi primer mando a bordo de un submarino. Hasta entonces había navegado seis cruceros en dos submarinos distintos como segundo y me acababan de entregar el mando del U 315 casi como regalo de cumpleaños. Cuento todo esto porque habíamos zarpado de Friedrishafen el 2 de diciembre y mi cumpleaños era el 24 de diciembre, nochebuena, cumplía 29 años. Por lo tanto, como para todos los que cumplimos años en esa noche tan especial, para mí la navidad siempre había sido una época doblemente entrañable. Me encantaba que llegaran los primeros fríos porque era señal de que la navidad ya estaba ahí y cuando por fin me levantaba una madrugada y veía caer los copos de la primera nevada y podía ver desde la ventana de mi dormitorio como cubrían el tejado del establo, en ese extraño silencio en el que los copos caen siempre por primera vez, entonces me sentía una de las personas mas felices del mundo. Solía mirar un rato largo a través de los cristales hasta que la condensación de mi propia respiración lo hacia imposible, entonces, invariablemente, me ponía la ropa encima del pijama, las botas de nieve y el viejo chaquetón de cuero y salía a pasear hasta llegar a la cerca que nos separaba del bosque de hayas que, para esa época del año, estaba desnudo y silencioso, como si protegiera un mundo de secretos que ningún humano debe compartir. Desde allí miraba hacia la granja de mis padres y dejaba que la nieve me fuera cubriendo los hombros y la capucha y soñaba con convertirme en un hombre de hielo. Es curioso que procediendo de la Alemania rural y profunda, siendo de Baviera al pie de los Alpes, terminara embarcado y comandando un submarino, pero hay algo de semejante entre la soledad y el silencio de las montañas y de la nieve y la inmensidad del océano y la calma que se necesita para acechar a un convoy hasta que se pone a tiro.
Me gusta la nieve y el frío y me gustaba mandar un submarino, pero desde que zarpamos esperaba no tener que luchar el 24 de diciembre. La verdad es que tampoco me preocupaba mucho, porque en un submarino no se encuentra un convoy todos los días, sino mas bien al contrario y los periodos de patrulla improductiva son enormemente más largos y tediosos que los pocos momentos en que estás acosando a un mercante inglés o aguantando las cargas de un escolta. La vida de un submarino por aquellas fechas consistía en una larga rutina de maniobras, punteadas de vez en cuando por alguna esporádica alarma. Así que estaba razonablemente seguro de que esa Nochebuena iba a poder celebrar mi 29 cumpleaños tranquilamente con mis hombres y había previsto incluso un menú especial para festejarlo y pensaba dejar un cierto margen de relajación a la férrea disciplina en la que habitualmente nos solíamos mover.
Quizás por eso me sorprendió tanto cuando la guardia de sonar dio la voz de alarma a las 9 de la noche: lo que parecía un pequeño grupo mercante se acercaba desde el noroeste. Aproamos en la dirección para establecer el acecho y efectivamente pudimos divisar cuatro mercantes y ningún escolta a la vista, aunque el sonarista afirmaba oir vagamente ruido de hélices rápidas . Había luna llena y la noche era perfectamente clara, así que como teníamos ganada la posición perfectamente, casi de manual, decidí atacar a profundidad de periscopio, aunque perdiera la ventaja de la velocidad. No parecía haber problemas serios, no iba a tener que necesitarla para escapar de nada. Hice los cálculos y encuadré un mercante de unas 5000 toneladas y a un segundo algo mayor. La cosa estaba tan fácil y tan tranquila que iba a intentar un tiro doble, primero al más retirado y después al más cercano, para hacer detonar los torpedos al mismo tiempo. Luego ya veríamos con los otros dos, posiblemente nos tocara perseguirlos en superficie pero no tenía por que ser un problema, si el escolta no aparecía. Dejé que las distancias se acortaran todo lo posible: 2000, 1800, 1500, 1000, 900, 800 mts al primero, los tubos estaban preparados, el tiro absolutamente controlado, solo faltaba la orden de fuego. Mientas miraba por el periscopio y transmitía datos al oficial de tiro recordé el salón comedor de la granja en Nochebuena con el fuego de la estufa encendido, mis hermanos menores cantando oh Tannenbaum!... el abeto del patio cubierto de nieve…la sensación de tener el cumpleaños más bonito del mundo…me fue imposible ordenar disparar los tubos: imaginármelos dirigiendose implacablemente hacia sus blancos en una noche así, los barcos estallando, los hombres en el agua, ninguna posibilidad de sobrevivir ante la hipotermia. No era una noche para combatir. Mas tarde me enteré de que estas escenas se repitieron por todos los frentes de una u otra forma, casi inconscientemente las tropas se negaban a combatir el 24 de diciembre aunque en los siguientes días se hicieran pedazos. Desde las arenas del desierto de Libia, hasta los páramos helados de Rusia, esa noche se estableció, sin nadie ordenarlo, un alto el fuego, por la simple razón de que a nadie le parecía que fuera una noche para matar, ni para morir.
Bajé el periscopio y mientras me dirigía tranquilamente hacia la escalerilla, le comunique a mi segundo que el ataque quedaba cancelado. Inmersión a 150 mts, sin prisa. Ibamos a dejar pasar el convoy sin dañarlo. Otros días habría otras oportunidades. Se hizo un enorme silencio a mi paso, pero nadie me contradijo, más bien comenzaron a aparecer sonrisas en las caras de asombro, conforme en esas mismas caras se pintaba la comprensión. Si señor, el Capitán ha hecho bien, esta noche no se lucha.
Comenzamos la maniobra de inmersión sin problemas, suavemente, cuando una tremenda explosion sacudió suavemente la nave. ¿Qué había sido eso? ¿había otro submarino en las proximidades y no había sido tan clemente? Pero me había parecido que no sonaba como un torpedo y en cualquier caso estaba casi seguro de que éramos los únicos que operábamos en la zona, podría tratarse de una mina a la deriva con la que hubiera tropezado alguno de los mercantes; iba a ordenar profundidad de periscopio de nuevo para investigar, cuando se oyeron claramente las hélices de un escolta a buena velocidad y nos alcanzaron súbitamente los ping del ASDIC. ¿Qué estaba pasando? ¿de donde salía éste de forma tan súbita? La explosión no había sido una carga, de eso estaba plenamente seguro, ¿donde se había estado escondiendo este maldito destructor hasta ahora? ¿Es que pensaban amargarme el cumpleaños y mi nochebuena, si no de una forma de otra? Menuda paradoja estúpida: haber dejado pasar la oportunidad de enviar unos miles de toneladas al fondo, para ser ahora cazado como un conejo en la peor noche del mundo. Ordene velocidad a flank y todo a babor, después todo a estribor y sumergirnos a 180 mts. Paramos máquinas, las volvimos a encender y nos pusimos a toda máquina. Subimos, bajamos e hicimos todas las maniobras de escape imaginables. Pero el destructor no nos perdía de su cono de ASDIC y los ping nos sacaban los nervios de quicio. No aceleraba, no retrocedía, se limitaba a mantener la distancia y no nos perdía nunca y nunca se acercaba a lanzar las cargas. Di todas las instrucciones de los manuales y mil más que se me ocurrieron sobre la marcha. Mi tripulación novata respondía satisfactoriamente, pero podía sentir en el aire la sensación de angustia que les oprimía, quizás otra noche, quizás en otro momento, lo aguantarían estóicamente como soldados y submarinistas que eran, pero hoy, después de la alegría que habíamos compartido por la decisión de no hundir los barcos, hoy Día de Nochebuena y el cumpleaños de su Capitán, que había regalado una oportunidad de vida más a otros marineros como ellos, hoy, no les parecía que debieran morir. Era injusto. Así que sus caras de horror me iban pesando más a cada minuto, quizás porque si no en mi cara, si en mi interior sentía lo mismo: estaba preparado para morir mandando mi barco, pero no quería que fuera hoy y ese destructor nos tenía, como un gato a un ratón y jugaba con nosotros exactamente igual.
De pronto aceleró y se nos echó encima. No se oyeron mas pings, parecía no necesitarlos, sabía exactamente donde estábamos. No ordené avante. Decidí parar máquinas y quedarnos en silencio. Estábamos a 210 mts, en aquella época aun no era habitual bajar a esa profundidad, luego descubrimos que se podía hacer y que nuestros barcos aguantaban mucho más. Nos quedamos inmóviles y en perfecto silencio.
Esperábamos oirlo pasar de largo…o las cargas en el agua…pero el también paró sus máquinas. No podíamos dar crédito, no hacía nada, no largaba ninguna carga…quizás estaba sin ellas y de ahí el acoso para mantenernos abajo…o quizás era un sádico, un capitán que sabía perfectamente su oficio, que nos tenía localizados sin lugar a dudas y quería hacernos sufrir un poco antes de lanzarnos todo lo que tenía a bordo. Pero seguía en silencio. Un silencio perfecto, húmedo, pegajoso. Un silencio como solo se oye a varios cientos de metros de profundidad en el mar y de pronto sucedió…el sonarista me susurró que le parecía oir una canción: Capitán, Capitán, están cantando, exclamó en un murmullo. ¿Qué está diciendo Heinrich? ¿se ha vuelto loco? Le mascullé entre dientes procurando que no me oyera casi ni él. Es cierto Capitán, me respondió, están cantando villancicos. No nos lo podíamos creer, pero el volumen fue subiendo, se oía como un murmullo lejano que vagamente nos recordaba a Noche de Paz, fue creciendo hasta hacerse perfectamente audible: era increíble pero los ingleses se habían plantado directamente encima de nosotros y se habían puesto a cantar una canción de navidad. Confieso que no supe reaccionar y que fueron mis hombres quienes al principio como en sordina y cada vez más fuerte y mas claro, en un crescendo emocionante, primero uno, después dos o tres y por último la tripulación al completo, fueron ellos sin que yo diera ninguna orden, los que tomaron la decisión de responder y comenzar a entonar el Noche de Paz, arriba en inglés, abajo en alemán, pero los mismos acordes humanos. Terminamos cantándola a voz en grito para que nos escucharan arriba bien alto y bien claro.
Dí la orden de ascender lentamente, llegamos a profundidad de periscopio alejados como unos 200 mts del destructor, los observe a través de la lente. Mi gente seguía cantando y ellos también. No se movieron. Ordene superficie y subimos a la vela. Mis hombres salieron a cubierta, ellos también aparecieron, continuaron cantando Noche de Paz hasta que las gargantas se les cayeron a pedazos y como si las vidas le fueran en ello. Como si temieran que si dejaban de cantar el hechizo se rompería y comenzaríamos de nuevo a dispararnos a quemarropa. En la inmensidad del mar iluminado por la luna llena parecía un espectáculo de otro mundo: un destructor inglés y un submarino alemán, con los motores parados en medio de la nada y entonando un villancico universal en dos idiomas que ahora eran enemigos.
Una luz brilló desde el destructor; pestañeo: . - - . / . /. - /- . - ./ . // .. - ./ . - . / .. / . / - .. / . / - .//…una y otra vez: PEACE- FRIEDEN-PAZ. Al final yo lance una bengala roja, el destructor respondió con una verde que se cruzó con la nuestra, en una especie de minifuegos artificiales y particulares. Después ambos encendimos los motores en avante un tercio y nos alejamos el uno del otro, las tripulaciones se saludaron con vítores, esa noche nadie pudo pegar ojo, todos tuvimos la impresión de que nos había pasado algo extraordinario, algo mágico…algo que no pasa dos veces en una vida.


Volvimos a la navegación, a la patrulla, pasó el día veinticinco y el veintiséis y la navidad, hundimos barcos, nos acosaron destructores, perdimos hombres y barcos y la guerra continuó. Luego me destinaron a Memel a una flotilla de formación, la guerra acabó, como todo el mundo sabe, en una terrible derrota para Alemania, pero nos rehicimos y ganamos la paz. Cada pocos años los que quedábamos vivos de esa tripulación nos encontrábamos en Friedrishafen para recordar nuestros años de guerra y a los que dejamos allí. En realidad creo que nos reuníamos para recordar que habíamos salido vivos de aquello. Nunca llegué a contarles lo que había descubierto sobre el destructor de la Nochebuena de 1941, al principio porque me negaba a compartirlo con nadie, después cuando estuve plenamente seguro de la verdad, porque ya no merecía la pena contarla.
El caso es que muchos años después de terminar la guerra, comencé a investigar sobre el paradero del destructor que nos había acosado con villancicos esa Nochebuena y por el de su Capitán. Quería conocerlo y estrecharle la mano y darle las gracias en nombre de todos mis hombres. El barco se llamaba Emerald. Busqué en los archivos, pregunté, indagué y siempre llegaba a la misma conclusión que me parecía inaceptable. Como me negaba a creer lo que se desprendía de la historia oficial y sospechaba algún tipo de error incomprensible, me llevo años de tratar con antiguos combatientes de la Royal Navy, con tripulantes de cargueros que habían conocido a tripulantes de los cargueros que yo aceché esa noche fantástica, con biblitecarios custodios de polvorientos archivos…con tanta gente y con tantos papeles demasiado viejos y demasiado cansados, que al final tuve que aceptar la única versión que figuraba como verdad y que de alguna forma aun hoy me parece inadmisible:
El H.M.S. Emerald fue hundido por una mina alemana a las 22.05 de la noche del 24 de diciembre de 1941. Diez minutos antes de que comenzara a acosarnos a nosotros. No hubo supervivientes.
Habíamos cantado villancicos con unos hombres que llevaban algún tiempo en el fondo del mar. Un buque fantasma sabía donde localizarnos exactamente y nos había perdonado la vida. Entonces me pareció demasiado fantástico para admitirlo, ahora en la vejez empiezo a creer que si puede ser verdad que un destructor y un submarino suspendan momentáneamente sus hostilidades en alta mar para cantar Noche de Paz, también puede ser verdad que uno de esos barcos estuviera muerto varias horas antes.

Almería, 31 de diciembre de 2003
Corkran
Feliz año 2004 a todos los comandantes de la 24 flotilla "Geweih"

Re: Nochebuena de 1941

Mié Sep 24, 2008 10:16 pm

Excelente, igual de excelente que los tres anteriores. :)

Muchas gracias, Corkran, por compartir con nosotros esas cuatro joyitas.

Saludos.

Re: Nochebuena de 1941

Jue Sep 25, 2008 12:25 pm

La eterna alegoría del " Buque fantasma ", mil veces hundido, y mil veces navegando por los mares de nuestra fantasía.
Muy buenos los relatos, corkran. Gracias por compartirlos.

:D Un saludo cordial.
Joaquin Garcia Morato.

Re: Nochebuena de 1941

Jue Sep 25, 2008 1:30 pm

Buen relato.
Felicidades.

Re: Nochebuena de 1941

Vie Sep 26, 2008 1:22 am

Genial.

Re: Nochebuena de 1941

Vie Sep 26, 2008 1:24 pm

Me han gustado mucho. Esa mezcla de periodismo y vivencia personal está muy bien acoplada. Los personajes son reconocibles de inmediato por el lector gracias a un buen compendio de sencillez y de abordamiento directo. Te metes tan rápido en el personaje como en la historia que ambos cobran la misma importancia desde el inicio.

Re: Nochebuena de 1941

Vie Sep 26, 2008 5:07 pm

Hola:
He disfrutado enormemente de todos los relatos.
Gracias por compartirlos.
Saludos.

Re: Nochebuena de 1941

Mié Mar 23, 2011 4:31 am

Buen relato, el detalle fantasmal le agrego un plu. :wink:

Saludos

T/4 Wade
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