Las Heroínas de la Unión Soviética.
Introducción.
Se ha reconocido comunmente que la Unión Soviética fue el único país que, durante la SGM, incluyó a las mujeres en sus fuerzas armadas. Aunque los aliados occidentales, y también Alemania, emplearon a sus mujeres en el ejército o unidades auxiliares, sus papeles quedaron limitados a tareas de apoyo administrativo, sanitario, comunicaciones, transporte y soporte técnico, la mayoría de ellas lejos de las líneas del frente. Sin embargo, muchas ciudadanas de la Unión Soviética tomaron las armas y combatieron junto a sus camaradas masculinos en algunas de las batallas más sangrientas de la guerra. De los más de diez millones de soldados del Ejército Rojo que tomaron parte en la llamada Gran Guerra Patriótica, de 1941 a 1945, cerca de 800.000 fueron mujeres.
Aunque la política oficial de la Unión Soviética proclamaba la igualdad de derechos de hombres y mujeres, el régimen no era tan flexible durante los años 30 del siglo pasado, y los cambios llegaron lentamente. Aún no se creía que las mujeres pudieran participar directamente en el combate, y los hombres no podían pensar en sus madres, hermanas o esposas empuñando un rifle y combatiendo y muriendo como los hombres.
En un principio, la labor de la mujer en la guerra estuvo limitada a cavar trincheras durante el avance alemán hacia Moscú, apoyo logístico o servicios sanitarios, despreciando la experiencia que muchas de ellas habían acumulado durante su formación universitaria en tareas de ingeniería, aeronaútica, mecánica, etc. Sin embargo, muy pronto, el desarrollo de la guerra cambiaría las cosas.
Para muchas mujeres en la URSS, como las de la imagen, la única manera de acceder al ejército era mediante un curso de sanidad de la Cruz Roja.
Durante los primeros meses de combates, las pérdidas en el ejército soviético fueron terribles. Lo que no se podía suplir con material bélico lo era con masas de combatientes lanzadas en cargas suicidas. La primaria, y poco efectiva, estrategia de Stalin se basaba en intentar superar al enemigo con oleada tras oleada de infantería, apoyandose en la estricta orden de negar la retirada a sus soldados aún a costa de disparar sobre ellos si fuera necesario. En esas condiciones, la presencia de la mujer en el campo de batalla tuvo unas inesperadas consecuencias. Se comenzaban a dar ocasiones en las que una tropa desmoralizada y al borde del colapso sacaba fuerzas de flaqueza al ver a una de sus camaradas femeninas tomar la inciativa y avanzar contra el enemigo. Algunas escaramuzas de este tipo se convertían de derrota en victoria al tomar una mujer la iniciativa. Fue el inicio de una historia que muchas mujeres escribieron con su sangre y con sus vidas.
Monumento a Vera Korushkaya en Bobruysk, Bielorusia, y sello conmemorativo de 1964.
Sin embargo, al acabar la guerra, muchas de ellas tuvieron que abandonar el servicio activo por motivos de salud, principalmente a consecuencia de la guerra, y las que permanecieron en el ejército encontraron una posguerra nada halagueña. Las academias militares no las aceptaban, o los merecidos ascensos tardaban en hacerse efectivos. La actitud de los hombres hacia el papel de la mujer en el ejército volvió a dar un gran paso atrás, fomentada por un sistema político que no favorecía su integración en la milicia.
Zinaida Mareseva. Al grito de "¡Adelante, seguidme!", frenó la retirada de su batallón el 2 de Agosto de 1943 durante los combates en el Donest. Fue herida al día siguiente y murió tres días más tarde. Recibió el título de Heroina de la Unión Soviética el 22 de Febrero de 1944.
El papel de las mujeres soviéticas en la SGM ha comenzado a tener ahora el merecido reconocimiento, después de años de silencio y de haber demostrado su valía mucho más allá de lo esperado por quienes se valieron de ellas y después las olvidaron. Recientemente, el Ejército de los Estados Unidos ha reconsiderado el papel de la mujer en combate, una lección que tal vez podrían haber aprendido de sus colegas soviéticos y su experiencia hace sesenta años.
Héroe de la Unión Soviética.
El título Héroe de la Unión Soviética, en este caso Heroína (aunque el régimen soviético no hacía distinción de sexo en este supuesto), era la más alta distinción que cualquier ciudadano soviético o extranjero podía recibir en los tiempos de la desaparecida URSS. El título fue creado por el Comité Ejecutivo Central del Consejo de los Comisarios del Pueblo, el 16 de Abril de 1934, como un grado superior de la Orden de Lenin, creada a su vez por el Presidium del Soviet Supremo el 6 de Abril de 1930. Con el fin de distinguir a los Héroes, se creó la Estrella de Oro el 1 de Agosto de 1939, recibiendo en este caso ambas condecoraciones, además de un diploma del Presidium y una pequeña agenda de cuero rojo que reproducía el documento a modo de identificación personal.
Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética (arriba) y Orden de Lenin (abajo).
Para convertirse en Héroe se debía haber demostrado un gran valor militar. Los mariscales y generales recibían la medalla por su éxito en una campaña, mientras que los coroneles y rangos subordinados podían recibirla por la victoria de sus tropas. Aunque se ha creido que la condecoración estaba reservada principalmente a oficiales, fueron muchos los soldados de reemplazo y suboficiales que la recibieron por sus méritos en combate.
Muchos ansiaban la concesión de la medalla por los privilegios que llevaba asociados, como una pensión vitalicia, prioridad en la asignación de una vivienda, reducción del 50% en el alquiler, 50% de reducción de impuestos, transporte gratuito en las ciudades y en primera clase viajes de larga distancia, un pase anual para el disfrute de centros de vacaciones y tratamiento médico gratuito.
Stalin, un hábil manipulador que se valía de cualquier medio para conseguir la victoria, condecoraciones incluidas, lanzó un decreto que convertía en Héroe de la Unión Soviética al primer soldado que cruzara el rio Dnieper y mantuviera su posición contra el enemigo. Las fortificaciones alemanas en la orilla opuesta del rio eran tan sólidas, que cualquier intento de cruzar el rio sería considerado un suicidio. Las consecuencias fueron que decenas de miles de soldados soviéticos perdieron la vida en la batalla, y más de 4.000, la mayoría muertos, se convirtieron en Héroes de la Unión Soviética a orillas del Dnieper.
Durante la guerra sólo hubo 119 combatientes que lograran la condecoración dos veces, siete en tres ocasiones y tan sólo uno ganó el título por cuarta vez. No existe una comparación directa, pero la Estrella de Oro podría equivaler en cuanto a condecoración al valor a la Cruz Victoria británica, la Medalla de Honor norteamericana y la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro alemana.
La Gran Guerra Patriótica dio origen a 11.635 Héroes de la Unión Soviética, de los que sólo 92 fueron mujeres, y 50 de ellas recibieron la condecoración a titulo póstumo, la mayoría rusas y ucranianas.
Monumento a Maria Melnikayte en las orillas del lago Zarasay, en Lituania.
Con el colapso de la URSS, el título de Héroe de la Unión Soviética perdió mucho de su antiguo brillo. Muchos gobiernos y ciudadanos de las antiguas repúblicas soviéticas negaron a los viejos héroes y heroinas el anterior respeto y renombre, quedando relegados a participaciones casi decorativas en determinados desfiles y celebraciones, como el Día de la Victoria, que conmemora el triunfo de la URSS sobre el nazismo. Pero ciertas cosas cambían poco, o si lo hacen es bajo una capa de maquillaje; el actual gobierno ruso mantiene su más alta condecoración con el titulo de Héroe… de la Federación Rusa.
Y en la continuación conoceremos a algunas de esas mujeres, que forzadas por el terror de la guerra tuvieron que empuñar las armas y demostrar que el valor más allá de lo común no es exclusivo, como otras muchas virtudes o defectos, del sexo. Lamentablemente no podremos hablar de todas, porque decenas de miles de mujeres de la Unión Soviética, como de otros muchos paises, también demostraron durante la SGM que el heroismo no sólo está en los combates, sino también en la supervivencia.
Saludos.
Fuente: Heroines of the Soviet Union. Henry Sakaida y Christa Hook. Osprey Publishing,