La carga de caballería de Krojanty es, ciertamente, menos conocida que el mito que la rodea, mantenida hasta fechas recientes por serios historiadores y sesudos profesores universitarios.
Pero no nos engañemos. Digamos lo que digamos, prevalecerá la heroica y absurda imagen de los valientes jinetes polacos cargando lanza y sable en ristre contra los panzers enemigos en campo abierto, que se ha convertido en símbolo del valor sin par frente a la muerte, de temeridad y de la desigual lucha de un ejército supuestamente carente de armamento moderno contra un enemigo que usaba teconología punta.
La imagen es demasiado dramática y heroica para ignorarla.
La caballería en Polonia tenía un rango mítico desde los famosos Húsares Alados del siglo XVI, famosos por sus batallas contra cosacos y otomanos desde 1577 hasta 1683, fama que resucitaría con los lanceros polacos que sirvieron con Napoleón.
Cuando Polonia se formó como estado independiente en enero de 1919, se crearon 14 regimientos de caballería, seguidos por seis brigadas en marzo de ese año. Entrenados tanto en técnicas de caballería como en guerra de trincheran, estas tropas eran las más profesionales cuando estalló la guerra ruso-polaca.
En la posguerra, las unidades de caballería formaron destacamentos mixtos de despliegue rápido armados con fusiles antitanque como el wz. 35 (Karabin przeciwpancerny wzór 35). Aunque su calibre era pequeño (7.92 mm), su largo cañón le daba una velocidad de 1.275 m/s. Tenía un cargador de cuatro proyectiles, que pesaban 14.579 gramos, capaces de perforar 15 mm de blindaje a 300 metros. Se fabricaron 3.500 a partir de 1935 con el mayor secreto. Los alemanes capturarían un gran número y los pondrían en uso como Panzerbüchse 35(p); 800 serían entregados a los italianos, que lo llamarían Fucile Controcarro 35(P).
Ulano polaco armado con un Wz 35.
https://en.wikipedia.org/wiki/Wz._35_anti-tank_rifle