EL MIEDO EN LA BATALLA.
"El miedo. . . debe ser canalizado de manera que el control del mismo se convierta en el primer paso para llegar a ser un soldado eficiente."
Geoffrey Regan en Fight or Flight.
El primer ministro inglés, Winston S. Churchill denominó a los campos de batalla de la IGM del Somme los "cementerios del Ejército de Kitchener." Un arma totalmente nueva apareció en dichos campos: el tanque británico Mark I. Avanzando en contra de la línea de Flers-Courcelette, los 11 tanques penetraron las defensas alemanas el 15 de septiembre de 1916, creando terror fuera de proporción con su amenaza.
Un testigo visual describió el efecto: "El sentido de pánico se extendió como una corriente eléctrica, pasando de un hombre a otro a lo largo de la trinchera.
A medida que las turbulentas orugas avanzaban, [los hombres] levantaron sus brazos hacia arriba rindiéndose atemorizados o corrieron rápidamente por las trincheras de comunicación hacia la segunda línea."A pesar de que la mayoría de los tanques fracasaron en alcanzar sus objetivos, ese día, habían de hecho, establecido una
atemorizante primera impresión.
Mientras que los vehículos blindados tal vez hayan sido novedosos, el miedo que engendraron no era nada nuevo. La guerra ha experimentado varios cambios y visto muchos avances en la tecnología, cada uno de los cuales ha engendrado temor.
Los adversarios continuarán empleando el temor como un arma, especialmente en la guerra asimétrica, por lo tanto es prudente reexaminar los efectos del temor sobre
la efectividad de la unidad en las organizaciones militares.
Pero antes, si me lo permitís, amigos foreros, me gustaría mostraros muyyy por encima, dónde se "encuentra" el miedo en nuestro cerebro y qué mecanismos de alarma se activan cuando éste aparece, porque entendiendo qué desencadena el miedo en un soldado, si hablamos de un contexto de guerra, sabremos como desactivar ese mecanismo de alarma o incluso que nunca llegue a ponerse en marcha...¿eficaz, no?
Nuestro organismo está equipado con todo un complejo sistema de supervivencia que se activa a sí mismo ante la percepción de cualquier peligro, se autorregula y prepara el terreno para favorecer la supervivencia del individuo.
Hay una serie de actitudes primarias de supervivencia en los animales, incluyendo los humanos, por supuesto. Cuando un animal se siente amenazado, su primera reacción es alejarse de la amenaza. Esto le evita dolor, peligro y gasto de energía. Sin embargo hay situaciones en las que el escape no es posible, y es en estos casos cuando el animal se torna agresivo y se activa toda una serie de reacciones en su cuerpo que lo preparan para la pelea. La agresión provocada por miedo es característica de animales en peligro que se sienten acorralados y sin posibilidad de escape. Siempre y cuando el animal sienta que tiene oportunidad de vencer aquello que lo amenaza, va a luchar en su contra. Sin embargo, si llega un momento en el que se da cuenta de que no puede vencer, entonces se abandona a la muerte, es decir se "deprime" y deja de luchar.
Como podéis ver hasta aquí somos animales. El punto donde, en ocasiones, nos distinguimos del resto es en la percepción de miedo: podemos sentir miedo de cosas irreales, como ocurre en las fobias, por ejemplo.
El cerebro humano esta constituido por tres capas, que se han desarrollado a lo largo de los años y con la evolución del hombre.
La capa más antigua, la más primitiva, está en el centro del cerebro, el llamado ‘cerebro reptil’. Se encarga de los instintos básicos de la supervivencia -el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas agresivas tipo "pelea-o-huye"-. Nuestro cerebro primitivo de reptil, que se remonta a más de doscientos millones de años de evolución, nos guste o no nos guste reconocerlo, aún dirige parte de nuestros mecanismos. Muchos experimentos han demostrado que gran parte del comportamiento humano se origina en zonas profundamente enterradas del cerebro, las mismas que en un tiempo dirigieron los actos vitales de nuestros antepasados.
Después se desarrolló una segunda capa sobre la primera, el cerebro medio, que se encarga de la conservación de la especie y del individuo. Aquí se encuentran las estructuras que corresponden al sistema límbico y que se encargan de regular emociones, alimentación, lucha, escape y evitación del dolor, y la búsqueda del placer. El sistema límbico, es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral, y que comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo y la amígdala cerebral.
Es en estas estructuras donde residen el miedo y la agresión , siendo la amígdala el principal centro de procesamiento de las emociones, centro de identificación del peligro, y es fundamental para la supervivencia. Al ser activada, desencadena miedo y ansiedad que ponen a la persona o animal en un estado de alerta total, preparándole para huir o pelear. Nuestro cerebro reptil fue así perfeccionándose...
Cuando aparecieron los primeros mamíferos superiores, la evolución del cerebro dio un salto cuántico. Por encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico evolucionó el neocórtex, el cerebro racional: es la corteza cerebral , la tercera capa, y en ella se da el pensamiento racional. A los instintos, impulsos y emociones se añadió de esta forma la capacidad de pensar de forma abstracta y más allá de la inmediatez del momento presente, de comprender las relaciones globales existentes, y de desarrollar una consciencia (sólo los delfines comparten con nosotros esa consciencia) y una compleja vida emocional. El sistema límbico está en constante interacción con la corteza cerebral. Una transmisión de señales de alta velocidad permite que el sistema límbico y el neocórtex trabajen juntos, y esto es lo que explica que podamos tener control sobre nuestras emociones.
Al detectar algo que representa un peligro (o nosotros lo percibimos como tal), se activa en el área límbica un sistema de alarma que prepara al organismo para sobrevivir, desencadenando toda una serie de reacciones fisiológicas. El miedo al dolor psicológico provoca las mismas reacciones fisiológicas que el miedo al dolor físico.
Mientras realizamos cualquier actividad, la amígdala está monitoreando todo lo que sucede a nuestro alrededor, incluso cuando dormimos, está atenta y ante cualquier sonido que pueda representar una amenaza, activa sus conexiones y hace que despertemos.
La amígdala y las estructuras cerebrales que detectan peligro, no identifican detalles, sino que están atentas a cualquier percepción burda, que pueda representar una amenaza, como puede ser una sombra, un movimiento extraño, un ruido, etc. Ante la primera percepción de un posible peligro, se desata una reacción de alerta en el organismo y sólo es hasta después de que nuestro neocórtex analice el entorno que nos percatamos de lo que sucede y de si realmente existe un peligro o no. Por ejemplo, a todos nos ha pasado que oímos un ruido extraño en la casa e inmediatamente nos ponemos alertas, solo para descubrir instantes más tarde que se trataba del gato.
La función de alarma en el sistema nervioso produce un aumento de actividad de diversas funciones corporales como aumento en la presión arterial, intensificación del metabolismo celular, incremento de glucosa en la sangre, aumento en la coagulación sanguínea. De igual manera la sangre se va a los músculos mayores, principalmente a las piernas, para tener suficiente energía para escapar si es necesario. El corazón comienza a trabajar a una velocidad muy por encima de lo habitual, llevando rápidamente hormonas como la adrenalina a todo el cuerpo y a los músculos, incluso pueden relajarse los esfínteres. El sistema inmunológico se detiene, así como todas las funciones no esenciales en el cuerpo, para prepararlo para lo que venga: la huida o la pelea.
Todas estas reacciones son extremadamente útiles para la supervivencia. El cuerpo sabe exactamente qué debe hacer ante la percepción de un peligro para maximizar las posibilidades de salir con vida. Ante la percepción de un peligro se agudizan todos nuestros sentidos. Abrimos más los ojos, y las pupilas se dilatan para recabar la mayor cantidad de información posible. En realidad es una gran ventaja que todo esto suceda de manera automática, y que no seamos nosotros quienes tenemos que activar la alarma y provocar todas estas reacciones. Nuestro trabajo simplemente se concentra en analizar la situación (cuando podemos permitirnos ese lujo, que no siempre ocurre) para tomar la mejor decisión según sea la amenaza.
Continuará...
-----------------------------------------
Habláis en este lugar de armas, vehículos, aviones, barcos...con una tecnología impresionante, y cada vez más perfeccionada; yo me sigo quedando con el cerebro como ejemplo de diseño tecnológico sin igual. Perfecto, brillante, con capacidad de tomar decisiones (respuestas automáticas), en multitud de circunstancias, sin mediar ni un ápice nuestra opinión, ni voluntad, ni conocimiento, salvándonos la vida a veces (reflejos e instintos).
Es una máquina tan perfecta que me resulta difícil pensar que sólamente la ha diseñado la evolución...
A veces me cuesta no creer en dios.
Saludos peloneros en plena exaltación cerebral