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Concurso mejor artículo 09.2006_10.2006 (Tema libre)

Participa en el concurso y gana tus medallas

Moderador: Administrador

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18 mensajes • Página 1 de 1

Concurso mejor artículo 09.2006_10.2006 (Tema libre)

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:48 am

Hola a todos.
Pues nada, ya que estamos en septiembre empezamos con el primer concurso al mejor artículo.
El tema es libre, y podéis escribir sobre cualquier tema, sea ensayo o ficción, eso sí, siempre relacionado con la SGM.
Así que ya sabéis: leeros las normas del concurso y no olvidéis que uno no puede votarse a sí mismo.
Los artículos se deben enviar en los formatos contemplados en las normas del concurso a la siguiente cuenta de correo: concurso@zweiterweltkrieg.org
En las bases ya está explicado el por qué.
El período para concursar empieza hoy, día 1 de septiembre y finaliza el 25 de octubre.
Recordad: como máximo dos artículos.

Saludos y buena suerte.
Última edición por Administrador el Mié Nov 01, 2006 6:45 pm, editado 1 vez en total

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Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:48 am

Hola a todos.
Os recuerdo que quedan cinco días para acabar el plazo de entrega del concurso al mejor artículo.
Así que ya sabéis los rezagados y los que entregáis a última hora: hasta el día 25.
Ya estáis sacando punta a vuestros lápices...
¡Ánimo! Por provar nada se pierde, y está en juego una bonita medalla.

Saludos

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Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:49 am

Hola a todos.
A partir de este momento queda abierto el período de votación para elegir el mejor artículo perteneciente a los meses de septiembre/octubre.
El período de votación finalizará el 31 de octubre.
Recordad que sólo podéis emitir un voto y no está permitido votarse a sí mismo.
De todas formas, si tenéis alguna duda, leeros el apartado de normas del concurso.

El voto debe enviarse a la siguiente dirección, y siempre adjuntando el nick del votante:
concurso@zweiterweltkrieg.org

A continuación os adjunto los artículos que han sido adjuntados.

Suerte a todos.
Saludos
Última edición por Administrador el Mié Nov 01, 2006 6:45 pm, editado 1 vez en total

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Notapor Capitan Miller el Lun Oct 30, 2006 11:49 am

A las buenas noches.

Estoooooo... ¿ande están los artículos? :shock:

Saludos nocturnos.
"Con cada muerte me siento más lejos de casa."
S.P.R.

1a. Cruz Hierro (1) 2d. Cruz de la Armada (1) 3a. Orden de la Bandera Roja (1) 4c. Long Range Desert Group (1) 4d. Croix de Guerre (1) 4e. Orden del Sol Naciente (1) 4f. X-MAS (1) 8h. Cruz de Guerra griega (1) 6e. Royal Naval Commandos (1)
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La batalla por Moscú

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:50 am

La batalla por Moscú
Artículo número 1

Tras la sonada victoria de Kiev vino la Operación Tifón, cuyo primer acto describo a continuación: La doble batalla de Viazma - Briansk comenzó el 30 de septiembre y finalizó el 13 de octubre. Fue una maniobra de limpieza esencial para dar paso a la segunda parte de Tifón. Esta vez se emplearon tres grupos Panzer, el II de Guderian en el sur, el IV de Kluge en el centro y el III de Hoeppner al norte del dispositivo. Se capturaron 673.000 prisioneros y fueron destruidos 1.242 carros y 5.142 cañones. Era imposible soñar algo mejor en aquel momento.
En Borodino, el 15 de octubre de 1941, aparecieron por vez primera los siberianos del mariscal Zhukov, llevados allí por orden de Stalin que ya no tenía nada que temer del Japón en Asia tras la firma del tratado de no agresión. En frente formaron tres divisiones: Das Reich, GrossDeutschland y Der Fhürer. De la primera quedaron algunos puñados de hombres en reducidas compañías; su general, fue gravemente herido, el valiente Hauser; pero se mantuvieron firmes, como si alguien los agarrara al suelo; mientras tanto, los carros de la 10ª División Blindada atravesaban el Moskova y sobrepasaban Mojaisk, en la autopista hacia Moscú, que ya sólo estaba a cien kilómetros el día 18 de octubre.

Hitler no se equivocó al pensar que la moral de los rusos estaba por los suelos, pero sólo tenían una posibilidad, morir o morir; porque a todos los que huyeran, los comisarios políticos los fusilarían, según la orden del 15 de julio de 1941. Pero después de tres semanas, las tropas que no eran de élite, no dudaban en huir o rendirse. Es evidente que en aquellos días de mediados de octubre el Ejército Rojo había perdido todo su potencial ofensivo y estaba literalmente "roto". Moscú estaba ahí. Sólo tenían que llegar y entrar triunfalmente. Nada se interponía en su camino. Stalin y el gobierno soviético al completo se trasladó a Kuibishev (aunque suele decirse que Stalin se quedó en Moscú), a unos 850 kilómetros al este. Sólo se quedó Beria y su Estado Mayor, mandando al NKVD. El Kremlin fue completamente minado, para reventarlo si se hacía preciso. Se llevaron la momia de Lenin, expuesta en la Plaza Roja. Nadie pudo ocultar a los ciudadanos aquellos hechos, ni tampoco la caída de Mojaisk. Las noticias corrían como la pólvora:

-¡Mojaisk ha caído! ¡Los Germanietski (alemanes) llegan!

Pronto huyó hasta la NKVD con Beria, y las fuerzas del orden se vieron desbordadas en Moscú. La ciudad volvía a hablar. Se sucedían las manifestaciones y se gritaba:

-¡Mueran los soviets! ¡Muerte a Stalin! ¡Viva la paz! ¡Abajo la guerra!

Se distribuían los impresos por toda la ciudad, impresos en contra del régimen.

Si el gobierno soviético se hubiera quedado en Moscú unas 48 horas más, es posible que hubieran sido devorados por las masas enfurecidas. La noticia de su partida desencadenó disturbios de extrema gravedad. La policía y la milicia que quedó en Moscú, poco podía hacer, y nada hicieron. Se quemaban los últimos archivos olvidados. Los comunistas eran ahorcados y juzgados en las calles. Los almacenes eran Fsaqueados, los trabajadores abandonaron sus trabajos por decenas de millares y se manifestaban en contra de Stalin. Los retratos de éste eran quemados, rajados, pisoteados. Los edificios gubernamentales y las embajadas fueron ocupadas por masas enfurecidas. Moscú, capital del comunismo mundial demostraba su odio al comunismo y se revelaba con carácter revolucionario.

Entre los dirigentes soviéticos que habían huido reinaba el mayor de los caos. Zhukov remplazó a Timochenko en la defensa de la ciudad. Bulganin fue designado comisario político en Moscú, trató de reimplantar el orden con fusilamientos masivos y detenciones. Se movilizaron a las armas a todos los hombres que pudieran empuñar un fusil; fusiles que por otra parte no había en Moscú en aquellos moFmentos. Fue declarado el estado de sitio. Día tras día se esperaba la entrada del primer carro alemán en las calles de Moscu, pero estos no aparecían.

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Se minó todo Moscú: el Kremlin, los comisariados, los principales monumentos, los hospitales, las centrales eléctricas, las potabilizadoras, incluso barrios enteros; de manera que Moscú quedara reducido a la nada en pocos minutos. Más tarde Bulganin puso a trabajar a 800.000 ancianos, niños y mujeres de manera forzada y bajo amenaza de muerte; día y noche trabajaban para abrir cien kilómetros de fosas anticarro, 8.000 kilómetros de trincheras y trescientos kilómetros de fosas antitanque, al igual que en Leningrado. Millares de trabajadores murieron aquellos días. Al no estar organizados, los sublevados sucumbieron, pero hasta el 6 de noviembre el orden no se restableció en la ciudad. De no haber estado Bulganin, los contrarrevolucionarios se hubieran hecho con Moscú y la contrarrevolución pudo haberse extendido entre las tropas, pero los alemanes no hicieron nada para beneficiarse de la situación.

Seguramente Hitler debió de acordarse de la 7ª División aerotransportada que perdió inútilmente en Creta, que le pudo haber dado Moscú sin problemas; quizás en septiembre Leningrado y un año después Stalingrado o los petróleos caucasianos. Durante quince días los alemanes pudieron haber entrado en Moscú sin problemas. Y tres semanas más en las que Zhukov preparó el dispositivo de defensa. ¿Por qué no entraron en la Plaza Roja en aquel momento? Ahora mismo lo veremos. Uno de los salvadores de Moscú fue Richard Sorge, asunto acerca del cual hay un post colgado en operaciones especiales.

El invierno de 1941, fue muy precoz en Rusia. Las primeras nieves cayeron en el frente central en la noche del 6 al 7 de octubre. Las condiciones del terreno ruso y su meteorología en ningún momento ofrecieron ventajas a las maniobras ofensivas de los blindados alemanes; pues estos, al contrario que los rusos, habían sido diseñados para maniobrar por las carreteras francesas y de Centroeuropa; por tanto, los carros alemanes no tardaron en fallar. El más duro enemigo de los primeros meses fue el polvo. El polvo ruso, según dicen los ex - combatientes, es inimaginable si no se trata con él. Cegaba a los hombres y obstruía los motores de los vehículos, hasta detenerlos durante horas. No se podían sustituir los tanques averiados con eficacia; a menudo se podían entregar tan sólo la mitad de los motores requeridos. Un soldado con descanso se recupera. Un motor o se cambia o se repara.

Los soldados reclamaron la lluvia a gritos durante todo el verano. Parece ser que Dios debió de escucharles y comenzó a llover torrencialmente; el polvo dejó paso al barro. El polvo no impidió a los vehículos rodados progresar por las pistas y las carreteras de la estepa, pero el barro anegó los caminos. Las carreteras quedaban inundadas por grandes ríos temporales. Los vehículos se atascaban y el Ejército alemán quedó sepultado en las tierras rusas. Muchas unidades no pudieron progresar en dos o tres días, quedando paradas sin remedio. Se tuvieron que remolcar las máquinas motorizadas con tractores de artillería; cuando estos quedaron anegados, los mismos soldados y caballos tuvieron que tirar de los vehículos. El reconocimiento aéreo resultó imposible por el mal tiempo y las pocas unidades motorizadas que podían avanzar, a menudo patinaban en el barrizal.

Enormes vacíos se abrían en los dispositivos alemanes y era muy difícil tapar aquellas brechas; esto ocurría cuando se encontraba un puente destruido o un campo de minas. Las tropas que avanzaban sobre Moscú, tuvieron unos días de descanso a finales de octubre, para llevar a cabo un reagrupamiento y dar descanso a los soldados. Las primeras nieves se fundieron y la lluvia volvió a caer torrencialmente, mezclada esta vez con copos de nieve; "esto empeoró la situación hasta extremos inimaginables", dijo Guderian. Con frecuencia los soldados confundían los torrentes barrosos con carreteras, esto acarreaba grandes desgracias. La 19 División Blindada, que parecía entraría en la capital en cualquier momento, quedó detenida en el segundo cinturón de defensa a orillas del Nara. La 19 DB no tenía nada por delante, Moscú estaba en sus manos. Pero las divisiones alemanas quedaron empantanadas en aquel gran océano de barro.

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Otra vez hubo que remolcar a los vehículos. No había remolques suficientes y los hombres hicieron sus veces. Las cocinas de campaña no seguían a los ejércitos y no se permitía recurrir a los suministros de emergencia. Se efectuaba el suministro por avión, unas doscientas toneladas diarias por división; aquello resultó ser una tarea imposible; ya que en ocasiones, ni los mismos aviones alemanes podían despegar debido a la congelación de sus motores. Se hizo necesario parar. ¿Pero saben qué? Hitler no tenía ni idea de la situación de sus soldados en el frente del Este. Todo le fue comunicado cuando ya no había solución. Los informes de las unidades que avanzaban a Moscú eran modificados por los caballeros del OKH (Mando Supremo del Ejército), de manera que le hacían ver una versión falsa de los hechos.Durante la reunión de Hitler con el jefe de alguna de estas unidades que avanzaban a Moscú, los caballeros del monóculo preparaban convenientemente al desgraciado general, para que así mintiera a Hitler. Pobre de aquel que le decía la verdad a su Führer sin tener en cuenta las advertencias del Estado Mayor de este último.

Todo aquel ejército que queda parado, es un ejército perdido. Todas las carreteras quedaron embotelladas. Los caminos de tierra como imaginareís no se podían utilizar. Por si fuera poco, los alemanes no habían podido sustituir el ancho de las vías soviéticas por el de las alemanas, con lo que las vías férreas no se podían utilizar.

El 20 de octubre el Grupo de Ejércitos Centro quedó bloqueado por el barro. Aquello motivó el desánimo de las tropas, que malgastaban sus fuerzas día tras día, noche tras noche. Fueron tres semanas terribles en las que perdieron gran cantidad de material y la posibilidad de una victoria absoluta antes del invierno. Es difícil imaginar la desesperación e impotencia de los mejores soldados del mundo, que habían conquistado toda Europa, superando a un enemigo valiente, muy superior en número y bien armado; quedando a las puertas de la guarida enemiga, esperándoles al fondo del horizonte, con todo el camino libre para ellos, cubiertos de barro y hambrientos como ratas.

De no haber reducido a la impotencia al Ejército Rojo, le habría resultado muy fácil asestar un golpe mortal a los desesperados soldados alemanes; prisioneros del barro y víctimas de un penoso servicio de intendencia, del que podemos decir en su defensa, que antes de la operación Barbarroja, advirtió que no podría llevar a cabo un suministro eficaz a más de 500 km; a pesar de todo poco más se podía hacer para mejorar la triste situación de los soldados; mientras tanto, otras instituciones como la Luftwaffe hacían lo imposible. Aquí se demostró el escaso poder de improvisación alemán, prisioneros de un plan fijo, calculado al milímetro pero sin alternativas. Aun así, aún quedaban soldados que proporcionaron ideas campesinas al ser ellos de ascendencia campestre. Se requisaron carros y caballos y en muchos casos los suministros siguieron llegando. El Ejército Rojo ya sabía lo que se iban a encontrar los alemanes, sus ventajas eran muchas: sus T - 34 de anchas orugas iban por el barro con toda tranquilidad.

Pero los alemanes aún tenían que sufrir una última plaga: el frío. Como de la nada surgió del 3 al 4 de noviembre. Una gran helada cayó aquella noche. El suelo se endureció y por fin los carros pudieron avanzar sobre el terreno helado. Se reorganizaron los convoyes. Los soldados tuvieron que parar y descansar de aquellas terribles tres semanas, que habían puesto a prueba su capacidad de resistencia hasta extremos inimaginables. El frío los hacía temblar entre sus mantas y capotes. Las botas de campaña eran buenas conductoras del frío: "Estaréis mejor con sólo unas zapatillas de lana", les dijeron los finlandeses a sus camaradas alemanes.

El hielo y la nieve evitaron en aquel momento que las ropas no se suministraran con eficacia y de forma masiva, así como el anticongelante, el aceite y las cadenas para los tanques.

Las opiniones de detener la ofensiva o no hacerlo eran diversas. El mariscal Von Bock afirmó que se podía forzar la victoria. Keitel pensó que los rusos estaban al borde del colapso y se debía dar el golpe de gracia. Hitler no quedó convencido y estaba persuadido de que aquel iba a ser el peor invierno ruso en cien años. El general Greiffenberg, convenció a Hitler el 13 de noviembre en Orcha de que era necesario tomar Moscú "desde el punto de vista militar y psicológico. El Ejercito sufrirá el frío de todas maneras". Esta teoría fue apoyada fervientemente por Von Brauchitsch y Von Bock. También afirmó que la ofensiva era preferible a una invernada, en eltranscurso de la cual las líneas de comunicación podrían ser cortadas por los partisanos que infestaban la retaguardia. Así pues había que tomar Moscú, este era el gran deseo del Estado Mayor del OKH.

Pero no creaís, la situación del Ejercito Rojo era mucho más desesperante que la de los alemanes. Todo parecía perdido entonces para Stalin, pero no desesperó, a pesar de no haber recibido todavía el mensaje desde Tokio del hábil Richard Sorge. A partir de noviembre de 1941 hasta la batalla de Stalingrado, las victorias y las derrotas en el frente del Este, no estuvieron pendientes mas que de un hilo... telefónico. El 6 de noviembre, Stalin tuvo que reconocer que el Ejercito Rojo había perdido 720.000 muertos o desaparecidos y tenía 1.020.000 heridos. La realidad era que estos números eran el doble de grandes. El número de prisioneros rusos fue silenciado, eran unos 2.900.000. Ningún país podía defender dignamente su capital (pensó Hitler con todo el derecho) con seis millones de soldados fuera de combate, habiendo dejado todo el material y 9.000 carros perdidos. Muchos generales no llegaron a comprender lo necesario que era proseguir con la ofensiva, Hitler tenía la obligación de llevar hasta el final aquello que había empezado. Si Stalin hubiera sido como estos generales, hubiese capitulado en septiembre. Lo que algunos generales como Von Leeb pretendían, era una retirada general de más de un centenar de kilómetros. Las consecuencias de semejante acción podrían ser incalculables.

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Moscú estaba tan cercano y hubiera sido tan bueno para la moral de todo el frente alemán la caída de la capital, que era necesario emprender el ataque final. Así que a finales de noviembre todos los jefes de formaciones blindadas, Hoeppner, Reinhardt y Guderian avanzaron por el extremo Sur, hacia la capital. Al Norte el XIII Ejercito ruso fue fragmentado por Reinhardt, mas al Sur Hoeppner obligaba a Rokossovsky a retirarse más allá de Moussino. Los carros de Guderian derrotaron al L Ejército de Bordin de un plumazo. Moscú hubiera caído de haber sostenido la ofensiva de Guderian por el centro el general Von Kluge (este estaba celoso de Guderian y no podía soportar la idea de que fuese Karl Heinz el primero en alcanzar la capital). Avanzó sólo tres días después. Como vemos, las rivalidades, una vez más primaron para algunos generales alemanes. Mientras, en el Norte, Reinhardt y Hoeppner proseguían con su rápido avance.

A partir del 15 de noviembre, Stalin dio la orden general de contraofensiva: "Ataque en el plazo de diez minutos - decía a sus jefes de regimiento -. De otra manera, todos los oficiales comparecerán ante un consejo de guerra". Los rusos contraatacaron.

A pesar de todo, la victoria de las armas alemanas parecía inminente. El 29 de noviembre, una formación motorizada de la división blindada de Hoeppner llegó hasta Khimki, suburbio de Moscú situado a unos ocho kilómetros de la Plaza Roja. El coronel Von Manteuffel y su 4ú Regimiento de tiradores atravesaron el canal Moskova - Volga y conquistaron la gran central eléctrica de la capital rusa. El día 30, el coronel Rodt y sus soldados, barriendo a una división de mongoles, se apoderó de la estación de Lobnia; Moscú estaba a 17 kilómetros para ellos en aquel momento. Mas al Sur, la 10ª División Blindada abrió el paso al 86ú regimiento de tiradores que conquisto el puente de Bucharevo, mientras tanto la división Das Reich SS tomaba Polevo, Vysokovo a 23 kilómetros del Kremlin, dejando en el camino totalmente exterminada a la 78ª División de tiradores siberianos, que se dejaron matar sin moverse. Tras las murallas del Kremlin aguardaban lo inevitable. El día 30 de noviembre, Pravda lanzo un comunicado en el que anunciaba que los emboscados que sembraran el pánico y los especuladores serían fusilados, medidas que recuerdan a las que más tarde adoptaría Hitler en el momento en que los soviéticos entraban en Alemania.

El cerco se iba cerrando peligrosamente. El día 1 de diciembre, el XX Cuerpo de infantería penetró profundamente en el último cinturón defensivo de los rusos en Naro - Fominsk, llegando a 40 kilómetros de la Plaza Roja. Pero se les terminaron la gasolina y las municiones. La 3ª División brandeburguesa tuvo que detenerse, al igual que su acompañante la 258ª División de infantería. En el Sur, la 197ª División de infantería y la 7ª División bavara habían esbozado un movimiento que hubiera podido ser decisivo. Tropezó con los obstinados siberianos muy superiores en número. Los combates prosiguieron durante diez días, finalmente tuvieron que retirarse los alemanes. El mayor avance lo llevó a cabo la Das Reich SS, que llegó el día 4 a la terminal del sistema de tranvías de Moscú, a unos 5 kilómetros de la Plaza Roja. Mientras tanto el gran Guderian, que había partido desde una posición un tanto alejada a unos 150 kilómetros de Moscú, los rusos advirtieron su movimiento, quedó frenado delante de Tula, en el borde de la ultima línea defensiva. El general Guderian se vio obligado a combatir con una proporción de uno contra siete. Cuando a punto estaba de cerrar el cerco entorno a Tula, los siberianos frenaron sus aspiraciones en particular su 239ª División. Aguantó en penosas condiciones hasta el 5 de diciembre. El día 6 se vio obligado a retirarse tras tres días de duros combates en gran inferioridad numérica. Los rusos sabían perfectamente cuales iban a ser los movimientos alemanes y, además, el fracaso de Guderian, la impotencia, el desaliento y los errores de Hoeppner se explican: no mandaban ya a los mismos hombres y estos no disponían de las mismas armas y máquinas, ni con frecuencia comían lo suficiente. Los pobres mecánicos tenían que encender pequeñas hogueras bajo los blindados para mantener calientes los motores, mientras a los rusos, a los que no les escaseaba la gasolina, podían dejarlos encendidos toda la noche.

La Werhmacht ya no era el mecanismo de precisión de junio de 1941, ni de Polonia, Francia, Noruega y Grecia. A pesar de eso, Hoeppner acometió una retirada precipitada, el jefe del IV Ejército blindado indignó a Hitler y le separó del servicio prohibiéndole llevar el uniforme, entonces Hitler no sabía que Hoeppner era uno de sus mas feroces enemigos y estuvo dispuesto a detenerle en 1938 - 1939. Hitler se comportó de manera totalmente injustificada con Guderian, que fue separado del servicio por recomendación del envidioso Von Kluge, que también conspiraba secretamente contra el general. Sepp Dietrich, comandante de la Leibstandarte de Hitler no le ocultó su opinión a su Führer: "Guderian ha sido victima de una venganza". Hitler ordenó que se abriera una investigación y así se descubrió de que le habían ocultado la verdad de los hechos, ni sobre los hombres ni sobre las maquinas. La mentira lo puede todo.

La legión de voluntarios franceses contra el bolchevismo luchó con gran valor. Tan mal equipada como toda la infantería, se comportó con un valor extremo. A -50ú, el 1 de diciembre tomó difíciles posiciones y las mantuvo en una inferioridad de uno contra cinco, hasta el 7 de diciembre, perdiendo el 80 por 100 de sus efectivos. Al sur del lago Helado, en Djukobo fue donde franceses y alemanes lucharon codo con codo. Fueron castigados cruelmente. Hitler no creyó al principio en estas unidades voluntarias como bien afirmó. Y sin embargo, aquellos fueron los hombres que lucharon hasta el final, participando en la defensa de Berlín, de la mismísima Cancillería. Así le demostraron a Hitler cuanto se había equivocado al menospreciar sus servicios.

Que habría sido de la URSS de haber tenido las mismas carreteras que Francia o Alemania, quizás no hubiera durado más que Francia. El caso es que tenían que haber contado con ello los miembros del Estado Mayor de Hitler y el mismo Adolf claro, todo debería haberse previsto. Es muy cierto. Sin embargo, el polvo, la lluvia, el barro, la nieve, el frío, los erroresde la intendencia y los servicios de suministros, la débil Luftwaffe (que por aquel entonces contaba con grandes pilotos pero escasos medios), el desgaste mecánico de los aparatos, el valor de las tropas rusas, sus nuevas armas como los T - 34 o los lanzacohetes Katiusha unido todo a las perdidas alemanas que eran 750.000 hombres heridos, prisioneros, muertos o desaparecidos no explican lo ocurrido.

De haberse podido enfrentar la Werhmacht al Ejército Rojo en el estado en que se encontraba tras la batalla de Briansk, los rusos hubieran sido derrotados. Pero claro, los hechos fueron bien diferentes, todo lo demás es pura especulación.

Pero los alemanes ya no disponían de reservas y tenían a las tropas esqueléticas en muchos casos, mientras que los rusos disponían de tropas frescas constantemente. Únicamente estos soldados y la colaboración inestimable del que allí los llevó ganaron aquella batalla perdida. Aquel hombre no fue ni Stalin, ni Zhukov, ni Bulganin (aunque estos tuvieron algo de culpa como habrán podido ver) sino un espía de nacionalidad alemana llamado Richard Sorge, miembro del partido comunista de Hamburgo desde 1919 e ingresa en el NSDAP el 1 de octubre de 1934. El mismo Sorge dijo de si mismo: "Era imposible hacerlo mejor."

El día 2 de julio de 1941, inmediatamente después de celebrarse un consejo imperial, Sorge anuncio a Moscú que el gobierno japonés estaba decidido a actuar en el Sur y que probablemente respetaría el tratado de neutralidad con la URSS A principios de agosto, Sorge indicó que del millón de hombres que acababan de movilizarse, tan sólo un pequeño contingente iría a Manchuria. A principios de octubre, Sorge preciso que la marina japonesa estaba decidida a avanzar hacia el Sur. Finalmente el 6 de octubre informaba a Moscú: "El gobierno japonés ha decidido emprender una gran ofensiva hacia el Sur; no se debe temer un ataque del Ejercito de Kwantung sobre la frontera siberiana o cualquier otro movimiento ofensivo contra la URSS." Todos estos hechos se conocen por boca de Ozaki. Así se pudieron liberar las tropas siberianas que se lanzarían sobre los alemanes en su desesperado avance sobre Moscú.

Fuentes:
TREVOR - ROPER, Hugh: Las conversaciones privadas de Hitler
SOLAR, David: La caída de los dioses. Los errores estratégicos de
Hitler
REVISTA SERGA: Operación Barbarroja
MILLETT, A.R. y MURRAY, W.: La guerra que había que ganar
HEIBER, Helmut: Hitler y sus generales
BERTIN, Claude: Objetivo, Moscú

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Números de guerra

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:51 am

Números de guerra
Artículo número 2

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A la vista de estos datos aproximados, podemos extraer varias conclusiones de unos de los hechos más dramáticos del siglo XX.
Estrategia, según la Real Academia de la Lengua, es el arte de dirigir las operaciones militares, o un conjunto de reglas que aseguran una decisión optima en cada momento. Una estrategia es un plan de acción que se lleva a cabo para lograr un determinado fin a largo plazo. La estrategia militar se trataría de un conjunto de conductas y temas para conducir la guerra. Un objetivo estratégico, se trataría de un lugar, posición, zona, actitud, etc.… de importancia decisiva para el desarrollo de algo.
La IIGM supuso un salto en el concepto de guerra total. La población civil fue la que mas sufrió los avatares de este hecho histórico. Si comparamos las columnas, podemos ver que un total de 24.517.000 militares fallecieron durante la contienda, mientras que la población civil, sin contar las bajas por represión o exterminio sistemático, ascendieron a 30.497.000 personas. La guerra se traslado a las ciudades y pueblos, que sufrieron como nunca los efectos de una contienda.
Los bandos en contienda tomaron la determinación de castigar las ciudades e industrias, que fueron designadas como objetivos estratégicos. El concepto de objetivo estratégico no había sido tomado como objetivo militar hasta que la industria y sus fuentes de abastecimiento no fueron consideradas como de vital importancia para mantener el esfuerzo de guerra. La mano de obra, léase población civil, pasaba a ser objetivo militar. Las regiones industriales, y las ciudades cercanas, fueron, sin duda, la base de la maquinaria de guerra de un país, así como sus centros económicos. Todo esto conllevo la destrucción masiva de fábricas, puertos civiles, carreteras, puentes, almacenes y depósitos, y todo aquello que influía en el normal funcionamiento de la industria y en el desarrollo de la vida de la población.
La táctica, o "arte para disponer, mover y emplear la fuerza bélica para el combate" (según RAE), fue la herramienta puesta a disposición de los mando militares para conseguir los objetivos estratégicos, vitales para los políticos, empeñados mas en aplastar al oponente que en evitar sufrimientos inútiles. Muchas batallas de la IIGM, no lo olvidemos, fueron políticas mas que militares: p.e., Stalingrado era mas un símbolo del dirigente soviético, que desvió fuerzas de vital importancia para el dominio del Caucaso, con importantes reservas de petróleo, y objetivo estratégico mas importante que la sangrienta ciudad. Italia fue invadida por los americanos, mas para hacer enfadar a Hitler, que como un objetivo estratégico de importancia para el desarrollo de la guerra. El camino de Hitler hacia Moscú era mas un objetivo propagandístico que militar. Con este tipo de casos, podríamos deducir que en algunos momentos de la guerra, los objetivos militares pasaban a segundo plano, convirtiéndose la población civil en una absurda presa de los planes de los contendientes. El bombardeo de Dresde, Hiroshima, etc… solo podemos entenderlo como un golpe a la mano de obra y al los refuerzos de los ejércitos en contienda. Solo los EEUU no sufrieron bajas civiles durante la guerra. Su esfuerzo fue mas económico y militar, quedándose al margen del drama que se desarrollaba en Europa y Asia.
Mientras que en las guerras de siglos anteriores, los ejércitos intentaban, en la medida de lo posible, respetar a la población civil, que se transformaba en suministradora de víveres y pertrechos, durante la IIGM, lo "civil" fue considerado principal enemigo, tanto por lo que representaba de apoyo al ejercito enemigo, como por las ideologías fascistas y excluyentes que predominaron durante esta etapa de la historia.
Esta forma de actuar en la guerra perdura hasta nuestros días. En las guerras que vivimos en la actualidad, comprobamos eso de que "la historia se repite". Lo primero que se destruye es el tejido industrial y civil del país enemigo, para que una vez debilitado el entramado del país, rematar la faena contra sus desabastecidas y desmoralizadas tropas.
Mientras que Napoleón se batía el cobre con el mismo Wellington, intentando que la población civil sufriera el menor daño posible, para que fuera en pan de mañana, en la IIGM, por primera vez, Hitler y Churchill no se vieron las caras, intentando cada uno acabar con el mayor número de población sobre la que se apoyaban.
Otro aspecto que podemos deducir tras la vista de este cuadrante, es el fatal destino de la población civil en un país ocupado. La diferencia de bajas entre militares y civiles de estos países es significativa (ver Polonia, China, Francia, etc…). Una vez que el país era ocupado, el ejército de ese país desaparecía, y la indefensa población sufría el orden de las armas. El ejercito de ocupación hacia la labor de la policía, pero con unas técnicas bastante más contundentes.
Además del apasionante aspecto militar de la IIGM, podemos ver que a nivel mundial supuso un antes y un después en el aspecto general de la guerra, extendiéndola hasta puntos donde unos años antes, léase IGM, eran impensables, donde desde el lechero al teniente eran parte importante del desarrollo de la misma, donde la fabrica de cojinetes fue tan vital como las de proyectiles. Por ello la IIGM podemos considerarla como la primera guerra verdaderamente mundial, global, doctrina que perdura hasta nuestros días.

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La calle de la Cruz de Hierro

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:52 am

La calle de la Cruz de Hierro
Artículo número 3

Investigar una cadena de asesinatos en el getto de Varsovia, no era una buena opción, ni una buena hora para ello. Los nazis se preparaban a aplastar la insurrección hebrea. El general Stroop no escatimaba ni medios, ni crueldad. Perseverar intentando llegar al fin era surrealista. No era un buen camino, en un sitio donde las calles estaban destrozadas.

¿A quién le puede importar la muerte de dos niños judíos? Miles habían sido ejecutados en Treblinka, en Dachau,… habían desaparecido como la esperanza, en sus fosas comunes. En aquel tiempo había muchas maneras de irse, con tifus, con hambre, con tiros en la nuca. No es hora de buscar traidores, era de resistir hasta la llegada de los rusos… Déjalo y piensa la manera de hablar en forma de emboscada urbana, de mancillar la cruz gamada. Es tiempo de demostrar al mundo que a pesar de todo, les pusimos problemas, en vez de ir como el ganado al sacrificio lento.

Quizás el pensó era lo mas sensato. Pero tenía un hijo, y eso en su conciencia era un problema para sus principios. Una pequeña injusticia, le da la mano a los genocidas aunque sirva para cortarla. Sus camaradas luchaban en las alcantarillas, con hachas, frente a los "panzers". El tiempo no era un bien por dilapidar, y con las estrictas raciones de pan duro, las energías tampoco. A pesar de todo, sin llegar a ser héroe de ninguna historia, supo ser fiel a si mismo. Tuvo el valor de pensar en que había algo por encima de cualquier hombre.
En los últimos años era testigo de muchos ojos impregnados de odio, demasiados. Por eso, aunque no valiese de nada, tenía el deber de rescatar en aquel caos la dignidad. Un concepto no procedente de Yavhé, sino inherente en cualquier alma humana. Los dioses pueden estar lejos a veces, pero los hombres por mucho que anden no pueden alejarse de la manada.
-Y si fuese uno de nosotros… ¿Qué cambiaría? ¿Qué sentido tendría? Nadie me haría caso, ni tendría aliados. Había un frente común y un sentido frente a una amenaza para todos- la duda le atenazaba, convertía el escaso sueño en pesadilla.
Pensaba en si divulgaba la curiosidad le tacharían si no de loco, de traidor. No había ninguna opción porque de concretar no tendría testigos. Estaban marcados para siempre en un tiempo limitado. Condenados de una forma u otra a morir.
Quizás por todo eso, al final al descubrir a su propio hijo, no lloró. Estaba en las mismas circunstancias de los anteriores. Sólo había una diferencia, al lado, ensangrentada yacía una, una cruz de hierro.

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Esperando en Marinovka

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:53 am

Esperando en Marinovka
Artículo número 4

Da igual lo que piense.
Dentro de poco voy a ser otro bulto más, oscuro, rígido, tumbado en la nieve.
Como Otto. Al menos él eligió el momento. Su momento.

Ocurrió ayer por la tarde. Estábamos los dos sentados en la trinchera y llevábamos bastante rato sin decir nada. Cada uno pensando en sus cosas e intentando arrancarnos algún que otro piojo, mientras los miembros se nos agarrotaban por el frío. El tiempo había mejorado un poco y las nubes no eran tan densas. De repente, de entre aquellas nubes grises, apareció un rayó de luz. Los dos lo miramos ensimismados. Era lo más parecido a la patria que veíamos en mucho tiempo, aparte de las fotos que llevábamos encima. Otto me había enseñado la foto de su hija incontables veces durante la última semana. Los dos lo sabíamos, pero cada vez que me la enseñaba, era como si se tratase de la primera, y yo escuchaba las mismas palabras una y otra vez, como si aquello formara parte de un ritual secreto. Y entonces ocurrió.

Simplemente se levantó y echó a andar hacia delante. Hacia tierra de nadie. No hubo ninguna frase de despedida, ni un adiós ni nada parecido. Otto se levantó y echó a andar.
Podría jurar que mientras salía de la trinchera iba cantando algo, aunque no pude oirlo bien. Fuese lo que fuese se lo llevó consigo.
Primero dejó caer el fusil que llevaba colgado de su brazo derecho, luego el casco, que quedó tumbado boca arriba, como señal de mal augurio, mientras los copos de nieve se empeñaban en cubrirlo. Lo llamé tan alto como pude, por miedo a alertar a algún francotirador. Siguió avanzando con la cabeza erguida, mirando a aquel rayo de sol, mientras seguía cantando algo que ya no podía oir. Ni él ni yo.
Entonces el rayo de sol desapareció, tal como había aparecido. Otto dejó de cantar y se quedó allí quieto sin decir nada, mirando al cielo, lo que me pareció una eternidad. Volví a llamarlo por su nombre y en ese momento le estalló la cabeza con el sonido del disparo de un fusil. Cayó hacia atrás y allí se quedó inmóvil.

Lleva desde ayer allí tumbado. Cada vez que saco con sigilo la cabeza de la balka puedo verlo. El casco y el fusil ya han desaparecido bajo la nieve, y lo que antes era Otto, ahora es sólo un bulto oscuro, rígido, con la foto de su hija, en medio de la blanca estepa.


Imagen

Enfrente mío está Otto.
Apenas a unos 20 metros.
La inmensidad.



Ya vienen los T-34, a través de la ventisca. Me acurruco en la trinchera. El frío me cala hondo en los huesos. Pero ya no importa, porque el sol brilla bajo un cielo azul, tan azul como los ojos de Ilda. Mientras miro esos ojos azules empiezo a canturrear. Es la canción de Otto. Abro los ojos y estoy en la trinchera y Otto está otra vez a mi lado, aunque de espaldas y canta esa canción mientras se mueve rítmicamente hacia delante y detrás. Pongo mi mano sobre su hombro, pero me mancho de sangre. Creo que está muerto desde ayer.
Cierro los ojos otra vez y me sumergo en los ojos de Ilda.

Los rusos no me cogerán, porque hace rato que ya no estoy allí.

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Moritz

Notapor Administrador el Lun Oct 30, 2006 11:53 am

Moritz
Artículo número 5

Llegamos a las afueras de Sant Marie de la Riviere el 25 de Julio.

Hacía más de un mes que conocía la guerra de verdad, desde que nos habían soltado en Normandía, y ya estaba acostumbrado a la muerte; tan acostumbrado como para que un cadaver más o menos comenzara a importarme un bledo, fuera como fuera la manera en que hubiera muerto.

En aquel corto periodo de tiempo había pasado de tirarme al suelo al más mínimo ruido a poder calcular mentalmente la trayectoria de un proyectil de artillería, a saber cuando estaban pegando lejos o cuando los sartenazos se acercaban peligrosamente. Cualquiera diría que había aprendido a controlar mi miedo, pero no era así, miedo y control son términos diametralmente opuestos. Lo que había aprendido a controlar eran mis energías, y a no malgastarlas en situaciones de alerta que sólo existían en mi cabeza, ni a dejarme contagiar por el nerviosismo de los novatos. Y teníamos una buena cantidad de novatos en aquellos días; no dejaban de llegar reemplazos con los que sustituir a los que se habían quedado en Bloody Omaha.

Parejo a ello había desarrollado una insensibilidad que en otras circunstancias se habría calificado de preocupante. Había visto en un mes y medio tal cantidad de destrozos y muertes como para ni siquiera mirar de soslayo a un cadáver tendido en una cuneta, o pararme a fisgonear los restos humeantes de un blindado y sus tripulantes carbonizados. Formaban parte del paisaje de la guerra, estaban tan indivisiblemente unidos a él como los árboles destrozados, los cráteres de los obuses, el cielo siempre oscurecido por el humo, las pesadillas una vez por semana y la misma muerte. No había nada nuevo en todo ello.

Sin embargo Sant Marie de la Riviere fue algo distinto. Nuestra artillería y aviación se habían empleado a fondo en el pequeño pueblo, y no había sido porque la población fuera un objetivo estratégico importante. No dejaba de ser un pueblo más, como otras decenas de pueblos, pero le había tocado a él. Al llegar nos enteramos del motivo; por la pequeña carretera que atravesaba la población había intentado huir todo lo rápido que podía una columna acorazada alemana, una de las muchas que intentaban salir de Normandía hacia cualquier lado. El caso era salir, hacia donde era algo puramente improvisado. Cuando un frente entero se hace polvo como un azucarillo es cuando llega el momento de salir corriendo. Ya habrá tiempo de preguntar hacia donde se corre.

Primero fueron los chicos de la aviación los que se dedicaron a atacar a la columna. Durante casi tres horas oleada tras oleada de Thunderbolts y Tempest habían dejado caer todo lo que tenían encima de los Fritz. Después, cuando a los pobres desgraciados se les acabaron las ganas o el espacio para correr, fue nuestra artillería la que les atizó con todos los calibres útiles posibles. El resultado fue que Sant Marie de la Riviere y una columna de al menos treinta vehículos blindados se habían convertido en una única ruina humeante.

Cuando entramos en el pueblo, y según comenzamos a atravesar lo que antes habían sido calles, nos mirábamos con extrañeza. No había en todo la población una sola alma. O habían tenido suerte y habían huido en previsión de lo que se avecinaba o, sencillamente, habían sido volatilizados o enterrados junto con su pueblo. Sin embargo, tan pronto como nos acercamos a los restos de la columna alemana el olor a muerte se hizo insoportable.
No podías mirar a ninguna parte sin tropezarte con un cadáver o un resto de alguno. La mayoría de ellos aún humeaban, igual que los vehículos que unas horas antes les habían transportado. El hedor a gasolina, carne quemada y explosivos, todos ellos mezclados en una espectral neblina que se movía lentamente siguiendo al viento, era tan profundo que me bajé de mi vehículo y vomité hasta la primera papilla.

-¿Está usted bien, Sargento?-

Apenas puede mover la cabeza afirmativamente y con un gesto de la mano tranquilizar al soldado que se preocupaba por mi estado de salud. La verdad es que ambos gestos eran un eufemismo. Estaba tan lejos de estar bien que ni siquiera podía recordar lo que significaba estar bien. Sólo me había sentido tan mal por la tarde del 6 de Junio, cuando definitivamente conseguimos salir de nuestro sector de Omaha. Recuerdo que me senté sobre un pedazo de cemento armado que antes había formado parte de un bunker y me puse a temblar, después vomité. Y lo más extraño del caso es que ni siquiera había desayunado aquella mañana, pero vomité el mundo entero.

No sin esfuerzo conseguí recomponerme y asentar el cuerpo. Busqué en mis bolsillos un pañuelo, que de sucio y arrugado podríá haber sido cualquier cosa menos un pañuelo, volví a nuestro semioruga, abrí un depósito de gasolina y lo empapé en ella; después me lo puse tapándome la nariz y la boca. Prefería el pestazo a gasolina a aquel olor.

Cuando el resto del pelotón se bajó del vehículo comenzamos a inspeccionar el pueblo. Nada, nada y un silencio sólo roto por el crepitar de los fuegos aislados. Absolutamente nada que no fueran restos de chatarra que meses antes habían sido el orgullo del arma acorazada alemana. Y muertos, decenas y decenas de muertos. No pude evitar una sonrisa al ver un Panther. Había sido levantado del suelo por la fuerza expansiva de una explosión y estaba tendido de costado. Lo cómico del asunto era que había ido a caer encima de un pobre Fritz, aplastándolo como a una patata cocida. Lo único que se podía ver del tipo eran las botas, que sobresalían de debajo del casco del tanque.

-Hay que joderse-, pensé, -salir corriendo para que te caiga un tanque encima. Valiente manera gilipollas de morir.-

-Mala suerte, amigo.-, oi decir al cabo Di Luca al pasar junto a la escena. Di Luca era un fatalista y siempre lo fue. No había parado de decir -mala suerte, amigo- desde que nos embarcaron. Le tocaba ser cabeza del pelotón y era -mala suerte, amigo-, si por el contrario formaba en la cola también era -mala suerte, amigo-, se encasquillaba el Garand y seguía siendo mala suerte. Cuando salió su número, en un huerto de un pueblecito alemán que tenía de sorpresa del pastel a un francotirador en lo alto de un granero, lo último que dijo fue eso, -mala suerte, amigo-. Pobre Di Luca, desde luego tuvo mala suerte, a la guerra no le quedaban más de quince días cuando faltó a formación definitivamente.

Allí estábamos, deambulando de acá para allá sin una idea clara cuando algo me detuvo en seco. En lo que parecía haber sido la plaza de Saint Marie de la Riviere (en el centro había algo que días antes podría haber sido una fuente), había un semioruga alemán, un Sdkfz, hecho papilla de sémola. Desde la distancia se podían ver los agujeros, estaba hecho un colador, pero de verdad. Le había caido encima una rafaga de buen calibre, tal vez de cañón de un Tempest. Pero no era eso lo que me llamó la atención y me hizo detenerme, a mí y al resto del pelotón.

Junto al semioruga destrozado estaba sentado un precioso pastor alemán; aún lleno de polvo y desgreñado tenía una planta magnífica. El animal estaba gimiendo muy bajo, tanto que ni siquiera le oímos antes de verle. Cuando se percató de nuestra presencia se incorporó y con un gesto de miedo se quedó mirándonos. Mi primera reacción fue levantar el fúsil y apuntarle, ni de los perros podía uno fiarse a aquellas alturas de la función, pero después de unos segundos de duda, y al comprobar que el animal no parecía violento bajé el arma y, muy despacio, me acerqué.

Me encontraba a unos pasos de él, me puse en cuclillas y extendí mi mano izquierda invitándole a olerme y el perro recuperó su valor y avanzó hacia mí. Aún desconfiado me olisqueó de arriba a abajo y por mi parte me atreví a acariciarle y rascarle detrás de las orejas. El pobre animal levantó la cabeza y me miró de esa manera en que a veces miran los perros, de ese modo que transmite todo un sentimiento desde sus negras pupilas redondas. Sonreí.

-Sargento, eso es confraternizar con el enemigo, ese bicho es un alsaciano, alemán auténtico, mi tía Dotty tenía uno igual. Se lo había regalado el señor Kurtzmann y...-

-Bishop, me importa una mierda la historia de su tía Dotty. Cállese.- Ordené sin volver la vista al soldado Bishop, Bishop el Bocas, como le llamaba todo el pelotón. Si había algo que quisieras que acabara sabiendo el mismísimo Adolf en Berlín sólo tenías que contárselo a Bishop y decirle que era alto secreto. Y siempre estaba hablando de su tia Dotty. Tanto hablaba de su tía Dotty que todo el mundo sospechaba que entre Bishop y su tía Dotty había habido algo más que una relación tía-sobrino. Bishop se cabreaba como un mono cuando alguien sugería la cuestión, y como decía Di Luca, el que se pica...

Me olvidé de Bishop y seguí acariciando al perro. Entonces, con mucho cuidado, como si temiera mi reacción, me mordió la manga de la guerrera y tiró de mí. Al principio con delicadeza y, ante mi sorpresa y resistencia, luego más insistente y nervioso. Me estaba pidiendo que le siguiera.

Entramos en el semioruga y me llevó hasta su parte delantera. En el asiento al lado del conductor había un soldado alemán muerto. El animal me soltó, se sentó en el suelo del vehículo y se quedó allí, mirándonos alternativamente al cadáver y a mi. Moví el cuerpo lo poco que pude y agarré las chapas de identificación. El Fritz era un veterano sargento de infantería, aparentemente tendríamos la misma edad, píntábamos las mismas canas en las sienes. No dejaba de ser curioso como la guerra igualaba las edades a todo el mundo. Podías tener veinte, treinta, cuarenta... se le terminaba quedando a todo el mundo la misma cara. La cara, el uniforme, las armas, las heridas, el dolor... en la jodida guerra todo iguala a todo el mundo. Aquel sargento y yo podríamos habernos cambiado el sitio y todo habría seguido pareciendo igual. Un día de estos tendré que dejar de pensar tanto y en tantas cosas. Al quitar las chapas al muerto el perro gimió de nuevo. Acercó el hocico al sargento muerto y le empujó, como invitándole a moverse.

Puse mi mano en la cabeza del animal en un gesto de consuelo.
-Está muerto, chico, no te molestes.-

Me miró y gimió de nuevo. Reparé en que llevaba un collar al cuello, colgaba de él una medalla en la que aparecía grabado un nombre, -Moritz-.

-Así que te llamas Moritz, ¿verdad?-

Ladró muy bajo, casi un gruñido, como respondiendo afirmativamente.

-Ven, Moritz, salgamos de aquí.-, le dije, y me siguió.

-Un chiste sobre el perro y el chistoso va a estar presentándose voluntario para patrullas de reconocimiento hasta que lleguemos al jodido Berlín.-, mascullé al pasar junto al pelotón mientras me dirigía hacía nuestro vehículo con el animal a mi lado. Ya en él rebusqué en mi mochila; seguro que tendría algo para Moritz. Encontré una lata de carne en conserva y se la mostré. La respuesta fue un relamido y un golpe con una de sus patas en mi mano.

Sonriendo abrí la lata mientras Moritz, cada vez más nervioso, daba vueltas a mi alrededor. Con un tenedor machaqué el contenido y le di de comer de mi mano. El pobre perro estaba hambriento, a saber cuando había sido la última vez que había podido comer algo decente, decente incluso para un perro.

Cuando hubo terminado nos quedamos los dos allí, él sentado a mi lado y yo acariciándole y dándole golpecitos amistosos en el lomo. En aquel preciso instante podría haber terminado la guerra y yo no me habría enterado. Recordé que siempre había querido tener un perro. Mi vecino, Steve Dugan, que había muerto cuando a su Dakota le habían acertado de pleno con un pepino del 88 sobrevolando las cercanías de Saint Mere Eglise, tenía un precioso Setter Irlandés, se llamaba Puck. Yo era un poco mayor que Steve, tres años más, se suponía que yo ya no era un niño, pero siempre le envidié por aquel perro. Steve tenía a su perro, y a sus padres, y también me tenía a mi y al resto de la pandilla de la Avenida Jefferson, pero yo estaba solo al volver a casa, y él no. Mi viejo se fue un día de 1931 a buscar trabajo y nunca volvió, y mi madre se mataba por unos pocos dólares a la semana durante 16 horas al día de lunes a sábado. Así que poco tiempo había en casa para -¿Qué tal la escuela Tommy?-, -¿Estás bien, Tommy?-, o, sencillamente, -Tommy.- No es que un perro sea capaz de sustituir a una madre, nada es capaz de sustituir a una madre. Había visto a tipos grandes como torres agarrarse las tripas y llamar llorando a su madre, otros sencillamente se morían diciendo -mama... mama...-, ninguno llamaba a su perro. Pero, que cojones, Steve al menos había podido hablar con su perro en la soledad oscura de su habitación. Yo me dormía imaginando una conversación con mi madre. Pobre mama.

-Sargento, reuna a su pelotón, nos vamos de aquí.- Sonó afuera la orden del capitán que me devolvía al mundo real.

Miré a Moritz, -tenemos que irnos, chico.-, le dije al notarle inquieto ante la voz desconocida, y bajé del vehículo para reunir a mis hombres. Él saltó y me siguió sin dejar de separarse de mi lado.

Pasado un rato ya estábamos todos arriba y Moritz no había subido. Se había quedado sentado al lado, pero no se decidía.
-Vamos Moritz, vamos chico, ven.-, le dije.

Moritz me miraba, y nervioso se volvía en dirección al semioruga donde se encontraba su dueño muerto.

-Moritz, vamos, aquí no hay nada. Vamos, ven, vamos... Moritz...-

Por última vez me miró. Era él quien me estaba diciendo ahora que me quedara, que a donde iba no había nada, que no merecía la pena. Moritz sí sabía cual era su lugar. No donde le ordenaran ir, aunque le engatusaran con una lata de carne, sino donde debía estar. Había más voluntad y certeza en él de la que podía haber en todos nosotros juntos.

-Ven, Moritz.-, insistí una vez más.

Lanzó un ladrido firme, se levantó, y después de darme un lametazo en mi mano extendida se dio la vuelta y echó a andar hacia los restos de su dueño. Llegó a allí y se sentó en el mismo lugar en que le había encontrado. Mientras nuestro vehículo arrancaba giró la cabeza y me miró por última vez mientras nos alejábamos.

-¿Qué pasa, sargento?-, preguntó alguién a mi espalda.

-Nada.-, respondí sin dejar de mirar a Moritz que ya casi desparecía entre una nube de polvo.

Me di la vuelta, me quité el casco, saqué un cigarrillo y lo encendí. Me quedé mirando el ascua humeante y sonreí.

-Estaba contemplando un rasgo de humanidad.-, comenté para después quedarme con mi cigarrillo y mis pensamientos.

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Notapor Administrador el Mar Oct 31, 2006 4:01 am

Hola a todos.
Os recuerdo que hoy martes, día 31 de octubre, se cierra el plazo para enviar vuestro voto para elegir el mejor artículo del mes de septiembre / octubre.
Los que aún no hayáis votado y estéis interesados en hacerlo, pasad por ventanilla antes de que cierre.
Cuantos más votos, mejor quedará reflejada vuestra elección.
Os esperamos.

El voto debe enviarse a la siguiente dirección, y siempre adjuntando el nick del votante:
concurso@zweiterweltkrieg.org

Suerte a todos.
Saludos

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Notapor Administrador el Mié Nov 01, 2006 6:58 pm

Hola a todos.
Habiéndose terminado el plazo para la votación del concurso del mejor artículo, correspondiente a los meses de septiembre y octubre de 2006, ya tenéis los resultados de la votación colgados en el foro:
http://www.zweiterweltkrieg.org/phpBB2/ ... c.php?t=17

Gracias a todos los que habéis participado.
¡¡Enhorabuena Karl!!

Saludos

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Notapor Falls el Mié Nov 01, 2006 7:00 pm

Mis felicitaciones Karl, un buen trabajo.

Saludos.
"La próxima vez, no habrá próxima vez".- Phil Leotardo

1a. Cruz Hierro (1) 2b. Medalla del Mérito Aéreo (1) 4c. Long Range Desert Group (1) 8d. Cruz al Mérito de Guerra (1) 5b. Estrella de Bronce (1)
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Notapor Marianne el Mié Nov 01, 2006 7:01 pm

Muy buen artículo. Enhorabuena, Karl :D
"Todas las guerras son civiles, porque todos los hombres son hermanos."

4c. Long Range Desert Group (1) 8a. Cruz Victoria (1) 5a. Corazón Púrpura (1)
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Notapor Capitan Miller el Mié Nov 01, 2006 7:02 pm

¡Enhorabuena Guderian, buen trabajo! :D
"Con cada muerte me siento más lejos de casa."
S.P.R.

1a. Cruz Hierro (1) 2d. Cruz de la Armada (1) 3a. Orden de la Bandera Roja (1) 4c. Long Range Desert Group (1) 4d. Croix de Guerre (1) 4e. Orden del Sol Naciente (1) 4f. X-MAS (1) 8h. Cruz de Guerra griega (1) 6e. Royal Naval Commandos (1)
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Notapor Mikhailovna el Mié Nov 01, 2006 7:02 pm

Pues sí, estupendo curro :D

Felicidades!
" La guerra es una masacre de gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran". Paul Valery.

1a. Cruz Hierro (1) 2a. Cruz Militar (1) 8c. Cruz al Valor (1) 5d. Estrella de Plata (1)
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Notapor Karl H. Guderian el Mié Nov 01, 2006 7:03 pm

Vaya, gracias amigos, la verdad no me lo esperaba, espero que para el próximo concurso (si es posible) pueda preparar algo mucho mejor.

Gracias a todos por vuestros buenos deseos. :D
“Los charlatanes no frecuentan farmacias”

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Notapor Karl H. Guderian el Mié Nov 01, 2006 7:04 pm

Por cierto Paradise, me estoy fijando que mi medalla es soviética, entiendo que quizás no resulte factible, pero a todas luces preferiría una alemana. 8) :wink: Sin embargo un gran trabajo con las medallas y tal, la verdad es que te lo curras compañero, he visto la representación gráfica de los votos en Noticias, y oye amigo, está genial representado, sobre todo los concursos de fotos.
“Los charlatanes no frecuentan farmacias”

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Notapor ParadiseLost el Mié Nov 01, 2006 7:07 pm

Uy, uy... pues va a ser que no.
Si te fijas, intentamos que las medallas sean de diferentes países, para no centralizarlo.
De momento, la alemana, es la Cruz de Hierro. Así que ya sabes... a ganar el de mejor forista.

Y gracias por lo de las tablas.
La verdad es que llevan un curro.

Saludos
"Heute hängt ihr uns, aber morgen werdet ihr es sein." Hans Scholl

1d. Cruz C Hojas Roble Espadas (1) 2d. Cruz de la Armada (1) 2e. Winterschlacht im Osten (1) 3a. Orden de la Bandera Roja (1) 4c. Long Range Desert Group (1) 8h. Cruz de Guerra griega (1) 5d. Estrella de Plata (1)
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