La carrera de Ernst Boris Chain está íntimamente ligada a la de la Penicilina… y a la guerra.
Nosotros, hijos de una sociedad con una sanidad eficiente, no podemos imaginar el efecto de los agentes infecciosos, especialmente durante las guerras. Se recuerdan las batallas, pero se olvida que en cualquier conflicto anterior al siglo XX morían más soldados de enfermedad que en combate.
El siglo XIX vio nacer la medicina científica, en parte por las guerras napoleónicas (honremos a Larrey y Laennec).
Dominique Jean Larrey
René Laennec
Pero poco ayudó a los heridos, pues más terrible que la bala era la cuchilla del cirujano. Y la anestesia, aparecida en la década de 1860 y que debía aliviar a los heridos fue peor aún, ya que con el paciente sedado y sin dolor los cirujanos podían manipular durante más tiempo las heridas, con la consecuencias que se pueden esperar de la mezcla de suciedad y heridas: en algunos hospitales de las guerras de Secesión o Francoprusiana, dos tercios de los soldados que sufrían amputaciones fallecían por infecciones (Stonewall Jackson entre ellos). Cirugías más radicales sólo aumentaron la invalidez de los heridos, pero no disminuyeron la mortalidad.
Una luz se encendió cuando en 1861 Ignac Semmelweis (médico en Viena) descubrió que la letal fiebre puerperal se evitaba mediante medidas higiénicas. En 1867 Joseph Lister descubrió que el uso de antisépticos disminuía la mortalidad de las heridas quirúrgicas. Pasteur y Koch descubrieron el papel de los microorganismos en las infecciones. Más adelante, la Antisepsia (uso masivo de agentes antisépticos) fue mejorada por la Asepsia (limpieza estricta). Pero no fue suficiente.
Ignac Semmelweis
Joseph Lister
Louis Pasteur
Robert Koch
La Primera Guerra Mundial fue una catástrofe sanitaria. Millones de heridos llegaban a los hospitales de campaña y eran tratados como se podía. Las horribles condiciones de la guerra de trincheras causaron decenas de millones de enfermos, y la guerra culminó con la pandemia de gripe de 1918. La Gran Guerra fue la última en la que hubo más muertes por enfermedad que en combate. Durante la guerra se vio que el efecto de los antisépticos no siempre era beneficioso. Eran agentes muy potentes, que aunque destruían las bacterias dañaban las heridas, que luego se infectaban con mayor facilidad. La alternativa (la asepsia) no era posible en esas condiciones. Se necesitaba algo mejor: una "bala mágica" que destruyese los microorganismos sin dañar al enfermo.
Había esperanzas. Se conocía el efecto de los derivados mercuriales en la sífilis, y en 1908 Paul Erlich sintetizó la Arsfenamina (comercializada como Salvarsán en 1910), el primer medicamento eficaz contra la sífilis. En 1932 Gerhard Domagk descubrió el Prontosil (la Sulfonamida), el primer agente antibacteriano de amplio espectro, pero que resultó poco efectivo (aparecieron resistencias al medicamento rápidamente y era tóxico). A pesar de ello, las sulfamidas salvaron la vida de Roosevelt en 1936 y la de Churchill en 1943.
Paul Ehrlich
Gerhard Domagk
Un investigador en este campo fue Alexander Fleming. Buscaba "balas mágicas", es decir, substancias con efectos antimicrobianos pero innocuas para las personas. La primera fue en 1923 la Lisozima, un componente de la saliva, pero sin utilidad práctica. En 1928, Alexander Fleming descubrió que un producto de un hongo contaminante (del género Peniucillium) destruía los cultivos de bacterias en concentraciones ínfimas.
Alexander Fleming
Es interesante saber que en el año 2000 se publicaron manuscritos del médico costarricense Clodomiro Picado Twight, que entre 1915 y 1927 experimentó los efectos inhibitorios de un agente producido por hongos Penicillium.
Clodomiro Picado Twight
Fleming intentó buscar una aplicación clínica de su descubrimiento, que había pasado desapercibido. Pero los cultivos producían cantidades minúsculas de Penicilina, no fue capaz de aislarla. Tan sólo pudo aplicar el caldo de cultivo de Penicillium, filtrado, con resultados mediocres. En 1940, seguía intentando encontrar alguien que encontrase utilidad a su descubrimiento. Cinco años después sería galardonado con el premio Nobel de Medicina y Fisiología, y hoy casi todas las ciudades del mundo dedican una calle en su honor (incluso mi pueblo) ¿qué pasó? Pues que entró en escena un nuevo equipo.
Seguirá
Las imágenes están tomadas de Wikipedia y de Nobelprize.org