Voy a copiar dos cartas de una víctima del Holocausto que tengo en uno de mis libros, La historia de la Segunda Guerra Mundial. Una historia de las víctimas, de Joanna Bouke. Según la autora, estas cartas fueron encontradas en mayo de 1943 en un montón de ropa despojada de las víctimas del gueto de Tornapol. Se desconoce el nombre de la mujer que las escribió:
7 de abril de 1943. Antes de abandonar este mundo, quiero dejaros unas líneas a vosotros, mis seres queridos. Cuando algún día os llegue esta carta, ni yo ni ninguno de nosotros estaremos aquí. Nuestro fin está cercano. Lo notamos, lo sabemos. Igual que los inocentes e indefensos judíos que ya han sido ejecutados, estamos todos condenados a muerte. En un futuro cercano nos tocará a nosotros, como un pequeño recordatorio de los asesinatos en masa. No hay medio de que podamos escapar a esta horrible y siniestra muerte. Ya al principio, en junio de 1941, mataron a unos 5.000 hombres, entre ellos mi esposo. Al cabo de seis semanas, tras cinco días de búsqueda entre los cadáveres, encontré su cuerpo. Desde ese día la vida se ha terminado para mí. Ni siquiera en mis sueños infantiles pude soñar un compañero mejor ni más fiel. Sólo dos años y dos meses de felicidad me han sido concedidos. ¿Y ahora? Cansada de tanto buscar entre los cadáveres, una se "alegra" de haber encontrado también al suyo. ¿Puede expresarse con palabras tormento semejante?
26 de abril de 1943. Sigo con vida y quiero describiros lo ocurrido desde el día 7 hasta hoy. Por lo visto nos va a tocar a todos pronto el turno. Quieren deshacerse de todos los judíos de Galitzia. Se proponen que el 1 de mayo no quede nadie en el gueto. Durante los últimos días han matado a miles. El lugar de la cita está en nuestro campo. Aquí seleccionan a las víctimas. En Petrikov proceden de este modo: le desnudan delante de la fosa, te obligan a arrodillarte y a aguardar el tiro en la nuca. Los otros siguen en fila. Eligen a los primeros en ser ejecutados de manera que en las fosas se aproveche bien el espacio y prevalezca el orden. El procedimiento no dura mucho. Al cabo de media hora, las ropas de los ejecutados vuelven al campo. Después de estos actos el consejo de los judíos recibió una factura de 30.000 zlotys para el pago de las balas utilizadas. ¿Por qué no podemos gritar? ¿Por qué no podemos defendernos? ¿Cómo podemos ver correr tanta sangre inocente sin decir nada, sin hacer nada y aguardar a la misma muerte? ¿Estamos condenados a sucumbir de este modo tan miserable, tan despiadado? ¿Creéis que queremos morir así, de esta manera? ¡No! ¡No! A pesar de todo lo que hemos pasado. El instinto de conservación se ha hecho ahora más intenso, la voluntad de vivir, más fuerte, cuando más cercana está la muerte. Todo es inconcebible.