Midway: suerte y planificación.
En el hilo referido al Bismarck se ha hablado, un poco por encima, de la batalla de Midway. Que, sorprendentemente, no tiene aún un hilo abierto en el foro.
Esa batalla es muy conocida, y dado que la información disponible es muy amplia, no tiene mucho sentido escribirla de nuevo. Como siempre, las fuentes inglesas son mucho más amplias y completas que las escritas en castellano. Aun así, la página sobre esta batalla de Wikipedia permite un cierto conocimiento de los hechos:
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Midway
Aunque aviso que contiene algunos errores importantes, y conviene comprobar lo escrito: por ejemplo, no eixistía ningún “almirante Tomonaga” sino un capitán de Navío (que sería derribado por Thach, como saben los asiduos al Quiz).
En este mensaje no voy a describir de nuevo la batalla, sino que intentaré hacer un análisis de los errores que acabarían en una catastrófica derrota japonesa.
En primer lugar ¿por qué combatir por Midway? ¿Qué se les había perdido a los contendientes ahí? Pues aparentemente, muy poco. Midway es un atolón aislado, casi al final de la cadena de islas que empieza en las Hawai y acaba en los picos submarinos del Emperador, ya cerca de Japón. El atolón es lo que queda de una gran isla volcánica, que se hundió por su peso. Los corales, creciendo sorbe ella, la mantienen sobre la superficie. No es el único atolón de la zona. Entre Nihau (la isla más occidental de las Hawai) y el atolón de Kure (a 80 millas al Este de Midway) hay una decena de atolones, más varios “bancos”, es decir, islotes que sólo afloran durante la marea baja, o que están a escasa profundidad. Todos esos atolones son de escasa o mínima extensión, no tienen fuentes de agua potable y muchos, ni vegetación superior a arbustos. Por ello no tenían población humana estable, y durante el siglo XIX sólo eran visitados por pescadores y balleneros.
La imagen siguiente, y todas las demás, salvo si se indica, son de Wikipedia.
La importancia de Midway se había debido primero a ser una estación en los viajes transpacíficos, y luego al tendido de cables submarinos, que usaban como estación repetidora la isla. En los treinta Midway se convirtió en una de las escalas de los hidroaviones que volaban entre Asia y América. Midway tiene una ventaja sobre el resto de las islas: sus dos islas principales tienen bastante extensión, y permitían emplazar en ambas bases aéreas. Además, tras dinamitarse un paso en el arrecife, la laguna interior era un puerto aceptable, aunque sin protección frente al viento.
Pero no olvidemos que había más islas. En los meses siguientes a la batalla las excavadoras profanaron los islotes, y se construyeron pistas de aterrizaje en varios de ellos: en los atolones de Kure, Pearl & Hermes, y French Frigate. Midway estaba dentro del alcance de los B-17 que despegasen desde Kauai, pero no podía ser alcanzada desde bases japonesas.
Por tanto, como posición tenía relativo valor. Estados Unidos podía emplearla, apoyándose en la cercanía de sus bases principales y en los islotes intermedios. Para Japón resultaría una posesión bastante dudosa, al final de una larguísima cadena de abastecimiento, y sin capacidad para albergar una fuerza aérea suficientemente potente. Tanto que los mismos estrategas pensaban que mantenerse en Midway resultaría muy difícil.
Entonces ¿por qué ir ahí? Porque el objetivo de la operación no eran un par de islotes, sino otro muy distinto: destruir la flota norteamericana. Y para entender las intenciones japonesas, hay que dar un salto atrás en el tiempo.
Durante el cambio de siglo Japón había librado las dos guerras que lo convirtieron en una potencia: la de Corea, contra China, y la guerra de Manchuria contra Rusia. Tras ella Japón había obtenido Corea, parte de Manchuria, Taiwan, y varios archipiélagos. Pero lo importante no es el fruto de las guerras, sino como se ganaron. Porque las dos fueron muy parecidas:
En ambos casos un ataque por sorpresa empezó la guerra:
Combate naval de Pungdo
Ataque a la flota rusa en Port Arthur
En ambos casos el ataque dio ventaja inicial a los japoneses, pero la guerra prosiguió a gran coste, hasta que en una batalla naval decisiva la flota japonesa destruyó a la flota enemiga:
http://www.japan-101.com/photos/misc.php?do=printimage&i=53482
Batalla del río Yalú
El Almirante Togo en el Mikasa, al inicio de la batalla de Tushima
Tras Yalú y tras Tushima ya sólo quedaron operaciones de limpieza y de consolidar ganancias, y la negociación de la paz. Ambas guerras hicieron pensar a los estrategas japoneses que la siguiente guerra podría ganarse así.
Durante el periodo de entreguerras la marina japonesa se fortaleció, a un coste económico y social enorme. Acabando por tener dimensiones casi iguales a las de la Royal Navy. Además, individualmente, los barcos japoneses eran más potentes que sus contrapartes anglosajones. A un elevado coste (y violando las cláusulas de los tratados firmados por Japón). Esta marina fue concebida para poder derrotar, en una gran batalla, a una flota superior, tras ser debilitada por ataques aéreos y submarinos.
Pero esa potentísima y costosísima marina no estaba siendo capaz de resolver la guerra de China. Se había seguido el mismo guión: tras prepararse a fondo, y por un pretexto nimio, Japón atacó al enemigo desprevenido. La escasa marina china fue destruida, y el ejército chino, también, Pero quedaba mucho por conquistar. Claro que eso era fracaso del Ejército, no de la marina.
Y ahora se pretendía repetir la historia. El ataque inicial había dejado a las marinas aliadas contra las cuerdas. La posterior ofensiva (terrestre y anfibia) había dado a Japón los recursos deseados, y aislado a China. Pero Japón sabía que sus recursos no eran suficientes para destruir al enemigo. Nunca invadiría Londres, sus tanques nunca desfilarían por Broadway. Pero aparentemente no era necesario: en las dos primeras guerras no fue preciso conquistar Pekín o San Petersburgo. Sólo fue necesario ganar la batalla naval decisiva. Ahora había que vencer en la nueva batalla.
Pero esta vez había una diferencia. En la guerra con China de 1894, la marina estaba embotellada en el Mar de China, y sólo era cuestión de buscarla para aplastarla. En la guerra ruso japonesa, una gran flota de socorro se dirigía hacia Japón, y se combatiría cuando llegase. Pero el Pacífico era muy grande: era necesario u obligar al enemigo a presentar la gran batalla, o tenderle una trampa.
Lo de obligar es fácil de decir pero difícil de hacer. La marina norteamericana había aceptado perder Filipinas. Incluso en las Salomón no se había comprometido a fondo. En la práctica, sólo había tres objetivos tan valiosos que obligarían al enemigo a combatir por ellos: o la Costa Oeste, o Australia, o Hawai.
La Costa Oeste, imposible. Demasiado lejos, demasiado grande. Aún consiguiendo desembarcar y consolidar una cabeza de playa, sería imposible llevar suministros y tropas suficientes no ya para seguir avanzando, ni siquiera para resistir.
Australia, imposible. El Ejército japonés no daba para más y menos tras el fracaso de Port Moresby. Combatir en una isla-continente casi desértica, con un ejército sin motorizar y con tanques ligeros, era garantía de derrota.
Hawai, imposible. Ni en Diciembre del 41 la marina japonesa tenía capacidad para llevar las tropas necesarias para la operación. En verano del 42 las defensas se habrían multiplicado. Ni comprometiendo toda la capacidad de transporte se conseguiría llevar el gran ejército que se necesitaría para conquistar Oahu.
Luego si atacar un punto valioso era inviable, sólo quedaba otra opción: la trampa (seguirá)