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La guerra en el oeste de Europa
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La Noche de los Cuchillos Largos.

Mié Ago 06, 2008 6:19 pm

La figura de Ernst Röhm parece unida a la de Adolf Hitler por una amistad y un concepto de la fidelidad indiscutible. Los años de lucha juntos, no exentos de dificultades como el fracaso del golpe de estado, dan a lugar, sin dudas, a fuertes lazos entre ambos personajes que no dan crédito al dramático final del primero en una celda de la cárcel de Stadelheim. Es necesario, pues, acercarse a los personajes y a los hechos, a las diferencias y a los intereses, para comprender qué pudo filtrarse y por qué grietas hasta el punto de llegar a lo que sería conocido como La Noche de los Cuchillos Largos.

Lo cierto es que Röhm nunca se subyugaría a Hitler más allá de lo estrictamente necesario. Siempre trataría de basar su relación con él en un interés común derivado del desafecto a la República de Weimar, y a una dependencia mutua que no podían esconder el desencuentro perpetuo entre el soldado que precisa la homogeneidad para dar un sentido de cuartel, para reencontrarse con el espíritu de la trinchera, al mundo que le rodea; y el político que basa su liderazgo en una poliarquía conveniente a sus necesidades. Si la sagacidad de Hitler le permite moverse en un entramado de ambiciones que puede manejar con delicadeza y paciencia para la consecución de objetivos lejanos, o con agresividad si es necesaria la inmediatez; la estrechez de miras del Capitán Röhm, que luce con orgullo la desfiguración de su rostro en la batalla, del hombre de acción que alimenta su propio mito hasta el punto de ser arrastrado por este, no le permite buscar otra cosa que no sea, en definitiva, el acomodo del mundo al suyo propio. Y es que si hay una faceta de Röhm que nos permite acercarnos al personaje, es precisamente su incapacidad para evolucionar conforme su mundo se ensancha de la mano de un Hitler que sí demuestra capacidad de adaptación.

Disueltos los Freikorps, Röhm se alista a la mayor de las resultantes Ligas Patriotas, la Bayern und Reich de Otto Pittinger. Pero, dada la cercanía de la Liga al BVP, Röhm crea, junto a Heiss, la Reichflagge. Contemplando la fragmentación que ha sufrido el movimiento antirrepublicano de extrema derecha tras la disolución de los Freikorps, propone la Asociación de Ligas de Combate cuya dirección militar es encomendada a Kriebel. En aquel entonces a Hitler no le interesa diluir a su NSDAP en el magma nacionalista que no es capaz de controlar, pero sí permite a sus SA, bajo el mando de Göring, participar en la iniciativa de Röhm. Hitler lograría así mantener la conexión de su partido con el submundo de la trinchera, el cual le daría el primer empujón.

La presión del gobierno de concentración de Stresseman a través del comisario von Kahr, hace que la Reichflagge apoye a un gobierno bávaro deseoso de evitar un conflicto armado provocado por la unión de los paramilitares. Röhm, en desacuerdo con Heiss, creó una nueva Liga, la Reichskriegflagge, que se nutriría de buena parte de la militancia de este. Con la Reichskriegflagge, Röhm proseguía su búsqueda de lograr una milicia popular en la que su papel no quedara en entredicho al mantener su independencia de Hitler y sus SA.

Sería precisamente la presión a la que Kahr sometía a la extrema derecha la que azuzó el deseo de Röhm y Hitler a llevar a cabo un golpe de estado en el que ninguno confiaba en que fuera un éxito pero que, viendo la defección de Heiss y el estado de ánimo de la militancia, imposible de mantener sin una acción más allá de las palabras, había que llevar a cabo.

El fallido golpe supuso la cárcel para ambos. Röhm, que recuperaría tras el juicio su libertad, pues la pena impuesta la había cumplido con su detención preventiva, trataría de nuevo de formar un Frente unido que permitiera subsistir al movimiento antirrepublicano en el desbarajuste provocado por la prohibición. Pero ni Hitler, ni Weber ni Kriebel desean diluir su liderazgo. Entonces Röhm, que capitanea a las SA al estar Göring en el exilio, se acerca a Ludendorff y trata de acercar la GVG al DVFP. Esto provoca el enfado de Hitler que lo destituye como jefe de las SA y un mayor acercamiento de Röhm al intento de fusión que llevan a cabo Ludendorff, Strasser y Graefe.

El fracaso del NSFB, de la candidatura de Ludendorff, así como la presión de las autoridades bávaras, obliga a Röhm a solicitar la ayuda del entonces jefe de la oficina política de la Reichswehr, Schleicher, y al propio Ministro bávaro por mediación de Strasser. Estas instancias no dan ningún resultado y su relación con Ludendorff, ya difícil por causas personales, empeora a consecuencia del pésimo desarrollo del proyecto.

A Röhm no le queda otra que tratar de reencontrarse con un Hitler que ha salido de la cárcel y recupera las riendas del movimiento. Pero lo que realmente interesa a Hitler es asegurar su primacía, logrando una victoria absoluta sobre Ludendorff y Strasser. Por ello, pese a que Röhm se define como nacionalsocialista, Hitler exige la disolución de su Frente al tiempo que le compensa con su retorno a la jefatura de las SA. El acuerdo podría haber sido aceptable para Röhm de no haber incluido una solicitud de sumisión al partido. Röhm entiende que la futura etapa de lucha parlamentaria, en la que desaparece la igualdad entre el brazo paramilitar y el político, no es para él y prefiere mantenerse al margen, marchando a Bolivia como instructor del ejército de Siles.

Puestas bajo el mando de Pfeffer, las SA crecieron hasta superar los 100.000 hombres, tomando conciencia de su papel indispensable para el partido. Y pronto comenzarían a reclamar el mismo protagonismo que la Organización Política, a la que denominan Organización Cero.
A finales del verano de 1930, las SA de Prusia Oriental, bajo el mando de Stennes, se rebelan y ocupan los locales del partido y obligan a Goebbels a refugiarse en la figura de Hitler. Este logra evitar la exigencia de las SA de poder participar en las candidaturas del partido para el parlamento, prometiendo compensaciones económicas y ocuparse él mismo de su dirección, lo que le permite librarse de Pfeffer, muy próximo a la postura de Stennes. Pero Hitler no tiene intención de asumir la dirección de las SA y envía un telegrama a Röhm: Vuelve. Te necesito.

Röhm encontraría de este modo la puerta abierta tanto como para regresar a su añorada patria como para participar nuevamente en un movimiento que ahora se hallaba en la antesala del poder. Hitler vería en Röhm el prestigio y la capacidad organizativa necesaria para poder disponer del apoyo de su brazo paramilitar, de tan difícil gobierno, y abrirse paso con él a la Cancillería.

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Mié Ago 06, 2008 6:23 pm

Lo primero que haría Röhm sería reorganizar a las SA de manera que se limitaba el poder de los jefes locales, lo que no pasaría desapercibido por un Hitler que conocía muy bien su empeño por ser algo más que un actor secundario. Sin embargo, siendo esta una actitud que se tornaría frecuente a partir de es momento, pasaría por alto el detalle en tal de poder utilizar a las SA para entrar en la Cancillería. Las reformas de Röhm provocarían una nueva revuelta de Stennes que exigió una nueva intervención del Führer que, esta vez, al contar con el liderazgo de Röhm, no dudaría en expulsarlo para lograr la disciplina conveniente en un momento tan delicado como el posible acceso a la Cancillería. La solución provocó una pequeña escisión de la militancia crítica con la dirección del partido, la cual supuso una ventaja en cuanto a la homogeneización del movimiento.

Röhm, sin duda, no pude ver otra cosa que la cautela de Hitler a la hora de manejar a las SA. Su propia ambición, que ligaría a la de un sector del movimiento que contaba con medio millón de militantes que se jugaba el tipo en el combate callejero, gracias al cual ganaba un protagonismo en absoluto desdeñable, le cegaría y le impediría extraer las conclusiones adecuadas del hecho de que Hitler, con su mediación, había logrado evitar los graves conflictos merced a la lealtad que se le otorgaba. Resulta imposible no pensar que Röhm debió sentir la fuerza, el impulso de unas SA compuesta en un 60% por jóvenes menores de 25 años, prestos a la consecución de la revolución, o en un 70% de trabajadores que esperaban una promoción social por medio de su sacrificio en la arena alemana donde sólo ellos, y no la burocracia del partido, combatían. Y también que Röhm, que había estado alejado de la etapa de lucha parlamentaria, no entendiese el valor, al igual que su tropa, de personajes como Goebbels, que ahora establecía los límites de actuación de las SA en las diferentes campañas electorales. Y, por último, que este poder fuese sentido como una amenaza al resto de ambiciones parceladas en la poliarquía hitleriana.

De hecho, nada más regresar de Bolivia, Buch, el juez del partido, planeó eliminarle junto a su Estado Mayor, los generales SA conde von Spreti y conde Moulin Eckart. Pero uno de los encargados de la operación, Karl Horn, sintió miedo y reveló los planes de Buch a las SA. Röhm no llegó a creerle hasta que Horn sufrió un intento de asesinato. Entonces a Röhm le entró el pánico y acudió a buscar la protección de la policía y hasta la de los partidos demócratas. Fracasado el plan, Bormann, el yerno de Buch, envió un informe de Röhm a Hess acerca de su homosexualidad y el mito que alimentaba el propio Röhm sobre sus méritos con las SA cuando estas habían sido organizadas por Pfeffer y su expansión se debía a la del propio partido. Semejante recibimiento debió azuzar la idea en Röhm de que no le convenía ser un personaje de segunda fila pues, cuanto más se acercaba el NSDAP al poder, más necesaria resultaba un sistema de alianzas que él no podía disponer por contar con una colosal y necesaria fuerza paramilitar, y por su condición de homosexual que, lejos de ocultar, plasmaba en desenfrenadas fiestas en las que, dado el alboroto, resultaba imposible considerarlas como privadas.

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Mié Ago 06, 2008 6:26 pm

Una vez alcanzada la Cancillería, el proceso de coordinación conllevó una inercia en la que los excesos de las SA, legitimizados por el nuevo gobierno, puso en contra a diversos sectores de la sociedad alemana y del propio movimiento. La sensación de invulnerabilidad adquirido por las SA, empujaría a Röhm a una carrera hacia delante cuya meta no llegaría a definir, por mucha bravuconería que terciara. Ello hace suponer que Röhm trataba, en todo momento, representar su papel de líder de una militancia cuyo crecimiento exponencial la haría ingobernable. Este crecimiento desmesurado y su comportamiento alejado de las pretensiones del resto de facciones presentes en los primeros momentos del Tercer Reich, provocaría una alianza absoluta entre el resto de líderes nacionalsocialistas, algo que hasta el momento sólo había logrado el propio Hitler, pero que en, el caso de Röhm, tal alianza se debería a su acoso y derribo. A su ya mencionada ceguera política en el momento histórico, la que le impediría ver otra cosa que no fuera la cantidad y expectativa revolucionaria de su militancia, se le sumaría la coadyuvación de sectores interesados en el, al menos, control del nuevo gobierno, como los conservadores y católicos asociados a la figura de Papen, y los interesados en mantener su papel primordial, como los oficiales de la Reichswehr. Y todo ello circunscrito en el marco de la crisis institucional que suponía la cercanía del fallecimiento de Paul Hindenburg, el Presidente de la República.

Hitler era consciente de su todavía débil posición ante los sectores monárquicos, conservadores y ante la Reichswehr. Quizás para ganarse al Ejército, cometió la torpeza, antes siquiera de ser investido, de dirigirse a la tropa acuartelada en Berlín, lo que conllevó una inmediata protesta de los oficiales al quebrantar el orden jerárquico. Para suavizar la tensión, el General Kurt von Hammerstein-Equord, jefe del Mando del Ejército, organizó una cena en su casa a la que asistirían el nuevo Canciller y los altos cargos del Ejército y la Marina. Hitler no desaprovechó la ocasión y habló durante dos horas y media, mencionando el lebensraum, la necesidad de imponer un estado totalitario capaz de dar una estabilidad necesaria, de erradicar al marxismo, y de acabar con toda idea pacifista hasta el punto de militarizar a la sociedad. También dejó bien claro que las SA debían tener una tarea estrictamente política. A cambio, el Ejército no debía inmiscuirse en esta.

Las promesas de Hitler agradaron sobremanera a unas Fuerzas Armadas preocupadas por estas cuestiones. Tanto es así que Werner von Blomberg, Ministro de Defensa, respondería que el nuevo gobierno suponía la materialización de lo que muchos de entre los mejores llevaban anhelando desde hacía años. Erich Raeder, jefe de la Reichsmarine recordaría que ningún Canciller había hablado con tanta firmeza de la defensa del Reich.

Si Hitler encontraba la conveniencia de ganarse a las Fuerzas Armadas tanto para afianzarse al poder como para poder llevar a cabo sus planes expansionistas en el futuro, Röhm veía las cosas de otra manera. A Rauschning, el Presidente del Senado de Dantzig, le confesó que las SA estaban muy molestas, pues estas había combatido en la calle mientras el Ejército no movía ni un dedo por la revolución nacionalsocialista. La base del nuevo Ejército, le dijo, tiene que ser revolucionaria. No se dispone más que de una ocasión para hacer algo grande que nos permita mover el mundo de sus actuales fundamentos. Pero Hitler me entretiene con sus palabras. Quiere heredar un Ejército ya hecho, dispuesto a la marcha. Va a dejar que los expertos hagan lo que les de la gana. Hitler pretende que luego obtendrá nacionalsocialistas de todos los soldados. Pero comienza por abandonarlos a los generales prusianos. No veo cómo piensa encontrar un espíritu revolucionario en esas gentes. Siguen siendo tan torpes como antes y con toda seguridad perderán la próxima guerra.

La misa de Postdam fue preparada por Goebbels de manera que escenificara el homenaje del nacionalsocialismo al Ejército a través de su máximo exponente, Hindenburg. Hitler le hizo una reverencia y le dijo: Mariscal, se consagra la unión entre los símbolos de la antigua grandeza y la fuerza nueva. Os rendimos homenaje. Una protectora providencia os ha situado por encima de las fuerzas nuevas de nuestra nación. Ver a Hitler inclinado ante Hindenburg y escuchar sus palabras y en una fecha tan escogida, el 21 de marzo, aniversario de la constitución del primer parlamento de una Alemania unificada en 1871, provocó una fuerte impresión en un público compuesto por oficiales de alta graduación, por la nobleza, los grandes industriales y, en general, los máximos representantes de los sectores conservadores.

Röhm no se dejaría impresionar. Al contrario, se indignaría por la persistente adulación de Hitler al Ejército y continuaría abogando por el reemplazo de este por las SA, lo que no podía traer más que problemas. En mayo de 1933, Reichneau trató de limitar la influencia de Röhm en las SA reduciendo, de hecho, la intensidad ideológica de estas al fusionarlas con los Stahlhelm y colocar oficiales de la Reichswehr en estas, como requisito para que la fuerza paramilitar sirviera como una instrucción previa al Ejército. Pero Röhm contraatacó reorganizando las SA para que no le afectara la fusión, se opuso a la colocación de los oficiales alegando que las SA disponían de su propia jerarquía y demandando una situación privilegiada en el III Reich, incluso con respecto al Reichswehr, puesto que sólo a las SA se debe la victoria nacionalsocialista. Estaba claro que Röhm no permitiría ser apartado del poder y, por tanto, haría lo posible para evitar que las SA quedaran bajo la influencia del Ejército. Este, que había contemplado a la fuerza paramilitar nazi como un medio para reforzar a la Reichswehr de los 100.000 hombres, veía cómo esta planeaba ocupar su lugar. Peticiones de Röhm como aquella, o como la de equiparar los cargos de las SA con los de la Reichswehr, escandalizaban a quienes habían invertido años de carrera militar para tener su lugar en el escalafón, sin olvidar la conocida homosexualidad de los máximos jerarcas SA.

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Mié Ago 06, 2008 6:29 pm

Otra maniobra para socavar el poder de Röhm en las SA fue llevada a cabo por Göring. Durante el proceso de coordinación, las SA habían podido actuar con la apariencia de la legalidad al incorporarse a la policía prusiana como fuerzas auxiliares. Con ello Göring hacía una doble jugada al compensar la falta de celo de muchos policías que no eran afectos al nacionalsocialismo. y aumentar su influencia entre los paramilitares del land. Pero se dio cuenta de que la permisión con las SA había supuesto que estas se hubiesen infiltrado a todos los niveles -de hecho las SA lograrían crear una red de comisionados en todo el Reich que funcionaría como una administración paralela a la del Estado-, molestándole todos los cargos adquiridos por estas. Pese a ello, Göring no iba a quedarse sin su propia fuerza, y precisamente por una disputa con las SA.

Cuando el jefe de la policía de Berlín, el Almirante Magnus von Levetzow, protestó por la brutalidad de las SA, Röhm y el jefe de estas en Berlín, Karl Ernst, se volvieron contra él pidiendo su sustitución por no pertenecer al partido. Entonces Göring vio que podía perder el control sobre la policía de la capital y decidió crear la GESTAPO, partiendo de la estructura existente y colocando a su cabeza a Rudolf Diels. Tanto Diels como la mayor parte de su personal, no pertenecían entonces al partido. De hecho, la GESTAPO, creada tanto como para la lucha contra los rivales políticos del partido, como para los personales de Göring, pretendió escapar al control del partido pero, dentro de la estrategia poliárquica habitual de Hitler, estuvo vigilada por el General SS Kurt Daluege. Pese a ello, en un principio, Daluege mostraría mayor fidelidad hacia Göring que hacia su jefe Heinrich Himmler, tan sólo jefe de las SS y de la policía política de Baviera, la BAYPOPO. Y de igual manera que el poder alcanzado en las diferentes administraciones molestaba a Göring en Prusia, hasta el punto de crear su propia fuerza policial, molestaría a Himmler en Baviera, al hacerse cargo de la policía bávara y los campos de concentración. Parece ser que fue Reinhard Heydrich, su brazo derecho, quien le indicó que se podía aprovechar el conflicto entre las SA y la Reichswehr para acabar con el poder de estas y poner en su lugar a las SS.

Himmler supo interpretar un papel con el que competir con el resto de grandes líderes nacionalsocialistas, ganándose la confianza y el apoyo del Ministro del Interior, Wilhelm Frick y la del propio Hitler, presentándose como un líder más moderado que no pregonaba una segunda revolución, si no que acataba el orden institucional; no mostraba la voracidad de Göring, que también preocupaba a Frick; y, por medio de sus SS, representaba a la vanguardia ideológica y racial que deseaba el Führer, frente al populismo de las SA. Con estos apoyos tan decisivos, pudo imponer la existencia y desarrollo del Servicio de Inteligencia de las SS (SD) frente a las quejas de los Gauleiter que se sentían espiados.

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Mié Ago 06, 2008 6:31 pm

El primero de julio de 1933, Hitler dio más muestras de su intención de ganarse a la Reichswehr. En su discurso a los jefes SA, reunidos en Bad Reichnall, les dijo que los soldados políticos de la revolución no desean ocupar el puesto de nuestro Ejército o entrar en pugna con él. Y si esto caía cual jarro de agua fría, el reconocimiento que haría a los Stahlhelm, considerados por las SA unos arribistas y, una vez más, al Ejército en su discurso con motivo del día de los paramilitares conservadores, resultaría desesperante: Puede estar seguro el Ejército de que nunca olvidaremos esta deuda, de que veremos en él al heredero de las tradiciones del glorioso Ejército Imperial Alemán, y de que lo apoyaremos con todas nuestras fuerzas y nuestro corazón.
No contento con ello, Hitler reforzó su labor de adulación promocionando ascensos, incluso a oficiales reacios al nacionalsocialismo, como el caso de Erwin von Witzleben.

El día 6, Hitler dijo en la Cancillería a los dirigentes del nacionalsocialismo que la revolución no es una condición permanente. No debe convertirse en una situación prolongada. Se ha destapado el flujo revolucionario, pero debemos canalizarlo por el cauce más seguro de la evolución. Si con esto no estaba todo suficientemente claro, añadiría que el grito de combate de la segunda revolución estaba justificado mientras existían en Alemania posiciones que podían cristalizar en una contrarrevolución. Ya no es el caso. No debemos dejar lugar a dudas sobre el hecho de que, si es necesario, ahogaremos con sangre cualquier tentativa. Porque una segunda revolución sólo puede dirigirse contra la primera.

El día 11, Frick precisaría la estrategia a seguir por el nuevo Gobierno al decir que la tarea más importante del Gobierno del Reich es ahora la consolidación ideológica y económica del poder absoluto concentrado en sus manos. Esta tarea se vería seriamente comprometida si se hablara de continuar la revolución o hacer una segunda revolución. Quien habla todavía en tales términos tiene que meterse en la cabeza que no hace más que pronunciarse contra el propio Fuhrer y que se le tratará en consecuencia.
Hitler daría una nueva advertencia el día 16, en su discurso de Leizpig: Las revoluciones que tuvieron éxito en sus inicios son mucho más numerosas que las revoluciones triunfantes que fueron contenidas y frenadas en el momento oportuno.

Röhm podía presentir el peligro, pero sus SA se habían convertido en una organización gigantesca cuyo tamaño implicaba una dificultad extraordinaria para su control, lo que implicaba una contínua fricción con el Ejército, la ciudadanía y los líderes del partido. De igual manera que había sucedido con los Stahlhelm, numerosos ex paramilitares socialistas o comunistas se habían afiliado para tratar de subsanar un pasado inconveniente o para sumarse a la esperanza de poder aspirar a una promoción producto de la revolución. Ello había provocado que las SA recibieran el sobrenombre de beefsteak-stürme, pardas por fuera y rojas por dentro. La promoción a la que aspiraban no siempre se podía satisfacer, bien por la competencia de otras esferas del movimiento, bien porque desde el gobierno se prefería a los cuadros mejor preparados de los últimos gobiernos republicanos, o bien porque, simplemente, eran demasiados. Los SA decepcionados podían incurrir en el asesinato de la competencia con una impunidad que no resultaba favorable para un gobierno recién instalado y que precisaba el apoyo de los sectores conservadores, denominados Reaktion por los camisas pardas, tanto como para sostenerse en el poder como para sacar al país de la crisis económica.

Desde el Ministerio del Interior y desde el de Justicia, comenzaron a oírse voces de alarma. La violencia de las SA podían dar a entender una situación inestable a los financieros extranjeros, llegando incluso al punto en que esa situación inestable se plasmase como incontrolable. Göring, usando a la GESTAPO, se dedicó entonces a clausurar las cárceles clandestinas donde las SA torturaban y asesinaban a sus rivales apresados durante la coordinación. Los presos eran liberados o enviados a los campos de concentración de Himmler, en cualquier caso substraídos a las SA que interesaba debilitar, alejándolos, además, de los oídos de los ciudadanos que se inquietaban por cuanto sucedía.

Las advertencias de Hitler frenaron un poco a Röhm, si bien se preservó el derecho a ejecutar a doce miembros de una organización enemiga que hubiese atentado contra su tropa. No obstante, reconoció que han llegado a mi conocimiento algunas informaciones, pocas, a decir verdad, según las cuales miembros de organizaciones SA, y no quiero calificarles de SA porque no lo son, se han hecho culpables de inauditos sucesos. Hay que contar entre estos la satisfacción de venganzas personales, los malos tratos inadmisibles, las rapiñas, los robos y el pillaje y prometió la muerte inmediata a título de ejmplo de los jefes SA responsables, si dan pruebas de una indulgencia mal comprendida y no intervienen sin el menor miramiento.

Pero no por ello iba Röhm a claudicar tan fácilmente. Ante la decisión de Göring de despojar a las SA de su papel como policía auxiliar, organizó una concentración el día 6 de agosto de 1933, en Tempelhof, de al menos 80.000 militantes. Confiado ante tal demostración de fuerza, Röhm espetó: Quien imagine que la tarea de las SA ha terminado tendrá que resignarse a la idea de que estamos aquí y de que aquí seguiremos, ocurra lo que ocurra.

El desafío entre Göring y Röhm no podía menos que recrudecerse. El 15 de septiembre, con motivo de la inauguración del Consejo del Estado, Göring deseaba presidir un descomunal desfile de SA y SS, pero Röhm y Ernst se negaron a que lo presidiera él sólo, alegando que sus SA se indisciplinarían si no estaban ellos presentes. Göring tuvo que aceptar compartir la tribuna de honor.

Pero más le molestaría la indiscrección de Ernst en una fiesta de las SA, el 21 de septiembre. Se había iniciado el proceso contra los acusados por el incendio del Reichstag y la sospecha de que el incendio había sido organizado por Göring seguía en la mente de todos, si bien nadie se atrevía a lanzar tamaña acusación. Pero Ernst, habiendo bebido y comentando la apertura del juicio, cuando le preguntaron, dijo entre sonoras carcajadas para que todos pudieran oírle: Si digo que sí, seré yo quien habrá prendido fuego y resultaré un perfecto imbécil. Si digo que no, seré un perfecto mentiroso. Puede que Ernst desease hacer llegar una advertencia a Göring, que comparecería como testigo de la acusación y acabaría siendo humillado por Georgi Dimitrov.

El 6 de octubre, a través de Frick, el nuevo Gobierno volvió a dar señales de su interés en normalizarse e institucionalizarse. Los delitos de derecho común cometidos por las SA hasta la fecha quedarían sobreseídos, pero puntualizó que la administración del Estado nacionalsocialista y de la policía no tienen que verse obstaculizadas en manera alguna por las inadmisibles intervenciones de las SA. Se perseguirán a partir de ahora con toda energía los actos reprensibles cometidos por miembros de las SA.
Pero ni estas ni su líder parecían dispuestas a atender a razones. Un mes más tarde, Röhm concentró a 15.000 de sus hombres frente al Sporpalast de Berlín y, nada más subir a la tribuna, fue directo al grano: Voces numerosas se levantan desde el campo burgués para pretender que las SA han perdido toda razón de existencia. Se equivocan esos señores. Extirparemos el viejo espíritu burocrático y el espíritu pequeñoburgués con suavidad y, si es necesario, sin suavidad alguna.

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Última edición por Bitxo el Mar Ago 12, 2008 3:06 pm, editado 1 vez en total

Mié Ago 06, 2008 6:32 pm

Lo cierto es que Röhm aprovechaba el titubeo de Hitler ante las exigencias que le llegaban desde todos los sectores. Sabía que haber alcanzado la Cancillería no era suficiente garantía ante una Reichswehr muy influenciada por los conservadores, de los cuales precisaba, además, su cuerpo de funcionarios con experiencia de gobierno. Hindenburg se hallaba próximo a su final y Hitler debía impedir que un candidato conservador ocupara su lugar, como el príncipe, por ejemplo. Por ello precisaba todavía a las intimidantes SA. Sin su brazo paramilitar, su posición se tornaría más vulnerable al desaparecer el riesgo de una guerra civil. Pero sus SA molestaban con sus desmanes y le desacreditaban ante el pueblo alemán, creando una alarma muy inconveniente en sus élites. Los conservadores aprovechaban esto, a través del Vicecanciller Franz von Papen, el cual era presionado incluso por Hindenburg para que hiciera algo al respecto. El primero de diciembre de 1933, Hitler decidió, con la excusa de fundir al Gobierno con el partido, nombrar a Röhm como Ministro sin cartera con la esperanza de que esto le contentase. Al tiempo, para equilibrar la balanza, nombró también Ministro a Hess.

El mismo mes, con motivo del 150ú Aniversario de la Liga Hanseática, Papen fue a Bremen a dar un discurso ante 2.000 espectadores que representaban a la élite de la ciudad. Papen comenzó homenajeando al nuevo régimen y luego lo criticó indirectamente al quejarse de quienes negaban la existencia personal del individuo. Pese a la debilidad del ataque, su público lo aplaudió con frenesí. Si Papen se sentía inseguro al iniciar su discurso, no cabe la menor duda de que, al finalizarlo, vislumbraría alguna posibilidad de recuperar la Cancillería.

Al tiempo Hitler iba ganando terreno. Según un informe de inicios de 1934 del agregado militar francés, el General Renondeau, el partido está ganando a la Reichswehr. Conquista la base y la cima. El Ejército pierde su neutralidad. Ciertamente, con Blomberg como Ministro de Defensa, Hitler lo tenía más fácil. Blomberg, apreciado por Hindenburg, deseaba un gobierno fuerte, popular y nacionalista, lo que le había llevado en el pasado a manifestarse a favor del comunismo tras sus impresiones en la URSS. La verdad es que el único conocimiento de política que tenía Blomberg era su preferencia por el totalitarismo. Nada más ser investido como Ministro de Defensa, reemplazó a los hombres de Schleicher por otros afines a su persona. De esta manera, Reichneau sustituiría a Ferdinand von Bredow como jefe del Ministerio, un puesto que suponía ser enlace entre la Reichswehr y el Gobierno.

Pero con esto el camino no estaba del todo despejado. Muchos oficiales apodaban a Blomberg como el gummilöwe, el león de goma, y temían que Hitler invirtiera los términos en los que se había aceptado su candidatura, es decir, que fuera el nacionalsocialismo, a través de sus SA, quien dominara al Ejército, en lugar de que este recuperara su papel predominante a la hora de manejar los hilos y resultar la estructura básica que sustentara a la sociedad alemana. Además, incluso Blomberg y Reichneau sentían repulsión por las SA a las que no podían dejar de verles como antiguos trabajadores reconvertidos en matones, alcohólicos y depravados, que ahora ostentaban cargos jerárquicos que pretendían equiparar a los de los oficiales con carrera. Ello provocó que, tras la dimisión de Kurt von Hammerstein-Equord como jefe del Heeresleitung, Hindenburg hiciera caso del Offizierskorps y diera su negativa a la candidatura de Reichneau, recomendada por Hitler y Blomberg, y exigiera en su lugar a Werner von Fritsch el 1 de febrero de 1934.

Al día siguiente se reunió el Offizierskorps para estudiar las relaciones del Ejército con las SA. En reuniones anteriores habían decidido expulsar a quien no se defendiera de una afrenta de las SA, dados los casos habidos. Ahora Blomberg comunicaba que Röhm había sugerido la creación de un Ministerio que aglutinara a todas las formaciones armadas del partido y del Estado, lo cual supondría el fin de la independencia de la Reichswehr. Fritsch dijo que se opondría con todas sus fuerzas. Mientras hablaba llegó un mensaje urgente para Reichneau, el cual lo leyó de inmediato: Reconozco a la Reichswehr sólo como escuela de la nación. La dirección de operaciones y, por consiguiente, también la movilización, serán competencia de las SA. Heil Hitler! Röhm. Los jefes de las siete regiones militares se opusieron en bloque. Blomberg presentó su dimisión a Hitler. Este, a sabiendas que aceptarla suponía ponerse en contra al Ejército, que estaría más apoyado aún por los conservadores y los católicos, accedió a las demandas de Blomberg.

El 22 de febrero Hess lanzaría una nueva advertencia a las SA. En un artículo publicado en el Völkischer Beobachter diría que todo miembro de las SA, como cualquier mando político o de las Hitlerjugend, no es más que un combatiente en el seno del partido. Ni en la hora presente ni en el futuro hay razón para mantener una existencia propia.

No obstante Hitler se decidió a concertar una entrevista con Röhm en la Cancillería para tratar de llegar a un acuerdo. Nadie más estuvo presente en el despacho del Führer, pero en la sala de espera estaba presente el Conde von Tschirchsky, colaborador de Papen, probablemente con la misión de enterarse de cuanto pudiese. Tchirchsky pudo oir cómo se levantaban la voz uno al otro. Röhm defendía su exigencia de integrar a 2.000 oficiales y a 20.000 suboficiales en el Ejército. Hitler replicaba que Hindenburg no lo aceptaría y sólo lograría perder su confianza.

Tanto Röhm como Hitler conocían los rumores acerca de un complot para hacer entrar en acción a las SA. Entonces se solicitaría a Hindenburg el estado de excepción a favor de la Reichswehr. De hecho, generales como Beck, Rundstedt o Witzleben eran sondeados en este sentido por el secretario de prensa de Papen, Herbert von Bose. Pero estos no parecían dispuestos a actuar mientras la situación no se les escapara de las manos. De momento, Hitler parecía controlado y no se encontraba conveniente correr el riesgo de una guerra civil. Por ello Röhm no cejaba en su empeño de tratar de controlar o, cuanto menos, intoxicar lo suficiente al Ejército con sus SA; y Hitler trataba de frenarlo por miedo a ser apartado del poder por el propio Ejército, o verse con una Cancillería dependiente de la ambición de Röhm.
Al día siguiente, con motivo del Día del Duelo Nacional, Hindenburg recibió al Gobierno. Hitler le expuso la exigencia de Röhm, que fue denegada con hostilidad por Hindenburg. Hitler tuvo que callar.

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Mié Ago 06, 2008 6:34 pm

Hitler necesitaba una solución intermedia que le permitiera conservar el respaldo de las SA y mantener la confianza del Ejército. Para ello convocó una reunión de los jefes SA, SS y de la Reichswehr. Sus primeras palabras ante los jerarcas causaron una sorpresa general tras sus promesas de un futuro mejor: El pueblo alemán se encuentra ante el riesgo de una espantosa miseria. El nazismo ha eliminado el paro, pero cuando el Estado haya llevado a cabo las tareas que se ha impuesto, cosa que ocurrirá en el plazo de unos ocho años aproximadamente, sobrevendrá una recesión económica. El único remedio para esta situación será la creación de un nuevo espacio vital. Las potencias occidentales no nos concederán jamás ese espacio vital. Por esto, en el futuro pueden resultar necesarias unas acciones rápidas, pero decisivas, primero hacia el Oeste y luego hacia el Este.
¿Pretendía el Canciller sembrar el pánico para obligarles a entenderse? Hitler prosiguió con una reseña histórica que le valdría de rodeo para decir lo que quería, mirando fijamente al destinatario de sus palabras: Una milicia sólo es apropiada para la defensa de territorios pequeños. Las SA tendrán que limitarse a la tarea política. El Ministro de la Defensa podrá recurrir a las SA para la labor de la Grenzschutz y la instrucción premilitar. Röhm mostraba indiferencia, mirando al techo, como si aquello no fuera con él. Hitler concluía: Exijo de las SA una leal ejecución de las tareas que se le confíen.
Los oficiales se levantaron y Hitler, junto a Blomberg, cogió a Röhm del brazo para aparentar una reconciliación. Röhm invitó a todos a un banquete donde apenas si se pronunció una palabra. Al finalizar, Röhm se quedó con los suyos y montó en cólera. Dijo que aquello era un nuevo Tratado de Versalles y llamó a Hitler cabo ridículo y exclamó ¡Si pudiéramos librarnos de ese muñeco!, para finalizar en tono amenazador: Hitler es un traidor. Hay que obligarle a que se tome unas vacaciones.

El malestar de Röhm era lógico dada la reunión que había mantenido con Fritsch en casa de Werner von Alvensleben, un hombre de negocios y político cercano al círculo de Schleicher, al cual había traicionado para ayudar a Hitler en su carrera a la Cancillería. Allí, Fritsch y Röhm sentaron las bases para un acuerdo, dejando Fritsch bien claro que el Ejército nunca capitularía ni perdería el control de las armas. El borrador para dicho acuerdo establecía que los soldados con más de doce años de servicio serían incorporados a las SA para transformarla en una milicia armada. El armamento sería suministrado y controlado por el Ejército y Röhm se abstendría de tratar de influir en este. Fritsch informó del resultado a Blomberg, quien se mostró conforme.
¿Qué había pasado entonces? Pese a que Fritsch y Röhm acudieron, y se marcharon, a casa de Alvensleben por caminos diferentes, la GESTAPO había logrado enterarse de dicha reunión. Hitler fue informaado, sin lugar a dudas, y es posible que se sintiera desplazado. Lo único que le faltaba es que Röhm llegase a un acuerdo con Blomberg. Y para este siempre sería mejor una solución que no incluyese a Röhm.

Peor para Röhm sería ignorar que uno de sus jefes SA, Viktor Lutzer, estaba muy dispuesto a traicionarle. Lutze acudiría a Hess para contarle la reacción de Röhm. Hess le recomendó que fuera a ver a Hitler para contárselo personalmente. Pero el Führer le decepcionaría al limitarse a decir que había que dejar que el asunto madure. Preocupado porque se estaba jugando la vida sin resultado, acudió a Reichneau para asegurarse la protección del Ejército.

A finales de marzo, Röhm y Himmler se reunieron en la finca de Rathenow de von Gontard, un industrial relacionado con el rearme alemán. A Röhm le acompañaba su ayudante de campo, Graf Spreti, los Tenientes Generales SS Bergmann y Reiner, que hacían de enlace con Himmler, si bien Reiner era, además, un informador de este. Himmler fue con su ayudante de campo, el Teniente Coronel SS Karl Wolff. Röhm no sentía preocupación por la minúscula fuerza de las SS y trataba con afecto a Himmler, más allá de sus burlas sobre la fotografía de este cuando sujetaba el standarte en el fracasado golpe de estado de Münich. Pero, tras haber bebido durante la comida, comenzó a quejarse. Las SS mantienen una actitud conservadora. Protegen a la Reaktion y a los pequeñoburgueses, y su sumisión a la burocracia tradicional y al Ejército es demasiado grande. Himmler guardó silencio. Röhm era, teóricamente, su superior, y le sorprendió recibir una reprimenda en público.

La subestimación de Himmler fue otro de los errores de Röhm. Himmler había logrado el control de todas las policías del Reich a excepción de la prusiana, sobre la que Göring mandaría hasta que se diera cuenta de que no podía luchar contra Röhm y Himmler a la vez, y cediera a la presión de un Hitler deseoso de unificar a la policía alemana. Hasta la cesión formal, Göring utilizaría a su brazo derecho, Paul Körner, como enlace con Himmler. En aquel entonces, personas como Heinrich Müller, un anticomunista de la BAYPOPO que también había combatido al nacionalsocialismo; o Franz Josef Huber, una caso similar, si no peor, al de Müller; investigaban el pasado de Röhm. Un antiguo ordenanza de Himmelstadt les contaría las andanzas sexuales del antiguo Capitán, cuando presionaba a sus ordenanzas para conseguir favores sexuales.

La prensa extranjera indagaba sobre la pugna de Röhm y la Cancillería tuvo que desmentir los rumores. Esto preocuparía lo suficiente a Hitler como para conceder una entrevista en este sentido al periodista estadounidense Louis P. Lochner, de la Associated Press. Lochner fue directo al grano: Señor Canciller, se dice que algunos de sus más próximos colaboradores tratan de expulsarle del poder. Se dice igualmente que uno de los más eminentes trata de contrarrestar las medidas que usted adopta. Hitler no pareció inquietarse y contestó fríamente: No me he rodeado de nulidades, si no de verdaderos hombres. Los ceros a la izquierda son redondos y se alejan rodando cuando las cosas marchan mal. Los hombres que me rodean son personas rectas y de criterio sólido. Cada cual tiene su personalidad y está lleno de ambición. Cuando se forma un grupo semejante de individualidades los roces son inevitables. Pero ninguno de los hombres que me rodean ha intentado hasta ahora imponer su personalidad. Todo lo contrario, se han plegado perfectamente a mi voluntad.

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Mié Ago 06, 2008 6:36 pm

Para Himmler y Heydrich, cada cual tiene su personalidad implicaba espiar a todo el mundo y elaborar listas de personas a las que convenía eliminar. En abril, Heydrich encargó a Otto Betz la misión de espiar a Papen y su entorno. Betz resultaba ideal pues era un agente de contraespionaje destinado en el Sarre, donde Papen fue plenipotenciario. Allí, tras un atentado con éxito contra un separatista renano, había tomado contacto con Edgard Jung, quien elaboraba los discursos de Papen, partidario de la revolución conservadora.

También se vigilaba al General Kurt von Schleicher. El ex canciller estaba en teoría retirado de la política en su finca del lago Wannsee, pero no dejaba de mantener reuniones con sus antiguos colaboradores, los Generales Bredow y Hammerstein-Equord para mantenerse informado. El 2 de abril incluso se reuniría con el embajador francés, François-Poncet. A Bredow, que vivía cerca de la frontera con Francia y era igualmente vigilado, se le detuvo en un viaje a París y se le encontró una invitación de un alto cargo francés. No le dejaron cruzar la frontera y Bredow protestó a Blomberg por teléfono, pero este le negó el permiso a continuar su viaje.

Sin duda Hitler debió preocuparse por la posibilidad de que Schleicher buscara apoyos en Francia, y más aún considerando el giro en política exterior que el régimen había supuesto. Los diferentes gobiernos republicanos habían buscado un acercamiento a Francia y mantenido una actitud hostil hacia Polonia. Hitler estaba tratando de acercarse a Gran Bretaña e Italia para aislar a Francia, y llegó incluso a firmar un pacto de no agresión con Polonia. Es normal que sintiese temor a una reacción defensiva por parte de los franceses, aun a nivel de intriga política. François-Poncet recordaría de aquella entrevista que Schleicher no ocultó su oposición al régimen, pero en ningún momento dijo nada que trasluciese proyectos subversivos o que dejara adivinar que estuviera mezclado en cualquier conspiración.

Mientras Himmler le entregaba informes que hacían sospechar de conjuras, Röhm proclamaba la segunda revolución y sus SA hablaban de limpiar las porquerizas, Hitler sentía la necesidad de plasmar mediante un acuerdo su opción por el Ejército para que Blomberg viera algo más que palabras en su discurso del 28 de febrero. Tras ser avisados por el círculo de Hindenburg de que la salud de este empeoraba, Hitler y Blomberg resolvieron entrevistarse. El día 10 de abril, con la excusa de presenciar unas maniobras, Hitler, Blomberg, Fritsch y Raeder, embarcaron en el Deutschland, un lugar ideal para mantener una reunión secreta en el mar. Fritsch y Raeder fueron informados de la proximidad de la muerte de Hindenburg y Hitler y Blomberg se reunieron a solas en el camarote de mando para lo que se conocería como el Pacto del Deutschland: Hitler se comprometió a limitar las ambiciones de las SA a cambio del apoyo del Ejército en la sucesión de Hindenburg.

El día 16 de abril, Röhm defendería a sus hombres condenados por delitos de derecho común por el Ministerio del Interior de Frick. Siguiendo su costumbre de ponerse al lado de su tropa, diría que cuando en el transcurso de los años de lucha que precedieron a la conquista del poder precisábamos hombres de acción, ciudadanos que con anterioridad se habían apartado del camino recto acudieron a engrosar nuestras filas. Aquellos hombres con antecedentes judiciales vinieron a nosotros porque querían borrar sus faltas con el servicio en las SA. Pero, ahora, muchos viejos camaradas de las SA han tenido que apartarse a causa de esos mismos antecedentes, y esto ha ocurrido en un Tercer Reich por el que arriesgaron su vida. Los espíritus mercantilistas no comprenderán nunca que puedan conservarse semejantes elementos en las filas de las SA.

Dos días más tarde, ante el cuerpo diplomático y la prensa del extranjero, Röhm pronunció su último gran discurso:
La nueva Alemania nacionalsocialista, puesta bajo el símbolo de la cruz gamada, no tiene muchos amigos en el mundo. Se ha hablado y escrito mucho a su respecto. En su totalidad o casi totalidad, los extranjeros no han comprendido el sentido ni la naturaleza de la Revolución alemana. Se olvida casi siempre que no se trata de que el poder político haya cambiado de mano. ¡Nada de eso! Se trata de que ha surgido una nueva concepción del mundo. La Revolución nacionalsocialista significa la ruptura espiritual con el pensamiento de la Revolución francesa de 1789.
(...) Las SA son la encarnación heroica de la voluntad y el pensamiento de la Revolución alemana. No es posible comprender la naturaleza y la tarea de las SA si no se comprende la naturaleza y finalidades de la Revolución nacionalsocialista.
(...) Cuando Hitler comenzó su combate era un soldado. El combate, el combate y siempre el combate es lo que ha marcado su vida. Era, por tanto, inevitable que en esta lucha sometiera a los que le ayudaban a imperativos militares. Para garantizar la coherente ejecución de la línea política de su voluntad, levantó el ejército pardo de la revolución sobre dos pilares básicos: la autoridad del jefe y la disciplina. Una sola decisión de las SA es voluntaria: la de ingresar en las filas de las tropas de asalto de la renovación alemana. Desde el instante en que viste el uniforme pardo, se somete sin restricciones a la ley de las SA. Esta ley es la siguiente: "obediencia hasta la muerte al jefe supremo de las SA, Adolf Hitler. Mis bienes y mi sangre, mi fuerza y mi vida, todo cuanto poseo pertenece a Alemania".
Desde un principio, Hitler no luchó por objetivos mezquinos. Desde el primer día, cuando siete hombres sin nombre público, sin aliados, sin periódicos ni dinero, soñaron con volver a levantar a Alemania de sus ruínas, lo que estaba en juego era el poder. En este combate, su arma fueron las SA. No eran una banda de conjurados intrépidos, sino un ejército de creyentes y mártires, agitadores y soldados que él necesitaba en aquella lucha gigantesca cuyo objetivo era el alma del pueblo alemán. Como la tarea así lo exigía, Adolf Hitler creó un nuevo tipo de combatiente: el soldado con un ideal político. Di a estos soldados políticos la bandera roja con la cruz gamada, nuevo símbolo del futuro alemán, y les dio la camisa parda que visten las SA en el combate, los honores y la muerte. Por su color, la camisa parda distingue a los SA de la masa. En este hecho encuentra su misma justificación: es signo distintivo de las SA y permite que tanto el amigo como el enemigo reconozcan a la primera mirada a quien profesa la concepción del mundo nacionalsocialista. Las SA son la encarnación del nacionalsocialismo. Las SA abrieron a puñetazos el camino al ideal nacionalsocialista, el camino que llevaría a la victoria. Y en su marcha, las SA han arrastrado a los escépticos, a los vacilantes, provocando ese prodigioso levantamiento en masa de la nación. El impulso de la ola parda puesta bajo el signo de la cruz gamada no dejaba de gritar a lo que vacilaban: "¡Ven con nosotros, camarada!" Centenares de miles de trabajadores no hubieran reencontrado el camino de la patria de no haber existido las SA. Las SA les libraron de la calle, del hambre y el paro. Los batallones pardos fueron escuela del nacionalsocialismo. En sus filas no existe privilegio de nacimiento, rango o fortuna: sólo cuentan el hombre y los servicios prestados al movimiento.
(...) Por desgracia, al iniciarse la Revolución nacionalsocialista, sectores reaccionarios se aproximaron a nosotros. Algunos llegaron a formar en nuestras filas y prendieron en sus solapas la cruz gamada afirmando vívamente que habían sido siempre nacionales. Pero nosotros no hemos hecho una revolución nacional, sino la Revolución nacionalsocialista y subrayamos el vocablo socialista.
Por un inconcebible sentido de la clemencia, el nuevo régimen, al tomar el poder, no eliminó implacablemente a todos los representantes del antiguo sistema y de aquel que le había precedido. Les retorceremos el cuello sin el menor sentido de piedad si se atreven a poner en práctica sus convicciones reaccionarias.
(...) Baluarte inquebrantable de la Revolución, las SA se alzan contra la reacción, la denigración y el conformismo. En ellas se encarna cuanto constituye el espíritu de la Revolución. En los años de lucha, la camisa parda era distintivo de una política. También era sudario. Después de la victoria se ha convertido en símbolo de la unidad nacionalsocialista, se ha transformado en el hábito del alemán y seguirá siéndolo. El orden y la disciplina de las SA fueron al principio una necesidad. Forjó la unidad de las fuerzas revolucionarias, que en su origen no constituían más que un conjunto mal trabado. Más tarde, las SA se transformaron en un instrumento de educación y en la base de la comunidad nacional que no puede subsistir si el individuo no se somete del todo. Actualmente es expresión de un nuevo estilo de vida alemán. Estilo que tiene su origen en las SA y se impone a todas las formas de vida en Alemania. ¡Las SA son la Revolución nacionalsocialista!"


Para reforzar la impresión de que no estaba en contra de Hitler, Röhm aprovechó el cumpleaños de este para darle muestras de adhesión, diciendo que es y significará siempre nuestra dicha y nuestra felicidad ser sus hombres más fieles, aquellos en los que el Fuhrer puede poner toda su confianza, aquellos con los que puede contar en los días buenos y también, sobre todo, en los días malos. Las palabras eran escogidas y mostraban la disposición de Röhm a apoyar a Hitler en el camino lógico de la revolución. Lógico por ideología, y por disponer de unos tres millones de hombres a su servicio.

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Mié Ago 06, 2008 6:37 pm

Pero Hitler había tomado una decisión y cerrado un pacto. El mismo día, 20 de abril, Himmler se hacía con el control efectivo de la GESTAPO y nombró a Joachim Ribbentrop embajador extraordinario para la cuestión del desarme. Una de las primeras misiones de Ribbentrop fue proponer a Francia e Inglaterra una importante reducción de efectivos, pero no del Ejército, sino de las SA. También, de manera inaudita, dio un permiso para todo el mes de julio a las SA. Por sorprendente que fuera el anuncio del permiso al brazo paramilitar del partido, por la intensidad de su labor y por la necesidad de estas que pudiera tener el aún endeble régimen, que apenas podía disimular la crisis y las críticas vertidas sobre él, la notica apareció en el National-Zeitung como si no tuviera importancia alguna.

Un animado Papen no parecía tener intención de perder el tiempo. El día 26 acudió al Dortmunder-Industrie-Club para pronunciar un discurso ante los industriales del Ruhr. Esta vez el Vicecanciller mostró más decisión a la hora de criticar al nacionalsocialismo, y precisamente a su vertiente más socialista, aquella que más susceptibilidad recibía de los empresarios: El papel del jefe de empresa es esencial. Tiene que mantener una libertad tan grande como sea posible con respecto al Estado, diría, y añadiría que la autarquía económica hace ilusoria la existencia de una economía mundial, y esto representa un peligro de guerra a mayor o menor plazo.
El discurso estaba diseñado para hacer mella en un industrial temeroso de lo que podía representar el nuevo régimen en un futuro cercano. La autarquía era la base del programa económico nacionalsocialista, con vistas a evitar un bloqueo como el que recibiera Alemania en la Gran Guerra. Por otro lado, Walther Darré y su Corporación Alimenticia del Reich, desde el marco de la búsqueda de esa autarquía sentida como necesaria, reinvidicaba un estatus de igualdad, incluso de primacía, para un campesinado que pasara a ser la máxima representación de la pureza germánica en un momento en el que la escasez de acero hacían competir al mundo rural con la fabricación de armamentos. Y los industriales del Ruhr serían contrarios a las ideas del Ministro de Economía, Kurt Schmitt, el cual veía la producción de armamentos y hasta la construcción de autopistas como una mera fantasía propagandista del régimen, totalmente improductiva. Aquellos hombres no podían dejar de ver la incongruencia de que la autarquía llevara a Darré y su imperio del campesinado y a una posible guerra con un Ministro de Economía reacio al rearme, un rearme que conllevaba sustanciosos beneficios pero que, al tiempo, suponía la aceptación de una presión estatal sobre las empresas que dirigían.

Si la entrevista entre Schleicher y François-Poncet había alertado a Hitler, cabía esperar que la entrevista de Ernst con Renondeau pudiera verla como algo más que una fatal casualidad. A Ernst le gustaba demostrar hasta dónde había llegado desde sus tiempos de ascensorista y portero de hotel, y no desperdiciaba oportunidad para codearse con todo personaje público de cierta relevancia. Según Renondeau, Ernst le contó sus aventuras hasta que la revolución nacionalsocialista le llevara a la cima del poder. Le preguntó si, tras una vida llena de riesgos, sus nuevas responsabilidades le resultaban aburridas. Desengáñese usted, le contestó, prometimos mucho y resulta tremendamente difícil mantener las promesas. Hay que calmar a muchos impacientes y exigentes. He comenzado por dar puestos a los antiguos camaradas que lucharon conmigo. Todos ellos ya están colocados. Pero quedan los otros, y la verdad es que no me facilitan mucho el trabajo.
Esta era la realidad de las SA. El colosal tamaño de su militancia, que se había sumado al carro de los vencedores para promocionarse, empujaba a sus líderes a cumplir con esa esperanza.

Himmler se reunió otra vez con Röhm. Esta vez se sentía más seguro tras el apoyo del propio Hitler, incluso en detrimento de Göring, y fue él quien lanzó la reprimenda. Los máximos responsables de las SA eran unos homosexuales que escandalizaban al pueblo alemán con sus orgías, y más aún teniendo en cuenta el discurso del régimen acerca de la pureza y el virtuosismo de la raza alemana. La homosexualidad constituye un peligro para el movimiento, le dijo para pasar a preguntarle: ¿No constituye acaso un grave peligro para el movimiento nacionalsocialista que pueda decirse que se elige a sus jefes por criterios sexuales. Himmler hacía alusión a la orientación sexual de los jerarcas SA, quienes colocaban a sus amantes como ayudantes de campo y puestos similares. Viendo que Röhm aguantaba el envite sin decir nada, insistió contándole toda clase de rumores acerca de una red de obtención de amantes que se extendía por toda Alemania, recordándole que el interés del Estado estaba por encima de todo eso. Entonces Röhm rompió a llorar y le prometió enmendar esos errores. Pero, al día siguiente, Himmler fue informado de que en el Cuartel General de Röhm, y estando este presente, se había celebrado esa noche una de las orgías más grandes hasta la fecha, arrojándose botellas de champagne a la calle desde las ventanas. No se sabe si Himmler quiso advertir a Röhm de la imagen negativa de estos escándalos por camaradería o por cumplir un encargo de Hitler, pero lo que sí está claro es que Röhm había echado a perder una nueva oportunidad para congraciarse.

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Mié Ago 06, 2008 6:39 pm

El Día del Trabajador se celebró con gran fasto, dentro de la estrategia habitual de convencer y demostrar que convencía, especialmente si se dirigía a un obrero cuya comunión con el nuevo régimen no iba más allá de la posibilidad de encontrar un trabajo, y no de lograr un improbable aumento o la recepción de mensajes acerca de un movimiento nacional en el cual debía implicarse. Pero, en Turingia, las SA no participaron del festejo. Sauckel, el Gauleiter del land había arrestado a un SA borracho que armaba escándalo en las calles de Jena. Ante la negativa de liberarle, Röhm quiso que un tribunal de honor de las SA juzgara a Sauckel, pues este también era un camisa parda. Pero este ni tan siquiera se molestó en presentarse.

Un detalle mucho mayor de cuanto se avecinaba se dio también ese día. En los cuarteles de toda Alemania, los soldados y oficiales de la Reichswehr estrenaban en sus gorras y uniformes los símbolos del Tercer Reich y el partido: la cruz gamada y el águila.

Las críticas al régimen causaron tal preocupación que Goebbels se decidió a pronunciar un discurso al respecto en el Sportpalast de Berlín el día 4 de mayo: Los delegados de propaganda del partido han decidido desencadenar una campaña enérgica contra los profesionales de la crítica y los propagadores de falsas noticias, contra los provocadores y los saboteadores. Al parecer no han perdido aún toda esperanza de destruir la obra del nacionalsocialismo. (...) Desde los primeros días del presente mes hasta el 30 de junio se celebrarán reuniones, demostraciones y manifestaciones en este sentido. Servirán para poner al pueblo alemán en guardia contra esa denigración, verdadera plaga del país. Es preciso que semejante plaga desaparezca para siempre. Emplearemos métodos ya experimentados para hacerla desaparecer.

Ese mismo día Otto Betz se instalaba en unas habitaciones que Heydrich había dispuesto para él, muy cerca de la sede de la GESTAPO. A la mañana siguiente se presentó en la Vicecancillería para que Jung le reconociese y le introdujera ingenuamente en el círculo de Papen. Para ganarse su confianza, les advirtió de que las comunicaciones telefónicas estaba siendo intervenidas por las SA.
Betz no tardaría mucho en redactar informes para Heydrich que llegaban a manos de Hitler. Según estos informes, algunos sectores conservadores mantenían contactos con el Príncipe Wilhelm de Prusia, diputado por el NSDAP y Teniente General SA, a quien veían como candidato para la sucesión de Hindenburg. En otro informe se aseguraba que el día 11 de mayo Papen había redactado o, al menos, influenciado en la redacción del testamento político del Presidente, en el cual se transmitía su deseo de restaurar la monarquía.
También se recogían listas de miembros del hipotético futuro gobierno, listas que se pasaban de mano en mano en cualquier café berlinés. El historiador británico Wheeler-Bennett, que entonces residía en la capital alemana, recordaría cómo en un café uno de los contertulios sacó de pronto una de aquellas listas y la leyó en voz alta pese a que todo el mundo sabía que los camareros estaban comprados por la GESTAPO. Según estas listas, Schleicher sustituiría a Papen con el apoyo de Röhm, siendo Vicecanciller el primero y Ministro de Defensa el segundo. Gregor Strasser sería Ministro de Economía, Heinrich Brüning de Exteriores. Hitler seguiría como Canciller, pero las SA absorverían al Ejército.
Todos estos informes, incluyendo las listas, llegaban en su mayoría manipulados a Hitler.

Los oficiales superiores de la Reichswehr se reunieron en Bad Nauheim el día 16 de mayo. La cuestión principal era, precisamente, la sucesión de Hindenburg. En el ambiente flotaron nombres como los del Príncipe o el de Ritter von Epp. Blomberg y Reichneau se inclinaron por Hitler. Reichneau alegó que Hitler había prometido librarles de las SA a cambio de la presidencia, extremo que confirmó Blomberg mencionando el Pacto del Deutschland. La discusión cesó. Si Hitler les libraba de las SA, el Ejército le apoyaría en la sucesión.
El día 25 Fritsch ordenó publicar una nueva versión del breviario del Ejército Los deberes del soldado, una especie de código del honor que debían jurar los reclutas. En esta nueva versión, en lugar de la obligación del Ejército de servir al Estado, se decía que el servicio militar es un servicio de honor al pueblo alemán, más acorde con el ideario del nacionalsocialismo.

Tanto Schleicher como Brüning fueron advertidos por sus amistades de que corrían un grave peligro. La información procedía del círculo de Göring, sospechándose incluso que este había facilitado la filtración, y decía que ambos estaban incluídos en listas donde aparecían los candidatos a una depuración que no debía tardar en producirse. Brüning escapó de Alemania disfrazado, pero Schleicher se limitó a tomarse unas vacaciones en su finca al lado del Starnberg para alejarse de Berlín.
Si Schleicher consideraba que con apartarse de la capital podía protegerse tras su rango y su condición de ex Canciller, Heydrich se mostraba infatigable en su tarea de reunir, manipular y hasta inventar informes con los que demostrar que existía una conspiración contra Hitler. Otro de estos informes mostraba que, según una fuente de confianza infiltrada en las SA, el Teniente General SS Krüger, enlace entre las SA y la Reichswehr, estas pretendían conseguir armas en el extranjero, en especial ametralladoras, y que ya disponían de depósitos de armas en Berlín, Münich y en Silesia. Estas armas procedían de Lieja y se camuflaban como mercancía destinada a Arabia, siendo pagadas con dinero destinado a la Abwehr.

El 3 de junio se reunieron en Fulda los obispos del Reich. Participaron en ella el Arzobispo de Münich, Michael Faulhaber, y el Obispo de Berlín, Nikolaus Bares, muy conocidos por sus críticas al régimen. Los obispos redactaron una dura pastoral cuya primera frase advertía ¡Guardaos de los falsos profetas! para luego denunciar a los ateos que con la mano en alto sostenían de manera consciente una lucha contra la fe cristiana.
Bares se reunía con el Director General de Obras Públicas, Erich Klausener, un antiguo jefe de la policía prusiana despedido por Göring durante la coordinación, que también dirigía Acción Católica de Alemania, el pobre remedo a las diferentes organizaciones católicas desahuciadas por la doble presión ejercida desde el régimen y el Vaticano para despolitizar a la Iglesia. Klausener era amigo de Papen, quien también atacaba al nacionalsocialismo, por lo que Himmler analizaría junto a Göring la posible implicación de quintacolumnistas católicos en la conspiración para apartarles del poder.

El 4 de junio, Hitler fue avisado de que Hindenburg marchaba a Neudeck. El anciano Mariscal realizaba su último viaje para morir en la tierra que le vio nacer. El detalle de que Papen le acompañaría para quedarse allí unos días le alarmó sobremanera. De inmediato mandó llamar a Röhm, lo que resultó una desagradable sorpresa para quienes temían un cambio de rumbo. La reunión duró cinco horas y no hubo testigos.
Röhm, tras la reunión, se limitaría a bromear acerca del permiso de las SA, diciendo que aprovecharía las vacaciones para tratar su reumatismo en el balneario de Bad Wiesse. También tranquilizó a sus jefes SA asegurándoles que Hitler se reuniría allí con ellos para aclarar todos los malentendidos. Tres días más tarde, redactó un comunicado que no haría público hasta el día 10, pero que acabaría mucho antes en manos de Heydrich, el cual sacaría partido de la habitual torpeza de Röhm a la hora de utilizar un tono amenazante: Espero que el día 1 de agosto las SA, tras su descanso y llenas de un renovado vigor, estarán dispuestas a llevar a cabo las gloriosas misiones que adeudan al pueblo y a la patria. Si los enemigos de las SA esperan no volver a verlas volver, o sólo en parte, que disfruten de sus ilusiones durante algún tiempo. Llegado el día y en la manera que sea necesaria, recibirán adecuada respuesta. Las SA son y seguirán siendo el destino de Alemania.

Esa noche del 7 de junio se reunieron Göring, Himmler y Heydrich para analizar el comunicado y advertir de este a Hitler y a Blomberg. Los tres tratarían de convencer a Hitler de que debía actuar contra las SA, recordándole la compra de armas y aportándole más pruebas. En Berlín un agente de paisano tiró por descuido una caja donde aparecieron ametralladoras en piezas destinadas a Ernst. El General Beck, jefe militar de Stettin, descubrió también por casualidad un envío de fusiles y ametralladoras belgas. También le recordaron los escándalos que organizaban, los contactos de Schleicher y Bredow con Francia. Todo apuntaba a una conspiración en la que también participaban Strasser e incluso Alvensleben y Papen. Los jefes SA de las diferentes regiones también participarían: Ernst desde Berlín, Heines desde Silesia, Hayn desde Sajonia y Heydebreck desde Pomerania, iniciarían el golpe. Los informes preparados por Heydrich incluso detallaban que el Coronel SA Uhl, jefe de la guardia personal de Röhm, era el encargado de eliminarle.
Pero Hitler no dijo nada ni tomó ninguna decisión. Blomberg, Reichneau y Fritsch se reunieron para tratar la posibilidad de que Hitler no respetase el Pacto del Deutschland. Reichneau también se reuniría con Himmler y Lutze.

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Mié Ago 06, 2008 6:39 pm

Los días 8 y 9 el Ejército estuvo en estado de máxima alerta. Un espía polaco, Jurek von Sosnowski, había conquistado y chantajeado a dos mujeres, Renate von Natzmer y Benita von Falkenhayn, para obtener secretos militares procedentes de la sección de proyectos del entonces Coronel Heinz Guderian. Descubierta la trama por la Abwehr y el SD, resultó un gran escándalo que desprestigiaba al Ejército, máxime teniendo en cuenta que Benita von Falkenhayn estaba emparentada con el que fuera Ministro de la Guerra antes de Hindenburg, Erich von Falkenhayn. Se temió que las SA pudieran aprovechar la crisis para dar un golpe de mano, pero pasados los dos días, se retiró la alarma.

El día 10 Röhm hizo público su comunicado en el National-Zeitung. Si se buscaba dar una apariencia de normalidad, nada de cuanto sucedía podía demostrarla. En Halle ese mismo día se inauguraba el Museo de la Revolución Nacionalsocialista. Los Stahlhelm acudieron al evento, pero los SA que custodiaban la entrada les prohibieron el paso. Hubo una acalorada discusión, pero los SA se mantuvieron firmes en virtud a la orden recibida del jefe de policía local, el cual había dicho que cualquier insignia que no fuera del partido representaría un insulto al movimiento cuya gloria evocaba aquel museo y en el que no habían querido participar.
La protesta se extendió a Berlín al día siguiente, pero lo peor sucedería en Magdeburgo cuando los paramilitares conservadores se congregaron para recibir a su jefe, el también Ministro de Trabajo Franz Seldte. El acercamiento de Seldte al nacionalsocialismo no había servido para que las SA dejaran de ver a su militancia como unos arribistas que, no habiendo participado en la lucha, se dedicaban ahora a disfrutar de los beneficios. Así que a Seldte fue recibido por sus Stahlhelm y por oficiales de la Reichswehr, pero no por miembros del partido. Su acto fue saboteado por las SA, quienes no le permitieron pronunciar su discurso y dispersaron a su público, atreviéndose incluso a detenerle. Las protestas ante la policía no sirvieron de nada al estar su jefe, también un SA, casualmente ilocalizable. Cuando apareció al día siguiente, se limitó a liberarle e iniciar una investigación que no llevaría a parte alguna. Ese día apareció un nuevo artículo en la prensa titulado como Sturmabteilung y desarme, que daba a entender unas buenas relaciones entre las SA y el Ejército, dentro de la estrategia del Gobierno de aparentar normalidad. Pero, ¿qué normalidad podía haber si incluso las SA se atrevían a detener a un Ministro del Reich?

El dueño de la cervecería muniquesa Nürnberger Bratwurstglökl am Dom recibió el encargo de reservar un salón para que dos importantes personajes pudieran conversar con absoluta discreción. Pero, por mucho cuidado que se tuviera, la GESTAPO, gracias al seguimiento que hacía a todos los miembros importantes del partido, logró enterarse de que allí, el día 12 de junio, Goebbels se había reunido con Röhm. Pese a que no se conocía el contenido de la entrevista, su mera existencia puso en guardia a Göring y a Himmler. Goebbels podía estar recuperando su pasado izquierdista, más en consonancia con el discurso de Röhm, bien por causa ideológica o bien porque, consciente de que no disponía ninguna fuerza policial o paramilitar para asegurar su parcela de poder, trataba de asegurar su puesto. Goebbels debía conocer la desconfianza del líder de las SA hacia personajes como él y podría estar tratando de granjearse su amistad al verlo como caballo ganador. ¿Sabía Goebbels algo que ellos desconociesen? ¿Era aquella reunión secreta otra prueba de que Hitler no iba a poner a las SA en su sitio? ¿Y si Goebbels estaba actuando como intermediario entre Hitler y Röhm?

Resulta inevitable pensar que estas sospechas se agravasen con el hecho de que, al día siguiente, Hitler se reuniese con Strasser y que este recuperase el honor de portar la insignia del partido con el nº 9. Según los rumores, Hitler había prometido a Strasser el Ministerio de Economía y este había accedido exigiendo la cabeza de Göring y la de Goebbels.

Göring y Himmler imaginarían que, al igual que ellos redactaban listas de personas a las que cabía eliminar, sus enemigos podían hacer lo mismo. Hitler, un hombre de demostrada capacidad de decisión, conocedor de que, en caso de actuar, lo mejor era hacerlo cuanto antes para que los planes no se tornaran en contra, vacilaba durante demasiado tiempo. Quizás no dejase de tener en cuenta que Strasser era el miembro del NSDAP mejor valorado por los conservadores, detalle muy a tener en cuenta si se deseaba llegar a algún tipo de acuerdo con estos. Y Goebbels era quien le había convencido de que debía presentar su candidatura a la Presidencia, logrando con ello, pese a la dudosa valía de tal acción para el partido, algo a lo que se había opuesto Göring, un indudable logro personal para ambos. Un logro que los había unido. ¿Cuáles eran los planes de Hitler?

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Mié Ago 06, 2008 6:45 pm

El día 14 de junio Hitler viajó a Italia para reunirse por primera vez con Mussolini para tratar la cuestión de Austria y la relación entre ambos fascismos. El viaje preocuparía a Göring por dos cuestiones diferentes pero que, en el clima conspiratorio y teniendo en cuenta la gravedad de la decisión que había de tomar el Führer, podían llegar a mezclarse.
En primer lugar, Göring había realizado una serie de misiones diplomáticas en Italia que habían resultado un fracaso. Entre octubre y noviembre de 1933 había tratado en vano de convencer a los italianos de que Alemania no tenía intención alguna de anexionarse a Austria. El resultado fue que Mussolini firmara los Protocolos Romanos con Austria y Hungría y que se refiriera a Göring como un ex interno de manicomio en referencia a su internamiento a causa de su drogodependencia. Entonces Hitler había dejado en manos de Hess la cuestión austríaca, apartando a Göring de un tema tan importante. Para vengarse de la afrenta italiana -la segunda, si tenemos en cuenta su fracasada misión de obtener fondos para el partido en 1924, cuando Mussolini ni siquiera se dignó a recibirle-, comenzó a realizar una gira por los Balcanes, hacia los cuales se dirigía la mirada italiana, y, como si no fuera bastante, había hecho creer que su viaje lo iniciaría en Roma, anunciando en el último minuto que había cambiado de opinión, de manera que dejó plantado al comité de bienvenida italiano, caso que enfurecería a Mussolini.
En segundo lugar, tanto desde el círculo de Göring como del de Papen, se consideraba que el dictador italiano podía aconsejar a Hitler sobre la manera de atajar la crisis que atravesaba. De hecho se enviaron agentes a Roma para preparar el terreno, contando allí los escándalos protagonizados por las SA. Uno de ellos sería el propio embajador en Roma, amigo de Göring, Ulrich von Hassel.

Mussolini y Hitler se reunieron a solas durante dos horas en la villa Pisani di Stra. Pero Mussolini, quizás molesto por la cuestión austríaca, el enfado por culpa de Göring, o por la mala impresión que le había causado su homólogo alemán, comentaría los consejos que le había dado, por lo que Heydrich pudo informar de que dichos consejos se encaminaban hacia restablecer el orden en el partido, especialmente en las SA. Mussolini se había puesto a él mismo como ejemplo cuando, en 1924, había logrado contener a sus antiguos escuadristas.

Nada más regresar de Italia, Hitler se tuvo que enfrentar a las realidades de su gobierno. El juicio por el asesinato de Horst Wessel no parecía haber recibido la suficiente atención por parte de la prensa, pese a que el honor de las SA, y con ellas el del régimen, quedaban en entredicho al haber afirmado la oposición en el exilio que Wessel había sido asesinado en una pelea de rufianes, y no en un combate contra el comunismo.
Por otro lado, fue informado de que François-Poncet había marchado a su país el día 15. Hitler no dejaría de pensar en que resultaba una fecha muy temprana para irse de vacaciones, y que quizás fuese cierto el rumor de una conspiración entre Schleicher, las SA y Francia. La ausencia del embajador podría significar el inicio de una acción. Y Heydrich le advertía de que Papen se disponía a pronunciar un discurso en Marburg para criticar al régimen.

Papen escribiría que preparé mi discurso, esbozado en sus líneas generales por Ernst Jung, con un particular cuidado. Pensé que era la mejor manera de que llegara a toda la nación. Según sus recuerdos, llegué a la conclusión de que había que hacer un balance de la situación. Mis discusiones durante los encuentros del gabinete, mis argumentos, mis insistentes recomendaciones a Hitler, se había revelado como algo completamente inútil. Resolví, pues, hacer un llamamiento público a la conciencia de Hitler.

Sin embargo, Günther Tschirschky-Bögendorf, su secretario, lo recordaría todo de otra manera. Según Tschirschky, Papen leyó por primera vez el discurso en el tren, cuando se dirigían a Marburg. Su reacción al leerlo fue de miedo, comenzando a tachar cuanto no le agradaba. Entonces Tschirschky le advirtió de que debía leer el discurso íntegro, pues habían mandado una copia a la prensa extranjera y, de leer una versión diferente, habría una gran escándalo. En cierta manera, diría Tschirschky, le obligamos a pronunciar el discurso. Ese discurso lo había redactado Jung durante meses, reuniéndose con Tschirschky en varias ocasiones para precisarlo y convenir el momento más adecuado para pronunciarlo. Según Tschirschky, si el señor Papen hubiera compartido nuestro punto de vista, el discurso se habría pronunciado antes.

Así que Papen pronunció su discurso en la Universidad de Marburg: Se dice que he jugado un papel primordial en la supresión del régimen prusiano de Weimar y en la gestación del actual movimiento nacional, lo que me confiere la obligación de observar más de cerca este fenómeno que la mayoría de los alemanes. Me siento, además, tan unido al esfuerzo titánico para lograr la total remoción de Alemania que me consideraría reo del delito de lesa patria, tanto desde el punto de vista puramente humano como político, si en este período decisivo de la Revolución alemana callara lo que necesariamente tiene que manifestarse.
(...) La prensa tiene la misión de coadyuvar a la tarea del Gobierno señalando posibles errores y denunciar a todo personaje que no se halle en el lugar que le corresponde o que abuse de su cargo. Cualquier servicio informativo, por secreto que sea, no debe impedir que la prensa cumpla con su misión primordial. Con el concurso del movimiento nacionalsocialista hemos de crear un sistema perfecto que reemplace al actualmente anquilosado, pero de ningún modo deseamos instaurar una dictadura.
(...) El Estado alemán llegará al cénit de esplendor cuando ocupe la suprema magistratura alguien que destierre para siempre las luchas políticas de la demagogia y las rivalidades engendradas por intereses económicos.
(...) La grandeza de los hombres no debe hacerla la propaganda, sino que es la Historia la que debe juzgar su valía basándose en su actuación. El logro de mejoras o de la unidad popular mediante el terror es inadmisible; sojuzgar a la intelectualidad significa la mutación de la vitalidad en barbarie y el erróneo empleo de la fuerza es siempre peligroso para cualquier comunidad. Ninguna de estas puede soportar eternamente la opresión, como tantas veces lo ha demostrado el decurso de la Historia. Una dinámica sin fin nada puede moldear; Alemania no puede ser comparada a un tren en marcha hacia lo infinito, que nadie sabe cuándo se detendrá
(...) Si hacemos traición a nuestras tradiciones, si ignoramos la lección de nuestra larga historia y olvidamos las obligaciones resultantes de nuestra posición europea, habremos perdido la más hermosa y magnífica ocasión que nos ofrece el presente siglo. En un universo en evolución, aceptamos responsabilidades que nos impone nuestra conciencia
.
Papen había acusado al régimen de dictatorial, de restringir la libertad de prensa y cultural y hasta religiosa, considerando la idoneidad de una restauración de la Monarquía. Según recordaría, la salva de aplausos que subrayó mi discurso, ahogando por completo las furiosas protestas de algunos nazis, parecía expresar el alma del pueblo alemán y que experimentaba un inmenso alivio. Por fin había descargado mi conciencia..

De inmediato Goebbels prohibió la publicación del discurso, si bien algunos trozos llegaron a salir en el Frankfurter Zeitung. Poco importó que se tratase de un discurso del Vicecanciller. El intento de su publicación conllevaría el secuestro de la tirada.
Pero Jung no se quedó a la zaga, haciendo que el Germania realizara copias para los diplomáticos y corresponsales extranjeros. También se enviaron copias a muchas personalidades de toda Alemania, pero casi todas fueron interceptadas por la GESTAPO.

Hitler se dirigió a toda velocidad a Gera para hacer una réplica. Allí se organizó un desfile de unos 20.000 hombres de varias organizaciones nacionalsocialistas que desfilaron durante cuatro horas. Arropado por semejante demostración de fuerza, pronunció un discurso particularmente agresivo. Todos esos enanos, dijo, que se imaginan que tienen algo que objetar a nuestro ideal será barridos por la fuerza y el poder de este gran ideal común. Porque todos esos enanos, sean cuales fueren las críticas que creen poder hacer, olvidan una cosa: ¿dónde encontrarán algo mejor para reemplazar a lo que ya existe?. Tras dejar bien claro que nada se podía hacer en Alemania sin él, concluiría: ¡Qué ridículo es ese pequeño gusano! ¿Qué ocurriría si esos pequeños protestatarios alcanzaran sus objetivos? ¡Alemania se desintegraría! El puño de la nación aplastará a quien se atreva a efectuar la menor tentativa de sabotaje.

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Mié Ago 06, 2008 6:47 pm

Al día siguiente, 18 de junio, Göring entregaba a Hitler un informe de Daluege que recogía todas las sospechas sobre las SA. Las pruebas resultaban endebles, pero el registro de las conversaciones telefónicas y cartas entre los jefes SA, donde se burlaban de Hitler y otros miembros del Gobierno, no debieron agradarle. Peor, Ernst y Heines se dedicaban a recordar su papel en el incendio del Reichstag como si dicho papel les otorgara mayores derechos de los ya adquiridos.

La posterior entrega de Ribbentrop de su informe tras conversar en París co el Presidente del Consejo francés, no podía más que avivar el fuego encendido. Ribbentrop señalaba que había confirmado su impresión de que los medios gubernamentales franceses estaban firmemente convencidos de las dificultades económicas y de política interior de Alemania, y que, por el momento, deseaban esperar a que la situación evolucionase. La actitud negativa y rígida del Gobierno francés hacia nosotros está fundamentada en la opinión de son inminentes en Alemania dificultades internas.

La presión y desesperación de los interesados en eliminar a Röhm y sus SA se mostraría más patética un día más tarde, durante el traslado del cuerpo inerte de Karin, la mujer de Göring. La ceremonia fue concebida para agradar a Hitler, con innumerables referencias a los ritos paganos germánicos, y, precisamente, Röhm sería el único no invitado.
Cuando iban a bajar el féretro en la cripta, Himmler apareció excitado y habló con Göring y Hitler. Tras reanudar la ceremonia, explicó que durante el trayecto alguien había disparado contra su vehículo. Por supuesto, exigía represalias, de manera que se ejecutasen a 40 comunistas, pues estaba seguro de que habían sido los comunistas infiltrados en las SA los que habían atentado contra su vida. Karl Bodenschatz, ayudante de campo de Göring, examinó el parabrisas roto y dictaminó que una bala no podía haber causado tan pocos daños, siendo lo más probable una piedra de la carretera. Pero Bodenschatz no comentó su impresión a sabiendas de que aquello no era más que otro truco para convencer a Hitler.

Si alguien pensaba que Papen había perdido su miedo tras pronunciar su discurso de Marburg, estaba muy equivocado. El 20 de junio, tres días después de haber despertado el clamor de su público, Papen solicitaba una audiencia con Hitler, quien se tomó la molestia de hacerle esperar dos horas. El Vicecanciller protestó por la censura impuesta por Goebbels y, según recordaría, expliqué a Hitler que consideré mi deber tomar una posición concreta, puesto que la situación se había hecho crítica. Habia llegado el momento de tomar posición, le dije. Hitler supo ver el verdadero significado de las palabras de Papen -debió darse cuenta de que yo seguía ateniéndome a nuestro acuerdo y por ello le suplicaba que reflexionara sobre los problemas que le planteaba-, quien le invitaba a normalizar el régimen, y lo hacía desde una postura de inferioridad, casi disculpándose por haberse atrevido a pronunciar aquel discurso, dándole a entender que debía ser él, el único capaz de mediar y resolver las pugnas entre las diferentes facciones, quien debía hacer algo. Por ello, cuando Papen amenazó con la dimisión, dada su indiganción por la censura practicada, y que sería conjunta con la del Ministro de Asuntos Exteriores, Konstantin von Neurath, y la del Ministro de Finanzas, Lutz Schwerin von Krosigk; la cual debía comunicar a Hindenburg, Hitler no perdió ocasión para decirle que le acompañaría para tratar de arreglar el error que había cometido Goebbels.
Papen siempre había tratado de impedir que Hitler se viese a solas con Hindenburg, y sus colaboradores le habían advertido de que, si Hitler le acompañaba, se perdería el sentido del discurso. Pero Papen aceptó dada la insistencia del Canciller y tras obtener la promesa de permitir la publicación del discurso y de escuchar su diatriba contra la isubordinación general de las SA. Complicaban cada vez más su tarea e iba a verse obligado a volverles al camino de la razón, costara lo que costara.

Sin embargo, pese a la promesa de Hitler, al día siguiente, Goebbels daba un duro discurso en el estadio de Neuköln. Allí dijo que se ha formado un pequeño círculo de críticos en la penumbra del Café del Comercio para sabotear nuestro trabajo. ¡Son unos ridículos pilluelos! Esos circulillos que discuten gravemente de política, apoltronados en cómodos sillones, no tienen el monopolio de la inteligencia. Representan a la Reaktion. La historia no recordará sus nombres, sino los nuestros. Goebbels daba fin a su discurso con un violento ¡Nada de Kroprinz! ¡Nada de consejeros! ¡Nada de banqueros! ¡Nada de caciques parlamentarios!.
Al igual que Göring, Papen dudaba sobre si Goebbels se había pasado al bando de Röhm, y si actuaba o no de acuerdo con Hitler. Debía presionarle más para asegurarse de que no habría segunda revolución. Pero, ese mismo día, Hitler le daba otra lección a Papen sobre cómo no dejarse atar y acudió él sólo a ver a Hindenburg con el pretexto de informar al Presidente del resultado de su viaje a Italia. Sin embargo, la jugada no le salió del todo bien, pues Blomberg se hallaba de inspección en Prusia Oriental y, al enterarse de que Hitler estaba en Neudeck, decidió ir allí también con la excusa de presentar sus respetos al Mariscal.

Blomberg y Hitler pasaron juntos todo el día y el primero le recordaría al segundo el Pacto del Deutschland, dados los problemas y la cercanía de la muerte de Hindenburg. El Ejército deseaba que pusiera orden en las SA y tener asegurada una base de reclutamiento estable que una milicia popular podía hacer peligrar. Por otro lado, la tensión entre las diferentes facciones no sólo presionaba al Ejército, si no que facilitaba una hipotética invasión polaca o francesa. Blomberg aseguró a Hitler que si respetaba el pacto, el Ejército le prestaría juramento de fidelidad.
Una vez frente a Hindenburg, Hitler comenzó a hablarle de su viaje a Italia. Pero el Presidente le interrumpió con dos preguntas candentes y una advertencia: ¿Röhm? ¿La segunda revolución? El país necesita orden. El Ejército precisa calma para preparar la defensa del Reich. Con esto terminó la reunión y Hitler se tuvo que marchar con la sensación de que aún era vulnerable.

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Mié Ago 06, 2008 6:48 pm

Mientras Hitler se hallaba en Neudeck, Goebbels convocaba a una serie de personajes de la élite alemana, tal y como era habitual en los miembros del partido en tal de acercarse e intercambiar ideas con aquellas personas decisivas en la nación. Entre ellas estaba Papen, pese a todo lo ocurrido, haciendo gala de su flexibilidad política. Goebbels solicitó la atención de todos para que escucharan al Presidente del Reichbank, Hjalmar Schacht, quien deseaba exponer su programa económico para Alemania. Schacht deseaba establecer una moratoria que provocaría una transferencia de los intereses a los acreedores extranjeros, lo cual les incitaría a adquirir productos alemanes. Gracias a este incremento en las exportaciones, Alemania podría comprar materias primas necesarias para el rearme. Schacht, como no podía ser de otra manera, estaba apoyado por la Reichswehr y los industriales del Ruhr. Estos estaban en contra de Schmitt, partidario de desarrollar el consumo interno. Y a Schmitt le apoyaba Röhm.

El 22 de junio el Gauleiter de Colonia, Josef Grohé, sufrió un desagradable revés cuando pronunció un discurso en la Universidad de Bonn. Grohé comenzó su discurso exculpando a la Hitlerjugend de su violencia hacia las organizaciones de estudiantes. Si la Hitlerjugend ha sido alguna vez torpe en sus métodos, dijo lo explica el propio espíritu de la juventud. Los responsables de la Hitlerjugend tienen por tarea encauzar este espíritu revolucionario de la juventud en los límites necesarios. En ese momento los representantes de las organizaciones de estudiantes se levantaron y abandonaron la sala para plasmar su protesta.

Himmler y Heydrich se reunieron con su Estado Mayor nada más ser advertidos del incidente. Aquello era otra muestra del descontento con el régimen y cabía tomar las primeras decisiones, más allá de las listas. El General SS Karl von Eberstein recibió la orden de poner en estado de alerta a su tropa. Reichneau se comprometió a advertir a sus superiores del Ejército de una acción inmediata y se trató de advertir a Hitler, pero este estaba en el Berchtesgaden. Daba la sensación de que, de esta manera, deseara apartarse de cuanto se tramaba a su alrededor.

Parecía necesario, pues, caldear más los ánimos. Para ello se aprovechó el descubrimiento del atroz asesinato de un administrador de finca de Schwerin llamado Elsholtz, quien también era tesorero general del partido. El crímen se atribuyó a un tal Meissner y por motivos de rivalidad entre campesinos. Pero Meissner estaba relacionado con los círculos católicos, por lo que Heydrich pudo propagar el rumor de que aquello había sido un crímen político, procediendo a arrestar a once personas, nueve de las cuales pertenecían a la organización católica Deutsch Jugenkraft. Al día siguiente el Westdeutscher Beobachter publicaba un artículo escandaloso según el cual los señores católicos conservadores incitan al asesinato de los buenos alemanes. La consecuente protesta no pudo superar la barrera de la censura impuesta por Goebbels y el funeral de Elshotz se celebró con la fastuosidad que correspondía al nuevo mártir de la causa nacionalsocialista.

El día 23, en plena festividad por el solsticio del verano, se multiplicaron los discursos de los líderes nazis. Ley habló en Oberhausen a los obreros del Ruhr, a quienes aseguró que el nacionalsocialismo cuidará de que todos participen en los sacrificios necesarios, y no tolerará que algunas hienas del campo de batalla extraigan beneficios, y que nadie crea que podrá seguir viviendo como antes. Quien espere poder refugiarse en una isla de gente feliz comete un inmenso error.

Goebbels también estaría en el Ruhr, primero en Duisburg y luego en Essen. Allí usaría una receta similar: Será preciso mantener un nivel bajo de salarios porque hemos tenido que dar trabajo a millones de parados, y nuestro movimiento se ha convertido en nuestra segunda patria, puesto que hemos luchado para engrandecerlo. Velaremos por este movimiento como si fuera la pupila de nuestros ojos.

Mientras tanto, Blomberg hacía llegar a la Cancillería un memorándum del especialista del Ejército en temas económicos, el General Georg Thomas, en el que se exigía un dictador económico que garantizase el rearme: Hjalmar Schacht.

Por la noche, el General Friedich Fromm reunía a los oficiales para advertirles que, según sus informaciones, Röhm tenía proyectado un golpe de estado, por lo que debían estar preparados. La alarma saltó tras un incidente entre una asociación de ex combatientes y las SA en Quentzin. Un ex combatiente llamado Kummerow se negó a obedecer la orden de formar en un desfile ante el cual el Teniente SA Moltzhan iba a dar un discurso. En la pelea, Kummerow atacó a Moltzhan con un puñal. A lo largo del día, las SA habían aprovechado el incidente para victimizarse y lanzar críticas contra los moderados que rodeaban al Führer. Al día siguiente, lejos de calmarse los ánimos, Fritsch convocó una nueva reunión, añadiendo que el golpe de estado se daría en breve, antes de que las SA iniciasen su permiso de vacaciones el día 1 de julio. Los oficiales recibieron la orden de concentrar a la tropa con la mayor discrección posible y de mantener el estado de alerta.

En Berlín, en la sede de la GESTAPO, Himmler tenía una reunión similar con sus jefes SS. Cada formación recibió un sobre lacrado con una lista de implicados en el golpe y la indicación de hacer caso omiso al pasado o rango que esas personas ostentaran.

Ajeno a todo esto, Schleicher decidió regresar a Berlín, pese a las advertencias que le hacían sus amigos de que corría grave peligro. La radio y la prensa informaban de que Hitler se hallaba descansando en Berchtesgaden y, pese a que se notaba una mayor vigilancia policial, todo parecía en calma. Schleicher no sería el único que pensó que no podía suceder nada en ausencia del Führer.

El obispo Bares celebraba una misa ante 50.000 personas concentradss en un parque. Durante la misa, Klausener pronunció un discurso moderado, elogiando incluso algunos aspectos del régimen, pero que no dejaba de exigir el derecho de los católicos a celebrar con dignidad su culto religioso.

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Mié Ago 06, 2008 6:49 pm

En el Ruhr proseguían los discursos y ahora, junto a Ley y Goebbels, aparecía también Hess. Los tres estuvieron en la feria de Essen y realizaron llamamientos a la disciplina. La intervención de Goebbels fue, con diferencia, la más vitoreada por las SA, al atacar a los enemigos del régimen: Se manifiestan bajo múltiples máscaras. Aparecen como oficiales de reserva, como intelectuales o como periodistas e incluso como sacerdotes. Siempre es, en definitiva, idéntica camarilla. No han aprendido nada. Harían hoy lo que hicieron ayer. Tal y como recordaría un SA, Karl Kuhder, encontrarían en ese discurso a su Reich, y pese a que Goebbels había incluído nuestra revolución se ha desarrollado bajo el signo de la disciplina y la lealtad, estallaron de alegría cuando dijo que estaba convencido de que tenemos el poder de hacer cuanto juzguemos útil. Nuestro poder es ilimitado. Esa última frase sería coreada por los SA.

Tras su exitoso discurso, que volvía a aparentar que estaba del lado equivocado, Goebbels se dirigió a Hamburgo para asistir al famoso derby hípico de la ciudad. Probablemente no sabía que Papen se encaminaba al mismo lugar. Nada más entrar en las tribunas, Papen fue aclamado con gritos de Heil, Marburg! que molestaron a los jefes SA presentes, los cuales abandonaron las tribunas como señal de protesta. Tras la primera carrera, apareció Goebbels y fue informado de lo sucedido. Optó por negarse a sentarse en la tribuna al lado de Papen y se quedó donde estaban los trabajadores. Papen hizo buen uso de su olfato político y se decidió a bajar también para comprobar a quién aplaudían más. Y los obreros ofrecieron a Papen un recibimiento mucho más caluroso que a Goebbels, quien decidió no asistir al banquete oficial.

De regreso a Berlín, informó de lo sucedido. Hitler pudo comprobar que, pese a que las fiestas del solsticio de verano, inundadas de simbología pagana, habían sido bien recibidas, personajes como Papen o Klausener no perdían su apoyo popular.

Mientras, Röhm tranquilizaba a sus jefes SA en Bad Wiesse, en la pensión Hanselbauer, junto al lago. Les tranquilizaba reiterándoles su confianza en Hitler. Estaba seguro, les decía, que en llegar allí y escucharles, les entendería y cedería. No obstante, para el consumo interno, no dejaba de pronunciar amenazas veladas, situándolas siempre en el terreno de los imposibles.

El día 25 de junio, Papen acudió a la boda de su sobrina en Westfalia. Poco pudo disfrutar de la ceremonia, pues constantemente le arribaban mensajes que le advertían de las reacciones de los líderes nazis. Göring, en Nüremberg, amenazaba con que se preparaban grandes acontecimientos y que no necesitamos la fría razón, sino el ardor. Hess se había desplazado a propósito a Colonia para radiar un discurso no menos amenazante: Una sóla persona está por encima de toda crítica: el Führer. Todos saben que ha tenido y tendrá siempre la razón. La raíz misma de nuestro nacionalsocialismo está en la ciega fidelidad, en el abandono total al Führer, sin preguntar nunca el por qué de las cosas, ejecutando sin reservas todas sus órdenes. El Führer obedece a su vez a un llamamiento, a una más alta vocación. Tiene como labor forjar los destinos de Alemania. Semejante declaración tenía un propósito: ¡Pobre de aquel que calzado con pesadas botas quiera deslizarse con torpeza en la sutil trama de los planes estratégicos del Führer, imaginando así que alcanzará con mayor rapidez su objetivo. Es un enemigo de la Revolución, y finalizaba con una advertencia más clara si cabe: Sólo son válidas las órdenes del Führer, a quien hemos jurado fidelidad. ¡Desgraciado aquel que sea infiel! ¡Desgraciado el que crea que puede servir a la revolución con una revuelta!.
Papen sabía que estaba a punto de suceder algo importante. Algo que podía alcanzarle.

El Ejército seguía en estado de alerta y se cursó una orden a los oficiales para que tuvieran un arma siempre a mano. Muchos oficiales rechazaron esta orden, seguros como estaban de que todo aquello no era más que una trampa de las SS para lanzarles contra las SA.
En Silesia, el General Ewald von Kleist, se puso en contacto con el General SA Edmund Heines para aclarar el asunto. Cuando Kleist le advirtió de que tenía información acerca de la intención de las SA de asaltar los cuarteles, Heines replicó que, según sus informaciones, era el Ejército quien planeaba atacarles a ellos. ¿Por qué si no, estaría el Ejército en estado de alerta? Por la noche, Heines llamó por teléfono a Kleist para terminar de tranquilizarle. Los SA se tomaban un permiso de vacaciones y él mismo había sido requerido en Bad Wiesse a una reunión de mandos. Resultaba imposible pensar en una acción de las SA si sus mandos eran congregados y debían abandonar a su tropa.

Kleist decidió ir a Berlín para contar lo sucedido a Fritsch, pues estaba seguro de que el Ejército estaba siendo víctima de un engaño de las SS. Fritsch hizo llamar a Reichneau para que Kleist repitiera ante él su informe. Reichneau escuchó y les contestó: De todas formas ahora ya es tarde para tomar contramedidas. Algo importante se prepara. Cuando Heines ha dado su palabra de honor es que en realidad lo ignora. Tal vez no sepa nada. Poco podemos hacer y de ningún modo podemos fiarnos de Röhm. Contamos con tan sólo 100.000 hombres, y las SA disponen de cuatro millones.

Al día siguiente, el General SS Sepp Dietrich entregaba a Blomberg un documento supuestamente obtenido de un oficial de las SA indignado con el plan de estas. Según este plan, las SA planeaban ejecutar a todos los oficiales superiores del Ejército, y los primeros de la lista eran Beck y, precisamente, Fritsch. Pero la verdadera lista estaba ya en manos de Reichneau y había sido aprobada por Blomberg.

Ese mismo día, 26 de junio, el Capitán de corbeta Conrad Patzig, que dirigía la Abwerh, encontró sobre su mesa una copia de una orden de Röhm a sus Generales para que se armaran, pues ya había sonado la hora. Nadie supo cómo había llegado hasta allí. Patzig informó a sus superiores y Reichneau fue a verle para examinar el documento. La copa ya rebosa, dijo, voy a ver al Führer.
Al poco Reichneau recibiría otro informe de la Abwehr según el cual las SA realizaban prácticas de tiro con ametralladoras. Estas prácticas se estaban realizando frente al domicilio de un diplomático francés que había oído los disparos y, probablemente, había informado a París.

En Hamburgo, ante los industriales navieros, Göring pronunciaba un discurso donde la moderación y la recomendación de unirse en torno a Hitler eran las notas predominantes: A cuantos quieren orden en el país, a los que añoran en ocasiones la grandeza y la disciplina de la época imperial, les afirmamos que Adolf Hitler es el único hombre capaz de devolver su fuerza a Alemania, el único capaz de hacer respetar a los antiguos soldados de los Hohenzollern. Quienes vivimos los días presentes tenemos que alegrarnos de tener a nuestro lado a Adolf Hitler. El discurso estaba diseñado para agradar a los sectores conservadores a los que Göring se sentía vinculado y gustaba contentar. En el partido se comentaba que Göring se preocupaba más de su futuro personal que el del movimiento, y su ambición molestaba a Reichneau, quien temía que llegara a ser Ministro del Ejército o, incluso, Canciller. Probablemente, la relación de Reichneau con las SS de Himmler no fuera más que una manera de limitar dichas ambiciones. De hecho, Hitler había prometido a Göring que, cuando muriese Hindenburg, él le sucedería en la Presidencia y Göring sería Canciller.

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Mié Ago 06, 2008 6:50 pm

Papen, que aún se encontraba en Westfalia, fue advertido por Tschirschky de que Jung había sido detenido. Su ama de llaves encontró la casa totalmente revuelta. En una de las paredes del cuarto de baño, encontró la siguiente palabra escrita con lápiz: GESTAPO. A Papen ya no le quedaban dudas de que Himmler había desencadenado la esperada ofensiva y decidió regresar a Berlín, tanto como para saber de Jung como para sentirse más seguro en el ambiente oficial.

Una vez en la capital, trató de hablar con Hitler, pero le comunicaron que acababa de regresar de Münich y descansaba. Göring estaba en Colonia para pronunciar un discurso y finalmente pudo entrevistarse con Himmler. Este le explicó que Jung había sido detenido bajo la acusación de haber tenido contactos ilegales con potencias extranjeras, sin poder darle más datos de la investigación en curso. Pese a que Himmler le prometió su rápida liberación, Papen se percataba que no era el momento más oportuno para ejercer presiones, así que optó por retirarse a su domicilio y esperar.

Tras dejar a Papen, Himmler se reunió con los jefes del SD para revisar los planes de cada uno, mientras Sepp Dietrich solicitaba armas al Ejército para su Leibstandarte SS Adolf Hitler. Dietrich diría que las armas eran necesarias para cumplir una misión muy importante que le había sido confiada por el Führer. Este, tras su descanso, ofrecía un té de honor a diversos personajes del régimen y diplomáticos extranjeros. Según un rumor que se propagaría de inmediato por Berlín, Hitler le habría dicho a uno de los jerarcas nazis que cada grupo cree capaz al otro de atacar primero. Este rumor inquietaría a Himmler, que no podía dilucidar cuál sería su decisión final.

Göring, en Colonia, pronunciaba su discurso: nadie tiene derecho, en el extranjero o en Alemania, a pensar que aquí ocurre algo a causa de un régimen de sangriento terror. (...) Quien lo desee, puede permanecer tendido en su sofá. Y, a ese, verdaderamente, no se le hará nada.

El día 28 fue el 15º aniversario de la firma del Tratado de Versalles. En todos los cuarteles del Ejército se izaron las banderas a media asta y se leyó el siguiente texto: Hace quince años el glorioso Ejército alemán, vuestros camaradas, fueron traicionados, apuñalados por la espalda, y jamás volverá a suceder una cosa así. Un día antes se había reunido Hitler con Blomberg para reiterar la buena sintonía entre ambos. Y el resultado no había sido sólo aquel texto, pues también se expulsaba a Röhm del Offizierskorps y de todas las asociaciones de ex combatientes.

En Essen se celebraba la boda del Gauleiter Josef Terboven e Ilsa Stahl, antigua secretaria y amante de Goebbels. A la boda acudieron numerosos personajes del régimen, como el propio Hitler, Göring, o Ernst, quien estaba a punto de partir para su propia luna de miel. Junto al General SA el príncipe August Wilhelm, de quien era amigo, escuchaba el discurso del alcalde al lado de los oficiales SS con total normalidad. En el banquete, el Teniente General SS Zech diría: Me complace celebrar aquí la vieja camaradería, la buena y antigua camaradería, entre las SS y las SA, y la camaradería de combate que une a los SS y a los SA con los trabajadores manuales e intelectuales. Pese a las palabras vertidas en aquella boda, la presencia de Ernst y su trágico final le supondría el sobrenombre de la boda sangrienta de Essen.

Mientras, el General Beck recordaba a sus oficiales la exigencia de disponer siempre de un arma a mano. La tropa que regresaba de permiso quedaba acuartelada y no se concedían más permisos. Cada Estado Mayor de cada región militar recibió las siguientes instrucciones:
1º Advertir a un oficial de cada cuartel sobre la amenaza del golpe de estado de las SA.
2º Comprobar las consignas de alarma.
3º Comprobar el dispositivo de guardia de los cuarteles.
4º Comprobar la vigilancia de los depósitos de armas.
5º No llamar la atención con todas estas medidas
.
Más de un oficial se extrañó ante la última medida, pues daba a pensar que se pretendía pillar a las SA con las manos en la masa.

Por la tarde Hitler visitó la fábrica Krupp. Allí su director, Gustav Krupp, le mostró una placa conmemorativa: En memoria de los camaradas de la empresa caídos el 31 de marzo de 1923, en este mismo lugar, bajo las balas francesas. Después mantuvieron una reunión en la que Krupp se quejó de que los trabajadores tenían que abandonar con frecuencia sus puestos de trabajo para efectuar marchas y ejercicios militares, ralentizándose la producción. Hitler le dio la razón y alegó que aquello cesaría muy pronto. Las SA no debían entorpecer la marcha de la economía.

De regreso al hotel Kaiserhof, Hitler examinó los últimos informes de Himmler, donde se precisaba qué armas tenía cada unidad de las SA. Entonces Hitler se reunió con Göring y Lutze. Himmler llamó por teléfono durante la reunión para advertir de que estaba seguro de que las SA atacarían a la Reichswehr. El SD de Renania informó de que las SA habían molestado a un diplomático extranjero en el Ruhr, pero no podían precisar nada. Los informes seguían siendo endebles, pero Hitler acabó por explotar y exclamó que las SA eran un peligro para la seguridad de Alemania. Hasta el momento había soportado toda la presión, mostrando incluso indiferencia, pero, tras la reunión con Krupp, su humor había cambiado. Inmediatamente se puso en contacto con Röhm y le confirmó que se reuniría con él en Bad Wiesse el 30 de junio, es decir, al cabo de dos días. Todos los Generales y Tenientes Generales debían estar presentes. Röhm le contestó que ya había encargado un gran banquete en el que habría minuta vegetariana en su honor.

Por la noche, los oficiales del Ejército recibieron la orden de no abandonar los cuarteles, dada la existencia de amenazas contra ellos por parte de las SA. Otra orden exigía la distribución de munición de guerra. En Berlín, dos oficiales del Estado Mayor verificaban junto al redactor jefe del Völkischer Beobachter la exactitud del texto que debía publicarse por la mañana: La Reichswehr se siente estrechamente unida al Reich de Adolf Hitler. Han quedado atrás los tiempos en que elementos interesados de ambos campos ponían como oráculo el enigma de la Reichswehr. El papel del Ejército está claramente determinado: tiene que estar al servicio del Estado nacionalsocialista, al que reconoce. Su corazón late al unísono con el de dicho Estado. Luce con orgullo en su casco y uniforme la insignia del reconocimiento alemán. Forma, disciplinado y fiel, tras los dirigentes del Estado, tras el Mariscal de la Gran Guerra, Presidente von Hindenburg, su jefe supremo, así como tras el Führer del Reich, Adolf Hitler, surgido de las filas del Ejército, que es y seguirá siendo siempre uno de los nuestros. El comunicado iba firmado por General von Blomberg. Ministro de Defensa.

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Mié Ago 06, 2008 6:52 pm

Cuando Hitler se levantó la mañana del 29 de junio, pudo comprobar de inmediato que el período de intrigas había terminado y que las diferentes fuerzas se habían, por fin, alineado. Se había mantenido distante durante todo ese tiempo para poder determinar cuál debía ser su mejor jugada. Pero ya no podía esperar mas tiempo sin correr el riesgo de quedarse al margen o en una posición debilitada.
Göring había reforzado su dispositivo policial y había ordenado al General SS Udo von Woyrsch que arrestase a todos los jefes SA de Breslau, ocupando la prefectura y poniéndose a disposición del jefe de policía.
Papen, en la Ópera Kroll, ante los representantes de las cámaras de comercio, había pronunciado un discurso en el cual plasmaba su servidumbre, traicionando la labor de sus colaboradores: Nadie duda en Alemania que el Canciller y Führer Adolf Hitler llevará hasta un objetivo victorioso la obra de renovación material y moral de la nación.
Y pudo leer en el Völkischer Beobachter el comunicado de Blomberg, mediante el cual le daba a enteder que el Ejército le dejaba las manos libres. La acción iba a desarrollarse por fin y él debía adoptar su postura de líder o perder el liderazgo.

Antes de partir de Essen, recibió la visita del General SA Fritz von Krauser, quien reemplazaba a Röhm mientras este se hallaba descansando en Bad Wiesse. Hitler le reconoció que se habían cometido injusticias con las SA, situación que estaba dispuesto a enmendar. Krauser se marchó tranquilizado, sin saber que su nombre aparecía en la agenda de Göring desde hacía tiempo: Krauser del equipo de Röhm. Máxima precaución. Conspira especialmente contra mí.

Desde Essen, Hitler inició una visita de inspección por el Rhin inferior y Westfalia. Primero estuvo en Schloss Buddenberg y luego fue a Ofen, pero allí interrumpiría la inspección con la sorprendente decisión de ir a dar una conferencia en Godesberg. Wilhelm Brückner, su ayudante y guardaespaldas, escogió el hotel Dressen. Allí Hitler pasó revista a varios SA y SS que se presentaron al enterarse de que su Führer estaba en aquel hotel donde a Stresemann le gustaba descansar cuando era Canciller. Tras las formalidades, Hitler por fin quedó sólo, con la única compañía de Brückner y los SS que garantizaban su seguridad. Durante la cena preguntó por Lutze, al cual había pedido que fuera hasta allí. Brückner le tranquilizó contestándole que no tardaría en llegar, pues estaba en Hannover, a unos 300 kms.

Pero el primero en llegar, a las 21h 30, no fue Lutze, si no Goebbels, quien le informó de la situación en Berlín. Goebbels, en cuanto había regresado a Berlín, habría leído el comunicado de Blomberg, o escuchado el discurso de Papen, y habría intuído que Hitler había tomado una decisión. No quiso arriesgarse a perder tiempo y no fue a ver a Göring, si no que se dirigó a toda prisa a Essen, el último paradero conocido de Hitler, y allí averiguó que había cambiado de planes y se hallaba en Godesberg. Goebbels tenía un pasado izquierdista, se había reunido en secreto con Röhm y no tenía ninguna fuerza más allá de su palabrarería. Y esa noche Goebbels habló más que nunca, buscando refugio al lado de Hitler y hablándole sin cesar, recordando todas las afrentas de las SA para con el pueblo alemán y el partido.

Mientras Goebbels hacía gala de su lealtad, un motorista trajo un telegrama de Göring que informaba que Ernst había puesto a sus SA de Berlín en estado de alerta. Goebbels lo confirmó de inmediato, pese a que llevaba allí un buen rato y no había mencionada de eso hasta ese momento. No mucho después, llegó otro motorista con otro telegrama de Göring, el cual informaba de que las SA de Münich también estaban en estado de alerta. Hitler redactó una respuesta para Göring, pero no la comentó con Goebbels. Lo cierto es que Hitler y Göring disponían de un canal de comunicación dispuesto de antemano via aérea, entre el aeródromo de Essen o el de Hangelar, y el Tempelhof en Berlín. Y Göring no era el único en gozar de la absoluta confianza de Hitler en aquellos difíciles momentos, pues el Canciller también recibiría telegramas de Himmler.

A las 22h 30 llegó Sepp Dietrich. Si a Goebbels le quedaba alguna duda, aquella aparición debió resolvérsela. Nada más llegar recibió una orden de Hitler: Tome el avión para Münich. En cuanto esté allí, llámeme por teléfono.

Poco después llegó Lutze, a quien Hitler saludó efusivamente. Lutze le explicó que debería acudir a la llamada de Röhm a Bad Wiesse, quizás para no levantar sospechas. Hitler rechazó el plan y le preguntó si podía contar con él en caso de graves acontecimientos, a lo que Lutze contestó con la fórmula habitual del juramento de fidelidad. Pese a ello, Hitler le interrogó acerca de la convocatoria en Bad Wiesse para comprobar que no se trataba de algo más que una simple reunión de jefes SA, y para asegurarse de que Lutze no estuviese implicado en ese hipotético algo más. Lutze representaba a los sectores moderados de las SA, aquellos que no veían con buenos ojos el escandaloso comportamiento de su Estado Mayor, el cual desprestigiaba su labor. La lealtad de estos sectores, a través de Lutze, resultaba vital para que Hitler pudiera disponer de una grieta en la descomunal masa de las SA.

Luego llegó un nuevo telegrama de Göring: el famoso doctor Sauerbruch, médico de Hindenburg, se encontraba en Neudeck. Aquello no podía significar otra cosa que la inmediatez de la muerte del Presidente.

A las 0h del 30 de junio, Sepp Dietrich llamó desde Münich para recibir nuevas órdenes. Hitler le encargó dirigirse a Kaufering, donde ya debían encontrarse las dos compañías del Leibstandarte SS Adolf Hitler. Con estas debía dirigirse a Bad Wiesse. Ciertamente, a esas horas los hombres de Sepp Dietrich dormían en un cuartel donde el Ejército les había alojado, y lo hacían vestidos para poder marchar de inmediato. El Ejército había hecho algo más por ellos, cediéndoles una unidad ferroviaria para su transporte desde Berlín.

Himmler llamó desde la sede de la GESTAPO y habló con Hitler. Según explicó este, el Estado Mayor de las SA en Berlín había ordenado un estado de alarma general para las 16h. Un hora más tarde, las SA debía ocupar los edificios oficiales. Hitler se puso fuera de sí. ¡Es el golpe! ¡Es el golpe!, gritaba. En calmarse un poco, aseguró que Ernst no se había dirigido a Bad Wiesse y que ello significaba que tenía la orden de pasar a la acción. Goebbels recordó la revuleta de Stennes, tres años antes. Y todos debían saber que Ernst había salido de Berlín la tarde anterior para dirigirse a Bremen, desde donde cogería un barco que le llevaría de luna de miel a Tenerife y a Madeira.

Poco antes de las 1h llamó Adolf Wagner, Gauleiter y Ministro del Interior de Baviera, para informar que las SA se habían echado a la calle y gritaban consignas hostiles a Hitler y al Ejército. ¡Todo está coordinado!, gritaba Hitler, ¡Son unos gusanos! ¡Son unos traidores!.

En realidad, la mayor parte de los SA estaba durmiendo, si bien unos pocos sí protestaron contra el Ejército hasta que uno de sus mandos les hizo callar. Otro SA recomendó a sus compañeros: Volved a vuestras casas y esperad la decisión del Führer. Ocurra lo que ocurra: que Adolf Hitler nos licencie o no, que nos autorice o no a llevar ese uniforme, estaremos siempre con él. Pero Hitler proseguía su teatro justificatorio, mientras el resto se le unía bien por interés, bien por miedo a correr la misma suerte que le aguardaba a las SA.

¡Todo el mundo a Múnich inmediatamente, y desde ahí, adelante hasta Bad Wiesse!, tronó la voz del Führer, y se organizó un revuelo enorme, porque todos corrieron hacia los vehículos que aguardaban en la puerta del hotel Dressen.
Hace meses tuve las primeras dudas sobre la lealtad y fidelidad de ese hombre, dijo Hitler asegurándose que tenía testigos que le oyesen.

Mientras, Sepp Dietrich despertaba a su tropa y les hacía formar para que le escuchasen. Tenía que recordarles que debían obedecer las órdenes sin tener en cuenta el rango o pasado de los SA, cuyo Estado Mayor era un nido de traidores y degenerados. Les correspondía a ellos, los SS, limpiar el honor de Alemania y proteger al Führer.

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Mié Ago 06, 2008 6:53 pm

Hitler llegó al aeródromo de Münich a las 4h del 30 de junio. Wagner le informó de que el General SA August Schneidhuber estaba arrestado en el Ministerio del Interior. Hitler ordenó que la BAYPOPO y las SS debían proceder a la detención de los jefes SA que arribasen a la estación de tren para impedir que llegaran a Bad Wiesse.
Cuando vio que le aguardaban dos vehículos blindados y un camión repleto de tropas del Ejército para su protección, Hitler dijo a su oficial que prefería que la Reichswehr se mantuviese al margen. De esta manera, repetía su jugada en el juicio del fracasado golpe de estado, cuando asumió todo el protagonismo para que este le otorgara la propaganda que necesitaba.
Pero ni tan siquiera Hitler estaba tan loco como para no tomar precauciones y solicitó al oficial que Advierta inmediatamente de mis intenciones al General Adam. El General Adam, jefe de la región militar de Münich, tenía en estado de alerta a sus unidades. El 19ú Regimiento de Infantería tenía como objetivo restablecer el orden en la línea entre Bad Tölz y los lagos Schliersee y Tegernsee si las cosas se torcían.
Otro detalle es que Hitler no llegó a Múnich con su avión particular, sino con otro. Röhm había dado instrucciones de que le avisaran en cuanto llegara el avión del Führer D2600, seguramente para adecentar la pensión tras la juerga de la noche y preparar el recibimiento.

Poco antes de las 5h, Hitler llegaba al Ministerio del Interior bávaro. De inmediato se dirigió al despacho de Wagner, donde permanecía detenido Schneidhuber. Antes de que este pudiera saludarle, le gritó ¡Que le encierren! ¡Son unos traidores!. Goebbels y Wagner repasaron la lista de hombres a los que había que detener. Wagner llamó por teléfono al Teniente General SA Edmund Schmidt para ordenarle que se presentara allí, pues el Führer le estaba esperando. Nada más presentarse, Hitler se abalanzó sobre él y le arrancó los galones mientras gritaba ¡Traidor! ¡Que le fusilen!.

Mientras, en la estación de tren de Münich, el Ejército hizo acto de presencia con varios camiones con tropas, pero sólo se permitió descender de los vehículos a los oficiales. La tropa sólo debía actuar si resultaba necesario. Desde el Ministerio del Interior comenzaron a salir vehículos con SS y policías a toda velocidad. Había comenzado la caza del hombre.

En el campo de concentración de Dachau, su comandante, el General de Brigada SS Theodore Eicke, tenía prisa para terminar la revista de los prisioneros. Heydrich le había ordenado a él y a sus Totenkopfverbände que se hicieran cargo de las personas que figuraban en una lista.

Aún no eran las 6h cuando Hitler emprendió la marcha hacia Bad Wiesse. En el Ministerio del Interior para hacerse cargo allí de la situación. La Casa Parda estaba rodeada por SS y policías con orden de dejar entrar a quien quisiera, pero no dejar salir a nadie. Himmler llamó por teléfono y Wagner le avisó de que Hitler se dirigía a Bad Wiesse y que había reclamado la presencia de Hess.

A esas horas, en Berlín, Tschirschky oyó que sonaba el teléfono en su domicilio. Nada más descolgar oyó cómo colgaban al otro lado de la línea. Tschirschky pensó que estaban comprobando si estaba allí y sintió miedo por su vida.

Robert Koch, el director de la cárcel de Stadelheim, un funcionario moderado y meticuloso con el reglamento, recibió la llamada de Wagner para advertirle de que iba a recibir a numerosos jefes SA acusados de conspiración. Koch comenzó a comprobar de cuántas celdas libres disponía.

A Hitler, en su trayecto a Bad Wiesse, le acompañaba un oficial de enlace con el General Adam, el cual aguantaba conforme podía la perorata de Goebbels acerca del comportamiento de las SA. De pronto, Hitler se encaró a él y le espetó: Se que colaboró usted durante mucho tiempo con el General Schleicher. Lamento tener que decirle que el Gobierno se ha visto obligado a abrir una investigación sobre él, ya que se tienen sospechas de que está en contacto con Röhm y una potencia extranjera. De esta manera, Hitler paralizaba por el miedo al único miembro de la Reichwehr que iba a estar presente en Bad Wiesse. Un miedo que le aseguraría ganarse el respeto del Ejército, a sabiendas de lo que podía sucederle a uno de sus Generales.

En la última curva antes de llegar a la pensión Hanselbauer, donde se encontraban Röhm y sus hombres, se encontraron con Sepp Dietrich y su Leibstandarte. No perdieron el tiempo con saludos y, nada más alcanzar la pensión, la rodearon.
Hitler, Brückner y varios SS se precipitaron hacia la puerta, que fue derribada de una patada. La confusión fue generalizada, pues la mayoría de los SA estaban durmiendo tras la fiesta de la noche anterior. Los SS abrían las puertas de sus habitaciones y los sacaban de sus camas sin que les diera tiempo a reaccionar. Hitler entró en la habitación de Heines y le gritó: ¡Heines, si no te vistes en cinco minutos te pego un tiro en el acto!. Heines, que se encontraba en la cama con su amante, un muchacho de 18 años, trató de resistirse, pero Brückner lo redució. En el suelo, aturdido por el sueño y los golpes recibidos, solicitó la ayuda de Lutze: No he hecho nada. Lo sabes. ¡Ayúdame!. Pero Lutze se limitaba a contestar ¡No puedo hacer nada!.
Después, Hitler, rodeado siempre de SS, llamó a la puerta de Röhm. Nada más abrirla, se abalanzó sobre él gritándole que era un traidor y que le detuvieran.

Todos los detenidos fueron llevados al sótano. Hitler, Goebbels, Lutze y otros salieron al jardin. Goebbels comenzó a reir, relajando tanta ansiedad acumulada. Se había salvado, escogiendo al caballo ganador. Los SS que les rodeaban también gastaron algunas bromas acerca de las detenciones. Todo parecía haber salido a pedir de boca y tocaba celebrarlo. Pero Hitler guardaba silencio. Él sabía que la partida aún no había terminado.
De pronto, como si hubiesen escuchado sus pensamientos, se oyó el motor de un camión y apareció la Stabswache, la guardia personal de Röhm. Aquellos SA, el equivalente a los SS de Sepp Dietrich, saltaron del camión fuertemente armados y miraron con recelo a los SS. Durante unos instantes nadie supo qué hacer. Los Stabswache no sabían que tanto su jefe, Uhl, como su protegido, Röhm, habían sido detenidos junto al resto de jefes SA, pero les extrañaba ver allí a Hitler con tantos SS y a ningún SA, y máxime con el clima de tensión que se estaba viviendo aquellos días. Hitler entendió que sólo él podía hacer algo y se acercó a ellos para ordenarles: Soy el jefe responsable, soy vuestro Führer. Tenéis que volver a Münich y esperar allí mis órdenes. Los hombres de la guardia de Röhm dudaron, pero finalmente se alejaron. Goebbels había dejado de reir.

Había quedado claro que no había que perder tiempo. Los SS introdujeron a los detenidos en sus vehículos y se reemprendió la marcha hacia Münich. Hitler ordenó variar la ruta de regreso, para entrar por el sur a la ciudad. Hizo bien, pues los hombres de Röhm se habían apostado para controlar la carretera.

Sobre las 7h, Tschirschky, asustado por la misteriosa llamada telefónica, se dirigió a la Vicecancillería. Todo le pareció normal, a excepción de que los edificios oficiales estaban custodiados por la policía y que circulaba algún que otro camión del Ejército con SS en su interior. Una vez llegado a su despacho, donde se sentía más seguro, recibió una llamada de Göring, quien reclamaba a Papen con urgencia. A Tschirschky ya no le quedaban dudas de que algo grave estaba sucediendo y llamó a Papen sin esperar a que este llegara a las 9h, como era su costumbre.

Antes de llegar a Münich, Hitler aún pudo arrestar a unos cuantos SA que se dirigían a Bad Wiesse. Eran detenidos e interrogados en el camino, quedando arrestados o con orden de regresar a la capital bávara. El General SA Max Heydebreck, uno de los más críticos con la Reaktion, fue arrestado de esta manera. De nada le sirvió su pasado como Freikorp combatiente en Silesia, por lo que el propio Hitler le había concedido el honor de cambiar el nombre de un pueblo fronterizo por el suyo.

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Mié Ago 06, 2008 6:55 pm

Pasadas las 8h, la caravana de Hitler llegaba a Münich y se dividía. Los vehículos con detenidos se dirigieron a la cárcel de Stadelheim. Hiterl y el resto a la Hauptbanhof, la estación de tren. Allí estaban aún los soldados de la Reichswehr sin bajarse del camión. Los SS que hacían guardia informaron que Hess había llegado desde Berlín y que esperaba en el despacho de la dirección. Entonces se escuchó por megafonía que los jefes SA debían presentarse en el despacho nú 1 de la estación para recibir órdenes. Los SS saltaron a los vagones para registrarlos, solicitándoles que les siguiesen. Estos aceptaban pensando que les iban a llevar a Bad Wiesse.

En Stadelheim, Koch comenzó a entender lo que Wagner entendía por numerosos jefes SA, y su sorpresa no dejaría de aumentar a lo largo de la mañana. Toda la plana mayor de las SA iría llegando a su cárcel y Koch les fue acomodando en las celdas disponibles. Pero cuando comenzaron a llegar los oficiales de menor graduación, procedentes de la estación, se quedó pronto sin celdas y hubo que vigilarlos en el patio. Uhl, delante de él, lamentaría no haber matado a Hitler cuando aún disponía del revólver. Otros seguían pensando en que aquello era un golpe de estado de la Reichswehr y que Hitler no tardaría en abrir los ojos.

Hitler tenía, sin duda, los ojos bien abiertos, pero no para salvar a las SA, sino para decapitarlas. Poco antes de las 10h abandonó la estación para dirigirse a la Casa Parda. Una vez allí, indicó a Goebbels que llamase a Göring y le dijese una única palabra: colibrí.

En esos momentos, dos hombres llamaron a la puerta de Ritter von Kahr, el ex comisario especial para Baviera que había hecho fracasar el golpe de estado de Hitler diez años antes. Poco importó que fuese ya un anciano olvidado. Cuando Kahr abrió la puerta, unos hombres le arrastraron a un vehículo y se lo llevaron.

En Berlín, Papen y Tschirschky llegaron al palacio de Göring y descubrieron que estaba fuertemente custodiado por SS armados hasta los dientes. En su despacho, la actividad era febril. Göring y Himmler se hallaban inmersos en una nube de telegramas, llamadas telefónicas e informes que les llevaban sus emisarios. Según recordaría Papen, me informó de que Hitler había tenido que salir en avión hacia Münich a fin de de sofocar una rebelión fomentada por Röhm, y que él, por su parte, había recibido plenos poderes para reprimir la insurrección en la capital. Protesté inmediatamente, puesto que Hitler sólo podía delegar sus poderes en mí. Pero Göring no le hizo caso, negándose a cederle el puesto e, incluso, de informar a Hindenburg para que proclamara el estado de emergencia y encargara a la Reichswehr restablecer el orden. Me vi obligado a inclinarme. Al disponer de la policía y de las fuerzas del Aire, Göring tenía, en realidad, una posición mucho más sólida que la mía. Papen insistió en informar a Hindenburg, pero Göring le replicó que él, gracias a las SS, era dueño de la situación y que sería inútil molestar a Hindenburg.

Mientras Papen discutía con Göring, Tschirschky logró oir a Himmler hablar por teléfono: Ahora hay que entrar en acción y limpiar todo eso. Pensando en que podía referirse a la Vicecancillería, trató de alertar a Papen, pero este seguía inmerso en su discusión con Goring, quien le levantaba la voz al decirle que haría usted mucho mejor en pensar en su propia seguridad personal. Vuelva a casa, permanezca en ella, y no salga sin haberme advertido. Papen, no menos irritado, le contestaba: Cuidaré por mi mismo de mi seguridad, y no tengo intención de aceptar una detención apenas disfrazada. Pero Göring ya no le prestaba atención, pendiente como estaba de un mensaje que Himmler le entregaba tras haber colgado el teléfono.
Entonces Tschirschky aprovechó para alertar a Papen de sus temores y ambos salieron del despacho. En el pasillo estaba el Teniente General SA Kasche, y se le veía muerto de miedo. Llegados a la verja, los SS les impidieron salir. Tschirschky no se dejó intimidar y les preguntó: ¿Qué ocurre? ¿No tiene derecho el señor von Papen a salir de aquí?. Los SS ni se inmutaron y Tschirschky insistió: ¿Tiene usted miedo de que nos maten?, pero los SS se escudaron en que cumplían órdenes. Entonces regresó al edificio para informar a Karl Bodenschatz, el ayudante de campo de Göring, de que no les permitían salir. Bodenschatz increpó a los SS, ordenándoles que abrieran la verja. ¡Veremos quién manda aquí, si el Primer Ministro o las SS!, gritó. Pero, aún con esto, los SS requirieron nuevas órdenes para que, por fin, Papen y Tschirschky pudieran salir.

Otro que también sospechó que algo grave estaba ocurriendo fue Hans Bernd Gisevius, entonces funcionario del Ministerio del Interior tras una breve estancia en la GESTAPO que terminaría con una discusión con Diels. Su amigo el Teniente General SS Arthur Nebe, había recibido el encargo de velar por la seguridad de Göring unos días atrás, y ello les hizo sospechar. Nebe debía telefonearle cada noche, y la noche anterior no lo hizo. La preocupación era obvia pues, como él, Nebe también estaba descontento con los nazis desde que Diels le encargó el asesinato de Strasser el año anterior. Entonces Nebe consultó con Hitler y este le contestó que no sabía nada de aquello. Göring le reprendió severamente por haber destapado el escándalo, pero hizo que le aumentaran de rango para silenciarle.
Gisevius y Nebe tenían motivos para temer de Diels, quien podía aprovechar la confusión para librarse de ellos, así que decidió refugiarse, como Tschirschky, en su Ministerio al ver que Nebe no realizaba su llamada telefónica que demostraba que todo iba bien. Una vez llegado allí oyó cómo su jefe, Daluege, se quejaba agriamente de la actitud de Göring, quien había puesto en estado de alarma a la policía tres veces sin informarle siquiera.
Al poco, Daluege era citado por teléfono ante Göring. Al regresar informó de cuanto le había contado, que se había producido un intento de golpe de estado de las SA y que se procede, en cualquier caso, a una depuración sangrienta. Entonces Daluege advirtió de lo que estaba sucediendo al Secretario de Estado Grauert y ambos tomaron la decisión de avisar a Frick. Gisevius se unió a la pareja, pues con ellos se sentía más seguro, pero no le admitieron en el despacho del Ministro del Interior y tuvo que esperar fuera. Frick no sabía nada y resolvió ir a ver a Göring para que le informase personalmente. Grauert le acompañó, y Gisevius y Daluege regresaron al Ministerio.

Heydrich, advertido de la consigna colibrí, puso en marcha a su gente distribuída por todo el Reich. Cada grupo disponía de un sobre con una lista de personas a detener o eliminar directamente. La GESTAPO recibió listas que relacionaban cada nombre con un número para poder organizarse y saber quién ya estaba detenido o eliminado. El Capitán SS Kurt Gildisch comandaba un grupo de 18 SS encargados de eliminar a los nominados sin ningún tipo de juicio.
Himmler, Heydrich y Göring daban órdenes precisas, y era Göring quien daba las de ejecución mientras los hombres de la GESTAPO organizaban las fichas cuyos números pertenecían a personas ya detenidas y llevadas a la Escuela de Cadetes de Lichterfelde. Cuando Göring se fijaba en estas, exclamaba ¡A fusilarlos! ¡A fusilarlos!. En una de tantas llamadas a Gildisch simplemente le dijo: Busque a Klausener y mátele. En el pasillo, donde aún aguardaba Kasche temblando de miedo, llegó otro SA detenido. Göring le llamó cochino homosexual y le dijo que iban a fusilarle.

Gisevius logró encontrar a Nebe junto al despacho de Göring. Este le contó que ya se habían detenido y eliminado a las primeras personas. Los hombres de Ernst ya había sido detenidos y no sabía si aún seguían vivos. Como Gisevius, Nebe tenía miedo y también había preferido refugiarse en un edificio oficial. No era para menos, pues, aunque esto ellos no lo sabían, incluso Diels se salvó porque Göring lo borró de la lista,

Cuando Papen y Tschirschky regresaron a la Vicecancillería, vieron que esta estaba invadida por las SS y la GESTAPO. Pensaron que Göring les había llamado para poder tener las manos libres a la hora de registrala, pues había papeles tirados desde los cajones abiertos. Papen fue informado de que Herbert von Bose había sido ejecutado hacía un momento. Le habían llevaron a una habitación y se oyeron diez disparos seguidos, seguidos de otro más. Papen preguntó por él a los agentes y le dijeron que había opuesto resistencia a la policía. Entonces se oyó una explosión procedente de las cajas fuertes que habían hecho saltar para poder registrarlas.

Al poco, unos agentes del SD llegaron para arrestar a Tschirschky. Cuando iban a llevárselo, aparecieron unos SS que tenían también orden de detenerlo. Tschirschky les espetó: Está ya hecho. Pónganse de acuerdo entre ustedes. Hubo que esperar a que se pusieran de acuerdo y, al final, fueron los SS quienes se lo llevaron, pero no sin que los del SD les siguieran en otro vehículo.

Papen fue conducido a su domicilio y custodiado por un destacamento de las SS por orden de Göring. Un capitán de policía tenía como misión impedir que Himmler le matara. Papen quedó de esta manera protegido y aislado de cuanto sucedía, sin poder comunicarse con el exterior durante tres días. Según recordaría, un solo hombre se interpuso entre el pelotón de ejecución y yo: ese hombre fue Göring. Años más tarde se encontraría con el agente de la Gestapo que debía asesinarle. Él le confirmó que Göring lo impidió.

Göring protegió a Papen por su relación con Hindenburg y por no perder sus vínculos con los sectores moderados, pero, junto a Himmler y Heydrich, se dedicó con saña a eliminar a cualquier obstáculo, fuera del pasado, del presente o del futuro. Uno de los posibles futuribles era, sin duda, Strasser. Ocho agentes le arrestaron en su domicilio. Tschirschky se cruzaría con él en la sede de la GESTAPO,

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Mié Ago 06, 2008 6:56 pm

El Teniente SS Solm se había enterado de que iban a asesinar a Schleicher. Como disponía de muy buenas relaciones con el Ejército, pues deseaba formar parte de este, informó al Ministerio de Defensa. Allí le ordenaron que fuera a prevenirle.

Pero Solm no fue el único con la misión de proteger a Schleicher. Göring había prometido a Blomberg que Schleicher sería llevado ante un tribunal como traidor, por lo que había enviado a tres policías que arrestasen al ex Canciller antes de que lo asesinaran los SS enviados por Heydrich.

En el trayecto, Slom fue rebasado por los SS, quienes no se percataron de quién era él. Poco después, Slom se estrellaba contra un árbol por no estar atento a la carretera, sumido como estaba en la confusión y el miedo ante aquella misión. Desde otro vehículo, los tres policías enviados por Göring vieron el accidente y se preguntaron si debían auxiliarle. Pese a que no tenían ninguna prisa de correr el riesgo de enfrentarse a las SS, decidieron que parar a socorrer a un accidentado resultaba excesivo.

Sobre las 11h 30, Schleicher estaba en su casa conversando por teléfono con un amigo. Llamaron a la puerta y su ama de llaves, María Güntel, vio a través de la ventana que se trataba de cinco hombres vestidos con largos impermeables. Uno de ellos le dijo que deseaban hablar con Schleicher. María Güntel, conocedora del peligro que acechaba a su jefe, entreabrió la puerta, vacilante, y les dijo que el General no estaba en casa. Pero los hombres abrieron la puerta de un empujón y se dirigieron directamente al despacho.

El amigo de Schleicher escuchó por el teléfono cómo contestaba Sí, el General Schleicher soy yo. Acto seguido oyó unos disparos y que alguien colgaba el aparato. María Güntel se acercó con miedo al despacho y vio a Schleicher tendido boca abajo en el suelo, ya cadáver. En ese momento apareció la señora Schleicher y, gritando, se abalanzó contra los hombres que había asesinado a su marido. Volvieron a oírse disparos y cayó muerta igualmente. María Güntle quedó paralizada por el miedo. Uno de los hombres se le acercó y le dijo: No tenga miedo. A usted no la mataremos.

Cuando llegaron los tres policías, los SS ya se habían marchado. Gisevius, en el Ministerio del Interior, fue informado por la policía del suceso y Daluege trató de averiguar algo en el entorno de Göring y Himmler.
Göring trató de arreglarlo como si se tratase de un suicidio, pero los policías ya habían informado de que aquello había sido un doble asesinato, así que llamó al Ministro de Justicia, Franz Gürtner para convenir con él una versión en la que Schleicher se había resistido al arresto.

Según los testigos, cuando Hitler, que se encontraba en la Casa Parda de Münich, se enteró de la muerte de Schleicher, se inquietó visiblemente. El asesinato del General podía malograr su acuerdo con el Ejército.

Eran las 13h cuando Gildisch llegaba al Ministerio de Transportes y preguntaba por el despacho de Klausener. En el pasillo los dos hombres se cruzaron, pero Gildisch no debió reconocerle. Klausener comprendió que estaba en peligro y, desde un teléfono, llamó al Consejero Ministerial Othmar Fessler y le pidió que viniera cuanto antes. Fessler se dirigió hacia el despacho de Klausener pero, mientras, Gildisch ya había entrado y le comunicaba el arresto. En cuanto Klausener se dio la vuelta para coger su sombrero, Gildisch le mató de un disparo en la cabeza y usó su teléfono para informar a Heydrich, quien le ordenó que simulara un suicidio. Entonces Gildisch puso su revólver en la mano del cadáver de Klausener. Cuando se marchaba, Fessler fue informado por un conserje que Klausener se había suicidado.

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Mié Ago 06, 2008 6:57 pm

En toda Alemania se asesinaba a los que aparecían en las listas, fueran o no de las SA. Al mediodía, en Glewitz, unos agentes de la GESTAPO asesinaron al jefe de la policía Ramshorn, un SA que había sido un héroe en la Gran Guerra y diputado del partido. En Stettin fue arrestado el jefe local de la GESTAPO Hoffmann, pues Himmler deseaba librarse de él. En Könisberg fue detenido el SS Conde Hohberg. En Silesia asesinaron al hermano de Heines. El abogado Glaser, que se había querellado con Max Amann, el jefe de la Cámara de Prensa, fue asesinado también. Igual suerte correría el Coronel SA Erwin Villain, por su rivalidad con un médico SS. Himmler también se aseguró de eliminar a los SS Toifl y Emil Sembach, por sus diferencias con él. Sembach fue expulsado de las SS y del partido por su condición de homosexual.

En definitiva, la jornada fue aprovechada para librarse de la competencia o viejas enemistades, como el caso del General SS Erich von Bach-Zelewski que mandó asesinar a su rival a la hora de ocupar un cargo político, el Comandante de Caballería SS Freiherr von Hoberg.

En Breslau, las SA se defendieron de los hombres del General SS Udo von Woyrsch. El Ejército acudió en su ayuda, pero para cuando llegaron los SS ya habían logrado rendir la resistencia y fusilar a su jefe, el SA Wechmar. Furioso por la resistencia de los SA, Woyrsch hizo asesinar a sus esposas, e incluso a algunos judíos que no tenían nada que ver con aquello.

Paul Schulz, colaborador de Strasser, fue llevado por lo agentes de Göring a un bosque de Postdam, donde fue tiroteado. Ligeramente herido, Schulz logró disimular que estaba muerto y escapar. Más tarde pactaría con Hitler su exilio. Regendaz, el banquero que organizado un encuentro entre Röhm y François-Poncet, logró escapar también al huir en su avión a Inglaterra. Gottfried Treviranus, un nacionalista que había sido Ministro con Brüning, había logrado escapar cuando iban a detenerle en el Tennis Club de Wansee. Se refugió en el bosque y logró escapar también a Inglaterra. Erich Müsham no pudo escapar, pues se hallaba preso desde que participó en la República de los Consejos de Bavaria. Fue asesinado en la cárcel.

Mientras se producían todos estos acontecimientos, Ernst disfrutaba de un banquete en su honor ofrecido por el Ayuntamiento de Bremen, pues estaba a punto de partir de luna de miel. Sobre las 15h llegó en avión desde Berlín Gildisch, quien tenía orden de detenerle. Ernst fue advertido por otros SA, pero no hizo caso. Estaba demasiado contento por su viaje como para creerse más historias de conspiraciones. Pero, al llegar al hotel, Gildisch estaba esperándole y no le sirvieron de nada sus peticiones de hablar con su amigo el Príncipe August Wilhelm de Hohenzollern.

En la Casa Parda, Hess se acercó a los jefes SA para decirles que eran todos sospechosos y que debían considerarse presos hasta que terminasen las investigaciones. Acto seguido, los SS les cachearon.

En uno de los salones, Hitler se dedicaba a desahogar su ansiedad. Animados por los insultos que dirigía a Röhm y a su Estado Mayor, Hess y Amann se ofrecieron para asesinar personalmente a Röhm. Pero Hitler les hizo callar y dictó a Lutze indicaciones para las futuras SA, interrumpiéndose en cada momento al recordar todas las desavenencias que había tenido con ellas: Quiero que los oficiales de las SA sean a partir de ahora hombres, y no monos grotescos y repelentes. Quiero que el jefe de las SA y el más humilde de los simples miembros de las SA me obedezcan ciegamente. No estoy dispuesto a tolerar que los jefes de las SA ofrezcan costosos almuerzos o acepten invitaciones. ¡Se arrojó champagne por las ventanas durante las orgías! ¡Dilapidaban el dinero del partido! Prohibo que a partir de ahora los jefes SA utilicen vehículos lujosos, tomen parte en comidas diplomáticas, etc.

Entonces Buch preguntó por la suerte de los SA apresados. ¡Hay que fusilarles a todos!, gritó Hitler. Wagner le tendió una lista de nombres y Hitler comenzó a marcar una cruz sobre algunos. Al terminar, le entregó la lista a Sepp Dietrich: Acuda inmediatamente a la cárcel de Stadelheim. Coja a seis suboficiales y un oficial SS y ejecute a estos jefes SA por alta traición. Sepp Dietrich leyó los nombres en voz alta. El nombre de Röhm no fue mencionado. Ante la sorpresa de todos, Hitler aclaró: Concedo a Röhm el indulto por razón de los servicios prestados.

Sepp Dietrich llegó a Stadelheim a las 17h. De inmediato reunió a seis suboficiales y les hizo formar a unos diez metros del muro. Un oficial les hizo comprobar sus armas mientras Sepp entregaba la lista a Koch. El director de la cárcel tenía tanto miedo de aceptar la entrega de prisioneros como de negarse a ella, pero al final, haciendo gala de su fama de hombre meticuloso, protestó porque no se cumplían las normas al no estar la lista firmada. A Sepp no le quedó otra que regresar a la Casa Parda para que Wagner le firmara la lista.

De nuevo en Stadelheim, se dirigió a la celda del primero de la lista para informarle de la sentencia: Le comunico que ha sido condenado a muerte por el Führer por alta traición. Heil Hitler!. Una vez estaba el prisionero frente al muro, ordenaba a sus hombres: ¡El Führer lo ordena! ¡Apunten! ¡Fuego!. Así uno tras otro, hasta que le llegó el turno a Schneidhuber. Este, aterrado, gritó: ¡Es una locura, camarada Sepp, somos inocentes!. Sepp Dietrich le contestó con la consabida fórmula pero, como recordaría después, justamente antes de que le tocara el turno a Schneidhuber, me largué. Estaba harto.

Mientras se ejecutaban los prisioneros de Stadelheim, en Berlín separaron a Strasser del resto de los prisioneros para llevarle a una celda aparte. Poco después, alguien se asomaba por el tragaluz y le disparó. Strasser quedó malherido. Se oyó a Heydrich que decía: ¿No ha muerto todavía? Dejad que ese cerdo se desangre. El informe oficial aseguraría que Strasser se había suicidado.

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Mié Ago 06, 2008 6:58 pm

Göring hizo acto de presencia ante la prensa. Desde hacía semanas, dijo, observábamos y sabíamos que una parte de los jefes de las SA se había apartado de los objetivos del movimiento para colocar en primer plano sus intereses propios, sus ambiciones y, en gran parte, sus inclinaciones desgraciadas y perversas. Lo que nos parecía más condenable es que la dirección suprema de las SA evocara el fantasma de una segunda revolución dirigida contra la Reaktion, cuando estaba aliada con ella. El principal intermediario era el ex Canciller del Reich, General von Schleicher, que había puesto a Röhm en relación con una potencia extranjera. He ampliado mi misión asestando un severo golpe a esos descontentos. Un periodista le preguntó por la suerte de Schleicher, a lo que Göring contestó: Se que ustedes, los periodistas, gustan de los grandes titulares. Pues bien, el General Schleicher conspiró contra el régimen. Ordené que se procediera a su detención. Cometió la imprudencia de resistir. Ha muerto.

Göring abandonó la sala y un oficial del Ejército distribuyó un comunicado oficial del General Reichneau, que expresaba la postura oficial de la Reichswehr. En el texto quedaba claro que el Ejército hacía causa común con las detenciones llevadas a cabo por la GESTAPO y las SS. Sobre Schleicher, decía lo siguiente: Dos hombres de las SS fueron encargados de detener al General von Schleicher, de quien se sospechaba que era cómplice de la conjura fomentada por Röhm. El General opuso viva resistencia, por lo que los policías se vieron obligados a utilizar sus armas. En el intercambio de disparos, el General Schleicher y su esposa, que apareció de pronto, resultaron heridos mortalmente.

Sepp Dietrich había regresado nuevamente a la Casa Parda para informar a Hitler de que los traidores han pagado. Hitler se dirigió entonces a los SA que permanecían allí retenidos: Vuestros jefes traicionaron la confianza puesta en ellos. Mientras vosotros permanecíais en primera línea, vuestros oficiales pasaban las noches de fiesta en fiesta, viviendo en el lujo y cenando opíparamente. Se trata ahora de saber si estáis a mi lado o al de aquellos que se burlaban de vosotros y aprovechaban vuestro celo tan sólo para amasar fortunas personales. Vitoread a vuestro nuevo jefe, Lutze, y aguardad las órdenes que os transmita. Lutze se levantó y gritó un Heil, Hitler! que encontró inmediato eco. Todos cantaron el Horst Wessel lied y, cuando terminaron el himno, Lutze les indicó que podían regresar a sus casas: Os dirigiréis aisladamente y de manera directa a vuestros domicilios, y os quitaréis el uniforme. No intervendréis en asunto alguno antes de haber recibido notificación de que las SA han sido reorganizadas y encuadradas de nuevo.

Sobre las 19h 30, Hitler abandonaba la Casa Parda para dirigirse en avión a Berlín. Cerca de Dachau, el cuerpo mutilado de un anciano era encontrado hundido en el fango a golpe de pico. Se trataba de Kahr. A poco menos de un kilómetro, se descubría otro cadáver, esta vez con tres balas en el corazón. El padre Bernhard Stempfle, quien había revisado el Mein Kampf, conocía el secreto de la muerte de Geli Raubal, la sobrina de Hitler que había obsesionado a su tío.

A las 20h la radio de Münich dio a conocer un texto que explicaba cuanto había pasado. A muchos muniqueses les sorprendió la noticia, pues no habían notado nada extraño más allá de un aumento de la presencia policial. Desde hace varios meses, decía el comunicado, elementos aislados venían tratando de fomentar una oposición entre las SA y el Estado. El jefe de Estado Mayor, Röhm, que gozaba de la particular confianza del Führer, no trató de oponerse a estos manejos, sino que, indudablemente, los favoreció. Sus desgraciadas y bien conocidas inclinaciones pesaron tan decisivamente sobre la situación, que el Führer se desplazó a Münich y ordenó la degradación y el inmediato encarcelamiento de los jefes más comprometidos. A raíz de las detenciones, se produjeron escenas tan penosas desde el punto de vista moral que no dejaron lugar al perdón. Un determinado número de jefes de las SA tenían en su compañía muchachos de costumbres un tanto especiales, y uno de ellos fue sorprendido y detenido en una situación absolutamente repugnante. El Führer ha dado orden de extirpar implacablemente ese pestilencial abceso. No quiere seguir tolerando que millones de personas decentes sean comprometidas por algunos seres de pasiones enfermizas. El Führer ha dado orden al Ministro Presidente de Prusia, Göring, de llevar a cabo idéntica acción en Berlín, y de actuar concretamente contra los aliados reaccionarios de este complot político.

En la capital bávara, en general, se acogió bien la noticia. Por la noche acudieron como de costumbre a las cervecerías de la ciudad y se extrañaron de que la Bratwurstglöckl estuviese cerrada. No podían sospechar que el dueño, Karl Zehnter, el maître y uno de los camareros habían sido asesinados por la GESTAPO. Un asustado Goebbels había acudido a Heydrich para que le ayudara a borrar las huellas de aquella misteriosa reunión que ahora podía comprometerle. Heydrich, que quería ganarse la confianza de todos los miembros del régimen, aceptó encantado de, además, conocer un secreto de aquel hombre.

En Berlín, donde se fusilaba sin cesar en la Escuela de Cadetes de Lichterfelde, los rumores iban de boca en boca. Los berlineses hablanba de que Röhm, Papen y Schleicher estaban detenidos y no se sabía si seguían vivos. Allí, en Lichterfelde, Göring había acudido para obligar al Teniente SA Daniel Gehrt, que había pertenecido a su escuadrilla como Capitán y era Caballero de la Orden de Malta, a ponerse sus condecoraciones para así poder arrancárselas antes de que le fusilaran.

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Mié Ago 06, 2008 6:59 pm

Uno de tantos berlineses que escuchaban los alarmantes rumores y pese a ello se dirigió al hotel Adlon, pese a que por ahí patrullaban sin cesar la policía, y pese a que era por todos conocido que sus camareros estaban comprados por la GESTAPO, pues aquel hotel era frecuentado por políticos, fue el General Bredow.
Nada más verle, un amigo le preguntó si estaba informado de las noticias que circulaban por ahí, a lo que contestó me pregunto cómo es que esos cerdos no me han matado todavía. Un agregado militar le invitó a cenar en su casa para que, al menos, estuviese a salvo durante unas horas. Se lo agradezco, le contestó, he salido esta mañana muy temprano de mi casa. Ahora quiero regresar, una vez he tenido el gusto de volver a ver a mis amistades. De nada sirvió que intentaran convencerle. Parecía que a Bredow le embargaba la desesperación. Han asesinado a Schleicher, les contestó, el único hombre que podía salvar a Alemania. Era mi jefe. No me queda nadie. Esa noche sería asesinado en su casa con un disparo en la cabeza.

A última hora de la tarde llegó a Berlín el avión con el que Gildisch traía prisionero a Ernst. Según recordó Gisevius, que estaba junto a varias personalidades esperando la llegada de Hitler en el aeródromo de Tempelhof, el tipo estaba de buen humor. Pasó andando a saltitos del avión al automóvil. Sonreía a todos, como si quisiera demostrar públicamente que no se tomaba en serio su detención. Ernst sería uno de tantos que, sin entender realmente qué estaba sucediendo, gritaría un Heil, Hitler! antes de morir fusilado en Lichterfelde.

Al poco aterrizó el avión de Hitler. Himmler le entregó una lista que comenzó a leer. De pronto, seguía recordando Gisevius, echó la cabeza hacia atrás con un gesto de emoción tan profunda, por no decir de indignación, que todos los presentes se dieron cuenta. Nebe y yo nos miramos con una expresión significativa. Tuvimos idéntico pensamiento: acababa de llegar al "suicidio" de Strasser. Hitler también quiso hablar con Krauser, pero, al igual que Strasser, este ya había sido asesinado por orden de Göring.

Por la noche, en la Cancillería, se reunieron Hitler, Göring, Himmler y Heydrich. Göring preguntó qué suerte correría Röhm, y comenzaron de nuevo las presiones para que fuese eliminado. Pero Hitler no dio su brazo a torcer.

Gisevius, Daluege y Grauert habían regresado al Ministerio del Interior. Daluege dijo que, dada la situación, se quedaría a dormir en el Ministerio por si le necesitaban. Gisevius siguió su ejemplo y se fue a dormir a uno de los despachos. Allí se sentía más seguro y no era el único. Un ayudante de Daluege le comentó sobre este: Tiene miedo, mucho miedo, y por eso no regresa a casa.

En Belín aparecieron unas octavillas firmadas por las SA, en las que se hacía un llamamiento a los camaradas SA para que no se dejaran desarmar, escondieran sus armas y no se convirtieran en verdugos de la clase obrera. Las misteriosas octavillas parecían diseñadas para asegurar que no hubiese una rebelión, una vez realizada la purga y que esta estuviera en boca de todo el mundo.

A las 7h del 1 de julio, Goebbels radió una explicación de los sucesos en la que prevalecían las acusaciones: Han desacreditado el honor y el prestigio de nuestra SA. Los han desacreditado con una vida de libertinaje sin igual, con su ostentación y sus francachelas. Todo ello ha afectado gravemente los principios de sencillez y honradez personal de nuestro movimiento. Estaban a punto de hacerlo a toda la dirección del partido, sospechosa de una anomalía sexual repugnante y vergonzosa. Creyeron que la indulgencia del Führer con ellos era debilidad. Recibieron por ello las advertencias con una sonrisa cínica. Como la bondad resultaba inútil, se hizo necesaria la dureza. Del mismo modo como el Führer puede ser grande en la bondad, puede serlo asímismo en la dureza. Millones de miembros de nuestro partido, miembros de las SA y de las SS se felicitan por esta tormenta purificadora. Toda la nación respira, libre de una pesadilla. El Führer está decidido a actuar implacablemente cuando se halle en juego el principio del decoro, la sencillez y la limpieza pública, y el castigo será tanto más severo cuanto a mayor altura esté situado aquel que haya atentado contra tales principios.

En el Deutsche Allgemenie Zeitung podía leerse que un Gobierno enérgico ha sabido actuar en el momento adecuado. Ha actuado con una precisión capaz de aturdir. Ha hecho lo preciso para que ningún patriota tenga nada que temer. Disponemos ahora de un Estado fuerte, consolidado y purificado. No nos entretendremos en describir los detalles repugnantes que han constituído el transfondo de una seudorrevolución política.

A lo largo del día, Hitler recibiría mensajes de fidelidad de parte de todos los Gauleiter, de todas las organizaciones nazis, incluyendo al resto de los jefes SA. La orden del día para Lutze y sus nuevas SA exigía que antes que cualquier otra cosa, cada uno de los jefes SA tenía que regir su conducta tomando ejemplo del Ejército en un espíritu de franqueza, lealtad y fidelidad permanentes. Blomber lo agradecería con otro comunicado: Con una determinación completamente militar y un valor ejemplar, el Führer ha atacado y aplastado personalmente a los traidores y los rebeldes. El Ejército, que es portador de las armas de la nación, se mantiene por encima de las luchas políticas internas. Expresa su reconocimiento por medio de su devoción y si fidelidad. El Führer nos pide unas buenas relaciones entre el Ejército y las nuevas SA. El Ejército se dedicará a cultivar estas buenas relaciones con la plena conciencia del ideal común.

A última hora de la mañana, Göring y Himmler regresaron a la Cancillería con el claro propósito de convencer a Hitler para que eliminase a Röhm. Mientras siguiese vivo, podría resultar un arma que se volviera contra ellos si el Canciller lo encontraba conveniente.
Hubo una ardua discusión, pues Hitler continuaba basando su postura en los servicios prestados del ya ex jefe de las SA. Quizás pensase que su ejecución sería demasiado para las SA, o quizás realmente quería mantenerlo vivo, como a Strasser, para que hiciera de contrapeso, pues tal era su costumbre. Sin embargo, al final tuvo que ceder y llamó al Ministerio del Interior de Münich para ordenar en persona a Eicke que le matase, a ser posible convenciéndole que se suicidara. Eicke escogió a dos SS de plena confianza, el Mayor SS Michael Lippert y el Teniente General SS Heinrich Schmauser, y se dirigió a Stadelheim.

A las 14h 30 arribaron a la cárcel y exigieron la entrega de Röhm a Koch. Este volvió a solicitar una orden por escrito. Eicke se enfureción, pero Koch llamó al Ministro de Justicia de Baviera, Hans Frank, quien le respaldó. Eicke discutió con ambos hasta que Koch cedió y le acompañó hasta la celda nú 478. Eicke entregó a Röhm un ejemplar del Völkischer Beobachter, donde se anunciaba su destitución y la ejecución de los jefes SA, más un revólver con una única bala y se marchó.

Diez minutos más tarde, durante los cuales Röhm ni tan siquiera se había movido, Eicke y Lippert volvieron a abrir la puerta de la celda. Eicke le gritó ¡Prepárese Röhm!, y Lippert disparó dos veces. Röhm, muy mal herido, murmuró mein Führer, mein Führer, y Eicke le remató con otro disparo.

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Mié Ago 06, 2008 7:01 pm

Mientras Röhm era ejecutado, Hitler ofrecía un te en los jardines de la Cancillería a una colección de diplomáticos, Ministros, oficiales del Ejército y otros, como Gisevius, que acompañaba a su jefe Daluege, a quien había dado la plaza de Ernst. Un oficial de las SS informó de la muerte de Röhm al Canciller quien, tras disimular unos minutos más con sus invitados, se retiró.

Muchos fueron los beneficiados de la decapitación de las SA, pero sólo uno se atrevió a expresar a Hitler su temor para el futuro. Frick, empeñado en lograr una legalidad institucional dentro del marco del nacionalsocialismo para hacer prevalecer a su Ministerio, le dijo: Mi Führer, si no obra usted tan radicalmente con Himmler y sus SS como con Röhm y sus SA, no habrá hecho más que cambiar al diablo por Belcebú. Frick debía ignorar la idea que Hitler tenía de Estado, una comunidad jerarquizada que no obedeciera a una legalidad vigente o revisada tras la coordinación, sino a la obediencia ciega a su persona.

La radio anunció que el Teniente General SA Obernitz, jefe de las SA de Franconia, había ordenado que se limara el nombre de Röhm de los puñales de honor, que se retiraran sus retratos, y que la Ernst-Röhm Haus fuera renombrada como Servicio Administrativo del Grupo SA de Franconia. En las librerías del partido desaparecieron de pronto las fotografías de Röhm.
Las SA obtuvieron igualmente su permiso de vacaciones. Lutze comunicó que el permiso concedido a las SA se respetará íntegramente con la finalidad de que los miembros de las SA, tras año y medio de riguroso servicio, tengan ocasión de descansar y vivir de nuevo en el seno de sus familias.

En Lichterfelde los fusilamientos prosiguieron hasta que, a las 4h del 2 de julio, llegó a la cárcel de Columbus Haus, donde retenían a los prisioneros hasta su traslado a la Escuela de Cadetes, un Coronel SS que traía la orden de Hitler de que cesaran las ejecuciones. En ese momento, el Teniente General SA Karl Schreyer estaba a punto de ser trasladado.

Göring había recomendado a Hitler que diera fin a la purga para que aquello no se les escapara de las manos. Hindenburg, y con él buena parte del Ejército, podía escandalizarse sobremanera ante la sangre derramada. Y el pueblo alemán, especialmente en Berlín vivía con ansiedad aquellos momentos. Tras la dura prueba de la coordinación, el pueblo alemán contemplaba con temor aquella purga llevada a cabo por el régimen que debía darles tranquilidad y progreso. Hasta que la labor de propaganda no hizo mella en los alemanes, estos se mostraron tan divididos ante las extrañas ejecuciones, que los socialdemócratas que había sobrevivido a la primera represión pudieron hablar del cercano final de Hitler.

Hindenburg continuaba aislado en Neudeck, estando su finca rodeada de SS que comprobaban la identidad de los visitantes. El Chambelán, Conde de Schulenburg, se encargaba de impedir que el Presidente recibiese noticias con la excusa de su enfermedad. Así bloquearía al Conde Oldenburg que, alertado por Papen, se disponía a informar al Mariscal.

Lo cierto es que el entorno de Hindenburg o colaboró voluntariamente en aras de conservar su puesto tras el fallecimiento de este, o fue presionado. El hijo de su Secretario, Otto Meissner, que se había alistado a las SS, fue destinado a una de las unidades encargada de la represión para que se manchara las manos de sangre. El Príncipe August Wilhelm de Honhenzollern tuvo que soportar un duro interrogatorio de dos días para devolverlo al redil.

El resultado fue que la prensa pudiera hacer público un telegrama procedente de Neudeck y firmado por Hindenburg: Al Canciller del Reich, el Führer Adolf Hitler: Según los informes que se me han presentado, es evidente que gracias a la firmeza de su decisión y al valor de que ha dado pruebas con riesgo de su propia persona, se han conjurado las tentativas de alta traición. Ha salvado usted al pueblo alemán de un gran peligro. Le expreso mi profunda gratitud y todo mi reconocimiento.

Incluso Göring recibió un telegrama similar: Le expreso mi gratitud y reconocimiento por su acción enérgica y coronada por el éxito que ha concluído con el aplastamiento de la tentativa de alta traición. Con mis saludos de camarada. Hindenburg.

Según recordaría Papen, cuando en 1945 se juntó en una celda con Göring y Keitel en Nüremberg, cuando pregunté a Göring si, en su opinión, Hindenburg había visto el telegrama de felicitación enviado a Hitler en su nombre, citó una ocurrencia de Meissner, Secretario de Estado para la Presidencia. En repetidas ocasiones, al hablar Meissner de aquel telegrama, había preguntado con una sonrisa cómplice: "A propósito, señor Presidente, ¿quedó usted satisfecho con el tono del mensaje?".

Hitler había ordenado el pago de indemnizaciones a los familiares directos de los ejecutados, pero estos, lógicamente, no se contentaban con ello y solicitaban los cuerpos para poder darles un entierro decente. Aquellos que disponían de medios para presionar, por ser el difunto alguien importante, recibían una urna con las supuestas cenizas de este. Obviamente, un cadáver podía dar a entender la causa de la muerte, muchas veces camuflada bajo la forma de suicidio, pero no las cenizas. El resto de familias eran ignoradas, pues aquellas víctimas tan sólo habían muerto en su imaginación.

El SPD en el exilio publicó el siguiente comunicado: La banda de criminales que se ha arrojado sobre Alemania se hunde en el fango y la sangre. El propio Hitler acusa a sus más íntimos colaboradores, a los mismos hombres que le llevaron al poder, de las más abyectas depravaciones morales. Pero fue él quien les llamó a su lado para provocar el terror y practicar el asesinato. Toleró y aprobó sus atrocidades, les dio el calificativo de camaradas. Ahora deja asesinar a sus cómplices, no por causa de sus crímenes, sino para salvarse él mismo. Cien mil sátrapas con camisa parda han caído, como una plaga de langostas, sobre el Reich. Por supuesto, en Alemania no se conoció el texto.

En Essen, a las 19h, varios vehículos con SS recorrían las calles de la ciudad distribuyendo banderas nazis y haciendo resonar un altavoz: ¡Habitantes de Essen! ¡Alemanes del Tercer Reich! La ciudad de Essen celebrará la victoria sobre el criminal levantamiento, la alta traición y la reacción, adornando de manera masiva la ciudad con banderas. Por ello, la consigna es ¡engalanad!.
A las 20h 45, el Gauleiter Terboven subió a una tribuna instalada en la Adolf-Hitler Platz para pronunciar un discurso: La fidelidad es algo fundamental. Se ha extirpado el abceso. Existían entre nosotros elementos corrompidos, como existen en todo el mundo. Pero lo que cuenta es saber cómo se reacciona ante la gangrena.
Celebraciones similares hubo en toda Alemania. Y en ellas el protagonismo se lo llevaban las SS, en lugar de las SA.

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Última edición por Bitxo el Jue Oct 09, 2008 1:40 pm, editado 1 vez en total

Mié Ago 06, 2008 7:02 pm

La mañana del 3 de julio, Papen vio restablecida la línea telefónica en su casa, donde había permanecido incomunicado. La primera llamada que recibió fue de Göring. Tuvo el cinismo de preguntarme la razón por la que no asistiera a la reunión del gabinete que iba a comenzar. Por una vez, respondí con un tono de voz demasiado vivaz en un diplomático. Göring expresó su sorpresa al enterarse de que me encontraba, más o menos, en calidad de detenido y me rogó que excusara aquel descuido. Al poco rato, en efecto, se retiraron los hombres que me custodiaban y me fue posible trasladarme a la Cancillería.

Una vez allí, Hitler le saludó afectuosamente. Al ver que me invitaba a ocupar mi lugar de costumbre, le dije que no era momento para ello y le pedí una entrevista a solas. Una vez se encontraron en privado, le informé con bastante sequedad de lo ocurrido en la Vicecancillería y en mi casa, y solicité una inmediata investigación sobre las medidas tomadas al respecto de mis colaboradores. Hitler guardó silencio hasta que oyó a Papen anunciarle su dimisión. Entonces le dijo que la situación es demasiado tensa. No puedo informar de su dimisión hasta que todo esté en calma. En espera de ese momento, ¿desea, por lo menos, concederme la merced de asistir a la próxima sesión del Reichstag, donde rendiré cuentas de mi acción?. Papen se negó a acudir al Reichstag, pero aceptó que su dimisión permaneciera en secreto.

Era lo que Hitler quería. Así lograba dar una cierta apariencia de unidad hasta que todo se hubiese calmado. Mientras tanto, Karl Schmitt, el jurista nazi, preparaba un texto que rehacía el derecho a las necesidades del momento: El acto efectuado por el Führer es un acto de jurisdicción pura. Este acto no se halla sometido a la justicia, sino que es por sí mismo la justicia suprema. A su vez, el Ministro de Justicia del Reich, Franz Gürtner, preparaba una ley para presentarla al día siguiente al Consejo de Ministros. Esta ley tenía un único artículo: Las medidas ejecutadas el 30 de junio, así como los días 1 y 2 de julio de 1934, para reprimir los atentados a la seguridad del país y las acciones de alta traición, están de acuerdo con la legalidad y el derecho como medidas para la defensa del Estado.

Hitler entró en el Consejo de Ministros sabiendo que se iba a aprobar la ley. Primero habló él: Bajo la égida de Röhm se había formado una camarilla unida por la ambición personal y particulares predisposiciones. En repetidas ocasiones, Röhm me había dado su palabra de honor. Le protegí y me traicionó, perpetró la más horrible de las traiciones conmigo, con el Führer. Luego continuó señalando la inclinación sexual de Röhm, conocida por él desde siempre, y que no le había importado hasta aquel momento, al igual que el hecho de que se rodeara de rufianes. Y Röhm quería traicionar también a su país. Existían contactos entre él, Schleicher, Alvesleben, Strasser y un diplomático francés, por lo que debió realizar una acción inmediata, cuyo éxito ya conocían todos.

Terminada su explicación, Blomberg le contestó: Agradezco en nombre del Gobierno al Canciller, que mediante su intervención decidida y valerosa ha evitado la guerra civil al pueblo alemán. Estadista y soldado, el Canciller ha sabido obrar con un espíritu que ha suscitado, entre los miembros del Gobierno y el conjunto del pueblo alemán, la solemne promesa de obtener grandes éxitos, de permanecer fieles y dar pruebas de devoción en esta hora tan grave.
Gürtner añadió que el Führer había protegido el derecho contra los peores abusos, y destacó su papel de creador de derecho en virtud de su poder de Führer y juez supremo.

Papen trató de mover hilos y se fue a ver a Fritsch. Este admitió que todo el mundo deseaba, efectivamente, la intervención de la Reichswehr, pero que Blomberg se había opuesto categóricamente. En cuanto a Hindenburg, jefe supremo de las Fuerzas Armadas, era imposible llegar hasta él. Cabía suponer, además, que el Presidente estaba mal informado de la situación.
Pero lo cierto es que los oficiales del Ejército en general brindaron por el fin de Röhm, llegando incluso a apenarse por no haber participado directamente en la purga de sus SA.

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Mié Ago 06, 2008 7:04 pm

Hasta el día 13 de julio Hitler no se molestó en dar una explicación a la nación. Cuando lo hizo, mediante un discurso en la Ópera Kroll, fue aclamado por la inmensa mayoría de diputados, bien porque eran nazis o bien porque estaban muertos de miedo:
A petición del Gobierno, vuestro Presidente Hermann Göring os ha convocado hoy para ofrecerme la posibilidad de dar al pueblo, ante este foro, que es el más calificado de la nación, las aclaraciones necesarias sobre los acontecimientos que, sin duda, y así lo espero, serán eternamente en nuestra historia un recuerdo tan pletórico de lecciones como de tristeza.
Como consecuencia de una serie de circunstancias y faltas personales, de la insuficiencia de algunos hombres y las inclinaciones de otros, se provocó una crisis en el seno de nuestro joven Reich. Crisis que hubiera podido tener con facilidad y en un futuro bastante próximo, consecuencias verdaderamente destructivas. (...) Mi informe va a ser franco y sin rodeos, pero serán necesarias algunas reservas, las únicas; las reservas dictadas por la preocupación de no rebasar los límites que trazan los intereses del Reich y el sentido del pudor.
Cuando el 30 de enero de 1933, el Mariscal-Presidente del Reich, von Hindenburg, me confió el mando del nuevo Gobierno alemán que acababa de constituirse, el partido nacionalsocialista asumió la carga de un Estado en plena decadencia, tanto desde el punto de vista político como del económico. Todas las formaciones políticas de la época anterior habían contribuido a esta decadencia, y tenían, por tanto, su parte de responsabilidad. A partir del derrocamiento del Emperador y los Príncipes alemanes, el pueblo alemán quedó entregado a hombres que habían provocado, en su calidad de representantes del mundo de los partidos, la decadencia citada, o la habían aceptado por debilidad. Desde los revolucionarios marxistas a los nacionalistas burgueses, pasando por el centro católico, todos los partidos y sus jefes demostraron su incapacidad para gobernar Alemania.
El 30 de enero de 1933 no marcó, por tanto, la simple transmisión de poderes de un Gobierno a otro, sino la liquidación definitiva de un estado de cosas insoportable; una liquidación a la que toda la nación aspiraba.
Es necesario precisar estos hechos porque, como se han encargado de probar los acontecimientos, algunas mentes parecen haber olvidado que tuvieron en su momento todas las posibilidades de manifestar su capacidad política. Nadie puede reprochar al movimiento nacionalsocialista haber cerrado el camino a fuerzas políticas en las que todavía resultaba posible poner esperanza
.

Hitler prosiguió con su filigrana justificatoria de la dictadura nazi frente al caos republicano, legitimizándola siempre en la figura de Hindenburg, alabando sus pretendidos éxitos en materia económica, para concluir: Después de seis meses de régimen nacionalsocialista, nuestras pugnas de partidos estaban olvidadas. A cada mes que transcurría, el pueblo alemán se sentía más alejado de aquella época que se nos ha hecho incomprensible. No es necesario que insista: todo alemán se da hoy cuenta. La simple idea de una vuelta al régimen de partidos es en la actualidad tan inconcebible como absurda
Después se dedicó a recordar el caos que generaba el comunismo en el mundo, para advertir que también en Alemania algunos locos o criminales aislados tratan de desarrollar todavía su nefasta actividad, presentando al nacionalsocialismo, por supuesto, como el paladín contra el desafío comunista.

Luego pasó a criticar a los jefes políticos cuyas perspectivas se extinguieron el 30 de enero, los cuales creen que cumplen con su deber al entregarse a una crítica tan pérfida como falsa.
Después el turno le tocaba a los revolucionarios que perdieron en 1918 su posición y no encontraron otra más que ser revolucionarios. Parapetados en su revolución, quisieran hacer de la misma un estado permanente. Estos eran incapaces de colaborar, decididos a adoptar posición contra todo orden establecido, experimentando odio contra las autoridades, fueran cuales fueran. Estos elementos, explicaría Hitler, se habían alojado en el seno de las SA, lo que había provocado un distanciamiento entre estas y el partido.
Poco a poco se formaron tres grupos en el seno de la jefatura de las SA. Un primer grupo estuvo compuesto, según su explicación, por Röhm y su Estado Mayor, unidos por sus tendencias o sus vicios y que estaban dispuestos a todo. Un segundo grupo de jefes que no pertenecían, en realidad, a aquella secta, pero que se consideraban obligados a obedecer a Röhm por sentimiento de disciplina. Y un tercer grupo, opuesto a los dos primeros, en el que se hallaba Lutze, el actual jefe de Estado Mayor y el jefe de las SS Himmler.
Schleicher entró en contacto con Röhm a través de Alvensleben y dio una forma concreta a las intenciones de Röhm. Siguiendo un plan preconcebido, los servicios de propaganda de las SA expandirían por las secciones el rumor de que la Reichswehr deseaba su disolución y que yo me había unido a tal proyecto (...). Para impedir tal ataque, las SA tenían que llevar a cabo una segunda revolución.

Hitler continuó explicando que Schleicher actuaba a través de Bredow y había logrado convencer a Strasser para participar en la conjura. Luego narró su versión de la entrevista de junio con Röhm, según la cual advirtió al jefe de las SA que se opondría a cualquier desorden en Alemania. Ya sólo le quedaba justificar la purga: Para evitar una desgracia había que actuar con la rapidez de un relámpago. Sólo una represión feroz y sangrienta podía hacer abortar la rebelión. (...) Si alguien me pregunta por qué no recurrimos a los tribunales regulares le responderé esto: yo era el responsable de la nación alemana en aquellos momentos, y durante aquellas 24 horas, sólo yo era el Tribunal Supremo de Justicia del pueblo alemán. (...) No quise exponer al joven Reich a idéntico destino que el antiguo. (...) La nación tenía que saber que su existencia no podía ser amenazada impunemente por nadie y que quien levanta la mano contra el Estado, muere. (...) Un diplomático extranjero ha declarado que sus contactos con Schleicher y Röhm fueron de naturaleza completamente inofensiva. (...) Pero cuando tres hombres culpables de alta traición organizan un contacto en Alemania con un estadista extranjero, (...) y dan órdenes rigurosas para que yo no llegue a enterarme del encuentro, hago fusilar a esos hombres, incluso si es cierto que en sus conversaciones tan secretas hablaron del tiempo, de monedas coleccionables y otras cosas semejantes. (...) Tenía la esperanza de que no sería preciso defender una vez más al Estado con las armas en la mano. No ha sido así y tenemos que felicitarnos todos de haber sido tan fanáticos como para haber conservado con sangre cuanto se había conseguido con la sangre de nuestros mejores camaradas.

Según Hitler, la purga costó la vida de 63 personas. No se puede precisar el número exacto de víctimas mortales, pero se estima que entre 200 y 300 alemanes fueron asesinados durante la Noche de los Cuchillos Largos. En su discurso, Hitler había justificado el asesinato político en aras del mantenimiento del Estado, un Estado dictatorial que no tenía intención de ceder a nadie. Y de ello no debía ya dudar nadie pues había dejado bien claro que la oposición a su dictadura no tenía otro camino que el del pelotón de fusilamiento. ¿Quién podía dudar de ello cuando se había atrevido a asesinar a un ex Canciller, a uno de sus más prominentes miembros de su movimiento y a su más importante organizador de masas? Con su postura de fuerza, Hitler no sólo aterró a los alemanes, sino que los sedujo al presentarse como su máximo protector ante los elementos que podían arrastrarles de nuevo al caos multifaccional, a la ruptura social, a la amenaza de una guerra civil.

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Mié Ago 06, 2008 7:06 pm

El día 15 de julio se celebraron al norte de Berlín unas maniobras militares a las que fue invitado el agregado militar francés. Según su informe, los sentimientos demostrados por los oficiales alemanes que estaban con nosotros, así como los del Ministerio con quienes vivíamos y los de la tropa a quienes pudimos interrogar, parecían unánimes: una aprobación absoluta de la acción llevada a cabo por Hitler. Se les notaba una gran satisfacción por el triungo de la Reichswehr. Un oficial de la Reichswehr, cuyos sentimientos antinacionalsocialistas conozco bien, ha dicho y repetido varias veces a mis colegas: "El año pasado, la Reichswehr era acaso nazi en un 60%; hace unas semanas, sólo podía considerarse nazi un 25%; en la actualidad es nazi en un 95%".

De hecho, Hitler había puesto bajo la autoridad del Ejército a las SA, quedando Reichneau a cargo de su reorganización. Así que cuando el Canciller apareción entre la tropa para ver aquellas maniobras, esta le aclamó con entusiasmo. Esta manifestación de entusiasmo, nada frecuente en el Ejército alemán, sorprendió a los propios oficiales.

El 1 de agosto se reunió el gabinete en la Cancillería a causa de la inmediatez de la muerte de Hindenburg. El Gabinete aprobó una ley por la cual, en morir el Presidente, sus funciones se acumulaban en la figura del Canciller. Por tanto Hitler no cumplía la promesa hecha a Göring, según la cual este sería Canciller a la muerte del Mariscal, quedando Hitler como Presidente. Parece ser que Hitler había aprendido la lección de tener que compartir el poder, o que este dependiera de la fuerza acumulada, por lo que había aprovechado la ocasión para asentarse definitivamente en la cúspide de la pirámide.
Al día siguiente Hindenburg fallecía en Neudeck. Papen llevó a Hitler el testamento que Hindenburg había redactado bajo su influencia, pero este le dijo que nuestro llorado Presidente me hizo personalmente destinatario de esta carta. Dedidiré más tarde si puedo autorizar su publicación y en qué momento. Una vez más, las protestas de Papen no sirvieron de nada. La ley que aunaba los poderes del Presidente y del Canciller en este último había entrado en vigor la noche anterior, y por la mañana el Ejército había prestado juramento al nuevo jefe de Estado: Ante Dios, hago sagrado juramento de obediencia absoluta al jefe del Reich y del pueblo alemán, Adolf Hitler, supremo jefe de la Reichswehr. Juro ser siempre un valeroso soldado y estar dispuesto a sacrificar mi vida antes que romper este juramento. Blomberg había cumplido su parte del pacto del Deutschland, y Reichneau había logrado que Göring no fuera Canciller ni Ministro de Defensa. Si Göring había protegido a Papen para reservarse la carta del testamento de Hindenburg, esta había quedado anulada.

El 20 de agosto, Hitler escribió una carta de agradecimiento a Blomberg: Del mismo modo como los oficiales y soldados se han comprometido respecto al nuevo Estado al que yo represento, sigo considerando como mi más sagrado deber la defensa de la existencia e intangibilidad de la Reichswehr, y para ejecutar el testamento del desaparecido Mariscal y permanecer fiel a mi propia voluntad, establecer sólidamente el Ejército en su papel único de organismo militar de la nación.
Tanto Hitler como el Ejército podían saborear su triunfo absoluto. Pero, para el Ejército, este triunfo fue tan sólo temporal.

Papen, tras haber rechazado un puesto como embajador en el Vaticano, mediante el cual Hitler quería sobornarle permitiéndole que fijara él mismo su precio, aceptaría, el 25 de julio, el puesto de embajador en Viena tras el asesinato de Dollfuss. Según él mismo, al accedier a la petición de Hitler, pensé que podría prestar probablemente un servicio a mi país, aunque con la condición de obtener previamente garantías concretas. Una vez más, como ya había hecho en enero de 1933, el patriotismo fue la excusa para ponerse al servicio de Hitler. Entre ambas fechas, en ese año y medio de gobierno nazi, se había instaurado una dictadura feroz que había levantado campos de concentración en los que se torturaba y asesinaba a los opositores, y se había iniciado una persecución racial. Papen exigiría a cambio la liberación de Tschirschky de Dachau, pero había tenido que acudir al funeral de Bose.

Las SA continuaron siendo purgadas durante las semanas siguientes, particularmente de los elementos más corruptos. La desilusión fue la nota predominante entre aquella militancia que aspiraba a lograr una promoción social por medio de su servicio, lo que conllevó que en los dos primeros meses tras la purga se dieran de baja 100.000 hombres. Si en agosto de 1934 las SA disponían de cerca de tres millones de hombres, en octubre de 1935 esta cifra bajaría a 1'6 millones, es decir, la mitad, y aún se reduciría más a consecuencia de que los requisitos de ingreso pasaron a ser muy estrictos, aumentando la cuota a pagar y teniendo que competir, desde 1935, con el servicio militar obligatorio en el Ejército.

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Mié Ago 06, 2008 7:07 pm

Notas

Es muy posible que un lector familiarizado con los sucesos descritos haya encontrado divergencias entre lo aquí expuesto y lo que haya podido conocer a través de otros artículos o libros publicados. Lo cierto es que yo mismo he topado con diferentes versiones de los mismos hechos, y siendo estas diferencias de mayor o menor calado. Donde, sin duda, más posibles errores se encuentran es en los detalles, es decir, en el rango de alguien en particular, en la hora en la que sucede lo que se cuenta -las que yo he puesto deben tomarse como mera orientación-, la forma de la muerte, etc. Pero también hay diferentes interpretaciones acerca de por qué se asesinó a un personaje u otro, y también hay numerosos rumores que hablan de lo que podría haberse encontrado en algún que otro registro. Y, por supuesto, también hay versiones del por qué de la Noche de los Cuchillos Largos en general.

Todas estas divergencias son motivadas bien por los testigos de la época interrogados por los primeros autores que se ocuparon del tema, bien por errores de traducción, o por cuestión de cercanía política a los personajes implicados. Lo que aquí se expone es, como no podía ser de otra manera, mi propia versión, las conclusiones a las que he llegado tras la lectura de las fuentes expuestas en la bibliografía.

Para algunos autores, como Irving, las SA realmente se habían armado y estaban dispuestas a actuar contra Hitler, estando Röhm confabulado con Schleicher. Para otros esto es una mentira del régimen para justificar la purga, cuya motivación no era otra que la de una pugna por el poder entre las distintas facciones nacionalsocialistas. Para unos el rearme de las SA era una realidad que definía sus intenciones, para otros una mentira o, en el mejor de los casos, una verdad a medias. Mi opinión es la que he tratado de exponer, sin por ello dejar de plasmar toda la información que he encontrado para que el lector saque sus propias conclusiones. Las militancia de las SA estaba descontenta ante la imposibilidad de promocionar a todos aquellos que se habían aunado a la revolución precisamente para ello. Su Estado Mayor, con Röhm a la cabeza, era incapaz de controlar a su gigantesca organización, dándose la circunstancia de que su descontento no sólo era utilizado como excusa para los apetitos personales, sino que además les empujaba ante lo que podía ser un hecho consumado, la segunda revolución, la que podía auparles al poder o apartarles si dejaban de ser la cabeza visible de esa militancia que se sentía legitimizada a dejarse llevar, hasta las últimas consecuencias, por la corriente creada en la captura del poder. El carácter y la falta de miras de Röhm y su Estado Mayor, todos ellos personajes en absoluto preparados para entender los mecanismos de gobierno de una nación, aportarían los ingredientes necesarios para que, pese al descomunal tamaño de las SA, estas fracasaran estrepitosamente, dejándose sorprender y decapitar.

En mi opinión, que las SA se armaban es algo irrefutable, y más cuando sus prácticas de tiro eran escuchadas por los diplomáticos extranjeros que residían cerca de su cuartel en Berlín. Esto, además, debió ser deliberado, dentro de la estretegia de Röhm de hacer sentir a Hitler que disponía algo más que cuatro millones de rufianes, o que estos eran capaces de reconvertirse en soldados del Reich. Pero, se desprende de lo dicho, no creo que Röhm albergara verdaderos planes, más allá de sus comentarios y rabietas para el consumo interno, para derrocar a Hitler si este no se avenía a su aspiración de ser una figura principal del régimen, amparado en su ansiedad de homogeneizar a la nación en el marco de la revolución nacionalsocialista. Esta ansiedad, por otro lado, era común en Hitler, pero este deseaba llevarla a cabo por otro camino, de manera que no pusiera en peligro la potencia a corto plazo de Alemania ni, desde luego, pusiera en duda su liderazgo. Si Röhm se ofrecía como garante de Hitler, este no pretendía otra cosa que disponer de un poder absoluto que no pudiera ser cuestionado, ni tan siquiera desde dentro del movimiento.

La grieta ofrecida por Röhm en un momento tan delicado como la carrera sucesoria a la Presidencia fue, qué duda cabe, aprovechada por los sectores conservadores que aún gozaban de una influencia nada desdeñable en la industria, el Ejército y la Iglesia. Los conservadores, por tanto, sí se movilizaron para tratar de aprovechar la crisis del recién nacido régimen para reconducirlo hacia el plan original de instaurar un autoritarismo apoyado en el Ejército y la industria que preparara el camino a una restauración monárquica en la cual legitimizar su poder. Pero los conservadores presentaban una fractura decisiva en la figura de Papen, rival de Schleicher por la Cancillería. Ello provocó, aunado a la simpleza de Blomberg, similar a la de Röhm, que el Ejército pivotara entre el nuevo régimen y las posibilidades de los conservadores, debilitadas por dicha fractura. Es posible que fuese cierto que los conservadores afines a Schleicher contemplasen la posibilidad de un apoyo de Francia en una hipotética guerra civil. Es una conjetura que merece la pena tener en cuenta, si bien no he encontrado nada que pueda afirmarla.

Y, por último, el papel de Göring también es discutible. De todos es conocida su ambición desmesurada, decisiva en la resolución final que hubo de adoptar Hitler. La Noche de los Cuchillos Largos se hubiese dado siempre, dadas las aspiraciones y características Röhm y Blomberg, y teniendo en cuenta el delicado momento histórico, pero pudo haber sido de otra manera. El tópico es el de un Hitler todopoderoso que gobernaba con mano de hierro su movimiento, basado en el principio del caudillaje, pero lo cierto es que Hitler era aún débil en aquel entonces. Sus dudas a la hora de actuar, que casi le abocan al desastre mientras esperaba una señal en el camino que le guiara, la cual se la ofrecería Blomberg, en quien confió antes que en sus propios camaradas; los asesinatos de Röhm y Strasser en contra de su voluntad; su cambio de opinión acerca de dar la Cancillería a Göring, tal y como le había prometido; y su necesidad de apoyarse en una figura del partido hasta entonces casi irrevelante, como era Himmler, parecen confirmar esta tesis de que Hitler no tuvo un plan predeterminado para salirse con la suya, apoyado por los hombres fuertes del régimen, sino que aprovechó la prerrogativa del Ejército para poder hacer frente a quienes podían disputar su liderazgo desde fuera o, incluso, desde dentro del partido.

La teoría de que Göring protegió a Papen para su aprovechamiento posterior es, que yo sepa, de mi cuenta y riesgo. Desde ya hago una petición para que, si alguien conoce algún autor que haya investigado en este sentido, haga el favor de decírmelo, y así podré investigar más este asunto.
Gallo menciona la posibilidad de que Hitler temiese a Göring, pero no menciona que este pudiera contemplar en el testamento de Hindenburg, en poder de Papen, un as en la manga para asegurarse que Hitler, cuanto menos, cumpliera su palabra y satisficiera su ambición. Ello explicaría que Hitler se apoyara básicamente en Blomberg, mientras que limitaba su necesidad de claudicar ante sus compañeros de movimiento, contentándoles con una purga a la medida de sus necesidades, pero que no podía llevar a un intercambio de papeles entre Röhm y Göring. Tuvo que ceder y entregarles la cabeza de Röhm y Strasser, a los cuales aún podría haber utilizado como contrapeso en su sistema poliárquico; pero contó con el apoyo del Ejército para acumular el poder necesario para protegerse de las diferentes facciones. Poco le importaba ya que Himmler diese a conocer su capacidad para resultar otro factor a tener en cuenta en la complejidad del nacionalsocialismo, y menos cuando este le mostraba un futuro tan cercano a su propia visión de una sociedad jerarquizada y homogeneizada en lo político y lo racial.

He intentado traducir los rangos al español. No se hasta qué punto lo he logrado sin cometer errores, pero pensé que merecía la pena correr el riesgo en tal de que cualquier lector pueda hacerse una idea de la importancia de los personajes.

Agradecer a Paradise Lost y a Capitan Miller su pronta ayuda a la hora de resolverme algunas dudas.

Bibliografía

La Noche de los Cuchillos Largos, de Max Gallo.
De Münich a Auschwitz, de Ferran Gallego.
Todos los hombres del Führer, de Ferran Gallego.
El Tercer Reich. Ascensión y caída del régimen nazi, de H. S. Hegner.
La llegada del Tercer Reich, de Richard J. Evans.
El Tercer Reich en el poder, de Richard J. Evans.
Göring, de David Irving.
La GESTAPO y la sociedad alemana. La política racial nazi (1933-1945), de Robert Gellately.
El Papa de Hitler, de John Cornwell.
La Wehrmacht. Los crímenes del ejército alemán, de Wolfram Wette.
http://es.wikipedia.org/wiki/Portada
http://www.uniforminsignia.net/index.php?p=main
http://www.axishistory.com/
Última edición por Bitxo el Jue Oct 09, 2008 1:52 pm, editado 1 vez en total

Mié Ago 06, 2008 8:13 pm

:shock: ¡ Tremendo el reportaje, Bitxo !. Ya está debidamente guardado en PDF para leerlo con detenimiento. Felicidades por el trabajo, compañero.

:D Un saludo cordial.
García-Morato.

Mié Ago 06, 2008 8:21 pm

Magistral. :shock:

Felicidades por un trabajo exhaustivo, perfecto e imprescindible para comprender muchas cosas.

Saludos.
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