La Guerra Civil fue una dura prueba para el recién creado RKKA. Acosados por numerosos frentes, los comandantes soviéticos aprendieron a llevar a cabo una guerra de movimientos donde tácticas de concentración y choque en un punto para lograr una penetración y explotación sobre su enemigo, desplegado en una delgada línea en tal de cubrir un frente inmenso, combinadas con un despliegue escalonado y en profundidad, les llevaron a la victoria. Estos comandantes, que habían usado el tren blindado y la caballería para llevar a cabo sus maniobras, encontrarían más tarde en el carro de combate y el transporte mecanizado de tropas las herramientas adecuadas para cuanto habían aprendido. Pero la drástica situación económica resultante de la contienda implicaría la reducción de las filas del ejército, que podía reforzarse mediante la recluta de milicias en caso de necesidad, lo cual fue mitigado por la colaboración con los alemanes, derivada del Tratado de Versalles y la amenaza polaca. Esta colaboración les permitió poder desarrollar las nuevas armas, el tanque y el avión, y experimentar con ellas, y supuso que tanto Alemania como la URSS pudieran llevar a cabo una revisión, de manera independiente, de sus doctrinas bélicas.
Foto nú1: Tren blindado
En la URSS esta revisión sería iniciada por Svechin y Frunze mediante la denominada Teoría de la batalla profunda la cual, conforme la tecnología y la industrialización avanzaban, sería ampliada principalmente por Triandafillov y Tukhachevsky, pasando a denominarse Teoría de operaciones sucesivas y profundas. Fijándose en la derrota propia ante Polonia, o la alemana en Francia, llegaron a la conclusión de que los ejércitos modernos resultaban demasiado fuertes para doblegarlos en una sóla gran batalla decisiva, por lo que optaron por un método de penetración y explotación sucesiva que lograra la derrota del defensor, ideando para ello un nuevo nivel de combate intermedio entre el estratégico y el táctico, denominado operacional, en el cual se agrupaban diferentes acciones tácticas en aras de un objetivo común, con lo que sucesivos éxitos operacionales conducirían al éxito estratégico. En palabras de Svechin: Las tácticas hacen las etapas desde las cuales los saltos operacionales son reunidos, señalando la estrategia el camino. La Teoría de la batalla profunda sería adjuntada a las Regulaciones de Campaña de 1929 como un concepto táctico que dependía para su existencia de la industrialización de la URSS y no serían plenamente implantada hasta 1936, quedando la Teoría de operaciones sucesivas y profundas como tal: teoría.
Foto nú2: Triandafillov
Mientras Svechin daba forma a su arte operacional, Shaposhnikov y Triandafillov sostenían que en la guerra futura la movilización sería realizada en la fase de preguerra, iniciándose las hostilidades antes de una declaración formal de guerra en aras de explotar la sorpresa y adelantarse al despliegue del defensor. Siguiendo esta línea, Triandafillov indicaría la ventaja de lanzar ataques inmediatos al agresor para robarle la iniciativa y desorganizar su movilización y despliegue, añadiendo la ventaja de azuzar la lucha de clases a su territorio mediante una contraofensiva, lo cual era un postulado leninista. Triandafillov ya apuntaba hacia el uso de fuerzas mecanizadas y aviación como medios más adecuados, y trataría de definir en cuanto a términos de extensión, profundidad y tiempo de ejecución lo que sería una operación moderna.
Foto nú3: Tukhachevsky
Estas ideas iniciales, motivadas por el análisis de la Primera Guerra Mundial, suscitaron un rico debate en la década de los treinta. La base de este análisis suponía que si bien el estado que movilizase primero a sus fuerzas lograría una apreciable ventaja militar, el período inicial de la guerra no resultaría decisivo. El plan soviético de la Primera Guerra Mundial exigía el ataque 15 días tras la movilización, iniciada antes que la alemana. La ofensiva lanzada sin esperar a una completa concentración resultó un desastre y, sin embargo, se estabilizó el frente tanto en la derrota contra los alemanes como en la victoria contra los austríacos. El debate se centró entonces en la manera de lograr una concentración y despliegue completos mientras se impedía lo mismo al enemigo.
Foto nú4: Shaposhnikov
Ya en 1929, Alksnis, Novitsky y Lapchinsky defendía el uso de un ataque aéreo para desorganizar al agresor y robarle la iniciativa. Dos años más tarde, Eideman agregaba las fuerzas mecanizadas a la ecuación proponiendo fuertes batallas aeroterrestres que garantizasen el derecho a desplegar primero y Shilovsky se hacía eco, hablando además de una movilización parcial durante la preguerra, lo que denominaría avanzar lentamente hacia la guerra. Nuevamente Lapchinsky, esta vez junto a Khripin o Tatarchenko, defendió la importancia de la fuerza aérea tanto para la desorganización del adversario como para el apoyo a la contraofensiva. El poder aéreo preocuparía a Tukhachevsky, quien recomendaría un despliegue en profundidad hasta 250 kms. de la frontera y advirtiendo que, ante la pérdida del dominio del aire, se debía desplegar aún más lejos. Egorov, entonces jefe de Estado Mayor del RKKA, recogería todas estas ideas, diciendo que los estados que se prepararan para la guerra, lo harían posicionando en secreto sus fuerzas móviles cerca de la frontera, iniciando las hostilidades por sorpresa. Tanto el atacante como el defensor harían uso de estas fuerzas móviles, a las que denominó grupos de incursión, apoyadas por la aviación en un intento de desbaratar la movilización del contrario mientras se afanaban en lograr la propia. Sin embargo, pese a que el debate tomaba un cariz netamente ofensivo, asentando la idea de que el RKKA no debía permanecer pasivo y hacer lo posible por pasar a la contraofensiva, Egorov todavía reconocía el papel de la defensa al pensar que los grupos de incursión serían incapaces de derrotar a las fuerzas principales, no pudiendo más que crear una crisis durante un período necesario para el enfrentamiento entre estas. Sería Isserson quien advertiría de que dicho período, el transcurrido entre la movilización de las fuerzas principales y su implicación en la batalla, se estaba reduciendo vertiginosamente. Pero Isserson todavía mantuvo las dos semanas como duración del período inicial de la guerra hasta que el éxito de los alemanes en Polonia le hizo comprender que, tal como temía, este lapsus de tiempo había desaparecido.
Foto nú5: Budenny y Egorov
En 1934 Tukhachevsky abogó por el despliegue en tiempos de paz de ejércitos avanzados a unos 50 o 70 kms. de la frontera. Estos ejércitos avanzados debían mantenerse a un nivel de efectivos propio de la guerra y tenían la doble función de proteger el despliegue de las fuerzas principales propias y de desorganizar la enemiga. Para ello, la aviación debía atacar los aeródromos y otras infraestructuras enemigas en una profundidad de 200 kms., al tiempo que se lanzaban contraataques mecanizados y asaltos aerotransportados. Reconociendo que el enemigo podía hacer lo mismo, abogaba por concentrar las fuerzas principales lejos de la frontera, por lo que asumía que el período inicial de la guerra seguiría durando un par de semanas, durante las cuales el campo de batalla sería decidido por quien lograra el éxito durante la fase inicial. Valorando las posiciones defensivas tan sólo como un escudo que absorverá la ofensiva del agresor, se centraba en el uso de los ejércitos avanzados usados como un martillo golpeando los flancos. Un año más tarde clamaría por la superioridad inicial, especialmente en brigadas mecanizadas, y por una preparación previa que permitiese un ataque cuanto antes, pues tanto Alemania como Polonia disponían de una red de ferrocarriles más eficiente a la hora de lograr la movilización. Las ideas de Tukhachevsky sería reforzadas por su colega Uborevich y por los trabajos de Shilovsky, Sokolov y de Karbyshev, los cuales daban a las defensas fortificadas de la frontera el papel de trampolin para las contraofensivas. Al año siguiente, en 1936, Krasilnikov reforzaría todo esto al poner como ejemplo Manchuria o Etiopía, mientras Lapchinsky aseguraba que el uso de la fuerza aéra resultaría vital para alcanzar la victoria, comenzando las batallas en el aire y terminando en tierra. Para garantizar el dominio aéreo se debía defender el cielo propio al tiempo que se atacaban los aeródromos del enemigo.
Foto nú6: Uborevich
En definitiva, el debate llevado a cabo por los teóricos soviéticos se encaminaba a dogmatizar la idea de un RKKA capaz de anular la ofensiva enemiga y de lanzar una contraofensiva para llevar la guerra a su territorio, dentro de un modelo de defensa avanzada, basando esta defensa en activos móviles y viéndola únicamente como el medio necesario para robar la iniciativa al agresor y tomando esta un cariz ofensivo como forma decisiva de combate. El RKKA no sólo no debía ceder terreno, si no que debía llevar la guerra, y con ella la revolución marxista, a su enemigo, correspondiendo esta función no sólo al credo leninista, si no también a la caracterísitca de la URSS de disponer de etnias o nacionalidades hostiles en su periferia. Y todo ello basado en el supuesto de la superioridad numérica en términos industriales y humanos, la cual se aseguraría con el plan quinquenal de un Stalin preocupado por la vulnerabilidad soviética.
Sería precisamente Svechin el que criticaría abiertamente esta línea de pensamiento. La defensa avanzada no dejaba de ser un modelo lineal de despliegue fronterizo expuesto a una penetración enemiga a gran escala, por mucho que los activos móviles pudiesen corregir los errores de una defensa estática propia de la Primera Guerra Mundial. Quejándose de la imposición de una doctrina estrecha y del culto a la ofensiva, así como del espejismo del aniquilamiento del enemigo, Svechin indicó que cada guerra requería su propia estrategia y no la aplicación de una plantilla, incluso si es roja, basada en supuestos de condiciones desfavorables al enemigo. Poniendo como ejemplo la ofensiva de Ludendorff de 1918, recordó que la iniciativa era algo más que atacar al enemigo, pudiendo ser justo al revés, al conseguir que este se sintiera obligado a atacar debido a la previsión de esas condiciones desfavorables. Svechin defendería la idea de que combatir por el mantenimiento del equilibrio resultaba más rentable que hacerlo por una posible conquista, permitiéndose recordar que es el bando más débil el que debe pasar a la defensiva, aun perdiendo territorio, lo cual, además, era un lujo que precisamente la URSS se podía permitir. Verkhovsky, colega de Svechin, suscitó una oleada de airadas protestas al decir que, en caso de guerra con Polonia, era mejor ceder Minsk y Kiev en lugar de toma Belostok y Brest. Reconociendo que las ventajas naturales de la URSS en cuanto a clima y extensión habían perdido importancia dada la mecanización, no dejaban de abogar por el uso de un modelo de defensa estratégica que utilizara posiciones defensivas en profundidad capaces de ralentizar y desgastar el avance enemigo, y que contase con reservas estratégicas preparadas para lanzar contraataques en cuanto este perdiera su impulso.
Tukhachevsky lanzaría una campaña de desprestigio sobre Svechin, acusándolo de derrotismo y falto de comunismo. Shaposhnikov, quien también había advertido acerca del excesivo carácter ofensivo, optó por no arriesgarse en lo político y dijo que desde 1924 he intentado inculcar el respeto por la defensa, pero no por los medios de haber rebajado ni un ápice la pasión ofensiva del RKKA y que era necesario tener en cuenta la esencia del RKKA y no privarle de su espíritu.
Foto nú7: Sokolovky
Como hemos visto, la doctrina militar soviética acusaba un fuerte carácter ofensivo, entendiendo la defensa como el medio para robar la iniciativa al enemigo mediante el uso combinado de fuerzas móviles tanto aéreas como terrestres. La defensa estática no era más que el medio que permitiera frenar al enemigo para lanzar un contraataque. Para ello la Regulación de Campaña de 1936 especificaba una posición defensiva para el Cuerpo de Fusileros, dividiéndola en cuatro zonas.
La primera o área delantera dispondría de recursos ingenieros y destacamentos de infantería y artillería a lo largo de unos 12 kms. de profundidad. La segunda o línea de seguridad, estaría conformada por puntos fuertes independientes de regimientos de infantería de manera que cubrieran directamente el área delantera. En la tercera o área principal, estarían desplegados los grupos de choque de cada una de las divisiones del cuerpo. La cuarta, situada a unos 12 o 15 kms. del área principal, sería un nuevo cinturón defensivo.
Ya que el concepto operacional aún no estaba madurado en 1936, la Regulación de Campaña parecía contradecir la amplitud de miras que otorgaba la mecanización del RKKA en ciernes al utilizar a la División de Fusileros como la piedra angular del sistema defensivo. Una división debía cubrir un área de 8 a 12 kms. con una profundidad de 4 a 6 kms. En el caso de que el enemigo lograra una penetración blindada, el comandante de la división debía organizar un contraataque con sus propios blindados para contener el avance mientras llegaba a la zona el grupo de choque para restaurar la línea. Si pese a esto el enemigo alcanzaba y destruía el área principal de la división, podía solicitar al comandante del cuerpo la retirada. Entonces el comandante del cuerpo debía utilizar sus reservas y solicitar refuerzos del ejército, redistribuyendo sus unidades para organizar un contraataque, tratando de aislar al enemigo cerrando la brecha y dejar que las reservas del ejército y la aviación se ocuparan de esas fuerzas enemigas.
Pero donde más confusión había era precisamente en el uso de la aviación. Teóricamente debía ser usada de forma masiva, pero Lapchinsky insistía en que cada nivel de mando a partir de la división tuviera asignados algunos activos, lo cual suponía una dispersión tanto de los activos como del mando.
Foto nú8: Egorov
Si el carácter ofensivo de la doctrina, aunado a la sentida por Stalin vulnerabilidad de la URSS y a la máxima política de no ceder territorio y extender la revolución, azuzaban la producción de pertrechos, todo esto, a su vez, reafirmaba la doctrina. En ninguna otra parte, ni tan siquiera en Alemania, hubo tamaña desviación del esfuerzo industrial hacia la fabricación de elementos blindados y aéreos. Cuatro años después del desarrollo del primer carro de combate, basado en un modelo estadounidense, la URSS producía 3.000 vehículos blindados de todo tipo al año, habiendo un crecimiento similar en el resto de las armas. En marzo de 1932 se recomendaría la creación de formaciones blindadas de todos los tamaños para que cada nivel de mando pudiera desarrollar su papel específico. Cada división de fusileros debía disponer de un batallón de carros ligeros. Cada división de caballería de un regimiento. Cada cuerpo de fusileros debía tener en su reserva varias brigadas, y debía existir un cuerpo independiente mecanizado encargado de realizar las penetraciones en profundidad. Los soviéticos crearon sus dos primeros cuerpos mecanizados en otoño de 1932, compuestos por dos brigadas de carros y otra de fusileros, reforzadas con artillería, ingenieros y defensa antiaérea, tres años antes de que en Alemania se formase la primera división panzer.
Las fuerzas aerotransportadas también fueron impulsadas y entrenadas como unidades de élite, siendo los paracaidistas comunistas procedentes del Komsomol. El propio RKKA en conjunto cambiaría su sistema de cuadros territorial por otro de conjunto y aumentando su bagaje humano a tiempo completo que alcanzaría el millón y medio de hombres en junio de 1938.
Pero el rápido crecimiento no estaba exento de problemas. Los carros producidos eran muy ligeros, confiando en la velocidad para su protección, y la comunicación por radio tenía mucho que mejorar. La falta de experiencia a la hora de conducir y reparar los vehículos provocaba un rápido desgaste. En resumen, los cuerpos mecanizados resultaron demasiado farragosos de manejar y se decidió una reducción temporal de su tamaño ya en 1935.
Foto nú9: el carro soviético T26
El desarrollo teórico sufrió sobremanera por las purgas, en las cuales se eliminó a la mayor parte de sus más destacados impulsores. Si bien la doctrina sobrevivió, los análisis militares se redujeron en cantidad y calidad. Completado el objetivo de la purga, el RKKA había perdido su independencia e iniciativa, así como a la gran mayoría de sus oficiales experimentados, siendo catapultados a los escalafones más altos personas a las cuales les faltaban varios años de carrera para poder optar a ese puesto. Por otro lado, los teóricos soviéticos tuvieron la oportunidad de recoger las enseñanzas dadas por los conflictos europeos donde fracasaron estrepitosamente a la hora de extraer las conclusiones adecuadas.
La experiencia en la Guerra Civil española fue a parar al fuego avivado por la purga y aumentaron las dudas acerca de la viabilidad de los cuerpos mecanizados dado su tamaño y la dificultad inherente de controlarlos. La posterior ocupación de la Polonia Oriental reforzó esta idea, reafirmada por un intenso desgaste mecánico que no pudo ser subsanado por la ineficaz logística. Y si Zhukov había logrado utilizar con éxito los nuevos medios mecanizados en Khalkin-Gol, nadie pasó por alto el excesivo tiempo requerido para ello y que las formaciones más grandes de carros fueron brigadas. Ello provocó la decisión de la disolución del cuerpo mecanizado en noviembre de 1939, que no se haría formal hasta enero de 1940. La Comisión encabezada por Kulik, y en la que participarían amigos de Stalin como Budenny y Timoshenko, sin apenas la participación de los partidarios de las ideas de Tukhachevsky, había llegado a la conclusión de que debían retirarse de los cuerpos mecanizados la infantería motorizada, reduciendo además el papel de las brigadas de carros al papel de apoyo a la infantería. A su vez se autorizaría la creación de cuatro divisiones motorizadas inspiradas en las panzer alemanas. El posterior fracaso del arma blindada en la Guerra de Invierno la desacreditaría aún más. La desastrosa campaña finlandesa provocaría más cambios que acabarían reflejados en la Regulación de Campaña de 1941. La manifiesta incapacidad para penetrar posiciones defensivas en profundidad indicó que había que lograr una mayor concentración, por lo que el ancho de la ofensiva disminuyó. Pese a que el avance se confiaba ahora a la infantería y a la artillería, quedando el carro como mero apoyo de la primera, el alcance de la penetración se mantuvo en los 100 kms. Esta penetración debía ser explotada por los regimientos mixtos de caballería y blindados, apoyados si acaso por las nuevas divisiones motorizadas. Si bien dos cuerpos mecanizados sobrevivirían a los efectos de la purga y los fracasos en los escenarios bélicos donde participaron los soviéticos, el pensamiento y las estructuras alcanzadas fueron barridos y regresados a una postura más primitiva. Tras lo éxitos alemanes de 1940, se decidió volver a crear los cuerpos mecanizados gracias a la insistencia de Fedorenko, hasta una cantidad de 9 que se elevaría a 20 tras los simulacros de guerra. Pero estos nuevos cuerpos mecanizados, más grandes que los primeros, no disponían de medios modernos de mando y control, detalle que harían notar Kiskiakov y Usov al advertir el creciente uso de la radio por los alemanes y los estadounidenses, por lo que no podían librar una batalla con la fluidez necesaria. De hecho, el comandante del cuerpo mecanizado contaba con la misma cantidad de radios y estaciones móviles para el doble de carros, pese a que esta cantidad ya se había mostrado insuficiente con anterioridad. Y no sólo estarían equipados mayormente por el material obsoleto para el que carecían de repuestos, si no que no llegarian a completar su entrenamiento básico, de lo cual se quejaría Fedorenko al advertir la falta de entrenamiento para que las formaciones mecanizadas pudieran combinarse adecuadamente con la infantería y la artillería. Esta carencia resultaba doblemente peligrosa en un RKKA que dependía de ellas para evitar los cercos alemanes, pues pese a la estandarización de la producción de vehículos con la posibilidad de acudir al uso de vehículos civiles, la producción de estos era muy baja, lo que suponía que las divisiones de fusileros no disponían de mayor movilidad que la del ferrocarril a nivel estratégico o la proporcionada por animales de tiro. También escaseaban en ella los medios de mando y el entrenamiento, incluso estaban, en el mejor de los casos al 60% de efectivos. En cuanto a la artillería el panorama no era mucho mejor. Tras la debacle en Finlandia había sufrido una fuerte reorganización, aumentando la cantidad en todos los calibres, así como la formación de 10 brigadas anticarro que incluían el nuevo cañón multipropósito de 85 mm. Pero, como con las formaciones mecanizadas, apenas se había ejercitado la colaboración entre estas brigadas y las unidades vecinas de las cuales dependían. La aviación sufría los mismos problemas de equipo obsoleto en proceso de cambio y falta de entrenamiento, no alcanzando las 4 horas de vuelo en muchos pilotos, agudizados por la falta de aeródromos en los nuevos territorios occidentales, los cuales carecían de una defensa antiaérea adecuada si es que existía. Por otro lado, la falta de experiencia con los aviones también afectaba a la propia arma antiaéra, cuyas dotaciones confundirían sus propios aparatos con los alemanes.
Foto nú10: Kulik
La otra consecuencia de estos análisis fue que había que modernizar los carros y aviones. Ello supuso que la URSS iniciara un gigantesco proceso de sustitución del equipo obsoleto, enmarcado en el Tercer Plan Quinquenal, lo que implicaría la falta de repuestos para el material existente e incluso la desidia en el entrenamiento de las unidades cuyos jefes simplemente esperaban los nuevos vehículos. Aunado a este esfuerzo, el RKKA volvió a expandirse para alcanzar la cifra de 5 millones de hombres. Todo ello correspondería a su avance lento hacia la guerra iniciado tras la crisis de Checoslovaquia, teniendo en cuenta que Alemania ya tenía su economía en pie de guerra y que podía movilizarse de manera mucho más rápida que una URSS de grandes distancias y con una menor capacidad debido a la pobreza de sus infraestructuras.
Foto nú11: Zhukov
La incorporación de los nuevos territorios supuso el benecifio de un colchón defensivo que alejaría importantes ciudades como Leningrado de la frontera, además de sumar 25 millones de personas al bagaje humano de la URSS. Pero también tenía su contrapartida en su falta de fortificaciones e infraestructuras necesarias para sostener las fuerzas defensoras que, a su vez, debían resituarse por completo. Al igual que las ciudades, las viejas fortificaciones quedaban muy alejadas, a unos 300 kms, y esos 25 millones de habitantes eran mayormente hostiles. En la primavera de 1941 Zhukov alertaría de que las nuevas fortificaciones, pese al desmantelamiento de las viejas, estaban muy atrasadas y apenas disponían de profundidad, además de estar demasiado cerca de la frontera.
Foto nú12: Timoshenko
Si el caos organizativo de un RKKA en proceso de modernización y rearme era preocupante, las conclusiones a las que llegaron los teóricos soviéticos al analizar la campaña alemana en Francia no resultarían muy halagüeña pese a la excepciones. Shtromberg, sin dejar de ver al carro de combate un arma ofensiva, consideraba que podía aprovecharse su movilidad y fuego para utilizarlo como arma contracarro para destruir una penetración enemiga, cosa en la que fracasaron franceses y británicos. Tiulenev tenía una postura similar, añadiendo que la doctrina defensiva soviética era la antítesis de la Teoría de Operaciones Sucesivas y Profundas, lo cual podría haber llevado a un replanteamiento doctrinal reforzado por el informe de inteligencia que aseguraba que los franceses redujeron su estrategia a misiones tácticas, agravando el error al plantear una defensa avanzada en la frontera con Bélgica. Isserson y Starunin se dieron cuenta de que el período inicial de la guerra había desaparecido, por lo que la idea de que ejércitos de incursión combatirían por malograr la movilización del contrario mientras completaba la suya resultaba obsoleta, pues los alemanes habían logrado su victoria gracias a una completa movilización previa a la guerra, pudiendo lanzar por sorpresa ataques masivos. Pero el propio Starunin no llegaría a comprender la potencia del asalto combinado llevado a cabo por las mecanizadas y la aviación, pues continuaría defendiendo que había que lograr primero el dominio de los cielos y la desorganización de la movilización enemiga para poder derrotar a las fuerzas principales, lo que implicaba todavía un intervalo de tiempo entre el inicio de las hostilidades y un despliegue completo. De hecho la conferencia realizada a finales de 1940 supuso una subestimación de la capacidad alemana. Zhukov alegó que las victorias alemanas se debían a la falta de preparación de sus adversarios a la hora de emprender operaciones militares modernas. Klenov añadiría que ello no podría suceder en un estado digno como la URSS, capaz de negar la sorpresa a Alemania gracias a la inteligencia y sus mayores recursos. Nadie cuestionó que el RKKA sería capaz de robar la iniciativa a los alemanes, pues se consideraba decisivo el período inicial en el cual esa superioridad soviética les resultaría fatal, contando además con un preaviso sucifiente por parte de la inteligencia. Meretskov se quejó de que nadie consideraba que el RKKA tuviera que estar a la defensiva y Sokolovsky de que resultaba imposible basar la defensa sin gozar de flexibilidad para perder territorio, lo cual negaba al RKKA su cometido principal de perpretar el mayor número de bajas posibles al enemigo antes de contraatacar, pero sin atreverse a abordar el tema de que el modelo de defensa estratégica resultaba el más acertado. Romanenko criticaría con timidez a Zhukov al argumentar que las victorias alemanas se debían al uso de ejércitos móviles compuestos de cuerpos mecanizados y aerotransportados apoyados por artillería y aviación, pero, llegado el momento de debatir los recursos asignados a las fuerzas mecanizadas, Stalin intercedió por Kulik, por lo que los nuevos cuerpos mecanizados serían las formaciones móviles de mayor tamaño en el RKKA y ni tan siquiera recibieron prioridad para completar su formación. Las conclusiones, presentadas por Timoshenko, achacaban las victorias alemanas a la ineficacia de polacos y franceses en lugar de alentar una revisión doctrinal.
Foto nú13: Meretskov
La aviación se consideraba fundamental para el éxito en el período inicial de la guerra, pero vista como una condición previa y no un sustituto de las fuerzas terrestres. Se tendía a ver la guerra aérea como de desgaste y ni Ionov ni Richagov valoraron el impacto de la sorpresa lograda por la Luftwaffe, aunque sí criticaron la dispersión de los activos aéreos. Ya en 1941, Starunin advirtió sobre el uso de la sorpresa y la concentración de activos aéreos en el eje principal del ataque, combinándose con una ofensiva aérea independiente para garantizar el dominio de los cielos, pero, una vez más, los análisis que iban bien encaminados caerían en saco roto.
Foto nú14: el bombardero soviético Pe-2
Los simulacros bélicos llevados a cabo tras la conferencia reflejaron sus conclusiones al no contemplar la capacidad para la sorpresa, masa y fuerza que los alemanes habían demostrado en sus campañas, así como la lentitud e ineficacia general del RKKA demostrada en las propias. Que Zhukov derrotara a Pavlov con el bando adversario, sin duda, fue lo menos significativo. Pero sí hubo un efecto importante derivado de la simulación. Stalin reemplazó a Meretskov por Zhukov, acompañando este cambio una nueva reorganización de mandos en el RKKA para tratar de colocar a los oficiales con experiencia en Siberia. Tras el efecto de la purga, esto suponía otro recordatorio de lo poco que podía permanecer un comandante en su puesto.
Foto nú15: el carro soviético BT-5
En 1938 el plan de guerra soviético de Shaposhnikov esperaba un ataque combinado de Alemania y Polonia sobre el eje Minsk-Smolensk-Moscú. Esta era la tesis defendida por Tukhachevsky y Uborevich, si bien incluía una variante considerada como poco probable en que el ataque se enfocaría hacia Kiev. En 1939 el plan se mantenía, pero se añadía la cláusula de que las defensas de la frontera debían impedir que se combatiese en suelo soviético, para lo cual se confiaba en 5 ejércitos de incursión. El borrador del plan para 1940, realizado por Vasilevsky y aprobado por Shaposhnikov, esperaba dos ejes hacia Misnk, uno desde Lituania y otro desde Baranovichi. Timoshenko rechazó el plan al conocer las ideas de Stalin, el cual pensaba que Hitler desearía los recursos ucranianos y caucásicos para poder mantener una guerra prolongada, teniendo en cuenta además la facilidad para lanzar el ataque en esa dirección utilizando los Balcanes, y que el terreno llano de la región resultaba perfecto para sus panzer. Así que el plan final para ese año, de Meretskov, esperaba una coalición de Alemania, Hungría, Rumanía y Japón con eje principal hacia Kiev. Pese a que la frontera se había alargado y que los nuevos territorios occidentales apenas contaban con infraestructuras adecuadas para la movilización, la única reforma importante respecto a los anteriores era que el período inicial de la guerra se reducía de tres a dos semanas. El plan contemplaba una contraofensiva hacia Lublin para pasar a atacar en dirección Cracovia y Bratislava en tal de separar a Alemania de los Balcanes. El objetivo final sería conquistar Polonia y Prusia Oriental. Stalin no cedería ante la presión de sus generales que deseaban concentrarse al norte del Pripiat en lugar de al sur, ni tan siquiera cuando los informes de la inteligencia advertieron de la concentración enemiga frente al Distrito Militar Occidental. Los generales, entonces, se contentaron con la idea de lanzar un contraataque de flanco desde el sur. En la primavera de 1941, Zhukov dio una serie de orientaciones para el despliegue, pero no una modificación del plan, del que se esperaba que el RKKA alcanzaría Polonia en cuatro semanas. Estas orientaciones dieron lugar al Plan de Movilización de 1941, el cual establecía un despliegue de 171 divisiones en tres cinturones o escalones operacionales a lo largo de la frontera. El primer escalón sería una ligera fuerza de cobertura compuesta de 57 divisiones de fusileros, a las cuales correspondía unos 70 kms de frente. En el segundo escalón dispondría de 52 divisiones y el tercero de 62. Estos dos escalones tendrían a la mayoría de los 20 cuerpos mecanizados, pero el tercero quedaba excesivamente lejos de la frontera, por lo que no podía prestar apoyo inmediato a la batalla fronteriza. Cada distrito militar, en caso de guerra, se organizaría como un frente con su propio cuartel general. Detrás estos frentes se organizaba otro de reserva compuesto por cinco ejércitos que se desplegarían a lo largo de la línea Dnepr-Dvina.
Foto nú16: los despliegues enfrentados
En todos estos planes resultaba vital la detección del despliegue enemigo, lo que supondría una movilización temprana. El éxito de las contraofensivas dependía de esa presteza en la movilización, pero sin olvidar el secretismo para lograr la sorpresa requerida. Pero la política de apaciguamiento de Stalin hacía inviable el proyecto, pese a lo cual no hubo una revisión profunda del plan para reconvertir la peligrosa defensa avanzada en otra estratégica. Ni tan siquiera se adoptó un modelo de defensa móvil defendido por Rokossovsky, apoyado en la masa de blindados soviéticos, pero que no tenía en cuenta las dificultades de mando y control inherentes al RKKA. En cambio, los esfuerzos se derivaron hacia la presión en el dictador para que permitiera una mayor movilización, logrando Zhukov y Timoshenko el permiso para la incorporación a filas de 500.000 reservistas en marzo, más otros 300.000 poco después. Nuevas presiones en mayo supusieron la transferencia de cuatro ejércitos y un cuerpo de fusileros desde el Cáucaso, el Volga y Ural, para que formasen el frente de reserva, pero bajo promesa de guardar el mayor secreto para no alertar a los alemanes, lo que provocó que sólo 9 de las 77 divisiones llegaran a destino en el momento del ataque. El secretismo adoptado provocó también la imposibilidad de reforzar al máximo nivel los diferentes distritos militares. Cuando Kirponos quiso alertar a sus tropas y moverlas hacia la frontera, fue detectado y paralizado por el NKVD. Igualmente Timoshenko no obutvo permiso para desplegar las fuerzas como medida preventiva a mediados de junio. Para anular la amenaza de cerco de las fuerzas de cobertura del Distrito Militar de Kiev se decidió crear un nuevo frente, el Sur, nada más comenzase la movilización. Pero esta decisión se tomó tan tarde como el 21 de junio, por lo que los oficiales de mando, procedentes de Moscú, ni tan siquiera habían iniciado su viaje a la zona cuando estalló la guerra, quedando esas fuerzas bajo el liderazgo de los oficiales del Distrito Militar de Odessa.
Foto nú17: Barbarroja
En el momento del ataque alemán, el RKKA fracasó estrepitosamente por la conjunción de motivos expuesta. La doctrina militar soviética no correspondía ni a la situación política dada de apaciguamiento de Stalin, ni a la de unas fuerzas militares en proceso de rearme y modernización, y cuyas deficiencias en métodos y medios de mando y control estaban agudizadas por el efecto de la purga. El modelo de defensa avanzada no resultaba el más adecuado por mucha consonancia que guardase con el dogma doctrinal ofensivo y con el político de no ceder terreno considerado hostil al régimen. Este modelo, además, fue alentado por un Stalin convencido de que los alemanes iniciarían las hostilidades mediante una provocación en la frontera, cuya rápida eliminación podría ahuyentar la guerra que temía. Y sería precisamente ese temor el que implicaría que el RKKA no fuera reforzado, ni tan siquiera advertido a tiempo de la ofensiva alemana, lo cual resultaba una condición previa crucial para el plan de guerra adoptado. Si el primer escalón estratégico debía contener el ataque en la frontera con el apoyo de las fuerzas aéreas y los cuerpos mecanizados, la concentración de activos aéreos en aérodromos escasamente preparados, aunada a la mencionada carencia del aviso necesario, supuso la eliminación de estos en los primeros momentos; y los cuerpos mecanizados, desplegados lejos y de manera muy fragmentaria, con sus divisiones alejadas las unas de las otras en distancias de hasta 100 kms, y con una estructura de mando igual de dispersa según objetivos precisos, apenas pudieron acometer las misiones encomendadas. Las divisiones de fusileros no disponían de los efectivos planeados para una guerra, siendo más grandes que las alemanas en teoría y más pequeñas en la realidad, y no disponían ni del entrenamiento ni mucho menos de la experiencia bélica de estas. Por otro lado, los soviéticos habían abandonado el uso de grupos de choque y contención para la defensa, confiando esta a defensas tácticas escalonadas en profundidad, pero estas defensas no estaban completas y no existían siquiera trincheras contínuas que facilitasen las maniobras laterales y la ocultación de los propios movimientos o una cobertura adecuada para llevarlos a cabo. La infantería rusa, sin apoyo aéreo ni mecanizado, sin las defensas adecuadas ni el nivel de mando y entrenamiento de su adversario, no pudo de ninguna manera hacer frente a la embestida alemana.
Con todo, y pese a la fatal desconexión entre la doctrina militar y la política, el miedo de Stalin a la guerra pese a la confianza de sus generales, supuso que existieran fuerzas de reserva que quedaron fuera del alacance de los cercos alemanes. Estas fuerzas, aunadas a la completa movilización de la sociedad, el apoyo extranjero y al valor de los ivanes, permitieron sentar la base para que la esperada victoria decisiva alemana se tornase primero en una pírrica para, finalmente, se intercambiasen los papeles.
Bibliografía:
Planeando la guerra: el Ejército Rojo y la catástrofe de 1941, Cynthia A. Roberts
Barbarroja, las fuerzas de cobertura soviéticas y el período inicial de la guerra: historia militar y batalla aéreo-terrestre, Jacob W. Kipp
Cuando chocan los titanes. Cómo detuvo el Ejército Rojo a Hitler, David M. Glantz y Jonathan M. House
El programa de motorización-mecanización del Ejército Rojo durante los años de entreguerras, David M. Glantz
Estos textos han sido traducidos al castellano por F. Medina
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Foto 1
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Foto 3
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Foto 4
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Foto 5
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Foto 6
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Foto 7
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Foto 8
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Foto 9
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Foto 10
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Fotos 11, 12 y 13
http://www.northstarcompass.org/nsc0705/stalinradio.htm
Foto 14
http://ww2-aircraft.com/images/photo-2/Pe2-010.jpg
Foto 15
http://wio.ru/tank/tankgal.htm
Foto 16
http://www.onwar.com/maps/wwii/eastfron ... arossa.htm
Foto 17
http://www.onwar.com/maps/wwii/eastfron ... arossa.htm