Nada más tomar el poder, Lenin lanza cuatro medidas que pretenden tanto demostrar la determinación del nuevo régimen como responder a las ilusiones creadas en la Revolución. El decreto sobre la tierra supone la confiscación de todas las tierras en manos de los terratenientes mediante la nacionalización. El decreto sobre las empresas industriales asegura el control de las industrias mediante comités obreros. El decreto sobre las nacionalidades admite el derecho a la autodeterminación intentando atraer a aquellas que pretenden o ya se han independizado del antiguo Imperio Ruso. Y el decreto sobre la paz para impulsar esta y apartarse de la guerra lo antes posible.
Este último decreto resultó especialmente controvertido pues los bolcheviques habían pregonado tanto la salida de una guerra considerada capitalista que no podían negarse a ella sin el descontento de los soldados y el pueblo en general y poner en peligro de su poder aún tambaleante tras la Revolución de Octubre. Por otro lado, ya que los Aliados no desean una paz sin victoria, temen que firmar una paz por separado refuerce el imperialismo alemán y aleje la deseada revolución socialista en Alemania. Pero la circunstancias imponen la solución al dilema: Rusia está agotada por la guerra y la revolución y la paz es necesaria. Aún con esto en la mente, el nuevo gobierno percibe el peligro de una negociación en la que los alemanes lleguen demasiado lejos con sus exigencias y lo deje como traidor a la patria. Bujarin defiende la reconversión de la guerra en otra de corte revolucionario. Lenin opta por buscar la paz a cualquier precio y Trotski intenta el consenso alentando una larga negociación sin comprometerse demasiado que de tiempo a que el espíritu revolucionario se de en el Ejército alemán. Así, ganar tiempo se convierte en sinónimo de ganar espacio, mientras que para Lenin perder espacio significa ganar tiempo (Marc Ferro). Pero los alemanes no les permitieron alargar mucho las negociaciones y, con sus ejércitos avanzando casi sin oposición y con la presión de los ejércitos de los Rusos Blancos, remanentes del Imperio zarista, imponen sus condiciones. Rusia acabaría perdiendo importantes territorios como los Países Bálticos, Finlandia, Polonia, Ucrania, Besarabia, Ardahan, Kars y Batum, además de tener que pagar fuertes indemnizaciones. Ocultada al pueblo ruso, una cláusula implicaba que los bolcheviques no debían lanzar su propaganda revolucionaria por Alemania ni Austria-Hungría. Los bolcheviques renunciaban a su ideal de expandir su revolución por toda Europa en tal de lograr la paz que les permitiría mantenerse en el poder. Años más tarde, Trotski acusaría a Stalin de defender la idea del socialismo en un sólo país olvidando que, apenas nacer, el gobierno bolchevique la vió como decisión acertada, a excepción de Bujarin que clamaría entre sollozos: Hemos convertido al Partido en un montón de estiércol.
La llamada Paz de Brest-Litovsk provocaría la ruptura de las fuerzas aliadas a los bolcheviques. Un claro ejemplo es la secesión de su principal aliado en la Revolución de Octubre, los Socialistas Revolucionarios de Izquierdas, que incluso asesinarían al embajador alemán en tal de intentar reanudar la guerra.
Para la Entente, el surgimiento del nuevo régimen no sólo suponía el serio inconveniente de que Rusia se apartase de la guerra, liberando divisiones alemanas que pronto se presentarían en el frente occidental, sino la preocupación por la extensión de movimiento revolucionario. Desde el principio verían el decreto sobre las nacionalidades como una oportunidad para apoyar los diferentes movimientos contrarrevolucionarios en los estados que podían surgir. Así no escatimarían esfuerzos en apoyar a todas las facciones nacionalistas y antibolcheviques en aras de lograr el denominado cordón sanitario para aislar al nuevo régimen. Además apoyarían a la Legión Checa, formada por soldados y prisioneros de guerra que se había trasladado a Rusia para ayudar al zar en la guerra. La Guardia Roja trataría de desarmarla, pero estos, temerosos de ser entregados a los alemanes, se tornarían en una fuerza hostil, tratando de llegar a Vladivostok para embarcar a Francia y proseguir la guerra contra Austria; apoyarían al Ejército Blanco y enviarían tropas a Rusia.
Los alemanes tampoco se quedaron quietos. En Finlandia, que había proclamado su independencia en virtud al decreto sobre las nacionalidades, había surgido un tiempo de prosperidad industrial gracias a la venta de suministro al zar durante la guerra. Ello había provocado un mayor distanciamiento entre las clases sociales que alimentaría la tensión social. Ello provocaría una guerra civil que ganaría la facción conservadora gracias al apoyo alemán.
Los Países Bálticos se independizarían y acabarían combatiendo tanto contra los rusos como contra los polacos. Ucrania también se independizaría y lo haría dividida en una especie de gobierno dual: el Gobierno Provisional de San Petersburgo y la Rada de Kiev. Allí se formaría el Ejército Negro anarquista. En el sur de Ucrania y en el de Rusia, surgiría el Ejército Verde de nacionalistas ucranianos o del Kubán. Estos ejércitos combatirían tanto al Ejército Rojo bolchevique como entre sí y contra el Ejército Blanco zarista. Es la Guerra Civil Rusa, que costaría la vida a unos cinco millones de personas.
Tras tres años y medio de guerra y seis meses de revolución, e inmersa en una guerra civil, Rusia tenía la economía deshecha. Las regiones más ricas estaban en manos de los adversarios bolcheviques y las primeras medidas de autogestión fueron un desastre que permitió a los bolcheviques descartar un modo de producción contrario a sus ideas centralistas y que respondían a las ilusiones despertadas por la revolución y defendidas por sus rivales políticos. La urgencia que imponía el desolador paisaje ruso del momento permite, paradójicamente, que los bolcheviques avancen en su camino hacia el absolutismo. El denominado Comunismo de Guerra es lanzado por Lenin y supone que el Estado controla todos los medios de producción dejando a la iniciativa privada la parte más limitada posible. Además controla la actividad económica ciudadana por medio de servicios de trabajo obligatorios, implanta la autarquía, se encarga de la distribución de la producción y rehúsa del dinero como medio de intercambio. El Comunismo de Guerra fue un fracaso acentuado por la guerra civil y la intervención extranjera. El hambre y las enfermedades se extendieron por todo el país. Trotski, en su visión militarizada del nuevo plan económico, llevaría el horror de la represión en las regiones por él controladas aún más lejos, denunciando como deserción a quien no cumpliera con las directrices dadas y provocando una situación aún más desmoralizante tanto para los soldados encargados de cumplir los mandatos de represión como para el pueblo reprimido. Aún con todo, la población apenas cuestionó a los bolcheviques a sabiendas de que con los zaristas la situación no era mejor. Ambos bandos abusaban sin cesar, reclutando a la fuerza, robando las cosechas y hasta el grano para el siguiente año y fusilaban sin pestañear a quien osara enfrentarse a ellos.
Pese a las graves dificultades, el Ejército Rojo se alzaría con la victoria en 1921. El panorama resultante era estremecedor, sumando al hambre, las enfermedades y el frío, el hastío del pueblo. De ello surge la Revolución de Kronstadt, donde se reclama la libertad de expresión, las elecciones libres y la amnistía. Aunada a la huelga general de Petrogrado que amenaza con extenderse y a las aún no dominadas regiones de Tamboy y Gulai-Pol, la revolución pone en jaque a los bolcheviques hasta que en marzo Tujachevski toma la ciudad y se suceden las ejecuciones sumarias.
Al fin los bolcheviques habían logrado el poder absoluto en Rusia, pero tienen claro que el país está deshecho y atrasado y alimentan la ilusión de que una Europa convenientemente socialista debería ayudarla. Gracias a la victoria del Ejército Rojo sobre los polacos, se alimenta la idea de que el socialismo se podría extender con él. Pero al apoyo francés a los polacos permite su contraataque y, con la Paz de Riga, se desvanecen tanto las ansias de conquista polacas como la extensión del socialismo hasta la puerta de Alemania. Habiendo fracasado el Ejército Rojo, resurge la idea de la III Internacional como amenaza revolucionaria en Europa que haría fracasar el acuerdo logrado de William Bullit, mandado por los británicos y los estadounidenses a Rusia para pactar con Lenin. El acuerdo suponía la retirada de las tropas de la Entente y la reanudación de las relaciones comerciales. La amenaza de la III Internacional se vería aumentada por la revolución espartaquista en Alemania y la toma de poder de Bela Kun en Hungría.
La Entente retiraría al fin sus tropas ante la imposibilidad de derrotar al Ejército Rojo, si bien proseguiría su apoyo a las facciones contrarrevolucinarias hasta el triunfo definitivo de este. Sin embargo, el cordón sanitario había sido un éxito. Finlandia, tras su guerra con los soviéticos había obtenido casi toda Carelia y un trozo de tierra que separaba a los bolcheviques de Noruega. Los Países Bálticos eran independientes y Polonia se había restituido y salvado, deteniendo su ofensiva sobre Alemania y apoyándola contra Rusia. Rumania había obtenido la Besarabia por decisión unilateral, lo que provocaría el irredentismo soviético hacia la región. Y si bien Kemal de Turquía había flirteado con los rusos, también había anulado su influencia mediante la creación de un partido pseudo-comunista propio. No obstante, los bolcheviques continuarían viendo la oportunidad de librar de tropas inglesas su frontera sur y asiática y apoyaría a Turquía en el Congreso de Pueblos Orientales destinado a impulsar la revolución islámica.
Francia aseguraría el cordón sanitario mediante una serie de alianzas. La Pequeña Entente, formada por Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia vigilaría a Hungría y garantizaría la presencia rumana en Besarabia. La Entente Balcánica, de Yugoslavia, Grecia, Turquía y Rumania controlaría a Bulgaria y su ánimo revanchista tras el Tratado de Nueilly que le haría perder territorios en beneficio de Grecia, Rumania y Yugoslavia. La Entente Báltica, entre los Países Bálticos, Finlandia y Polonia era el último eslabón de la cadena impuesta. Sería precisamene esta alianza la primera en fracasar debido a su impopularidad en amplios sectores de los Países Bálticos y de Finlandia. Los rusos se esforzarían en atacarla usando como cuñas la política neutralista y orientada a Escandinavia de Finlandia y el contencioso de Vilna entre Lituania y Polonia, garantizando las fronteras de estos países e incluso celbrando una conferencia de desarme en Moscú.
Pero Polonia no se vería debilitada sólo por el fracaso de esta alianza. El Tratado de Rapallo entre Alemania y Rusia con fines comerciales y militares, la entrada de Alemania en la Sociedad de Naciones, el apaciguamiento de la política francesa manifestado en Tratado de Locarno y la posterior revisión de la Paz de Versalles denominada el Pacto de los Cuatro, serían una serie de golpes que la tornarían desconfiada hacia su aliado francés pues bien podría perder territorios si Alemania lograba una revisión de su frontera oriental o si Rusia continuaba apoyando a Lituania en el contencioso de Vilna. Polonia acabaría por dal la espalda a la Sociedad de Naciones y firmando tratados de no agresión con Alemania y Rusia, lo que sería entendido por la Pequeña Entente y las democracias occidentales como una puñalada por la espalda.
El aislamiento ruso terminaría por socavarse gracias al interés británico en el inmenso mercado rusos. También los Estados Unidos de América, preocupados por la depresión económica, se mostrarían deseosos de lograr un acuerdo comercial con los soviéticos. Los estadounidenses reconocerían a la URSS en 1933 a cambio de pactar que esta no promovería ningún tipo de agresión contra ellos.
Mientras tanto, los bolcheviques no cesarían en su esfuerzo de recuperar las antiguas naciones del Imperio Ruso que se habían separado, mediante acuerdos bilaterales destinados a estrechar lazos comerciales y militares, especialmente en aquellas que no tenían apoyo exterior o lo habían perdido, como Ucrania o Bielorrusia.
Con todo, y pese a las gravísimas dificultades, los bolcheviques habían logrado asentarse y de manera absoluta pese a que comenzó a gobernar en minoría. Y con ellos el primer Estado comunista del mundo daba muestras de superar el estrangulamiento al que había sido sometido. Aún quedaba mucho por recorrer y muchas dificultades que superar. El pueblo deseaba el cese de la represión y una mejora económica. Y aún estaba por venir la durísima prueba de la acometida alemana. Todo ello lo iremos viendo en próximos artículos.