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Testimonios de la invasión de Polonia

Sab Ago 31, 2019 1:58 pm

Mañana se cumple el 80 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial en Europa, con la invasión de Polonia por parte de Alemania, y los medios de comunicación se han hecho eco de la noticia con recordatorios, análisis y testimonios. Aquí va uno de ellos.

Hace 80 años
Bombas al amanecer: el día que empezó la Segunda Guerra Mundial
El 1° de septiembre de 1939, los alemanes aniquilaban Wielun, en Polonia, hoy recordada como la pequeña Guernica,
30/08/2019 - 8:18
Clarín.com


Al alba, desde un cielo gris cayó la primera bomba. La casa de Zofía Burchacinska tembló. El techo se fisuró. Las ventanas estallaron en pedazos. Lo que esa niña de 11 años no sabía era ese infierno desatado al alba era el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Zofía Burchacinska tiene hoy en día 91 años, pero se acuerda perfectamente del día en que su ciudad se convirtió en el primer blanco de la guerra iniciada por Hitler: Wielun, en Polonia, la Guernica polaco-judía bombardeada de manera masiva por la Luftwaffe.

"Me despertó un sonido extraño, un rugido potente que nunca había oído. De pronto, el techo se fisuró", recuerda.

Su casa daba a la calle, donde las bombas caían.

Nunca se estableció el número exacto de víctimas, pero las estimaciones van de varios cientos a más de mil muertos.

"Wielun, donde murieron niños, mujeres y ancianos, es un símbolo de la guerra total", dice el historiador Jan Ksiazek, director del museo de la Tierra de Wielun.

Ese sonido estridente que Zofía nunca había escuchado en 11 años de vida y que la había aterrado era las "trompetas de Jericó", las sirenas colocadas en el tren de aterrizaje de los "bombarderos en picada" Junkers Ju 87.

Primeras horas de la II Guerra Mundial

La orden de bombardear Wielun, una ciudad de unos 16.000 habitantes del centro de Polonia, la dio el general Wolfram von Richthofen, el exjefe de la Legión Cóndor, cuyos aviones ya habían arrasado la ciudad vasca de Guernica en 1937, un drama que inspiró la famosa tela de Picasso, y campo de ensayos para los nazis.

En los dos casos se trató de masacrar a una población civil sin defensa con el objetivo de sembrar el pánico.

"Huimos con mi madre atravesando la plaza del mercado, ya repleta de escombros. Una parte estaba en llamas, se trataba de una perfumería que ardía, llena de productos inflamables", recuerda Burchacinska.

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Zofía Burchacinska, sobreviviente, muestra una imagen de su ciudad arrasada. / AFP


"Recién regresé a Wielun tras la supuesta liberación, con la llegada del ejército rojo", dice. "No reconocí la ciudad, mi padre tenía que llevarme de la mano para ir a la escuela.".

"No había más mercado, no había calles."

Una veintena de testigos del bombardeo viven aún en Wielun. Uno de ellos es Tadeusz Sierandt, que tenía ocho años en 1939.

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Tadeusz Sierandt, sobrevivietne del bombardeo sobre Wielun./ AFP


"Atravesamos la ciudad que estaba en llamas. La gente corría para todos lados, huían, algunos sin vestimentas. Vi muertos, heridos. Humo, ruido, explosiones. Todo ardía...", se acuerda.

Tras la guerra, Wielun fue reconstruida. Hoy es una ciudad próspera y bella de 25.000 habitantes, con calles y parques cuidados, orgullosa de su identidad de antigua ciudad real fundada en el Siglo XIII.

"Solo las ruinas de la iglesia parroquial del centro llevan actualmente las huellas de las explosiones de bombas, lo que muestra la amplitud de la destrucción", explica la vicealcaldesa Joanna Skotnicka-Fiuk.

Wielun tiene relaciones con Alemania a través de ciudades asociadas, pero este año, el 1º de septiembre, ese vínculo alcanzará un nivel sin precedentes con la visita del presidente alemán Frank-Walter Steinmeier.

¿Por qué las fuerzas armadas alemanas tomaron como blanco a un ciudad sin importancia desde el punto de vista militar?

"Es probable que los alemanes se hayan dado cuenta de que Wielun era una ciudad bi-cultural. La población polaca dominaba, seguida por la población judía. Aquí no había minoría alemana, contrariamente a otras ciudades del centro de Polonia", analiza el historiador Tadeusz Olejnik.

"Por otra parte, cuando las bombas cayeron en una ciudad que dormía, la gente huyó masivamente de ese infierno, bloqueando las rutas y complicando los movimientos del ejército polaco", explica este universitario que vive Wielun.

Además, "en los primeros informes alemanes, se explica el ataque contra Wielun en el hecho de que la ciudad albergada una importante población judía. En 1939, sobre cerca de 16.000 habitantes, exactamente el 33,39% eran judíos", agrega el profesor Olejnik.

Los judíos sobrevivientes fueron primero encerrados en un gueto, luego, en el marco de la "solución final", enviados al gueto de Lodz o al campo de exterminio de Chelmno nad Nerem para ser asesinados en "camiones de gas".

(…)

Información y fotos: https://www.clarin.com/mundo/bombas-ama ... rYfbE.html

Re: Testimonios de la invasión de Polonia

Dom Sep 01, 2019 12:51 pm

Elizabeth Wittlin Lipton, una mirada diferente a la ocupación nazi
Hija del novelista y poeta judío Józef Wittlin, escapó a los ocho años con su madre de Polonia durante la Segunda
Madrid 31 AGO 2019 - 18:17 CEST


Elizabeth Wittlin Lipton tenía siete años cuando descubrió en el periódico una caricatura que mostraba a su padre en la horca. Hasta entonces, la familia del poeta y novelista judío Józef Wittlin disfrutaba de una cómoda posición social en Varsovia, pero la propaganda antisemita había comenzado. Quedaban pocos meses para que el 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadieran Polonia y su padre se vio forzado a huir a París. Ochenta años después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, que acabó con la vida de seis millones de polacos —la mitad de ellos judíos— , su hija recuerda que los días previos a la tragedia “la gente estaba eufórica”. “Decían que íbamos a ganar, que la guerra duraría dos semanas, que Francia e Inglaterra estarían ahí para nosotros”, comenta Wittlin en un salón repleto de arte e historia, huellas de su memoria, en el piso que habita en el centro de Madrid.

No es el suyo un relato sobre el horror en los campos de concentración nazis. Formada años después en Nueva York y habiendo ejercido como artista plástica, diseñadora de vestuario, escenógrafa y modista, los recuerdos de Lipton sobre los primeros meses de la ocupación nazi, plasmados en su libro De un día para otro, están ligados a la moda. Evoca durante la entrevista la seguridad que le proporcionaba el gran armario de sus padres. “Me metía allí y pensaba: si la ropa está ordenada, a mí no me va a pasar nada”; recuerda el vestido rojo de lunares blancos que llevaba puesto la primera vez que vio los Stukas (bombarderos) alemanes en el campo, volando tan bajo que “se distinguían los rostros de los pilotos” o cómo únicamente lograba evadirse del miedo que la atenazaba al sumergirse en el diseño y costura del vestuario para sus muñecas.

Halina Wittlin, su madre, hablaba cinco idiomas y trabajaba para un jefe de departamento en el Ministerio de Educación, por lo que sabía que los bombardeos llegarían pronto a Varsovia. “En casa pegamos cinta en las ventanas” para evitar que el cristal saltase con el impacto de las explosiones. “El 3 de septiembre mi madre me dejó en la finca de un poeta amigo de mi padre, Jaroslaw Iwaszkiewicz. Una mansión con tierras y lagos”, comenta. Los dueños de esta propiedad de Stawisko, en Podkowa Lesna (a unos 33 kilómetros de Varsovia), ya se habían marchado y Elizabeth se quedó sola con seis mujeres mientras su madre regresaba a Varsovia “para salvar algunas pertenencias”. “Enseguida las señoras se preguntaron qué iban a hacer con una niña judía si mi madre no regresaba”. La idea del abandono la aterraba. “Hasta su muerte, en 1993, tuve esa sensación”, afirma Wittlin. Para cuando su madre logró volver a pie a la finca (el suburbano ya no funcionaba), los alemanes ya habían requisado la mitad de la mansión. "Para mí la guerra fue la ocupación", subraya. Cuando se presentaban problemas, Halina, de cabello rubio y apariencia aria, mediaba gracias a su dominio del idioma.

Al cabo de un mes lograron volver a Varsovia en carromato después de sobornar al conductor con comida y vodka. “Vi una ciudad irreconocible, en esqueleto”. Su casa había sido saqueada, las ventanas estaban rotas. Comenzó a asistir a una escuela pública, pero su madre prefirió seguir con las lecciones en casa cuando colgaron los retratos de Hitler en las aulas y anunciaron que profesores nativos impartirían alemán. Halina se maquillaba todas las mañanas con esmero e iba a las oficinas de la Gestapo para conseguir los papeles necesarios para salir de Polonia. Su buen aspecto logró que un funcionario colocara su solicitud la primera de la pila de peticiones para visados. Se requería un sello de la dirección y para ello tuvieron que viajar a Cracovia. Durante el trayecto, Elizabeth Wittlin recuerda que compartieron vagón con un grupo de oficiales. “Auschwitz estaba cerca. Aún no había crematorios, pero en aquella conversación hablaban de que pronto habría una manera 'higiénica' para deshacerse de los cuerpos. Todos fumaban (incluida Halina) y cuando el jefe se percató de que yo estaba delante, les obligó a apagar los cigarrillos. Esa era la mentalidad de los nazis. Podían quemar a niños pero no se fumaba delante de ellos. Mi madre le respondió: 'Mientras el humo sea de nicotina...”

De vuelta a Varsovia, en marzo de 1940, ultimaron los preparativos para huir del país. Viajaron a Berlín, donde pernoctaron en una pensión haciéndose pasar por alemanas y luego a Bruselas antes de reunirse con su padre en París. Tras pasar por Biarritz, intentaron salir en un barco inglés desde San Juan de Luz. “Los hoteles estaban repletos y estuvimos tres días bajo un paraguas en el muelle”. No fue posible y se trasladaron a Lourdes y después a Niza. Tras numerosas idas y venidas en busca de un salvoconducto, lograron un visado de tránsito para Portugal. En la España franquista hasta dos hoteles les negaron hospedaje al conocer la identidad de su padre. Pasaron una semana alojados en la pensión Mora de Madrid (hoy convertido en hotel) y desde allí cruzaron a Lisboa. Meses después, el 17 de enero de 1941, partieron en barco hacia Nueva York.

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Elizabeth con sus padres, en Lisboa en 1941. ARCHIVO DE ELIZABETH WITTLIN LIPTON


Con su esposo Michel y su hijo James regresó a España en la década de los sesenta, donde se instaló durante trece años. En el país entabló amistad con poetas como Vicente Aleixandre, José Hierro y Claudio Rodríguez, además de con el dramaturgo Francisco Nieva, quien se convirtió en su mentor.

Elizabeth no volvió a Polonia hasta 1969, en el periodo comunista. “Todo me pareció espantoso”, exclama. “Ahora, cuando regreso, me horroriza que todavía se diferencie entre polacos y judíos. Al fin y al cabo tu país es tu idioma y si los mejores escritores de un país son judíos, ¿cómo se puede decir que son judíos y no polacos? Así se empieza”, reflexiona.

LA NIÑA A LA QUE NO DEJABAN IR AL CINE
Elizabeth Wittlin recuerda entre risas que antes de la ocupación sus padres no le dejaron ver en el cine Blancanieves y los siete enanitos. "Decían que la madrastra era demasiado cruel. Estaba muy mimada", reconoce. La dureza del filme estrenado dos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial no era nada comparado con la miseria que Elizabeth vio en los barrios bajos de Varsovia al estallar el conflicto.

Uno de las escenas que más disfrutaba del periodo anterior era aquella en la que la gobernanta francesa que trabajaba en su casa, madame Léonie, que debía llevarla a jugar con los hijos del embajador japonés, la conducía al mercado "para hacer negocios" y ella ejercía de traductora ante los comerciantes.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2019/0 ... 93795.html

Re: Testimonios de la invasión de Polonia

Dom Sep 01, 2019 8:13 pm

Muy interesantes estos testimonios.
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