Publicado: Jue Jun 17, 2021 12:02 pm
por Wyrm
Un investigador descubre qué fue de los restos del general Tojo y otros seis ajusticiados por EE.UU.
16/06/2021


Dos años, un mes y doce días. Ese fue el tiempo que medió entre las sentencias dictadas en Nuremberg contra los jerarcas nazis capturados tras la guerra (1/X/1946) y las leídas en Tokio contra los ­criminales nipones acusados de promover las atrocidades del ejército imperial en tierras asiá­ticas (12/XI/1948). En ambos casos, los culpables de los delitos más graves fueron enviados a la horca. En ambos casos, sus cuerpos fueron cremados. Pero si en Alemania pronto se supo que sus cenizas fueron dispersadas en el río Isar para evitar homenajes indeseados, el destino final de los restos japoneses nunca se dio a conocer al público.

Ahora, tras más de siete dé­cadas, el misterio de su paradero parece haberse resuelto. De acuerdo con varios medios nipones, un investigador local halló varios documentos oficiales es­tadounidenses en los que se de­talla cómo los restos de los siete ajusticiados ­como criminales de clase A, incluidos los del primer ministro Hideki Tojo o el ministro de Exteriores Koki Hirota, fueron esparcidos sobre las aguas del océano Pacífico nada más ser incinerados.

El hallazgo corrió a cargo de Hiroaki Takazawa, especialista de la Universidad Nihon, de Tokio, que dio con los papeles en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de Estados Unidos (país que ocupó Japón tras la Segunda Guerra Mundial y estuvo a cargo del proceso). En ellos, el comandante Luther Frierson, con base en Yokohama, detalla “la ejecución y disposición final de los restos de siete criminales de guerra ejecutados”, una operación que supervisó personalmente.

De acuerdo con su relato, él estuvo presente en la ejecución de los reos, llevada a cabo en las primeras horas del 23 de diciembre de 1948 en la prisión de Sugamo. Tras cargar los cadáveres en un camión e incinerarlos en un crematorio de Yokohama, sus cenizas se almacenaron en urnas individuales que fueron trasladadas inmediatamente a un avión militar. “Procedimos a un punto aproximadamente a 30 millas (48 kilómetros) sobre el océano Pacífico al este de Yokohama, donde personalmente esparcí los restos cremados en una área amplia”, consignó Frierson.

Aunque los documentos no ofrecen ninguna explicación sobre por qué se decidió actuar de esta manera o guardar el secreto, diplomáticos como William Sebald ya dejaron escrito que el final de los restos podría encontrarse en esas aguas “para evitar que las tumbas de los líderes de guerra ejecutados fueran deificadas en el futuro”.

Antes de conocerse estos documentos, algunos rumores sugerían que los despojos de Tojo, el más conocido de todos, podían haber sido sepultados en secreto en el cementerio Zoshigaya, en Tokio, o en el templo rural de Koa Kannon, entre otros.

Tras conocer la noticia, uno de sus bisnietos, Hidetoshi Tojo, se mostró satisfecho de que las ce­nizas de su antepasado acabaran de vuelta en la naturaleza y no abandonadas en cualquier sitio, aunque lamenta no saber el lugar exacto. “Es decepcionante que no podamos precisar su ubicación en el Pacífico (...) Tengo entendido que el ejército de EE.UU. hizo un gran esfuerzo para asegurarse de que no fueran deificados”.

Aun así, los familiares de Tojo pueden sentirse afortunados. Desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, más de un millón de cadáveres de soldados nipones permanecen esparcidos por diferentes países asiáticos.

En total, unos 2,4 millones de uniformados japoneses murieron en el extranjero durante sus campañas de ocupación de principios del siglo XX. Algunos se encuentran en remotas islas del Pacífico como Iwo Jima o Guadalcanal. Otros muchos en tierras chinas, mongolas y rusas, o en países del Sudeste Asiático como Birmania o Filipinas. Y miles más yacen para siempre en las aguas del océano, testigo de cruentas batallas navales contra los norteamericanos y sus aliados.

Desde hace tiempo, las auto­ridades han impulsado varias iniciativas para dar con el medio ­millón de cadáveres que se estima que todavía son recuperables. Sin embargo, no es una tarea sencilla, y su localización se complica a medida que fallecen sus familiares y envejecen los recuerdos y documentos de la época.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/internacio ... azawa.html