Publicado: Dom Jun 27, 2010 2:38 am
por Bitxo
V.

Al salir de la isba de Vasili, Kuchma e Iliá respiraron más tranquilos. Hablaron en voz baja acerca de las posibilidades de que el General pudiera enterarse de la verdadera historia del asesinato de Rogov. Nadia había hecho muy bien al avisarles tomando toda clase de precauciones y no podían hacer más que estarles agradecidos. Pero la muchacha no podía saber el clima de paranoia perpetua en el campamento de Gutka, donde cualquier sospecha de traición podía llevar a un partisano ante el pelotón de fusilamiento. Mientras hablaban de esto Iliá se percató de que el niño se había sentado no muy lejos de allí y, mirando a un lado y otro, como si deseara comprobar que no le viesen, se llevaba la mano al bolsillo.

- Kuchma, continúa con la labor de fortificación. ¡Y no hagáis pelear a Mijail!

Iliá se acercó al niño por detrás y le asustó sin querer. El niño sacó de inmediato la mano del bolsillo y el politruk observó que la tenía pringada de aceite o algo similar.

- Puedes sacar de ahí lo que tengas para comer. No voy a quitártelo. Es más, lo mejor es que te lo comas ahora aquí conmigo, pues así nadie te lo quitará.

El niño volvió a introducir su mano en el bolsillo y sacó lo que tenía allí.

- ¡Blinis! ¡Haces bien en esconderlos!

El niño comenzó a devorar el blini no sin inquietud.

- ¿Te los dio ella, verdad?

El niño asintió.

- ¿Te dijo algo más sobre Kuchma o sobre mí?

El niño negó con la cabeza y el politruk se relajó un poco más. Resultaba muy importante que el niño no pudiera contar que Nadia y Kuchma eran hermanos.

- ¿Estuviste en casa de la chica?

El niño volvió a asentir sin dejar de devorar el blini.

- ¿Había allí un alemán? ¿Un oficial llamado Karl?

El niño negó ahora de nuevo. Iliá se paró a pensar. Nadia estaba actuando a espaldas del Capitán alemán, pese a que resultaba evidente su enamoramiento. ¿Lo haría porque no se fiaba, pese a todo, o por no implicarle si era descubierta?

- ¿Hace mucho que conoces a esa chica?

El niño negó con la cabeza mientras apuraba el último bocado de blini.

- ¿Eres de Baranavichy?

El niño le miró esta vez y la claridad y redondez de sus ojos retornaron a Iliá a una inocencia olvidada.

- No. Soy de Slonim.
- ¿Y tus padres?

Iliá consternó la mirada al ver que el niño volvía a negarle la candidez de su mirada y, simplemente, se encogía de hombros. Aquello, sin duda, significaba lo peor. Numerosos niños había quedado huérfanos por la guerra y deambulaban hambrientos de aquí para allá.

- Está bien. No voy a molestarte más. Tan sólo dime tu nombre.

De nuevo sus ojos le iluminaron. Vova . Y sacó otro blini del bolsillo.

:arrow: