Publicado: Sab Oct 03, 2009 4:51 pm
por Bitxo
V.

Se podía oir la voz aflautada de un búho espectador de la tensión del momento. Kuchma allí de pie, con el cuchillo en la mano, pendulando entre su sentido del deber de soldado y del de hermano. Babkin, Mijaíl e Iliá, expectantes, sin saber qué hacer o decir. Segundos más tarde, Kuchma guardaba el cuchillo en el cinto y se daba media vuelta, internándose en Baranavichy, la guarida del enemigo.

- Mierda… -se repetía Mijaíl-. Ya sabía yo que…
- ¡Calla y piensa en qué hacer! –le cortó un cada vez más nervioso Iliá.
- ¡No podemos dejarle solo!

Babkin había agarrado de la solapa a Iliá y le había aflojado de inmediato, recordando que era su superior. Pero Kuchma era su amigo. Era un mujik al igual que él, con pérdidas y vivencias similares, y comprendía mejor que nadie los sentimientos de Kuchma.

- Si nos cogen los alemanes nos torturarán para obligarnos a contar secretos del grupo Vasily.

Babkin miraba atónito a Iliá, como si no quisiera creer que había escuchado aquellas palabras.

- Pero… ¡No podemos dejarle solo!

Iliá soltó un bufido de fastidio y miró a Mijaíl en busca de respuestas.

- Los dos tenéis razón. Pero Kuchma… Maldita sea, Iliá, a Kuchma seguro que lo atraparán si va solo. Le falta experiencia en combate y ahora ni tan siquiera piensa con la cabeza. Igualmente los alemanes tendrán a quién apresar para torturar.

Iliá bajó la cabeza y trató de pensar. Pero no había otra solución. O se arriesgaban, o igualmente los alemanes tendrían a un prisionero. El golpe de Rogov quedaría contrarrestado por el impacto de ver a un partisano colgando en la plaza del pueblo.

- Esta bien, está bien. Haremos lo siguiente: Babkin, tú ves a por Kuchma y dile que le acompañaremos, pero que debe esperar a que Mijaíl y yo escondamos el cuerpo de Rogov. No podemos deambular por ahí y que salte la alarma porque descubren su cadáver. ¿Estamos?
- ¡Voy, camarada politruk!

Iliá no sabía que un cadáver pesaba tanto. Rogov se desangraba conforme lo trasladaban al huerto cercano. Mijaíl se quedó con él acomodándolo junto a la valla donde aún habían hierbas altas, y disimulándolo con nieve. Iliá se encargó de borrar el rastro de sangre y huellas en la calle. Luego se reunieron con Babkin y Kuchma en la siguiente calle. Iliá miró severo al chico que bajaba la mirada. Se podía oir la música procedente del teatro.

- Está bien, vamos a ese maldito teatro.

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