Publicado: Jue Sep 24, 2009 12:16 am
por Anibal clar
Hola a todos.
Bueno, me comprometí a que a partir del miércoles haría un capitulo diario, y voy a cumplir :mrgreen:
Así que...

CAPITULO 7

Antes de la llegada a Durban, en Sudáfrica, el avión haría 3 escalas.
La primera sería en Freetown, para repostar.
Durante el vuelo, Hans Wiesse, se sentó tranquilamente y comenzó a pensar en el futuro. En lo que haría al llegar a Durban, en cómo iría hasta la mina donde se encontraba el deseado mineral.
Pero también pensó en el pasado. Pensó en lo que era Alemania. La Alemania que él conoció. Y mentalmente la comparaba con la actual. Todas las ciudades destruidas por los bombardeos aéreos. En su mano estaba el revertir la situación.
Era curioso que su pais dependiese casi exclusivamente de un milagro, y él era el "Dios" capaz de llevarlo a cabo.
El cansanció le venció, y se quedó dormido.
La nebulosa de los sueños...
Veía a un niño llorando. ¿quién era aquel niño? ¿y qué tenía entre las manos? un osito. Un osito de trapo.
Si, ya se acordaba. Aquel niño en un portal de Varsovia, en 1939. Entonces Wiesse estaba en una de las divisiones que tomaron la ciudad.
Delante del niño llacía un cuerpo inerme. Era su mamá. La artillería la había matado.
Hans Wiesse cogió al niño de la mano. Le sacó de aquella calle y lo llevó con él, al menos para que comiese algo.
El niño no entendía alemán, ni Wiesse polaco, pero el caso es que por un momento consiguió consolar al pequeño.
Pero, ¿qué sería de ese niño cuando Wiesse marchara? no podía llevarlo consigo, y dejarlo en medio de aquel apocalipsis sería como abandonarlo en brazos de la muerte.
Aquel niño... con sus pantaloncitos marrones y su osito de trapo.
Wiesse fue con él a las afueras de Varsovia. El niño iba cogido de la mano del alemán. Le miraba como si fuera su nuevo progenitor. La necesidad había creado esa nueva unión.
Wiszja, que así se llamaba el niño, se sentó en una piedra y empezó a limpiar su osito, que estaba lleno de suciedad.
Wiesse estaba detrás de él. El alemán sacó su Luger reglamentaria y apuntó al niño en la cabeza. El pequeñín no se daba cuenta y seguía jugando con el osito. El dedo de Wiesse estaba a punto de oprimir el gatillo...
Sonó una detonación.
El niño se volvió y vió como Wiesse caía al suelo. Desde una ventana de un edificio cercano, un francotirador había disparado y abatido al alemán.
Wiszja comenzó a llorar. Wiesse no se movía. Aún tenía la Luger en la mano.
Pasaron unos minutos y se escucharon pasos. Alguien se acercaba. El francotirador.
La pequeña criatura quiso interponerse entre éste y su nuevo progenitos, ahora tendido boca abajo en el suelo.
Pero el francotirador le empujó y el niño cayó violentamente al suelo.
Ese momento de distracción fue el que aprovecho Wiesse para darse la vuelta y disparar un certero tiro en la frente del hombre que había querido matarle.
El alemán se levantó del suelo y recogió al niño.
Le cogió en brazos y besó su sucia carita. Recogió el oso de trapo.
Llevó al niño a la intendencia germana y lo despachó a su casa en Franckfurt arguyendo que vivía en Varsovia y era familia suya. Así que Wiszja se fué a vivir con los padres de hans Wiesse.
Ese era uno de los motivos por los cuales Hans Wiesse no había tirado ya la toalla en aquella guerra de locos. Debía sacar adelante a Wiszja y conseguir que fuese un hombre bueno e importante, criarle bien y darle el futuro que la guerra se había empeñado en negarle.
Se despertó del sueño.
El avión estaba iniciando la aproximación al aeródromo de Freetown.
Tenía la frente perlada de sudor.
Todo pendía de un hilo y en cualquier momento podía saltar una sorpresa. Además, él se estaba haciendo pasar por su amigo Ulrich Böhmme.
El avión comenzó a tomar tierra.
Uno de los pilotos se comunicó con Wiesse.
- Señor, cuando paremos, puede usted bajar a estirar las piernas y tomar algo mientras repostamos.
- Muchas gracias. Así lo haré.
El avión se detuvo.
Wiesse bajó a tierra y fue a la cantina del aeródromo.
Estaba dispuesto a todo en tal de llevar a cabo aquella misión.
Y nada ni nadie se interpondría en su camino.
Nada ni nadie.