Publicado: Lun Ago 17, 2009 9:41 pm
por Bitxo
XI.

El sol se estaba ocultando y todo parecía tranquilo. Iliá volvió a sacar la cabeza de debajo del soldado que le había proporcionado sombra y le había salvado de la locura provocada por el sol. Espero a que oscureciera por completo y sólo entonces se atrevió a librar a sus extremidades y volverse a ponerse de rodillas. Se sentía mareado. Había dormido, pero llevaba casi dos días sin comer. Entonces oyó movimiento y un siseo en la oscuridad. Se acurrucó cuanto pudo para no destacar su silueta entre los cuerpos y escudrinó las sombras. Aquí y allá, se levantaban los muertos y avanzaban agachados hacia el bosque. Iliá entendió que no había sido el único en sobrevivir y comprender que debía aguardar a la noche para salir de allí. Sin decir nada, decenas de sombras espectrales se deslizaban hacia la mole negra en que se había tornado los árboles.

En el bosque proseguía el silencio. Los hombres caminaban despacio tratando de no hacer ruido. Iliá supo que había llegado al punto de partida porque los soldados se congregaban y hablaban en voz baja. Algunos oficiales retomaron su papel y organizaron vigilias. En la tienda del General, se encendió una lámpara y se adivinó su silueta baja y redondeada. No se molestó en buscar a sus amigos. Nadie se había movido en su zona en el campo y supuso que habían muerto. Buscó un sitio donde tumbarse, pues no había nada mejor que hacer. Se sentía vacío. No había nada más en su cabeza que la maraña oscura que apenas se adivinaba sobre los árboles. Volvió a escuchar al búho y pequeños fuegos aparecieron atrayendo a los hombres a su alrededor. Se oía la misma conversación una y otra vez.

- Usted es politruk, ¿verdad?

La pregunta le había sorprendido y pensó que se trataba de algún soldado dispuesto a matarle como venganza de tanto desastre. Sin embargo pudo distinguir que quien le preguntaba era del NKVD.

- Sí, del 56º.
- Diríjase a la tienda del General Vasili. Quiere hablar a los oficiales.

Iliá se levanto sin ganas y caminó hacia la tienda. Pudo percatarse que cuantos se dirigían hacia ella recibían miradas furtivas de los soldados. ¿Les dispararían una vez se congregasen al lado de la tienda? Cuando llegó el General se había subido a un cajón de municiones y comenzaba su discurso.

- ¡Camaradas oficiales del Ejército Rojo! Hemos fracasado en nuestro intento de ruptura del cerco, pero la guerra aún no ha terminado para nosotros. Aquí en el bosque podemos establecer un núcleo de resistencia. Es el deseo del camarada Stalin que nos mantengamos firmes y organicemos ataques en la retaguardia del enemigo fascista, dificultando su capacidad de suministro. Debemos igualmente cuidar de que la población civil no trabaje para el enemigo. Organizaremos patrullas que vayan a por alimentos a las granjas y capturen y ajusticien a los traidores.

Todo el mundo se quedó de piedra. Allí, en la derrota y abandono más absoluto, el General hablaba de resistencia. El mismo General que les había lanzado contra la muralla de acero alemana. Iliá pensó que ahora era cuando todo terminaba, cuando sería asesinado por sus propios compatriotas. Pudo comprender entonces la desesperanza de un Mijaíl atrapado y sin salida. Sin embargo, no ocurrió nada de aquello. Los soldados se mantuvieron a la escucha junto a sus fogatas, y luego cumplieron las órdenes de sus oficiales. Ya aquella misma noche se organizaron patrullas de reconocimiento para averiguar dónde estaban exactamente los alemanes. Iliá pensó entonces que la actividad y una vaga ilusión de esperanza habían servido para reconducir el odio de aquellos soldados hacia sus quehaceres construyendo trincheras, cabañas y búnkers.

- ¿Hay algún politruk entre nosotros? –preguntó el General.
- Sí, yo.
- Ah, me acuerdo de usted. Me alegro de que haya sobrevivido. Usted es idóneo para su labor como politruk. Venga a la tienda, deseo hablar con usted en privado.

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