Publicado: Jue Ene 31, 2008 5:03 am
por Roul Wallenberg
Capítulo II




East Baytown, Texas





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En dos años Alemania estará fabricando bastante petróleo y gasolina de carbón suave para una larga guerra. Standard Oil de Nueva York está proveyendo millones de dólares para ayudarla. (Informe del agregado comercial, Embajada americana en Berlín, Alemania, enero 1933, para el Departamento de Estado en Washington, DC)


El grupo de compañías Standard Oil del que la familia Rockefeller controlaba un cuarto del capital, fué de ayuda crítica a la Alemania nazi para prepararse para la Segunda Guerra Mundial. Esta ayuda en preparación militar ocurrió porque los suministros relativamente insignificantes de Alemania de petróleo crudo eran bastante insuficientes para la guerra mecanizada moderna; en 1934 por ejemplo, casi 85 por ciento de los productos de petróleo alemán terminaron siendo importados. La solución adoptada por Alemania nazi era fabricar gasolina sintética de sus abundantes suministros de carbón doméstico. Fueron los procesos de hidrogenación para producir gasolina sintética y propiedades de iso-octano en gasolina que le permitieron a Alemania ir a la guerra en 1940 - y este proceso de hidrogenación desarrollado y financiado por los laboratorios de Standard Oil en los Estados Unidos en sociedad con IG Farben.


Ya en abril de 1929 Walter C. Teagle, presidente de Standard Oil de New Jersey, se hizo director del American IG Farben recientemente organizado. No porque Teagle estaba interesado en la industria química sino porque;

"en algunos pasados años disfrutó una muy cercana relación con ciertas ramas de trabajo de investigación del IG Farben Industrie que lleva estrechamente a la industria de petróleo." (New York Times, Noviembre 24, 1929)

Fue anunciado por Teagle que el trabajo de investigación conjunta en la producción de petróleo de carbón se había continuado durante algún tiempo y que sería establecido un laboratorio de investigación para este trabajo en Estados Unidos. En noviembre 1929 esta compañía de investigación cuya propiedad compartían Standard y Farben se estableció bajo la gerencia de Standard Oil Company of New Jersey, y toda la investigación y patentes relacionadas a la producción de petróleo de carbón era de ambas, IG y Standard, en conjunto. Previamente, durante el periodo 1926-1929, las dos compañías habían cooperado en el desarrollo del proceso de hidrogenación, y se habían instalado plantas experimentales en EEUU y Alemania. Se habían propuesto ahora construir nuevas plantas en el EEUU en Bayway, New Jersey y Baytown, Texas, además de la expansión de la planta experimental más temprana en Baton Rouge. Standard anunció:

"... la importancia del nuevo contrato como aplicado a esta disposición del país en el hecho que hizo cierto que los procesos de hidrogenación se desarrollaría comercialmente en este país bajo la guía de los intereses americanos del petróleo"(ibid)

En diciembre de 1929 fue organizada la nueva compañía - Standard IG Company. F.A. Howard fue nombrado presidente, y sus directores alemanes y americanos se anunciaron como sigue: E.M. Clark, Walter Duisberg, Peter Hurll, R.A. Reidemann, H.G. Seidel, Otto von Schenck y Guy Wellman.

La mayoría de las acciones en la compañía de investigación eran de Standard Oil. El trabajo técnico, el trabajo de desarrollo de proceso, y la construcción de las plantas procesadoras de carbón-petróleo en los Estados Unidos se pusieron en manos de Standard Oil Development Company, la subsidiaria técnica de Standard Oil. Se deduce claramente de informes de la época que el trabajo de desarrollo del petróleo a partir de carbón fue emprendido por Standard Oil de New Jersey dentro de los Estados Unidos, en plantas de Standard Oil, con mayoría financiera y controladas por Standard. Los resultados de esta investigación se pusieron a disposición de IG Farben empresa para la cual fue la base para el desarrollo del programa de petróleo a partir de carbón de Hitler y que hizo posible la Segunda Guerra Mundial.


No había ningún hermano de Albert Schmidt en los EE.UU. (tampoco él sabía si tenía algún hermano). Dentro del enorme imperio germano-americano de la industria petro quimica se habían abierto gigantescas posibilidades y era imprescindible estrechar las comunicaciones entre los conglomerados industriales de los dos países. Standard Oil necesitaba saber de primera mano las capacidades tecnológicas alemanas para establecer sus parámetros de intercambio y por su parte IG Farben necesitaba tener gente propia en los EE.UU. que le informaran de los requerimientos y adaptaciones en su tecnología para hacer más fluído el traspaso energético desde los desbordantes pozos de EE.UU. a las plantas alemanas. Albert Schmidt y otros pocos eran los indicados para asumir esa tarea y fue por ello que fue movido como un alfil de ajedrez a través del Atlántico, junto a su familia hacia los EE.UU.


Fue destinado a la atractiva comunidad de East Baytown, en Texas, en el Golfo de México, muy cercana al puerto de Galveston y a sólo 50 Km. de Pasadena. La pequeña ciudad se había originado en 1920 por el establecimiento de una planta petrolera y en 1948 se uniría con sus vecinas Goose Creek y Pelly para conformar la definitiva Baytown City.


La familia fue recibida por un pequeño equipo de la Compañía que se preocupo de solucionar los problemas a medida que fueron apareciendo. Se les asignó una casa en el distrito de Cedar Bayou, con un vecindario tranquilo y amigable, una encantadora americana, Mrs. Higgins de unos 50 años se dedicó dos horas diarias a instruir a la familia en el idioma inglés y transmitirles todos los detalles de la forma de vida en los EE.UU. y en Texas especialmente y empezó el lento pero continuado proceso de adaptación de los Schmidt a su nueva "homeland".



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La casa era muy agradable, con una gran patio trasero con una pileta para bañarse que encandiló a los hijos de la familia, era casi el doble de grande que la que habían dejado en Darmstadt. Muy pronto apareció Albert con un elegante Chrysler casi nuevo que produjo un arrebato en los chicos, el padre les aclaró que no era de él, sino de la Compañía, pero que estaba a su disposición y que podrían salir a pasear en él cuando quisieran. Ya no iría en ferrocarril a su trabajo, para eso era el automóvil.

Hubo conversaciones largas y difíciles para encauzar la nueva vida de los Schmidt. La primera situación fue que ya no serían Schmidt, se les dieron papeles como "Smith" y Franz pasó a ser entonces Frank Smith . Se les envió a la madre por su parte y a los chicos por la suya a reunirse con otros inmigrantes de Europa que habían llegado a los dominios de la Standard Oil. Había dos familias húngaras, otras dos de Checoslovaquia, una rusa proveniente de Francia, y tres alemanas, de las cuales dos era judío-alemanas, una polaca y otras dos rumanas, ambas de Ploesty, la ciudad petrolera. Todos los jefes de familia eran ingenieros químicos o petroleros especialistas. Eran una comunidad petrolera, vivían en el mismo barrio y empezaron a apoyarse mutuamente, monitoreados por tres parejas norteamericanas las que estaban pendientes de ellos a toda hora.

La mujer de Albert le preguntó el porqué de los cambios de nombre, él respondió que era la mejor forma de americanizarse y pasar cómodamente desapercibidos en el futuro. Sus vidas serían allí, ya no volverían a Europa, como lo habían hecho centenares de miles de inmigrantes con anterioridad. No creyó necesario mencionarle que todo el programa estaba bajo el ojo atento de alguien muy interesado en los proyectos de Standard Oil, la Secretaría de Guerra de los Estados Unidos, y que el FBI se encargaría de su protección, si hacía falta.


De esa forma, sin mayores dificultades empezaron su adaptación a un mundo tan distinto pero también tan lleno de atractivos que se les ofrecía. La casa no daba tanto trabajo a la madre, ya que había algunos artefactos eléctricos que le aliviaban la tarea, las compras eran facilísimas, ya que se hacían los encargos por teléfono y una camioneta pasaba a dejar la mercadería. En un comienzo los hacía Mrs Higgins, pero pronto ya exigió que la "Joanna" los leyera trabajosamente de la lista.

Para los chicos no habría colegio hasta el semestre siguiente, pero irían a uno muy exclusivo para ellos, con los otros hijos de las familias recién llegadas e igualando la cantidad de ellos, chicos y chicas americanos, cuidadosamente elegidos. De esta forma Frank tenía tiempo de sobra para compartir con ocho niños más o menos de su edad. Sólo podían hablar en inglés, pero, claro, a escondidas hablaba en alemán con los alemanes, los dos checos y uno de los húngaros. En lo que coincidieron de inmediato y no necesitaban traducción fue en jugar fútbol. Fue lo primero de todo que hicieron juntos y ante el asombro y no bien disimulada molestia de Frank, sus capacidades eran ampliamente superadas por los dos húngaros y un polaco, y tuvo que soportar la humillación de pasar a integrar la defensa. Su consuelo vino en forma de una bicicleta formidable, aparejada con una más pequeña para su hermano y la tarea insufrible de enseñarle los secretos del ciclismo. Su primer regalo había sido un par de blue jeans, su padre le entregó el paquete pronunciando germánicamente la frase "welcome to the USA".

Joacham, ex Joachim se transformó en el integrante de la familia más insoportable, pero quizás el más útil en esos momentos. Sorprendió a la señora Higgins con su capacidad de aprendizaje del inglés y más aún de hacerlo sin acento. Se dedicaba a perseguir a su madre y hermano obligándolos a repetir las palabras más difíciles y les gritaba "noooo, noooo, no es así, mal mal, de nuevo" exasperándolos con su insistencia. Frank prefería entrar a hurtadillas a su casa para evitar el acoso de su hermano menor. Su padre estaba a salvo, el pequeño sabía que a papá no se le podía importunar, Albert jamás golpeaba a sus hijos, pero tenía una fértil imaginación para inventar apabullantes castigos, por lo que mejor era dejarlo en paz. La madre era su víctima predilecta, pero Joanna en fin de cuentas tenía un maestro de primera categoría a su lado y más le valía soportarlo y así su pronunciación empezó a mejorar paulatinamente.

La vida de Albert no era fácil, sabía algo de inglés, podía leerlo en su aspecto básico, pero en los aspectos técnicos estaba muy fuera de forma. Lo había estudiado años antes, pero por la falta de práctica lo había olvidado. En el trabajo había un intérprete americano y que además conocía el áspero lenguaje de la química, de excelente voluntad y dedicación el que le fue pavimentando el arduo camino del aprendizaje mientras comenzaba a trabajar. Las mayor parte del tiempo se dedicaba a responder cuestionarios acerca de procedimientos de IG Farben. Diariamente tenía entrevistas con especialistas americanos, a veces solo y otras con uno o mas del grupo de recién llegados. El trato era correcto y desprovisto de protocolo, pronto ya era "Alb" y luego de unas cuantas excursiones a probar la cerveza americana a un atractivo bar cercano a las oficinas de la Standard la comunicación se hizo más fácil. Además le agradaba la forma de trabajar de los americanos, siempre buscando la forma de facilitar los procedimientos y no complicarse la vida innecesariamente.

Se sorprendió la amplitud de movimientos que su cargo le permitía. En una oportunidad se le entregó un formulario de necesidades, desde artículos de oficina hasta libros y algunos instrumentos. La elaboró con el traductor haciéndola lo más razonablemente económica. Al día siguiente lo llamó el que hacía cabeza del equipo, no le agradaba le dijeran "jefe" quien le preguntó muy extrañado porqué necesitaba tan poco y al aclararse el asunto, entre ambos rediseñaron la lista la que alcanzó dimensiones impresionantes. Albert se dio cuenta que el dinero sobraba y que estaba ahí para ser gastado en la cantidad que fuera necesaria para cumplir con las necesidades del proyecto.

Por cortesía no se hablaba de trabajo en la hora de almuerzo, lo que hacía de esa hora una buena oportunidad de compartir con sus nuevos colegas y tuvo que limitar su ávido y gratuito consumo en el restaurante autoservicio, cuando comprobó alarmado que los pantalones se resistían a cerrarse sobre su abdomen y que el cinturón tuvo que ceder dos agujeros.

Ya pronto las barreras iniciales fueron cayendo, todos sabían y muy bien de lo que hablaban y se percataron que el intercambio de experiencias y conocimientos les iba a todos en un excelente provecho. Su escritorio estaba próximo al de un rumano con quien le empezó a agradar trabajar y compartir juntos y comprobó el alto nivel de conocimientos que tenía su colega. Albert estaba optimista, la vida sería más fácil de lo que había pensado inicialmente, además que calculando una noche en casa tras llenar un par de hojas se dio cuenta que sus ingresos eran bastante más del doble que en Alemania.





Farben era Hitler y Hitler era Farben. (Senador Homer T. Bone al Comité del Senado en Asuntos Militares, 4 de junio de 1943.)

En la víspera de Segunda Guerra Mundial el complejo químico alemán de IG Farben era la más grande empresa industrial química en el mundo, con poder extraordinario en lo político y económico e influencia dentro del Estado hitleriano . IG Farben era "un estado dentro del Estado nazi."

El cartel de Farben se fundó en 1925, cuando organizado por el genio Hermann Schmitz (con ayuda financiera de Wall Street) creó la super-gigante empresa química surgida de las seis gigantes compañías químicas alemanas: Badische Anilin, Bayer, Agfa, Hoechst, Weiler-ter-Meer, y Griesheim-Elektron.

Estas compañías fueron unidas para volverse Internationale Gesellschaft Farbenindustrie A.G. o IG Farben para abreviar. Veinte años después el mismo Hermann Schmitz sería llevado a juicio en Nuremberg por crímenes de guerra cometidos por el Cartel IG. Otros directores de IG Farben también comparecieron pero los asociados y directores de IG Farben del propio IG fueron olvidados calladamente; la verdad se enterró en los archivos. Las conexiones americanas en Wall Street eran muy estrechas, misteriosas e infinitamente poderosas.

Sin el capital proporcionado por Wall Street, en primer lugar no habría habido ningún IG Farben y casi ciertamente ningún Adolf Hitler ni Segunda Guerra Mundial.

Los banqueros alemanes en el Farben Aufsichsrat (la Mesa de supervisión de los Directores) en los finales de los años 20 incluían el banquero de Hamburgo Max Warburg, cuyo hermano Paul Warburg era un fundador del sistema de la Reserva Federal en los Estados Unidos y que también estaba en el directorio americano de IG Farben.

Además de Max Warburg y Hermann Schmitz, la mano guía en la creación del imperio Farben, el inicialmente " Farben Vorstand"incluía a Carl Bosch, Fritz ter Meer, Kurt Oppenheim y George von Schnitzler. Todos, exceptuando a Max Warburg fueron acusados como "criminales de guerra" después de la Segunda Guerra Mundial. En 1928 las tenencias americanas de I. G. Farben (es decir, Bayer Company, General Aniline Works, Agfa Ansco y Winthrop Chemical Company) estaban organizados en una compañía holding suiza, IG Chemic Internationale Gesellschaft fur Chemisehe Unternehmungen A. G., controlada por IG Farben en Alemania. En el año siguiente estas empresas americanas se unieron para convertirse en la americana IG Chemical Corporation, después renombrada General Aniline & Film.

Hermann Schmitz, el organizador de IG Farben en 1925, se volvió un prominente nazi y partidario temprano de Hitler, así como presidente de la suiza IG Chemic y presidente del complejo American IG Farben ambos en Alemania y los Estados Unidos, las que tomaron parte activa en el desarrollo, formación y funcionamiento de la máquina del estado nazi, la Wehrmacht y las S.S.

IG. Farben es de interés peculiar en la formación del estado nazi porque los directores de Farben ayudaron materialmente a Hitler y los nazis para alcanzar el poder en 1933. Hay evidencia incluso fotográfica que IG Farben contribuyó con 400,000 RM a los fondos políticos de Hitler. Fue este fondo secreto fué el que financió la toma del control nazi en Enero de 1933.

Muchos años antes Farben había obtenido los fondos de Wall Street para la cartelización 1925 y expansión en Alemania y US$ 30 millones para American IG Farben en 1929, y tenía directores en la Mesa de Wall Street. Hay que tener en cuanta que estos fondos fueron establecidos y los directores nombrados años antes que Hitler fuera dictador de Alemania.

Los observadores calificados han establecido que Alemania no podría haber ido a la guerra en 1939 sin IG Farben. Entre 1927 y el principio de la Segunda Guerra Mundial, IG Farben se duplicó en tamaño, se hizo posible una expansión en gran escala a través de la ayuda técnica americana y por emisiones de bonos americanos, como uno por US $30 millones ofrecidos por National City Bank. Para 1939 IG adquirió una participación e influencia directiva en unas otras 380 empresas alemanas y más de 500 empresas extranjeras.

El imperio Farben poseyó sus propias minas de carbón, su propia planta de energía eléctrica, hierro y unidades de acero, bancos, unidades de investigación, y numerosas empresas comerciales. Había más de 2.000 contratos de cartel entre IG y las empresas extranjeras - incluso Standard Oil de New Jersey, DuPont, Alcoa, Dow Chemical, y otros en los Estados Unidos, La historia completa de IG Farben y sus actividades mundiales antes del Segunda Guerra Mundial nunca pudieron conocerse, ya que se destruyeron archivos alemanes clave en 1945 en anticipo de la victoria aliada. Sin embargo, una investigación de posguerra por el Departamento de Guerra de EEUU concluyó que:

"Sin los inmensos medios productivos de IG, su intensa investigación, y las inmensas afiliaciones internacionales, habría sido inconcebible e imposible la prosecución de Alemania en la guerra; Farben no sólo dirigió sus energías hacia armar a Alemania, sino se concentró en debilitar a las posibles competidores, y este esfuerzo de doble resonancia para extender el potencial industrial alemán para la guerra y restringir el del resto del mundo se concibió y se ejecutó en el curso normal de los negocios de la Empresa. La prueba es evidente que los funcionarios de IG. Farben tenían conocimiento anterior y pleno del plan de Alemania para la conquista mundial y de cada acto agresivo específico después haber sido llevado a cabo... "


Los directores de empresas de Farben (es decir, "funcionarios de IG Farben" como se refirió en la investigación) no sólo incluyó alemanes sino también prominentes financieros americanos. Este informe de 1945 del Departamento de Guerra de EEUU concluyó que

".....la asignación de IG por Hitler en el periodo de pre-guerra era para hacer a Alemania autosuficiente en caucho, gasolina, aceites lubrificantes, magnesio, fibras, agentes curtientes, grasas, y explosivos.

Para cumplir esta asignación crítica, fueron gastadas inmensas sumas por IG en los procesos para extraer éstos materiales de guerra de materias primas alemanes indígenas - en particular los recursos del abundante carbón alemán. Donde estos procesos no pudieran desarrollarse en Alemania, ellos eran adquiridos del extranjero bajo los arreglos del cartel. Por ejemplo, el proceso para iso-octano, esencial para combustibles de aviación, se obtuvo de los Estados Unidos,... de hecho completamente [de] los americanos y ha sido conocido en detalle por nosotros en sus fases separadas a través de nuestros acuerdos con ellos (Standard Oil de New Jersey) y ha sido usado muy extensamente por nosotros".



El proceso para la manufactura de tetra-etilo industrial, esencial para gasolina de la aviación, fue obtenido por IG Farben de los Estados Unidos, y en 1939 se vendió a IG US$20 millones de gasolina de aviación de alta-calidad por Standard Oil de New Jersey. Incluso antes que Alemania fabricara tetra-etilo de plomo por el proceso americano, fue capaz de "prestar" 500 toneladas de la Ethyl Corporation. Este préstamo vital de tetra-etil plomo no fue reembolsado e IG destinó US $1 millones por concepto de seguros para tal efecto.

Además, IG compró grandes cantidades de magnesio de Dow Chemical para bombas incendiarias y acumuló explosivos, estabilizadores, fósforos, y cianuros del mundo externo.

En 1939, fuera de 43 productos mayores fabricados por IG, 28 eran de "preocupación primaria" para las fuerzas armadas alemanas. El rol de Farben en la economía de guerra alemana, comenzado ya en los años veinte con ayuda de Wall Street, puede ser mejor evaluado examinando el porcentaje del rendimiento de guerra alemán del material producido por plantas de Farben en 1943. Farben en ese momento produjo 100 por ciento de del caucho sintético alemán, 95 por ciento de gas venenoso alemán (incluyendo todo el gas Zyklon B usado en los campos de concentración), 90 por ciento de plásticos alemanes, 88 por ciento de magnesio alemán, 84 por ciento de explosivos alemanes, 70 por ciento de pólvora alemana, 46 por ciento de gasolina de alto octanaje para la aviación y 33 por ciento de gasolina alemana sintética.







Las familias de inmigrantes calificados ya llevaban algo más de un año en East Baytown, se estaban integrando a la sociedad norteamericana cada vez más rápido y sus pasados europeos empezaban a diluírse en el olvido. Había preocupaciones por las relaciones familiares que habían quedado en Europa y buena parte del tiempo libre se dedicaban a escribir cartas y más cartas. Frank aprendió de su madre a escribir una carta y a veces les escribía a sus abuelos maternos que vivían en Munich. Le escribió varias veces a Manfred, pero las respuestas de su amigo eran esporádicas y muy breves. Cuando ya ambos tenían 13 años, éste le comunicó que al año siguiente entraría la Academia Militar para convertirse en oficial del Ejército Alemán.

Frank ya cultivaba sus amistades, no tenía un amigo predilecto y confidente como lo había sido Manfred, sino que los parcelaba en sus actividades, Arón, judío alemán era su "socio" en los estudios, con él progresó en matemáticas , las que empezaron a fascinarle, a veces tenía largas charlas con su padre en las cuales lo atiborraba con preguntas cuya complejidad empezó a llamarle gratamente la atención a Albert, quien para esquivar un poco las arduas sesiones con su hijo luego de la dura jornada de trabajo, optó por gastarse unos buenos dólares y comprarle a plazos la mejor enciclopedia matemática que encontró en los catálogos de venta por correo.

Jimmy era su amigo americano, estaba en su clase y fue con él que empezó a ir a un gimnasio y emprender la práctica de la lucha que ambicionaba desde tanto tiempo. Jimmy tenía una colchoneta en su casa y empezaron con gran entusiasmo a aporrearse mutuamente. Había crecido varios centímetros y sus músculos se estaban endureciendo rápidamente. Jimmy era americano y texano 100% puro y asumió con agrado la tarea de mimetizar a su amigo europeo. Con él Frank empezó a tener algún conocimiento acerca de las chicas norteamericanas, algunas de las cuales le parecieron bastante "simpáticas".

A veces se acordaba de Sofía, especialmente por las noches. Ya no tenía una ventana que mirar para hacerlo, sino que abría la cajita de latón y la ponía sobre su velador. La niña le parecía cada vez menor, ya que él crecía pero siempre sentía una dulce sensación al pensar en ella. Siempre se preguntaba dónde estaría y qué estaba haciendo. Se la imaginaba esquiando en las montañas suizas o columpiándose en un parque muy hermoso. A nadie le contó de ella.

Con varios más de la pandilla hacían excursiones en bicicleta a Baytown Beach a contemplar el mar y correr por la parte húmeda de la arena en sus veloces vehículos. De entre los ciclistas, su favorito era Mark, un corpulento y alegre chico que habia llegado de Checoslovaquia y quien le entretenía contándole chistes y cuentos, era un buen lector y de su colección se traspasaron al estante de la pieza de Frank varios libros de aventuras y viajes.

Su hermano menor había sido objeto de la observación de sus maestros y explorando en su capacidad de adaptación al sonido de su nueva lengua determinaron que tenía un oído musical de excepcional calidad y conversaron con sus padres acerca de la conveniencia de estimularlo, lo que se concretó con la llegada a la casa de un piano. El hogar de los Smith perdió mucha tranquilidad hasta que la madre determinó un horario para la práctica del instrumento, que curiosamente coincidía con las horas que ella dedicaba al jardín. El resto del día el teclado del instrumento permanecía cubierto con la brillante tapa de nogal cerrada con llave, la que estaba en el llavero de Joanna.

En el estupendo Chrysler salían los Domingos y cuando se podía y ya el paisaje tejano se les hizo familiar. Hubo acontecimientos memorables como la ida a un rodeo en el cual participaron cow boys e indios pintarrajeados ante la excitación de los dos hermanos, ambos con sendas bolsas de "pop corn" en sus manos. Para la ocasión en la puerta del lugar del espectáculo les compraron sombreros de anchas alas, los que los hizo ver como dos chicos texanos más entre los centenares que llenaban el recinto.

Joanna, fiel a su costumbre se dedicaba a las relaciones públicas entre sus vecinas y fue ella la que allanó el camino en las relaciones con las otras familias, especialmente con las dos de judíos alemanes que al comienzo los habían visto con mucha desconfianza especialmente los padres de Arón , ya que el jefe de hogar por ser judío había sido despedido de IG Farben cuando la empresa se nazificó. Antes de ello había muchos profesionales y directivos judíos por la que irónicamente se le conocía como "Isidor Farben". No tardaron en darse cuenta que los Smith estaban muy lejos de ser simpatizantes del nacismo y por la amistad entre los niños y las conversaciones entre Albert y su colega judío acerca del pasado de la empresa alemana y otras cosas comunes (ambos habían estado en Heidelberg), alternaban gratamente y con frecuencia, además que era el momento de poder descansar de la trabajosa pronunciación gutural texana y volver al elegante alemán de sus raíces.


Se adentraba el otoño de 1939, un día Albert llegó a casa muy excitado, saludó a su familia y llamó a su mujer aparte ¿no has escuchado el radio? le preguntó - no, fue la respuesta, Joacham estaba en el piano, ¿qué ocurre? - Hoy en la mañana Hitler invadió Polonia, habrá guerra, le respondió su marido, ella se abrazó a él con fuerza y se puso a llorar.

La guerra en Europa trajo algunas alteraciones. De inmediato aparecieron los chaperones americanos y hubo muchas reuniones entre los adultos para evitar distanciamientos y especialmente entre los niños. El lema sagrado fue "aquí todos somos americanos" y con vehemente insistencia fue inculcado en todos los jóvenes. Se acordó prescribir todos los juegos de guerra, a excepción del insustituíble enfrentamiento entre cowboys y pieles rojas y hacer una limpieza hogareña de cualquier elemento que pudiera perturbar las mentes de los chicos, los diarios eran censurados y las audiciones de radio siempre en compañía de alguno o ambos padres. Las medidas tuvieron resultados y el conflicto europeo quedó relegado en un plano distante y sin mayor trascendencia. Los mayores lo sufrían calladamente, angustiados por sus familiares, Joanna estaba preocupada por sus padres y una hermana que tenía en Alemania.

Albert fue el que en mayor medida sufrió los efectos de la guerra. Standard Oil volcó su atención en sus compromisos con IG Farben, la oportunidad de hacer negocios en gran escala aumentó exponencialmente y su carga de responsabilidades aumentó considerablemente. En dos oportunidades recibió cartas de felicitación desde la cúspide de la empresa. Se percató que sus opiniones eran respetadas y se le convocaba a reuniones de alto nivel de decisión.

En Febrero de 1940 se le anunció que venían de Alemania, vía Pacífico en un barco petrolero japonés dos directivos alemanes de IG. Tuvo que ir a Galveston a recibirlos con otros directivos de su empresa, eran "peces gordos" sin duda, Trunshka y Pecke, de quienes sabía algo pero con quienes no había alternado en la sede de Frankfurt. Más reuniones en las cuales ya podía hacer algo de intérprete. La ansiedad de los alemanes era evidente y se dieron maña para plantear las nuevas exigencias que el esfuerzo guerrero de las huestes de Hitler planteaban. Los americanos no se inmutaban ante las cantidades, sabían que su potencial era prácticamente ilimitado y que podrían abastecer a sus homólogos nacis en todo lo que pidieran, siempre que las vias de comunicación estuvieran abiertas.

Albert fue invitado a una cena al hotel en que se hospedaban los alemanes. Para su sorpresa descubrió que era el único invitado. Habían pedido un comedor privado. Lo esperaban en él y cuando ingresó a la habitación guiado por un groom de hotel, ambos se pusieron de pie y levantaron sus brazos. Heil Hitler! fué su saludo. Albert sonrió y se les aproximó para estrechar sus manos. Trunschka se abstuvo de hacerlo y mirándolo fijamente le dijo ¿ya se olvidó Herr Schmidt de nuestro saludo alemán? no, respondió éste devolviendole la mirada, pero esto es América y yo soy americano, si desea le respondo con un Heil Roosvelt y sonrió. No hubo sonrisas como respuesta y el momento fue incómodo. Pecke tomó la iniciativa e invitó a sentarse para paladear el aperitivo.

No hubo una conversación técnica, Albert se dio cuenta que lo sondeaban, le pedían opiniones acerca de los EE. UU., de cómo veían los americanos a Alemania, qué pensaban del Führer, si había simpatías por la postura antibolchevique de la política exterior alemana, etc. Albert les fué sincero y les explicó que su visión era muy parcial ya que raramente salía de la pequeña ciudad que lo albergaba a él y su familia, de sólo 50.000 habitantes y que Texas de suyo era como un país aparte, les recordó que para los texanos su estado era el "Estado Imperial" de ahí el nombre del rascacielos neoyorquino, el "Empire State".

Pecke que hablaba menos pero observaba más de pronto le preguntó si alternaba con miembros de la colonia alemana y si había procurado establecer contacto con miembros de la rama americana del Partido Nacionalsocialista. Nuevamente Albert le recordó lo aislado de su posición y que ignoraba si había alguna agrupación nazi en las proximidades de la ciudad, al menos no he visto ninguna propaganda ni publicación, además tengo mucho trabajo y me queda muy poco tiempo libre, añadió. Trunschka se encolerizó nuevamente, se le subieron los colores a las mejillas y le brillaban de ira sus ojos azules tras los pequeños cristales sin marco. - Recuerde que usted es a-le-mán silabeó, podrá tener papeles americanos pero son sólo papeles y recuerde que está aquí disfrutando de su vida "americana" porque la empresa lo envió, usted Schmidt está al servicio de IG Farben y de Alemania, más ahora que nunca, ya que estamos en guerra !ahora todos somos soldados del Führer! exclamó.

Albert se tomó tiempo y bebió un sorbo del excelente vino californiano antes de responderle, mirando la pequeña insignia con la cruz gamada en la solapa de su interlocutor. Herr Trunschka le dijo, yo sé mejor que nadie porqué estoy aquí, yo no pedí venir a América, estaba feliz en Darmstad con mi familia, y se me dijo que era necesario acá y obedecí, sin chistar, y le advierto que no ha sido nada de fácil adaptarme a este país y a esta ciudad, hemos pasado por muchos problemas. Y todo lo hago por lealtad a mi empresa y por ende a Alemania. Y mintió al decirle con voz más pausada, tengo familia en Alemania, mis padres y mi hermano mayor , al que instantáneamente trasladó a través del Atlántico, y estoy muy preocupado por ellos.

Trunschka no respondió y echó la cabeza hacia atrás mientras encendía un puro. Pecke con su suave voz le dijo, Herr Schmidt, quizás sea conveniente que vaya por un tiempo a Alemania, sabemos que sus servicios aquí han sido excelentes y que tiene una visión muy certera de las posibilidades americanas de colaboración con nosotros. Hay gente importante en Alemania que deseará hablar con usted. Albert sintió una velada amenaza en la frase del impávido Pecke y prefirió responder protocolarmente - Así como vine puedo volver, les dijo, sería interesante ahora cruzar el Pacífico y viajar en el transiberiano y volver a ver a tantos de mis amigos en Frankfurt. Mi familia se las puede arreglar sin mí un tiempo. Sus dos acompañantes asintieron y la cena terminó con algunos copiosos whiskys que los alemanes disfrutaron lentamente. Albert sintió que había una muralla entre ellos y él y que no tenía ninguna intención de brincar sobre ella. Echó una ojeada a su reloj y se excusó por lo avanzado de la hora. Meine Herren, dijo, se nos ha hecho tarde, mañana nos espera un día atareado desde temprano, les agradezco la invitación, mucho, me he sentido en Alemania de nuevo gracias a Uds. La ironía no llegó a las mentes cargadas de alcohol de sus anfitriones y entre apretones de manos y palmoteos de espaldas en la puerta del hotel se subió a su Chrysler que no pasó inadvertido en su opulencia a los ojos de los dos enviados de IG Farben.

Hubo una cena de despedida a los dos directivos alemanes a la cual asistieron muchos miembros del staff de Standard Oil. Albert se preocupó de ubicarse lejos de ellos y sólo tuvo que saludarlos cuando ya se iban, tampoco fue al puerto a despedirlos, adujo que estaba "muy ocupado".

Un par de meses después al terminar una reunió, el Jefe del Area le pidió que se quedara en la sala junto con su "cabeza". Allí le comunicó que sería conveniente que fuera a Alemania para "ver como andaban las cosas allá" y que así aprovecharía de ver a sus parientes. Albert volvió a sentir una amenaza oculta en lo que escuchaba. Miró al americano, directamente a los ojos y le dijo - Mr. Harris quiero hacerle una pregunta muy importante, el interpelado asintió levemente. - Esta idea de que yo vaya a Alemania ¿es de aquí, de East Baytown? Harris sin inmutarse le dijo - no, Alb, es de ellos, me llegó una carta antes de ayer pidiendo que vaya a Alemania, ya que hay personas importantes que desean hablar con usted. - Entonces rehuso la invitación, Mr. Harris, no deseo ir a Alemania, todo lo que quieran preguntarme lo pueden hacer por correo, así como le llegó esa carta a usted antes de ayer. Temo por mi seguridad personal Mr. Harris y pudiera ser que esas personas importantes fueran unos señores de la Gestapo. - Usted es americano, Alb, ya no está a su alcance, replicó Harris. - Acá no, pero allá sí y no quiero terminar mal en Alemania y tengo una familia acá además. A continuación les relató las alternativas de la invitación a cenar que había tenido lugar dos meses antes. En un momento de su relato sus dos jefes intercambiaron miradas. Albert terminó de hablar y se quedó mirando a Harris.

El "cabeza" no había abierto la boca hasta el momento, miró a Albert y a Harris diciendo - yo me sentiría más tranquilo con Alb acá, lo necesitamos, hay mucho que hacer. Harris levantó los ojos, inspiró largamente mirando el techo, puso las dos manos sobre su pulido escritorio, miró a ambos y sentenció - Entonces Alb se queda acá bien seguro y con nosotros. Si desean conversar con él que escriban o que manden a alguien más agradable que los dos pajarracos nacistas que nos enviaron. No se hable más del asunto, les escribiré diciendo que Mr. Smith tiene mucho que hacer acá como para estar perdiendo el tiempo haciendo turismo. Ahora se van de aquí señores, tengo que trabajar y ustedes también y sonriendo añadió - y mis saludos Alb a su esposa y a sus hijos, ví a su hijo mayor luchando el otro día en el gimnasio y cómo le ganó a sus dos oponentes, uno de ellos era mi hijo, déle mis felicitaciones por favor y que disfrute con su papá. Se levantó sin dejar de sonreír y simulando que los empujaba los echó de su oficina.

Alb se sintió muy feliz y agradecido. Así se lo dijo a su "cabeza" mientras caminaban por el amplio pasillo hacia sus oficinas. Este rió de buena gana y le repondió - ¿ Así que querían que fueras a Alemania? ¿y porqué no se van ellos un buen rato a la mierda, los malditos nazis?. Alb se unió a su jefe en una sonora carcajada.

No mucho tiempo después recibió en su casa una curiosa carta, venía llena de timbres, algunos en español. Alguien le escribía desde Chile, Alb sabía que era alguno de los tantos países sudamericanos que no tenían petróleo pero éste sí mucho cobre y nada más. La abrió curioso depués de cenar en su escritorio. Alguien llamado Moshe Weinstein, le recordaba su pasado juntos en Heidelberg, y le relataba festivamente lo bien que le había ido en ése lejano país luego de su escapada de Alemania con sus padres en 1933 y que vivía bien y que aquí y que acá y que era profesor de Quimica en la Universidad de Chile y que tenia mujer e hijos y muchas cosas más en una carta de tres páginas. Concluía contándole que aprovechando un semestre sabático iría a los EE.UU. y que acogiendo una invitación de la Universidad de Texas estaría en Austin una semana y que le complacería mucho poder verlo. Albert miró el calendario que tenía frente a él y vió que podía ir un par de días, sacrificando un fin de semana. Sabía que tenía que ir, como también sabía muy bien que ni en Heidelberg ni en ninguna otra parte había conocido a nadie que se llamara Moshe Weinstein.



Pasó 1940, Frank tenía 14 años y su hermano 7, su exclusivo colegio los tendría sólo un semestre mas, se terminaría y pasarían a la escuela pública con todos sus compañeros. Su asimilación ya era casi completa, los niños se habían adaptado mucho más fácilmente que los mayores. Era más independiente y se había creado un espacio de vida para él. Había tantas cosas que le interesaban que a veces se confundía. Ya no recibió más cartas de Manfred respondiendo las suyas. Debe ser por lo de la Academia, le comentó su madre, no le debe quedar tiempo. Ahora había descubierto el agrado de conversar con su madre. Su padre pasaba mucho tiempo en el trabajo y le había pedido que la acompañara, renuente al comienzo descubrió que ella era muy agradable para conversar, ambos leían algún libro o alguna revista y lo comentaban, Joanna orientaba a su hijo hacia libros de contenido, lo hacía escuchar junto a ella mientras leían a Beethoven, a Mozart y otros famosos compositores, si es que en esos momentos su hermano no estaba al piano.

Su hermano menor había demostrado que sí tenía condiciones para la música, pero no le interesaba mayormente la Gran Música de su madre, exploraba en la música americana y tocaba cosas que inventaba, algunas muy suaves y melancólicas, acariciando el teclado. Sus padres estaban perplejos; una noche Albert desde su escritorio puso oído al piano y le gustó lo que escuchaba. Fue a la sala, le acarició la cabeza a su hijo menor, es hermoso hijo, ¿de quién es? - Mía papá, respondió el chico sin dejar de tocar, la profesora me dijo que le compusiera algo. Albert subió de inmediato al dormitorio a hablar con su mujer.

Las vidas de los europeos en East Baytown se habían estabilizado y apoyándose mutuamente, más la inapreciable ayuda de sus chaperones americanos a los que se sumaban los padres de los chicos americanos del colegio, habían superado las dificultades de la adaptación, cual más cual menos ya hablaban un inglés pasable y disfrutaban de una vida sin mayores sobresaltos ya que los ingresos era más que suficiente, no pagaban por las casas que ocupaban, eran de la Compañía y tenían excelentes servicios de salud para todos, y gratuitos. Ya habían nacido tres auténticos norteamericanos, de las familias checa, polaca y ruso-francesa los que fueron celebrados con ruidosas y alegres fiestas. Venía otro fin de año, se terminaría 1941 y se aprestaban a iniciar los arreglos para la Navidad. El invierno texano era muy distinto al de otras regiones de EE.UU., no había nieve, pero sí hubo algo que provocó peores efectos que una tempestad.

Albert se despertó esa mañana de Domingo temprano, su familia dormía. Sin querer molestarlos bajó despacio hacia la cocina para hacerse un desayuno, miró por la ventana, nublado, pero no hacía frío, salió al jardín a recoger su periódico, nada importante en los titulares. Se iba a sentar a la mesa de la cocina a esperar que hirviera el agua de la tetera pero se le ocurrió encender el radio. Una voz hablaba atropelladamente, le costó entender lo que decía, mucho hablaba de Hawai, Albert pensó en alguna tormenta, al repetir otra vez el locutor su excitado mensaje Albert se informó que la tormenta la habían traído aviones japoneses, habían atacado a los EE.UU. Perplejo manoteó los bolsillos de su bata de levantar buscando un cigarrillo mientras seguía escuchando los detalles del ataque, sintió que en las casas vecinas escuchaban las radios a todo volumen.

Albert se dio cuenta que las cosas serían distintas ahora, muy distintas y creyó conveniente subir a despertar a su familia y comunicarles que estaban en guerra.





Fin del Capítulo II


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