Publicado: Vie Jul 20, 2018 11:38 am
por Domper
Si me paraba a pensarlo parecía una locura. Todo un mayor y además de caballería, sabedor de secretos que harían temblar a las columnas del Reichstag, viviendo una relación que parecía un noviazgo de adolescentes. Un paseo, una suave caricia, un beso furtivo. Yo me moría de deseo al verla, y quería gritarle que cambiase esas ropas grises que la afeaban por otras que revelasen su esplendor. Si mis compañeros de la caballería me viesen echar miradas furtivas a su escote o a su regazo seguro que se reirían a carcajadas. Claro que Katrin tampoco era el modelo de mujer que ellos hubiesen preferido, pues tenían gustos más próximos a los de mi amigo Hans, que buscaba redondeces a las que aferrarse. No es que Katrin fuese una tabla de planchar; sus formas, por lo que permitían ver los vestidos con los que se enfundaba, parecían propias de una diosa. No de una voluptuosa diosa griega sino de las duras propias de nuestras tierras. Aunque cualquier atisbo de severidad naufragaba en sus ojos.

Esa tarde era de aquellas que anunciaban la primavera. Ella llevaba el abrigo pardo de siempre, pero bajo él un vestido más ligero que hacía justicia a su alegría. Ni me lo pensé; al verla me acerqué —cojeando, esa era mi desgracia—, la abracé y la besé, ante las miradas de reproche de las gentes.

No me importaron. Solo existía Katrin.