Publicado: Dom May 01, 2016 12:43 am
por Domper
Extracto de “Great Troubles” de Andrew Finegan, Editorial Rugers, Belfast 1972.

Desde el primer momento tanto Scotland Yard como los servicios de inteligencia consideraron que la gran explosión de Dumbarton había sido accidental y que no se debía a una acción del IRA. Pero el Primer Ministro Churchill tenía una estrecha relación con el comodoro Louis Mountbatten, fallecido en la explosión, y tomó medidas que a la postre resultaron desastrosas. Al saber que se había detenido a un irlandés que podía estar relacionado con la explosión, el Primer Ministro decidió que la explosión no había sido un accidente sino un atentado del IRA, y ordenó el envío de tropas de refuerzo al Ulster sin convocar al Gabinete de Guerra ni informar al resto del gobierno.

Como la campaña de Portugal estaba reclamando la mayoría de las tropas instruidas, fueron desplazados al Ulster los batallones 6º, 9º y 10º del Loyal North Lancashire Regiment y el 2/4 batallón del South Lancashire Regiment (The Prince of Wales's Volunteers), que estaban efectuando maniobras en Cumberland. Por orden directa del Primer Ministro los cuatro batallones embarcaron en buques de la armada y llegaron a Belfast al día siguiente. Parece que el Primer Ministro solo quería hacer una demostración, y que la estancia de las tropas debía ser solo temporal, como se recoge en la carta que Churchill envió a John Andrews, Primer Ministro de Irlanda del Norte. La orden fue revocada a la mañana siguiente por el gobierno, y posiblemente hubiera quedado como una exhibición de la capacidad de reacción rápida frente a cualquier agresión y de la garantía británica sobre el Ulster.

Sin embargo la apresurada selección de las tropas enviadas se reveló como un grave error. Se trataba de batallones recientemente organizados, formados con reservistas y con miembros de la Home Guard llamados al servicio activo. El traslado urgente al Ulster sin permitirles despedirse de sus familias tuvo efectos deplorables sobre la moral de las tropas. Los oficiales de los regimientos eran también reservistas con escasa experiencia en el mando de tropas. El jefe de la fuerza era el coronel Michael Willoughby, barón de Middleton, un veterano de la Primera Guerra Mundial que al comienzo de la Guerra de Supremacía se había incorporado al ejército territorial. Willoughby era un ordenancista que durante su estancia en la Cámara de los Lores había destacado por su oposición intransigente a la creación del Estado Libre Irlandés.

Ya durante el desembarco en Belfast se produjo un enfrentamiento entre algunos soldados y un campesino de Carnmoney al que los militares habían oído hablar en gaélico. Pero los incidentes más graves se produjeron en el barrio católico de Portadown. Tras la muerte de Mountbatten y los rumores que atribuían al IRA su asesinato, un grupo de orangistas, dirigidos por antiguos miembros de los Ulster Imperial Guards, atacaron varias casas en Obins Street. La respuesta de los católicos acabó en una pelea multitudinaria en la que hubo dos muertos y varios heridos, que acabó requiriendo la intervención de la policía y los bomberos.

Al día siguiente se repitieron los altercados, que coincidieron con el paso de los batallones británicos que se dirigían hacia Armagh. El coronel Willoughby, a pesar de las instrucciones que tenía de mantenerse al margen, ordenó a sus hombres que se desplegasen por la ciudad en apoyo de la policía y de los unionistas. Los disturbios fueron ganando en intensidad, y varios comercios católicos de Garvaghy Road fueron saqueados e incendiados. Parece que algún propietario católico intentó defender su propiedad con una escopeta de caza. Al oír los disparos, Willoughby ordenó que se respondiese al fuego. En una serie de confusos incidentes los bisoños soldados abrieron fuego contra la multitud e incluso se dispararon unos a otros. Lo que había comenzado como una algarada pasó a convertirse en una matanza cuando unos radicales unionistas condujeron a una sección de soldados a la iglesia de Saint John the Baptist, en la que se estaba celebrando el funeral por los fallecidos el día anterior. Incitados por los radicales, que decían que en la iglesia se refugiaban los asesinos de Mountbatten, los soldados entraron en el templo y dispararon indiscriminadamente contra los feligreses. Hubo al menos veintitrés muertos (parece que varios fueron rematados a bayonetazos), incluyendo el sacerdote que oficiaba la ceremonia, y decenas de heridos.

Aunque el gobierno del Ulster intentó ocultar el alcance de la matanza, los rumores sobre los saqueos y la masacre se extendieron. Algunos sectores de la sociedad norirlandesa, sobre todo los protestantes, reaccionaron con incredulidad o acusaron a los católicos de ser los responsables. Pero la comunidad católica protestó violentamente contra la violencia unionista y británica. Manifestantes católicos se enfrentaron con manifestantes protestantes o con las fuerzas del ejército. La policía (de mayoría protestante) y el ejército, desbordados por la magnitud de los altercados, reaccionaron violentamente, produciéndose tiroteos en Belfast y Derry con el resultado de otros diez católicos muertos y varias decenas de heridos.

Parece que el IRA también fue sorprendido por los acontecimientos. Aunque algunos de sus miembros se alinearon con los manifestantes católicos, la organización no fue capaz de una reacción organizada. Pero un pequeño grupo de activistas hizo detonar un camión cargado de combustible y explosivos al paso de una patrulla británica, en las cercanías de Omagh. Los oficiales perdieron el control de sus asustadas e inexpertas tropas, que estaban sufriendo muchas bajas, la mayoría por fuego propio. Los soldados reaccionaron brutalmente, y el conflicto se extendió por Irlanda del Norte, en lo que sería llamada la “Semana Negra de Portadown” que culminaría en Lifford.