Publicado: Mié Abr 06, 2016 11:34 pm
por Domper
En el Hospital de la Charité el canciller Von Brauchitsch agonizaba. El mariscal fue a mostrarle sus respetos, algo lógico en un militar ante un superior, pero yo creo que lo que realmente quería comprobar era si se iba a morir de una vez. Viéndolo, no había ninguna duda. Un mes antes había sufrido una angina de pecho de la que se había recuperado en parte, e incluso había podido recibir al conde Ciano, el nuevo Duce. Pero al día siguiente había tenido un nuevo ataque que lo debilitó mucho, y tres días después una apoplejía. Desde año nuevo estaba inconsciente y lo poco que ingería era por una sonda de goma que le habían insertado. Aun así, su aspecto era horrible: macilento, parecía una momia, no lo hubiese reconocido de no saber quién era.

Tras la visita se reunió el gabinete. Von Papen felicitó al mariscal por su éxito en Portugal.

—Eric, no sé cómo agradecerte tu nueva victoria. Te podrás imaginar el efecto que ha tenido por toda Europa. No hará dos meses todo el mundo daba por descontada nuestra derrota, y hasta nuestros mejores aliados buscaban la manera de abandonarnos. Ahora son todo alabanzas y parabienes. Tengo en mi despacho una bandeja llena de telegramas de los gobiernos europeos en los que te ensalzan y se ofrecen para lo que podamos querer.

—Gracias, Franz, pero no te voy a engañar: lo realmente meritorio hubiese sido conseguir ser derrotado en Portugal. Ni el general más incompetente hubiese sido capaz de evitar la victoria por mucho que se hubiese esforzado.

—Eso es lo que tú dices, pero yo todavía recuerdo esas ofensivas de la guerra anterior, en las que inútiles con grandes mostachos y monóculo nos prometían la victoria para acabar atrapados en la sangre y el barro. Además no ha sido solo lo de Portugal. En un par de semanas no quedará ni un inglés en el Mediterráneo, algo que está teniendo interesantes efectos no solo en nuestros aliados sino también en Turquía.

Schellenberg intervino, socarronamente—. Menos mal. No podemos vivir sin Turquía como aliado.

Von Papen iba a responder pero Speer se adelantó—. Walter, ya sabes que los minerales turcos son indispensables para nuestro esfuerzo de guerra. Necesitamos el hierro sueco, el níquel finés y el cromo turco.

—Gracias, Albert —agradeció Von Papen—. No olvidéis que lo de Portugal y el Mediterráneo va a tener el remate en Mesopotamia. Las victorias de Rommel en Irak son seguidas con gran interés por muchos pueblos asiáticos que anhelan su liberación.

Von Manstein respondió—. Rommel es un jefe excelente, pero os adelanto que no creo que pueda atrapar a los ingleses. Aunque haya cerrado los accesos a Basora, Churchill ha presentado un ultimátum a Irán y sus tropas están ocupando la costa del golfo Pérsico. Por allí podrán evacuar a sus soldados sin muchos problemas.

Von Papen sonrió—. Eric, cuando supe lo de Irán casi me pongo a saltar de alegría. Os aseguro que me dan ganas de condecorar a Churchill con la Cruz de Hierro por los servicios que nos presta. Está mostrando su desprecio a las leyes internacionales y a la neutralidad para salvar a unos miles de soldados hindúes. Soldados que van a volver a su tierra derrotados y humillados y que se convertirán en germen de una revolución. Por si fuese poco, el conflicto que está creando con Irlanda…

—¿Qué ha pasado en Irlanda? No sabía nada —dijo Von Manstein.