Publicado: Sab Oct 25, 2014 1:59 pm
por Domper
Investigaciones

Una de la tarde

Aunque Sepp Dietrich no pudiese conseguir hablar con el coronel del 9º, tampoco se quiso quedar sentado esperando acontecimientos. El coronel Von Tresckow se lo había intentado quitar de encima diciéndole que no tenía registro de los movimientos de los camiones, pero Dietrich había servido en las Waffen SS y sabía que el ejército alemán contabilizaba cada bala que se disparaba. Aunque no quisiesen darle el registro había otras formas de conseguir lo que buscaba.

El comisario pidió su coche y se dirigió a los cuarteles Allenby, donde había estado acuartelado el 9º Regimiento. Mostró su pase y preguntó al sargento al mando del control de acceso por la compañía de transporte, aduciendo que tenía que revisar los niveles de aceite del coche en sus talleres. El sargento le dio instrucciones para encontrarlos. Una vez allí hizo que le llevasen ante el oficial al cargo, un teniente que le recibió con cara de pocos amigos.

—Teniente, esto es una investigación oficial —le enseñó el pase—. El general Von Wiktorin ordena que se me asista en todo lo que necesite. Estoy interesado en un registro que se hizo en la Universidad Hebrea el martes. Como la universidad está lejos supongo que la patrulla encargada iría en camiones. Es posible que en sus libros conste a que unidad pertenecían los hombres que formaron la patrulla.

El teniente seguía reluctante— ¿Qué es lo que quiere encontrar, comisario?

Dietrich no tenía por qué dar explicaciones al teniente, pero pensó que así sería más fácil conseguir su colaboración—: Según mis informes esa patrulla requisó algunas cajas pensando que eran bebidas. Mis investigaciones muestran que podrían contener sustancias químicas corrosivas y deseo localizarlas antes que haya alguna desgracia.

La expresión del teniente cambió: a nadie le gusta beber ácido—. Espere un momento, comisario —el teniente fue a consultar sus registros. Volvió un cuarto de hora después, mientras Dietrich paseaba arriba y abajo.

—Comisario, aquí tengo el libro de entradas y salidas, pero no sé si le servirá. Fue un día muy ajetreado porque el general Von Wiktorin ordenó revisar Jerusalén de arriba abajo. Tome.

El comisario se sentó y empezó a mirar las columnas. Llevaba unos minutos cuando un nombre le llamó la atención.

—Teniente, veo que el capitán Von der Schulenburg solicitó cuatro camiones para un registro, y otros dos camiones más esa tarde ¿Sabe para qué?

El teniente pensó un poco y contestó—. No lo sé, comisario. Solo consta que pidieron esos camiones.

—Pero aquí no encuentro que se hayan hecho otros registros esa tarde.

—Es porque las patrullas tomaron los vehículos al amanecer y estuvieron todo el día con ellos. La mayoría no los devolvieron hasta el anochecer.

—Entiendo —repuso Dietrich— ¿Es habitual que una patrulla pida refuerzos?

—No, comisario, porque supone mucho papeleo. Si los solicitó sería porque los necesitaba.

—Gracias, teniente ¿Podría hablar con los conductores?

—No están aquí. Los camiones que no han sido necesarios para salir a buscar a los terroristas de Latrún han estado ocupados con los preparativos del desfile. Espero que no tarden en volver. Si lo desea puede esperar en mi despacho.


—Se lo agradezco pero no me es posible. No le molestaré más. Tan solo una última cuestión ¿Sabe dónde se aloja la compañía del capitán?

—Creo que en el tercer pabellón.

—Gracias.

El comisario Dietrich se dirigió al tercer pabellón, pero tras una revisión rápida no vio nada sospechoso.

—Soldado ¿Dónde se alojan los oficiales del 9º Regimiento?

—En la Residencia de Oficiales. Está ahí mismo.

El comisario entró en la residencia y notó un olor extraño. Preguntó al soldado encargado de la recepción por el capitán Von der Schulenburg.

—Comisario, el capitán está en el desfile. Su compañía forma parte de la guardia.

Dietrich miró la hora: si todo había ido según lo previsto el Statthalter ya habría llegado a la tribuna y habría pasado la fase más peligrosa de su visita a la ciudad: el largo recorrido por sus calles. En la tribuna y en el hotel no correría riesgos: Dietrich había establecido las medidas de seguridad. El comisario empezó a pensar que se estaba preocupando por nada cuando de repente reconoció el olor: era fuerte, penetrante, como de cerillas mal quemadas, y lo había olido varias veces durante la invasión de Francia.

—Soldado ¿de dónde viene esa peste?

—De los sótanos. El capitán Von der Schulenburg y el teniente Von Oppen trajeron varias cajas. Dijeron que ese olor era normal, ya que eran delicatesen para la mesa del Statthalter ¿Usted imagina a Goering comiendo algo que huela así?

—Acompáñeme —ordenó Dietrich. Bajó por la escalera notando que el olor era cada vez más penetrante. Al entrar en el sótano vio que estaba iluminado y que había un oficial, protegido con un fuerte delantal, guantes y gafas, que manipulaba una especie de caldero. El oficial se volvió hacia ellos y preguntó—. Nagel ¿qué hace aquí? Ordené que nadie me molestase.

—Teniente Von Oppen, es el comisario Dietrich y tiene una orden firmada por…

El teniente desenfundó una pistola y disparó. El soldado cayó, pero el comisario se apartó y disparó a su vez, alcanzando a Von Oppen en el tórax. Corrió y apartó la pistola de una patada. Encañonó al teniente, pero este echó una bocanada de sangre y expiró.

Dietrich revisó lo que había: varias damajuanas vacías de vidrio oscuro, etiquetadas como “Nitric acid” y “Sulfuric acid”. El olor procedía de un recipiente metálico del que salían nubes de vapor rojizo, tan irritantes que el comisario apenas pudo contener la tos. Otro gran recipiente estaba lleno de algo que parecía agua, pero que tenía el mismo olor aunque algo más apagado. Parecía que Von Oppen había estado diluyendo el contenido del caldero en el agua. Siguió registrando y encontró diverso material de laboratorio. Al comisario le llamó la atención otro envase lleno de aserrín manchado con una sustancia aceitosa. Dietrich lo tocó y lo olfateó, notando un débil olor a quemado, el propio de algunos explosivos. Entonces recordó que en el manual de explosivos describía como se podía insensibilizar los restos de Nitroglicerina con sustancias absorbentes antes de proceder a su destrucción.

El comisario, antiguo oficial de las SS, siguió registrando el sótano mientras pensaba cuáles serían los motivos que hubiesen podido tener unos oficiales alemanes para manipular productos químicos, ya que tenían fácil acceso a explosivos potentes. Entonces vio algo en unos estantes que le llevó a salir corriendo en busca de su coche.