Publicado: Mié Mar 05, 2014 2:09 pm
por Domper
Vestido de azul

15 de Noviembre de 1940

— Grossadmiral Raeder, espere un momento, el Statthalter le recibirá en cuanto le sea posible.

Otro político más, pensaba Raeder, y con las historias de siempre. El almirante llevaba doce años dirigiendo la Kriegsmarine y había visto pasar a muchos políticos. Lamentaba la muerte de Hitler porque con él había tenido una buena relación y le había permitido expandir la flota a su gusto. Este Goering estaba siendo un metomentodo que se dedicaba a interferir en el funcionamiento de los servicios y que encima le obligaba a hacer antesala. Una humillación.

Raeder suponía que Goering le había llamado para preguntarle por lo de Tarento. Dos noches antes los ingleses habían atacado la base naval italiana y habían hundido un acorazado y averiado otros dos. Dichosos espaguetis, podrían haber sido un poco más precavidos. Desde luego Alemania no podía haberse buscado peores aliados.

La llamada del ayudante de Goering interrumpió sus pensamientos. —Grossadmiral, acompáñeme, por favor.

Raeder entró en el despacho de Goering, y se llevó una desagradable sorpresa al ver que también estaba Schellenberg. Ese advenedizo se estaba convirtiendo en el alma negra del canciller. Bueno, si se le ocurría abrir la boca aprendería que un brigadier no tiene nada que decirle a un almirante.

— Almirante Raeder, tome asiento, por favor. Como supondrá, le he llamado para que me informe sobre lo que ha pasado en Tarento. Ya he recibido un informe completo, pero quisiera conocer su opinión profesional.

La entrevista iba bien, el canciller le llamaba para buscar su consejo. Perfecto. — Statthalter, hace dos noches los ingleses atacaron el puerto de Tarento, que es la base principal de la marina italiana. Para evitar las defensas los ingleses efectuaron la operación de noche. Un portaaviones, creemos que fue el Illustrious, se acercó a la base y lanzó sus aviones. Algunos de ellos llevaban bengalas para iluminar la rada, otros llevaban bombas que apenas causaron daños, pero el resto lanzaron torpedos que alcanzaron a tres acorazados. Los daños fueron muy graves, y los acorazados tuvieron que ser embarrancados para evitar que se hundiesen.

— ¿El portaaviones inglés no fue detectado?

— No, Statthalter, lamentablemente el reconocimiento italiano ha sido muy deficiente. Los sistemas de alerta sí que detectaron la aproximación de los torpederos ingleses, pero de noche les fue imposible hacer nada contra ellos.

— ¿Y como queda el escenario naval?

— Regular. Los italianos se han quedado sin la mitad de su fuerza de acorazados, y tardarán muchos meses, tal vez más de un año, en restaurarla. Durante ese tiempo la flota británica de Alejandría, con tres acorazados viejos pero potentes y dos portaaviones, dispondrá de superioridad.

Goering parecía algo disgustado. — Una pena, también porque esa acción británica va a hacer olvidar el triunfo que lograron los españoles sobre un convoy. Almirante ¿no había sistemas antitorpedos?

— Sí, los italianos habían colocado redes, pero los ingleses usaron torpedos de espoleta magnética que pasaron por debajo de las redes. Recordará que nosotros estamos minando las costas inglesas con minas con el mismo tipo de espoleta.

— Nosotros ¿Se refiere a mi Luftwaffe? — Goering hizo énfasis en ello. Raeder vio que había cometido un error, Goering era muy celoso respecto del control de sus avioncitos.

— Disculpe mi desliz, Statthalter, desde luego que es la Luftwaffe la que está minando los puertos ingleses.

— Almirante, otra cuestión. Si el ataque hubiese sido en Kiel ¿Qué hubiese pasado?

Vaya. Goering debía tener información. Seguramente ese malnacido de Marschall había estado hablando con él. En cuanto pudiese lo iba a enviar a dragar minas en Noruega. — Excelencia, si el ataque hubiese sido en Kiel hubiese pasado algo parecido. Estamos tomando medidas para evitarlo, pero poner redes antitorpedos más profundas es muy engorroso. De todas formas Kiel está mucho mejor defendido que Tarento. Los ingleses no pueden acercarse con un portaaviones sin que nosotros lo hundamos.

— ¿Sin que nosotros lo hundamos? ¿Cómo? ¿Está hablando otra vez de mi Luftwaffe?

— Lo siento, Excelencia, quería decir sin que la Luftwaffe lo hundiese. — Raeder empezó a preocuparse, Goering estaba muy susceptible.

— Otra cuestión, almirante. — Goering parecía cada vez más serio —. Recuerdo como hace unos meses usted explicó al Führer que Alemania no necesitaba portaaviones ¿Sigue creyéndolo?

— Statthalter, la Kriegsmarine ya les ha hundido tres portaaviones a los ingleses y les ha averiado otros dos. Esos barcos no tienen nada que hacer ante un acorazado moderno.

Schellenberg toma la palabra. — Disculpe mi intromisión, Almirante. Pero los informes sobre el hundimiento del Ark Royal o del Furious son incorrectos, hemos comprobado que siguen a flote y operando. Y parece que los italianos tampoco consiguieron dañar al Eagle.

Raeder se estaba enfadando ¿Qué sabría ese general advenedizo sobre operaciones navales? Pero no iba a discutir con él —. General de Brigada, no discuto su valor como espía — Raeder hizo hincapié en la despectiva palabra — pero usted no tiene experiencia sobre operaciones navales.

Es ahora Goering quien habla — Almirante, he confirmado lo que nos dice el general y es correcto. Pero mejor dejemos el asunto. Otra cuestión ¿Los italianos no supieron lo que preparaban los ingleses?

— Parece que el ataque les ha pillado completamente por sorpresa.

Vuelve a intervenir Schellenberg. — Almirante, el Abwher le informó sobre la llegada del Illustrious a Alejandría, y sobre las maniobras que estaban haciendo con sus aviones torpederos. Recordará que a finales de Julio los aviones ingleses ya hundieron algunos barcos italianos en sus puertos.

A Raeder le molestaban cada vez más las interrupciones del general. — Brigadier, desearía que no me interrumpiese.

Schellenberg ignoró la advertencia —. Almirante ¿Se trasladó el informe al agregado naval italiano, tal como se le sugirió?

Raeder explotó — Brigadier, usted no puede cuestionar la actuación de un superior.

— ¡Almirante Raeder! — responde Goering — ¡Usted no puede hacer callar a nadie en mi presencia! Responda a la cuestión del general, por favor ¿Informó o no a los italianos?

Conciliadoramente Raeder responde — No estoy seguro, tendría que consultar con mis subordinados.

Goering mostró su sorpresa — ¿No se encargó usted personalmente? Las actividades inglesas en el Mediterráneo deben parecerle una minucia. Bueno, otro asunto, lo del crucero español. Un gran éxito ¿no le parece?

— Tampoco es para tanto, Statthalter, solo faltaría que un crucero pesado no pueda hundir a un par de mercantes artillados y a unos cuantos cascarones viejos.

— Si es tan fácil ¿Por qué no lo hace nuestra marina? Tenemos cruceros como ese ¿No?

— Como ese no, mucho mejores. Pero están bloqueados en puerto, es difícil superar el bloqueo inglés.

— Disculpe, Almirante, pero recuerdo que en su día nos dijo que tras tomar Noruega el bloqueo inglés sería imposible ¿Por qué no envía su flota a Noruega?

Ya no solo era Schellenberg, es que Goering también se metía donde no le llamaban. El canciller había sido piloto de caza pero no sabía ni si el mar era salado. — Statthalter, no es tan fácil trasladar una flota como una escuadrilla de cazas. Si llevase la flota ahora a Noruega estaría indefensa ante ataques como el de Tarento.

Schellenberg vuelve a hablar —. Ante ataques con portaaviones.

Raeder le fulmina con la mirada, pero antes de responder Goering dice con voz afable — Almirante, parece que los portaaviones podrían tener alguna utilidad ¿Cómo es que aun no tenemos ninguno? ¿Tanto cuesta construirlos?

— Excelencia, empezamos las obras del primero en 1936, y supongo que sabrá que construir un barco es más laborioso que fabricar un avión.

— Almirante, disculpe un momento, le he pedido al general que estudie la cuestión. Escuchemos su informe.

Raeder responde — Statthalter, perdone que sea franco, pero el brigadier Schellenberg piensa que por bañarse un par de veces en la playa ya sabe mandar una flota. La Kriegsmarine está finalizando su primer portaaviones. — Raeder tomó nota mental de ordenar reanudar las obras del Graf Zeppelin cuanto antes.

— Almirante, no interrumpa. General Schellenberg, por favor.

— Statthalter, el Almirante Raeder ha dirigido al Kriegsmarine desde 1928, y ha decidido las construcciones que consideraba necesarias. Se ha centrado sobre todo en buques de superficie, en la actualidad tenemos dos acorazados, otros dos están casi finalizados, y otros dos están en obras que se han detenido con el comienzo de la guerra. También se está construyendo una serie de cinco cruceros pesados, pero uno se perdió en Noruega, otro está casi acabado pero las obras están detenidas, y otro más lo ha vendido a los rusos. La Kriegsmarine no ha empezado su primer portaaviones hasta el 36, y ha iniciado las obras en el segundo en el 38. Pero los trabajos en el primero están detenidos, y el Grossadmiral ordenó que el segundo fuese desguazado. Es decir, parece que el Grossadmiral no aprecia los portaaviones.

— Excelencia, lo que dice ese brigadier es una falacia. Las obras en esos barcos se detuvieron porque no había suficiente acero. No tengo que aguantar esto de gente que no sabe ni de que color es el mar.

— Almirante, conténgase y deje acabar al general.

— Excelencia, habla de portaaviones como si fuese construir yates. Son barcos complejos y difíciles de…

— ¡Almirante, no quisiera llamarle la atención otra vez! Siga, general.

— Precisamente iba a hablar sobre eso. El portaaviones Graf Zeppelin lleva cuatro años de obras porque se está construyendo con un diseño experimental. Aunque Japón invitó a una comisión alemana a que estudiase sus métodos y visitase sus barcos, y nos ofreció los planos de sus últimos portaaviones, los enviados de la Kriegsmarine actuaron como turistas prepotentes y no hicieron ningún caso de lo que veían. Ahora el Graf Zeppelin tiene problemas de desarrollo muy serios, y no se sabe siquiera si podrá operar con los aviones que usted ordenó desarrollar.

—Sí — asiente Goering — recuerdo que la marina no nos informó de las características de sus portaaviones, y hubo que desarrollar los aviones a ojo. Siga, por favor.

— Además la Kriegsmarine ha ignorado la guerra aeronaval, hasta tal punto que Alemania no dispone de torpedos aéreos, y hemos tenido que comprar la patente a los italianos.

Raeder está furioso — Statthalter, no acepto que un advenedizo me lance esa serie de medias verdades y de mentiras. Me parece ofensivo que me haya preparado esta encerrona, un niñato que ha chapoteado en una bañera y se permite darme lecciones. Esto es inadmisible y no voy a aguantarlo más.

Goering sonríe como el gato que ha atrapado a un ratón. — Entiendo su postura, Almirante. Estoy muy agradecido por sus servicios y lamentaré tener que aceptar su dimisión.

Raeder vio por fin que todo había sido una trampa para que dimitiese y no tener que cesarlo — Statthalter, si desea disponer de mi puesto tendrá que cesarme e informas al Reichstag.

— Como desee, Almirante. Estaba dispuesto a ofrecerle el mando de la Reserva Naval , o si lo prefiere, una sustanciosa gratificación por el retiro. Pero si desea que sea por las malas…

Raeder vio que estaba atrapado — Statthalter, tendrá mi carta de dimisión en su mesa mañana mismo.

— Gracias, Almirante. Lamentaré su marcha ¿Cuál de sus subordinados cree mejor preparado para ocupar su puesto?

Raeder no tuvo ni que pensarlo. Odiaba con toda su alma a Doenitz y a Marschall, que estaban consiguiendo el apoyo de los políticos a sus espaldas. — Excelencia, el almirante Rolf Carls es el mejor preparado para dirigir la Kriegsmarine hasta la victoria.

—Gracias, Almirante — Goering cierra una carpeta mostrando que la entrevista había finalizado —. Espero la carta que me ha prometido. Cuanto antes.