Publicado: Mié Ene 15, 2014 10:55 pm
por Wyrm
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13 de Diciembre de 1942, región de Stalingrado

Mi nombre es Ernst Volkmar Heß, Oberleutnant del 1er pelotón, Compañía 2, del 29º Regimiento de granaderos, de la 3ª División de Infantería Motorizada, y escribo esto con el fin de no caer en el olvido como un simple títere más de esta maldita guerra.
Mientras escribo, tirito de frío a la sombra de un T-34 destruido. Su torreta, arrancada por un impacto y caída en el suelo en una posición inverosímil, cuasi vertical, frena el gélido viento que sopla del este y me permite escribir estas líneas a la espera de que se vaya el sol. Posiblemente en el interior del blindado yazca su tripulación, o lo que quede de ella, pero debido a los duros acontecimientos vividos durante la guerra o al derrotismo que ahora me invade, es algo que poco o nada me importa.
Creo que, llegados a este punto, debo empezar por el principio...

Me alisté a principios del 38, voluntariamente, y ha llovido mucho desde entonces. Ahora soy un veterano, un oficial respetado, despreciado, querido u odiado por unos cadáveres que abonan la estepa rusa con sus cuerpos congelados. Pero no siempre fue así. En un principio era un simple soldado, uno más del montón.
Empecé mi carrera con veintiséis años, y siempre creí que en caso de haber una guerra, ésta no podría ser más dura que lo que estaba siendo el arduo entrenamiento al que los Unterfeldwebel nos sometían. ¡Cuán iluso era!
Tal era aquella situación, que debido a los abusos a los que nos sometían, sobretodo verbales, Lorenz Lena, un jovencísimo compañero de gruppe y dormitorio, acabó suicidándose; se pegó un tiro. Ni que decir tiene que todo siguió igual, pero por suerte nadie más siguió el ejemplo de Lorenz.

No queriendo dar pie a los Unterfeldwebel venidos a pequeños führers, me convertí en un soldado ejemplar. Uno de esos que actúan según les ordenan y que ni siquiera se cuestionan si lo que hacen está bien o está mal. Uno de esos, de los que ahora reniego, y a los que ahora detesto. Contagié ese espíritu a mis compañeros y los de arriba vieron que tenía aptitudes más allá de disparar un rifle; disparar, creo, lo puede hacer casi cualquiera, y parece ser que ellos también lo vieron así.
Tras una serie de ascensos en el escalafón militar, por buen comportamiento y conducta, llegué a Unteroffizier. Fue una pena que en mi época no existieran las Unteroffizierschule, porque seguramente allí habría aprendido más que con esos zopencos que tenía como instructores. Al menos, el tener casi su rango me daba unos privilegios que, lamentablemente, mis compañeros no tenían.

A principios del año siguiente dejaron de mangonearnos. Los Unterfeldwebel desaparecieron de nuestra vista y empezamos a ganarnos el pan, y nunca mejor dicho, durante la ocupación de Checoslovaquia. Ya entonces, como Feldwebel, era líder de una escuadra de fusileros compuesta por diez tiradores, la cinta de la EK2 colgaba orgullosa de mi guerrera y ya me había ganado la amistad de mis hombres y el respeto del, entonces, Oberleutnant Friedrich Ohms. Tras este prometedor inicio, fuimos trasladados al Norte, cerca de Pila, una localidad polaca.
El Oberleutnant Ohms era un tipo majo, la verdad, una pena que recibiera un tiro fortuito y fatal en pleno pecho durante la batalla de Bzura. Lo bueno de él, entre otras cosas, es que nos trataba con dignidad, algo que casi habíamos olvidado. Sin embargo, eso es otra historia.

El sol desaparece y, al no tener una miserable linterna encima, con él mis posibilidades de seguir escribiendo mi epitafio...



Aviso a navegantes: No me deis muy duro.
Espero que os guste el relatillo y también que en un futuro pueda seguir con la vida del teniente Ernst Volkmar. Todas las críticas, buenas o malas, serán bien recibidas, e incluso si alguien tiene sugerencias del presente, pasado o futuro del oficial, serán tomadas en consideración.

Un saludo y gracias,
Wyrm