Publicado: Lun Oct 30, 2006 11:52 am
por Administrador
La calle de la Cruz de Hierro
Artículo número 3

Investigar una cadena de asesinatos en el getto de Varsovia, no era una buena opción, ni una buena hora para ello. Los nazis se preparaban a aplastar la insurrección hebrea. El general Stroop no escatimaba ni medios, ni crueldad. Perseverar intentando llegar al fin era surrealista. No era un buen camino, en un sitio donde las calles estaban destrozadas.

¿A quién le puede importar la muerte de dos niños judíos? Miles habían sido ejecutados en Treblinka, en Dachau,… habían desaparecido como la esperanza, en sus fosas comunes. En aquel tiempo había muchas maneras de irse, con tifus, con hambre, con tiros en la nuca. No es hora de buscar traidores, era de resistir hasta la llegada de los rusos… Déjalo y piensa la manera de hablar en forma de emboscada urbana, de mancillar la cruz gamada. Es tiempo de demostrar al mundo que a pesar de todo, les pusimos problemas, en vez de ir como el ganado al sacrificio lento.

Quizás el pensó era lo mas sensato. Pero tenía un hijo, y eso en su conciencia era un problema para sus principios. Una pequeña injusticia, le da la mano a los genocidas aunque sirva para cortarla. Sus camaradas luchaban en las alcantarillas, con hachas, frente a los "panzers". El tiempo no era un bien por dilapidar, y con las estrictas raciones de pan duro, las energías tampoco. A pesar de todo, sin llegar a ser héroe de ninguna historia, supo ser fiel a si mismo. Tuvo el valor de pensar en que había algo por encima de cualquier hombre.
En los últimos años era testigo de muchos ojos impregnados de odio, demasiados. Por eso, aunque no valiese de nada, tenía el deber de rescatar en aquel caos la dignidad. Un concepto no procedente de Yavhé, sino inherente en cualquier alma humana. Los dioses pueden estar lejos a veces, pero los hombres por mucho que anden no pueden alejarse de la manada.
-Y si fuese uno de nosotros… ¿Qué cambiaría? ¿Qué sentido tendría? Nadie me haría caso, ni tendría aliados. Había un frente común y un sentido frente a una amenaza para todos- la duda le atenazaba, convertía el escaso sueño en pesadilla.
Pensaba en si divulgaba la curiosidad le tacharían si no de loco, de traidor. No había ninguna opción porque de concretar no tendría testigos. Estaban marcados para siempre en un tiempo limitado. Condenados de una forma u otra a morir.
Quizás por todo eso, al final al descubrir a su propio hijo, no lloró. Estaba en las mismas circunstancias de los anteriores. Sólo había una diferencia, al lado, ensangrentada yacía una, una cruz de hierro.