Publicado: Mié Ene 23, 2008 11:17 pm
por Capitan Miller
Por aquello de esas maldiciones faraónicas llamadas efuemísticamente "mudanzas", no pude disponer del libro cuando Kurt escribió su post. Ahora, una vez todo vuelto a ordenar, más o menos, os transcribo literalmente...

"En la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de Febrero de 1945, Churchill estaba ansioso porque lo vieran como una ayuda para el avance ruso en tierra y fue a visitar a la Comandancia de Bombarderos (Bomber Command) para pedir que atacara las ciudades hacia las que se replegaban las tropas alemanas. Esto incluía Leipzig, Chemnitz y Dresde. Se daba por sobreentendido que Dresde ya estaría llena de refugiados que habrían huido antes de que Rusia avanzara; sin embargo, esto no alteró su condición de -objetivo especialmente atractivo-, en palabras del primer ministro.

Los informes de la Comandancia de Bombarderos respecto de Dresde hablaban de esa ciudad como la mayor zona que quedaba en Alemania sin bombardear. La población habitual era de seiscientos mil habitantes, pero probablemente se había doblado con la llegada de refugiados y prisioneros de guerra. Sir Arthur Harris se refirió con cierto desdén al -punto de vista sentimental- con que solían mirar a Dresde algunos altos comandantes de la RAF: -Este sentimiento de proximidad con Dresde podría explicarlo fácilmente cualquier psiquiatra. En realidad, Dresde era un hervidero de fábricas de armamento-. Harris exageraba. La posterior evaluación estadounidense de los ataques sobre Dresde indicó que -habían causado serios daños a la industria de los puros y los cigarrillos-.

¿Qué les diría a unos aviadores profesionales acerca de los objetivos si tuviera la intención de masacrar a mujeres, niños y refugiados? ¿Esperaría de ellos que obedecieran sus órdenes sin cuestionárselas? Y si es así, ¿para qué necesita decirles nada? Los jefes de la Comandancia de Bombarderos debieron considerar el ataque contra Dresde como algo inhabitual, porque escogieron mentir a sus hombres. Así, los jefes de varios grupos explicaron el propósito del ataque valiéndose de diversos rumores. A la tripulación del Grupo 1, por ejemplo, se le dijo que Dresde sería bombardeado porque era un centro de comunicaciones ferroviarias de vital importancia. Los del Grupo 3 fueron inducidos a creer que en Dresde se hallaba el cuartel general del ejército alemán. A los del Grupo 6 se les dijo que Dresde era una zona industrial muy importante, que producía motores eléctricos, instrumentos de precisión, armamento químico y munición (qué raro, entonces, que no lo hubieran atacado antes). Al nivel de los escuadrones fue aún peor: según se lo presentaba, Dresde pronto se convirtió en el bastión de la resistencia alemana (se habló incluso de ciudad fortificada) y un centro de producción de gas venenoso. Como quien no quiere la cosa, también fue a parar a Dresde el Cuartel General de la Gestapo. Esto no eran más que mentiras. En realidad, Dresde era una de las joyas arquitéctonicas de la Europa Oriental. Hasta entonces había sufrido pocos ataques en el transcurso de la guerra. Sus habitantes se figuraron que, como en el caso de Florencia y Venecia, la perdonarían porque ni siquiera en situación de guerra los hombres caerían tan bajo como para destruir la belleza en beneficio propio.

Los crímenes de guerra cometidos por los alemanes al principio del conflicto, como los bombardeos deliberados de civiles y de centros hospitalarios, y el maltrato de los prisioneros de guerra, quedaron reducidos a la nada en una sola noche, en cuanto la Comandancia de Bombarderos destruyó los 19 hospitales permanentes de Dresde, asesinando con ello a tantos civiles que jamás se sabrá el verdadero número; y con la misma acción masacraron a sus propios prisioneros de guerra y a los prisioneros de otras naciones en guerra con Alemania. ¿Cuántos murieron allí? La respuesta debería importarnos. Las vidas individuales no deberían perder su significado por el hecho de haber quedado absorbidas por una montaña de estadísticas. Pero nadie lo sabe con certeza y cuantificarlo es reducir cada tragedia individual.

No sin cierta ironía, al final de la guerra la Unión Soviética quiso que el bombardeo de poblaciones civiles se considerara como un crimen de guerra en los juicios de Nuremberg. Pero los británicos consiguieron impedirlo."

Guerras, Políticos y Mentiras.
Geoffrey Regan.
Editorial Crítica. 2006.

Saludos.