Publicado: Mar Dic 28, 2010 3:00 pm
por Kurt_Steiner
Himmler, que cargó con la principal responsabilidad de la puesta en práctica del programa de exterminio, afirmó repetidamente que estaba actuando bajo la autoridad de Hitler. Por ejemplo, en un memorandum secreto de 28 de julio de 1942 al SS-Obergruppenführer Gottlob Berger, jefe de la SS-Hauptamt, Himmler declaró: “Los territorios orientales ocupados están siendo liberados de judíos. El Führer ha colocado la ejecución de esta muy difícil orden sobre mis hombros”. Ciertamente habló en privado con Hitler en varias ocasiones documentadas directamente sobre la política de exterminio. Según el testimonio de posguerra proporcionado por su antiguo ayudante, Otto Günsche, y su mayordomo, Heinz Linge, Hitler mostró un interés directo en el desarrollo de las cámaras de gas y habló a Himmler sobre el uso de furgones de gas. Aunque su testimonio es inexacto en varios aspectos, Adolf Eichmann, el “director” de la “Solución Final”; Dieter Wisliceny, uno de sus suplentes; y Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, todos afirmaron después de la guerra que las órdenes para poner en marcha la “Solución Final” provenían de Hitler [Browning, Fateful Months; Broszat, ed., Kommandant in Auschwitz. Autobiographische Aufzeichnungen des Rudolf Höss]. Los líderes SS de menor rango directamente implicados en la “Solución Final” estaban absolutamente convencidos que estaban cumplimentando “el deseo del Führer”. Werner Best dijo al repecto: “Puedo asegurar, visto 'desde abajo', es decir, desde la perspectiva de los que recibían ls ordnes, las formulas 'der Führer wünscht' [el Führer desea] y 'der Führer hat befohlen' [el Führer ha ordenado] eran perfectamente sinónimas... para el receptor... la palabra 'desea' erea usada como equivalente de 'ordena'” [Fleming, Hitler und die Endlösung]. No hay razón para dudar que tenían razón, y que la autoridad de Hitler -muy probablemente dada como consentimiento verbal a las propuestas que frecuentemente le presentaba Himmler- estaba detrás de cada decisión de magnitud e importancia.

A Hitler se le mantuvo informado de la escala de la “extracción” de los judíos, algunas veces al detalle. El 29 de diciembre de 1942, por ejemplo, Himmler le entregó un informe, uno de una serie, de “bandidos” liquidados en Rusia meridional y Ucrania durante los tres meses previos. El total “ejecutado” se cifraba 387.370. De esos, 363.211 eran judíos [Fleming, Hitler und die Endlösung]. Era una clara indicación de que, como Hitler había acordado con Himmler un año antes, los judíos estaban siendo exterminados en el este “como partisanos”. Pero a finales de 1942 la matanza ya no estaba confinada al este, y ahora se extendía sobre gran parte de la Europa ocupada por los nazis. Y cuando Hitler repitió su “profecía”, en su discurso a la “Vieja Guardia” del Partido en Munich el 8 de noviembre, según el cálculo de la SS cerca de cuatro millones de judíos habían sido asesinados.

Hitler continuó estando estrechamente involucrado en la “Solución Final”. El patrón es ahora familiar. En línea con su “profecía”, el propósito de Hitler de “extraer” -que ahora, nadie dudaba, significaba matar- a los judíos de Europa estableció el marco. Dentro de esta instrucción general, una propuesta de radicalización sería presentada luego a Hitler para tratar algunos aspectos específicos del problema general. Hitler daría su aprobación. Seguiría la acción. De esta forma, consintió en septiembre de 1942 una propuesta de Goebbels para sacar a los judíos de la industria de armamentos y transportarlos al este. La reunión de esos judíos siguió en enero de 1943 (Longerich, The Unwritten Order). En diciembre de 1942, Hitler accedió a la solicitud de Himmler para “suprimir” a 600.000-700.000 judíos en Francia, donde la parte meridional del país estaba también ahora bajo ocupación alemana (y parcialmente italiana). Sólo las dificultades diplomáticas de la deportación con italianos y franceses evitó la ejecución de la orden.

A medida que la guerra se volvió contra Alemania, se intensificaron esas dificultades diplomáticas. Los aliados de Hitler, mirando al futuro, se volvieron cada vez más menos dispuestos a deportar a sus judíos a las cámaras de gas. Tras la crisis militar alemana que siguió a Stalingrado, Hitler intervino personalmente para intentar persuadirlos de ser más cooperativos. Obsesionado como siempre con la noción de que los judíos demoníacos estaban supuestamente detrás de la guerra, presionó a rumanos y húngaros para agudizar la persecución. Su lenguaje, cuando se dirigió al líder húngaro, almirante Horthy, a mediados de abril de 1943, fue especialmente despiadado. Hitler lo urgió, en vano, a adoptar la postura más dura hacia los judíos, mencionando que los judíos polacos estaban siendo tratados igual que un bacilo tubercular que ataca cuerpos sanos. Un mes más tarde, hablando con Goebbels, Hitler comparó a los judíos con insectos y parásitos, declarando “a los pueblos modernos no les queda más remedio que exterminar a los judíos” (; ie Tagebücher von Joseph Goebbels,).

La profecía todavía estaba profundamente incrustada en la psique de Hitler. El 26 de mayo de 1944, se dirigió a una gran reunión de oficiales superiores de la Wehrmacht en el Obersalzberg, en Berchtesgaden. En un pasaje central de su largo discurso, se refirió al tratamiento de los judíos. La vieja noción que lo había poseído desde 1918 de los judíos como una traicionera quinta-columna de sediciosos y revolucionarios en el frente interno fue expresada una vez más. La extracción de los judíos había eliminado este peligro dentro de Alemania, declaró. Se defendió contra las sugerencias en cuanto a que se podía haber logrado de forma más humana al subrayar una vez más la guerra como un todo o nada, lucha de vida o muerte, dando una visión apocalíptica de lo que sucedería si los enemigos de Alemania salieran victoriosos, y hablando de los horrores del bombardeo de Hamburgo y otras ciudades, resumiendo: “Toda esta bestialidad ha sido organizada por los judíos”. Por tanto, los sentimientos humanitarios, razonó, eran “crueldad hacia el propio pueblo de uno”. Continuó insinuando la acción que iba a tomarse contra los judíos en Hungría -la espantosa destrucción de la judería húngara tuvo lugar a las pocas semanas, tras la presión impuesta por Hitler (Fleming, Hitler und die Endlösung)- para extraer lo que llamaba “una red sin costuras de agentes y espías”. Fue en este punto cuando regresó una vez más a su “profecía” de 1939 de que en caso de guerra no sería la nación alemana sino la judía la que fuera “erradicada”. La audiencia respondió con clamorosos aplausos.