Publicado: Lun Oct 10, 2011 3:33 pm
por Domper
En el mensaje anterior describía la crisis causada por la pérdida del portaaviones Geryon. Finalmente la RN se planta y consigue que se mantenga el servicio aéreo naval separado de la RAF. Pero perder dos portaaviones (uno torpedeado, otro en un accidente) es como para hacer un examen de conciencia.

1921. Acto de contrición.

Algo les pasaba a esos condenados barcos. La marina británica había tenido el dudoso honor de protagonizar varias pérdidas catastróficas: las famosas de los tres cruceros de batalla de Jutlandia, pero también varios buques en puerto (entre ellos el acorazado HMS Vanguard) o tras ser torpedeados. Si la Royal Navy tenía que volver a combatir, sus buques tendrían que ser fiables.

La ocasión la creaban la gran cantidad de barcos obsoletos. Los predreadnoughts estaban obsoletos, pero muchos de los acorazados monocalibre también estaban muy gastados.

Además la situación internacional había cambiado. Japón y Estados Unidos habían iniciado una nueva carrera naval. Pero se impuso la sensatez, y ya que no había riesgo inminente de guerra, se prefirió llegar a un acuerdo de limitaciones navales. Se estaban celebrando reuniones preliminares. Lord Beatty decidió, con buen criterio, que antes de firmar nada había que saber lo que realmente se firmaba. No quería nuevas sorpresas como las de sus cruceros en Jutlandia.

En unas maniobras sin precedentes veinte buques anticuados fueron hundidos. El HMS Neptune fue hundido a cañonazos por el HMS Orion, lo que permitió investigar sobre los efectos de la artillería naval a corta distancia. El Colossus fue bombardeado con proyectiles de 343 mm lanzados desde aviones, primero inertes y luego explosivos, investigando los efectos del fuego de gran distancia y de las bombas aéreas. El St. Vincent fue hundido con cargas explosivas submarinas, que simulaban el efecto de torpedos y minas con diferentes regulaciones. En el Lord Nelson se probó el efecto de cargas incendiarias en diferentes partes del buque. Durante estas, una carga teóricamente protegida deflagró, matando a quince tripulantes.

Las pruebas estáticas tenían un valor relativo. La protección horizontal del Colossus se mostró deficiente pero ¿sería tan fácil acertar a un buque en alta mar? Los blancos estáticos e indefensos poco enseñaban. Podía usarse un buque teledirigido, pero su utilidad sería relativa, porque no podría efectuar maniobras bruscas.

La marina planeó pruebas más reales. Se tomó un acorazado, el HMS Agincourt, y se le desmontaron las torres, situando en su lugar placas de blindaje. Con una tripulación reducida, fue bombardeado con bombas de humo por aviones de la FAA y de la RAF en los días sucesivos.

Los resultados fueron frustrantes: apenas el 2% de las bombas lanzadas desde más de 3.000 de altura lo tocaron, aunque cada Sopwith Strutter llevaba una docena de bombas de humo de 10 kg. A menor altura la precisión mejoró, pero las bombas caían con muy poca energía y, tras las pruebas hechas con el Colossus, se sabía que no podrían perforar la coraza.

El impasse acabó cuando el Teniente Coronel Richard Bell Davis, desobedeciendo órdenes, se lanzó en un picado. Aunque no pudo superar los 45º (al carecer de frenos de picado) consiguió acertar con dos de sus doce bombas. Otros pilotos repitieron el experimento con resultados similares. Ahora la duda es si esa maniobra sería posible en combate, o suicida.

Bell Davis propuso efectuar un simulacro de ataque contra un buque, y que este se defendiese con su artillería antiaérea. Con renuencia Beatty aprobó la prueba: el piloto efectuó tres ataques simulados remolcando un blanco sobre el HMS Revenge. El armamento antiaéreo del buque consistía en dos cañones de 76 mm y dos de 47 mm, de carga manual: apenas daba tiempo a disparar una o dos veces, y ni se aproximaron al blanco.

Otras pruebas fueron menos llamativas: se construyeron diferentes superestructuras simulando hangares, y se hizo detonar cargas explosivas en ellas. Se vio que el efecto de estas en un espacio cerrado era demoledor, lo que tendría implicaciones.

En esta tercera entrega la RN hace lo que en la realidad no hizo: pruebas extensivas. Las de la artillería naval sí se hicieron en la realidad, y llevaron al sistema “todo o nada”. Pero no se probó el ataque naval. Por ello se siguió pensando que el avión ideal sería el torpedero, o el bombardero ligero (similares a los aviones de cooperación de la RAF). El bombardeo en picado apenas fue estudiado por la RN.

De paso, se aprendería que los barcos estaban indefensos ante los aviones, y que la artillería antiaérea era eficaz sólo contra dirigibles. Se necesitaría algo más.

Estas pruebas se efectuaron en la realidad a medias, y cada marina obtuvo conclusiones diferentes. Pero a la vista del océano de buques que acabaron en el soplete, hace pensar que hubiese valido la pena probar un poco. Investigar, por ejemplo, lo ocurrido en Jutlandia (las corditas inestables), el mejor sistema de blindaje o la combinación de armamento ideal.

Con esta experiencia se llegaría a las negociaciones del Tratado de Washington.

Saludos