Publicado: Sab Ago 29, 2009 3:04 am
por calquin24
Un pequeño relato de pilotos de Mustangs.

Rescatando a un amigo.

El 29 de agosto de 1944 se produjo un incidente poco corriente cuando el 4° FS escoltaba a los B-17 y B-24 a Checoslovaquia. Descendiendo para efectuar los acostumbrados ataques sobre cualquier objetivo de interés que pudiesen encontrar, los pilotos descubrieron un aeródromo en el que estaban estacionados unos 100 aviones de transporte Me 323, que los norteamericanos procedieron a acribillar sistemáticamente hasta agotar las municiones. Dos días después se presentó una oportunidad inesperada de terminar el trabajo. El Cte. James Tyler, jefe del 4° FS, volaba sobre la misma zona al frente de una patrulla de cuatro P-51 y atacó a los Me 323 que seguían intactos, observando que el resto había sido amontonado en un enrome montón de chatarra. Después, la patrulla de Tyler atravesó la frontera de Hungría para atacar un nudo ferroviario sin protección. Como ya les quedaban pocas municiones, los P-51 se disponían ya a regresar a su base, cuando el Tte. Fred Straut localizó un tren en movimiento. Tras solicitar y recibir permiso para efectuar una pasada de ametrallamiento, Straut y su punto, el Tte. Charles Wilson, descendieron hacia el tren. La conocida y probada técnica de 'machacar' trenes consistía en neutralizar la locomotora haciendo estallar su caldera y después destruir uno de cada diez vagones. Invariablemente con esto todo el tren quedaba destrozado, y en la mayoría de las ocasiones hacía que se incendiase. Cuando estaba a punto de abrir fuego contra el décimo vagón, Wilson vio que la locomotora lanzaba una enorme nube de vapor al abrir desesperadamente el maquinista las válvulas para dar la impresión de que la caldera había estallado ya. Pero Wilson no se dejó engañar. Descendió hasta 75 pies y envió 200 disparos de munición perforante a la cabina de la locomotora.

Esta vez sí que explotó la caldera —algo demasiado espectacular para el Mustang que se movía a la velocidad del rayo—. Fragmentos tan letales como la metralla fueron lanzados al aire alcanzando el sistema de refrigeración del avión de Wilson y quemando la fibra que recubría los alerones y las superficies de control de la cola. Intentando ganar altura, su P-51 alcanzó los 5.000 pies donde Straut podía ver el estado del aparato. No era nada bueno. El motor se había incendiado ya, y cuando las llamas empezaban a llegar a la cúpula Wilson decidió lanzarse en paracaídas.

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Se preparó, cerró los interruptores de la radio y del motor y, cuando estaba a punto de salir de la cabina, el fuego se extinguió. Wilson volvió a entrar en el avión, habló por radio con Straut y optó por efectuar un aterrizaje forzoso con la panza del avión en un campo despejado que tenía delante. Ya a salvo en tierra, después de haber evitado romperse la cabeza contra su visor de puntería, Wilson esperó. Poco antes de cerrar el interruptor de su radio, el Cte. Wyatt Exum, el cuarto piloto de la patrulla, le había dicho: -Charlie, voy a bajar a recogerte.- Haciendo honor a su palabra Exum, que realizaba su primera misión con el 52° tras un turno de servicio en el Pacífico, hizo un aterrizaje perfecto. Pero la rueda de cola de su aparato se atascó en una zanja de drenaje cuando terminaba de virar, y no podía girar para colocarse de cara al viento para despegar. Colocando su espalda debajo de la cola del avión, Wilson lo levantó y consiguió liberarlo. Exum puso el motor a toda potencia y Wilson trepó a bordo mientras le silbaban en los oídos los disparos de las tropas motorizadas alemanas que habían llegado rápidamente donde estaba el avión. Tyler había ametrallado a estos recién llegados, pero no había logrado hacerles desistir de su empeño. Los dos hombres tiraron los paracaídas para tener espacio donde colocarse y se acomodaron lo mejor que pudieron en el aparato. Wilson, agachado detrás de su salvador, actuó literalmente como el guardián de una diligencia del viejo Oeste norteamericano disparando por encima de Exum con su pistola del calibre 45 contra los alemanes mientras éste se disponía a despegar. Sin embargo, sin dejarse impresionar por la puntería de su pasajero ¡Exum se alegró cuando su colega tiró por fin la pistola!

Ascendiendo a 12.000 pies con el Cte. Tyler volando junto a él, el Mustang con dos pilotos continuó ascendiendo hasta 25.000 pies para entrar en el alcance de 'la gran verja', la estación de radar de aproximación situada cerca de Ancona. Exum recibió un vector hacia su base pero, aunque en aquellos momentos el sobrecargado Mustang estaba ya casi sobre el Adriático, el combustible que le quedaba era escaso. En lugar de arriesgarse a aterrizar en Yugoslavia, los pilotos prefirieron apostar por intentar llegar a su base, consiguiendo llegar cuando apenas les quedaban vapores de combustible en el depósito para apagar el motor Merlín. Posteriormente el Cte. Exum recibió la Estrella de Plata por el rescate de Wilson.


Fuente:

“Mustang Aces of the Ninth & Fifteenth Air Force & the RAF” de Jerry Scutts


Saludos