Publicado: Sab Abr 18, 2020 12:10 am
por Capitan Miller
Hola a todos.

Las despedidas no son lo mío, pero creo que nobleza obliga y lo de despedirse a la francesa no está entre mis variados y cuidados defectos. Así que, y después de darle unas cuantas vueltas al asunto, creo que ha llegado el momento de decir “hasta la vista” al Foro.

El motivo no es otro que el no poder atenderlo como se merece, ni en tiempo ni en forma, y no por falta de ganas, si no debido a circunstancias de la vida. Las circunstancias, por usar un eufemismo, me han tenido hospitalizado desde el pasado 19 de octubre hasta el 11 de febrero, fecha en la que recibí el alta médica y me mandaron a dar la tabarra a casa. Para no marearos con detalles desagradables, se trató de un aneurisma de aorta, y si sigo por aquí es debido a que caí en las manos adecuadas en el momento adecuado. Como muchos sabéis, no creo en casualidades, pero en este caso se dio un cúmulo de circunstancias favorables tan poco común que le hace a uno replantearse según y qué cosas, aún dejando de lado predestinaciones, milagros y demás actos taumatúrgicos.

Y en esas estamos. En casa, de baja laboral hasta quien sabe cuándo y con mucho tiempo libre para pensar sobre eso que nos pasa mientras hacemos planes, y que se llama vida. Y ahora, dejadme que a continuación aleje el foco de mis penas, penitas, penas, y haga hincapié en lo realmente importante.

En estos tiempos de pandemias nos hemos acostumbrado, por desgracia, a ver trabajar a los profesionales de la sanidad, y para muchos espero que haya sido un aldabonazo de conciencia. Por mi experiencia os puedo asegurar que son ellos los verdaderos héroes de este inesperado campo de batalla en esta inesperada guerra. Les he visto atender/atenderme, a mi y a otros muchos, en UCI, en planta, en gimnasios de rehabilitación, por la mañana, por la noche, para medicarme, o para darme una ducha, que ni eso era capaz de hacer por mi mismo. Médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, hombres y mujeres, ha sido igual. Siempre han estado ahí, sin un mal gesto, sin una queja, intentando siempre hacerlo todo lo más llevadero posible para mi y mi familia, para todos y sus familias, ofreciendo sonrisas, consuelo, profesionalidad y una humanidad raras de encontrar en estos tiempos tan bastardos que nos ha tocado vivir.

Y además de ser mis héroes, nuestros héroes, hacen su trabajo en unas condiciones que sólo puedo calificar de insulto profesional. Sueldos de risa, contratos de insulto, turnos interminables, gimnasios de rehabilitación y plantas enteras atendidos por la mitad del personal necesario… Y cuando preguntabas, una enfermera, de veintipocos años, te decía que su contrato terminaba en dos meses y después, quién sabe, y un cirujano cardiovascular, “culpable” junto con el resto del equipo de Cardiología de que siga aquí, me decía tras darme un abrazo para despedirse que tal vez el año próximo no estaría ahí, que lo mismo tenía que aceptar ofertas de la sanidad privada.

No voy a ponerme a señalar culpables de algo así, seguro que, como yo, cada uno tendrá su favorito o favoritos de diversa gama cromática, y además tampoco es el lugar ni el momento. Pero eso sí, luego llega el coronavirus y, caramba que cosas, el traje se abre por las costuras. Quien lo iba a decir, en lugar de cosido estaba cogido con alfileres. No vendría nada mal tomar nota del asunto y no permitir que algo semejante pueda volver a suceder.

En fin, poco más tengo que decir, salvo que ha sido un placer poco común disfrutar del foro y de vuestra compañía durante tantos años, y conocer a personas que me han brindado su amistad y conocimientos a raudales. Me quedo, como ya dije en otra ocasión, con los innumerables buenos momentos pasados, los debates, el conocimiento, las risas… y prefiero olvidar los no tan buenos, o directamente malos, porque a fin de cuentas poco han aportado comparado con el sinnúmero de alegrías recogidas. Estas siempre quedan, el resto, pasado un tiempo, desaparece.

Recibid un fuerte abrazo, cuidaos mucho, vosotros y vuestras familias, y no os dejéis llevar por el desánimo, la tristeza ni el dolor. Sé que es lo más inmediato, casi automático, a mi me ha pasado y aún me pasa tras tantos meses, pero no lo permitáis, no lo permitamos. Como dice ese pasaje de Murakami, cuando pase la tormenta no sabremos cómo hemos salido de ella, ni si ha pasado en realidad, lo único seguro es que no seremos las mismas personas que entraron en ella. Ni podemos ni debemos serlo. Ellos, los héroes y los caídos, no nos lo perdonarían. Hagámoslo por ellos.

Abrazos.
Jesús.