Publicado: Lun Abr 02, 2007 11:02 am
por Kurt_Steiner
Dos cruceros y seis destructores que escoltaban la flota de invasión lanzaron un devastador bombardeo sin que se produjera reacción norteamericana alguna. Tras 45 minutos, con los japoneses bien adentrados en su campo de tiro, los cañones de la defensa abrieron fuego, alcanzando, entre otros, al buque insignia japonés Yubari y hundiendo al Hayate, el primer buque de guerra japonés hundido en el conflicto.

A las 7 se retiraron los japoneses, para ser hostigados en su retirada por los Wildcat, hundiendo al destructor Kisaragi en el proceso. Setecientas bajas niponas -la mayoría muertos- fue el resultado de este ataque.

Los días que siguieron fueron una repetición de este. Cada día sufría la isla un ataque, que era repelido por los aviones que sobrevivían al combate del día anterior, en numero claramente decreciente, y por los cañones, que apenas disponían de elementos para dirigir el tiro. Con aburmadora falta de material los mecánicos llegaron a realizar auténticos milagros volviendo a crear aviones casi de la nada.

Pero los recursos del atolón se estaban acabando.

Una formación de socorro fue enviada al atolón, al mando del contraalmirante Fletcher, encabezada por el portaaviones Saratoga, que transportaba un nuevo escuadrón de cazas para la isla, tres cruceros y nueve destructores. El 24 de diciembre, siendo ya demasiado tarde para que pudieran aportar ninguna ayuda, se ordenó su vuelta a casa. Por desgracia, el alto mando norteamericano desconocía que en aquellos momentos al este de Wake se hallaban cuatro cruceros japoneses sin ningún tipo de protección y que, por lo tanto, hubieran podido seguir el mismo destino que el Prince of Wales y el Repulse.

Reforzado por los portaaviones Hiryu y Soryu comenzó Kajioka el asalto final. Con el ultimo caza americano derribado el 22 de diciembre y con un sólo cañón disponible para la defensa comenzó el asalto japonés el 23 de diciembre por la noche. Y aún así fue rechazado en parte, a la luz de los proyectores, con una mezcla de personal de tierra de la aviación y de marines manejando el último cañón.

Al amanecer habían desembarcado 1000 soldados japoneses, que se fueron abriendo paso lentamente. No disponiendo ya de radar, con sólo la mitad de los hombres precisos para usar los cañones y defender el atolón, sin infatería de reserva y sin cazas, Devereux se vio obligado a rendirse, después de haber combatido durante dos semanas, derribar 21 aviones y luchar hasta el final a la bayoneta calada.

Fuente: Así fue la Segunda Guerra Mundial, volúmen 2, páginas 330-331.