Publicado: Mié Sep 01, 2021 3:15 pm
por Kurt_Steiner
El 3 de abril toda la línea Orion-Bagac fue sometida a incesantes bombardeos por parte de 100 aviones y de artillería a 300 piezas de artillería desde las 9:00 a las 15:00, que convirtieron la fortaleza del monte Samat en un infierno. En el transcurso de los siguientes tres días la 65ª Brigada y la 4ª División japonesas encabezaron el ataque principal en el flanco izquierdo del II Cuerpo. En todas partes a lo largo de la línea, los defensores estadounidenses y filipinos fueron rechazados por tanques e infantería japoneses.

Basado en sus dos intentos anteriores, el general Homma había estimado que la ofensiva final requeriría una semana para romper la línea Orion-Bagac y un mes para liquidar las dos líneas de defensa finales que él creía que habían sido preparadas en Bataan. Cuando el ataque inicial requirió solo tres días, lanzó a sus fuerzas el 6 de abril para enfrentarse a los contraataques esperados. Los japoneses avanzaron hacia el centro, penetraron en los flancos controlados por los Regimientos 22 y 23 de la 21 División, capturaron el Monte Samat y flanquearon a todo el II Cuerpo. Los contraataques aliados eran inútiles; sólo la 57a infantería ganó terreno, pero pronto lo perdió.

A lo largo del frente de batalla, las unidades del I Cuerpo, junto con los devastados restos del II Cuerpo, se derrumbaron y retrocedieron hacia la retaguardia. Los comandantes en Bataan perdieron todo contacto con sus unidades. En los dos últimos días de la defensa de Bataan, toda la defensa aliada se desintegró y colapsó progresivamente, obstruyendo todas las carreteras con refugiados y tropas que huían (algunas fueron evacuadas por el buque auxiliar YAG-4 de la Base Naval de Mariveles). Para el 8 de abril el comandante en Bataan, el general de división Edward P. King, vio la inutilidad de toda resistencia y presentó propuestas de capitulación.

A la mañana siguiente King se reunió con el general de división Kameichiro Nagano y, después de varias horas de negociaciones, los defensores estadounidenses y filipinos, cansados, hambrientos y demacrados que quedaban en la península de Bataan, arrasada por la batalla, se rindieron.