Publicado: Mar Dic 12, 2006 5:57 pm
por Capitan Miller
Hola a todos.

He creido interesante colgaros este post extraido de un artículo de www.historynet.com sobre el ataque sufrido por el puerto de Bari en Diciembre de 1943, y los efectos del gas mostaza existente en la carga de uno de los barcos destruidos.

Como es un tanto largo lo he dividido en dos capítulos, así no os volveis locos dándole a la rueda del ratón. :wink:

Saludos.

Bari 1943. El Segundo Pearl Harbor.

(Artículo original de Eric Niderost aparecido en World War II Magazine y en www.historynet.com. Fotografías procedentes de http://www.armed-guard.com/leaflet.html y http://uboat.net/technical/ju88.htm)


La tarde del 2 de Diciembre de 1943, el 1er. Teniente Werner Hahn pilotaba su Me210 de reconocimiento sobre el puerto de Bari, en el sureste de Italia. Volando a 23.000 pies su avión pasó desapercibido a los observadores antiaéreos aliados, y sin ser molestado el piloto realizó una segunda pasada sobre la ciudad antes de poner rumbo norte y volver a su base. Si el informe de Hahn era tan prometedor como parecía a primera vista, la Luftwaffe podría realizar un ataque a gran escala sobre el puerto.

Bari era una ciudad de alrededor de 200.000 habitantes, cuya historia se remontaba a la Alta Edad media y que había sido afortunada en el transcurso de la guerra al haber sufrido tan sólo unos daños menores por haber sido calificada por las fuerzas aliadas como un puerto de importancia estratégica y depósito de suministros.

A finales de 1943 la calma de la ciudad había sido transtocada en una actividad incesante, con barcos aliados entrando y saliendo de su puerto constantemente y un contínuo tráfico de mercancías y suministros. Aquel 2 de Diciembre al menos 30 barcos aliados se encontraban en el puerto, llegando casi al 100% de su capacidad útil.

El puerto estaba bajo jurisdicción británica, en parte debido a que Bari era la base principal de suministros para el 8ú Ejército del general Montgomery. Pero también la ciudad alojaba el Cuarte General de la 15ª Fuerza Aérea Norteamericana, que había sido activada en Noviembre del mismo año con el fin de apoyar desde el Sur la campaña de bombardeo de la 8ª F.A. e incluir entre sus blancos a objetivos en Los Balcanes e Italia. Su comandante, el general James H. Doolitle había llegado a Bari el 1 de Diciembre. Todo ello hacía que además del típico material de guerra, los barcos anclados en Bari transportasen combustible de aviación, bombas y municiones.

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El puerto de Bari la mañana tras el ataque.

Practicamente absorbidos por la tarea de poner en funcionamiento cuanto antes a la 15ª F.A., los aliados daban poca importancia a la posibilidad de un ataque aéreo alemán a Bari. La Luftwaffe en Italia estaba muy debilitada, y tan dispersa que no podía ser capaz de organizar un gran ataque. O eso pensaban los líderes aliados.

Los vuelos de reconocimiento alemanes sobre Bari eran poco más que una molestia. Al principio los artilleros aliados solían enviarles un par de ráfagas, pero finalmente acabaron ignorando los vuelos. ¿Para qué malgastar munición?

Como respuesta a los rumores sobre las relajadas medidas de seguridad, el vicemariscal del aire británico, Sir Arthur Coningham, convocó una conferencia de prensa en la que afirmó a los reporteros que la Luftwaffe había sido derrotada en Italia. Estaba seguro de que los alemanes nunca podría atacar Bari, llegando a decir que "consideraría como una afrenta personal y un insulto que la Luftwaffe pudiera intentar cualquier acción de importancia en esta área".

Pero no todo el mundo pensaba igual. El capitán A. B. Jenks, del Ejército Británico y responsable de la defensa del puerto, sabía que las medidas dispuestas para repeler un ataque no eran las adecuadas, pero su voz, al igual que la de otros pocos oficiales, fue acallada por la de los complacientes con el Vicemariscal. Durante la noche las luces del puerto permanecían encendidas para de este modo facilitar las tareas de carga y descarga las 24 horas del día, tampoco nadie pensaba en la necesidad de un oscurecimiento.

En el puerto los cargueros y buques tanque esperaban su turno para ser descargados. El capitán Otto Heitmann, del Liberty SS John Bascom, bajó a tierra para saber si la descarga podía ser acelerada de algún modo, pero no tuvo éxito y volvió preocupado a su barco. Habría estado mucho más preocupado de saber la carga que se encontraba a bordo del SS John Harvey.

El SS John Harvey, bajo el mando del capitán Edwin F. Knowles, era un Liberty más, no muy distinto del resto anclados en el puerto. La mayor parte de su carga era también muy convencional: municiones, comida y equipamiento. Pero el barco también transportaba una carga secreta mortal. Aproximadamente 100 toneladas de bombas de gas mostaza estaban a bordo.

Las bombas eran una precaución ante la posibilidad de que Alemania recurriera a la guerra química. En 1943 esta era todavía una posibilidad; la iniciativa estratégica había pasado a los aliados, ya en suelo europeo, y Alemania comenzaba a perder terreno poco a poco en todos los frentes. Según se ha dicho, Hitler no era un defensor de las armas químicas en el campo de batalla, y sólo podía ser convencido de ello si representaba un vuelvo significativo en la balanza de la guerra. Sin embargo los informes de la inteligencia aliada sugerían que Alemania estaba almacenando armas químicas, incluyendo un nuevo agente químico llamado Tabun.

Roosevelt había publicado un comunicado político en el que condenaba el uso del gas por parte de cualquier nación civilizada, pero manteniendo el derecho de los Estados Unidos a responder del mismo modo si el enemigo se atrevía a utilizar esas armas primero. El SS John Harvey había sido elegido para transportar el gas venenoso a Italia ante la eventualidad de que ello pudiera ocurrir.

Cuando las bombas de gas mostaza fueron cargadas a bordo del barco, su aspecto era absolutamente convencional. Cada una medía 4 pies de largo, 8 pulgadas de diámetro y contenían 70 libras del gas. El embarque se mantuvo en secreto, incluso el capitán Knowles no había sido informado sobre la letal carga, pero para algunos miembros de la tripulación no era un secreto la presencia del 1er. Teniente Howard D. Beckstrom, de la 701ª Compañía de Mantenimiento Químico, junto a un destacamento de seis hombres. Todos ellos eran expertos en el manejo de materiales tóxicos. Desde luego aquel viaje no tenía el aspecto de ser uno más.

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Otra fotografía del puerto la mañana después del ataque.

El barco realizó su singladura sin incidentes, deteniéndose en Oran, Augusta y, finalmente, poniendo rumbo a Bari. El oficial de seguridad del barco, el teniente Thomas R. Richardson, era una de las pocas personas a bordo que oficialmente conocía la carga de gas mostaza, de hecho figuraba claramente en su manifiesto una carga de "2.000 proyectiles M47A1 de gas mostaza". Ovbiamente, Richardson quería desprenderse de la carga cuanto antes, pero cuando el barco llegó a Bari, el 26 de Noviembre, sus esperanzas se desvanecieron. El puerto estaba colapsado, lleno de barcos esperando ser descargados, y todavía se esperaba la llegada de otro convoy. Ya que la presencia del gas no era oficial, el SS John Harvey no recibiría ningún trato especial y tendría que esperar como los demás. Durante cinco días el barco permaneció amarrado en el muelle 29, mientras el capitán Knowles intentaba sin éxito conseguir que el buque fuera descargado lo antes posible. No podía contar nada de la carga especial de su barco ya que oficialmente no existía dicha carga y se suponía que él tampoco sabía de su existencia.

Mientras tanto el teniente Hahn había vuelto a su base con el informe sobre la situación en el puerto. El ataque a Bari no fue fruto de una improvisación, sino que se trataba de un plan previamente analizado. El primer objetivo considerado había sido la base aérea de Foggia, pero con los efectivos disponibles no era práctico atacar un blanco tan extenso. Fue el mariscal Wolfram von Richstofen, comandante de la Luftflotte 2 y primo del famoso Barón Rojo, quien sugirió a Kesserling que Bari podría ser una buena alternativa. Si el puerto era arrasado el avance del 8ú Ejército Británico se frenaría y lo mismo sucedería con el despliegue de la nueva 15ª Fuerza Aérea USA.

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Un Ju88 A4 con insignias finlandesas


Para el ataque se podría contar con un total de 105 bombarderos Ju88 A4, procedentes al mayor parte de Italia y algunos pocos de bases en Yugoeslavia, estos últimos empleados con el ánimo de desinformar a los aliados sobre la procedencia del ataque, y desviando los posibles ataques de represalia de Italia a Los Balcanes. Además se ordenó a los pilotos iniciar el vuelo poniendo rumbo este, hacia el Adriático, para después virar al sureste. Si la artillería antiaérea británica esperaba un ataque , este vendría del norte, no del este. Los Ju88 fueron también cargados con Duppel, unas finas láminas de papel de plata de distintos tamaños que, una vez lanzados, serían visibles al radar produciendo un gran número de blancos fantasma. Confiando en el elemento sorpresa más que en el número de efectivos, el ataque se realizaría al amanecer. El horario previsto era para las 7:30 de la mañana. En primer lugar se lanzarían bengalas que iluminarían los blancos para los aviones atacantes, llegando estos a baja altitud, intentando permanecer por debajo de los radares aliados que, en aquellos momentos, ya estarían plagados de interferencias por los Duppel.

Los alemanes llegaron a Bari justamente a la hora prevista. El 1er. Teniente Gustav Teuber, que lideraba la primera oleada, no podía dar crédito a sus ojos. Los muelles estaban iluminados y todo el puerto plagado de barcos de punta a punta. Con la ayuda de las bengalas y de las propias luces del puerto, los Ju88 se abalanzaron sobre sus blancos.

Las primeras bombas cayeron sobre la ciudad, pero muy pronto le llegó el turno al puerto. Alrededor de 30 barcos se encontraban anclados aquella noche, y aunque las tripulaciones intentaron responder a las alarmas del mejor modo posible, máxime cuando muchos de sus miembros se encontraban en tierra, la sorpresa fue total.

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Otra vista de un J88 A4


A bordo del John Bascom, el Segundo oficial, William Rudolf, vió las bengalas alemanas y alertó al capitán Heitmann. Inmediatamente se puso en marcha la defensa antiaérea, intentando crear una barrera de fuego, pero fue inútil. Los bombarderos alemanes siguieron acercándose y comenzaron a soltar sus bombas.

Continua en el capítulo 2.