Publicado: Mar Ago 03, 2010 6:13 pm
por Bitxo
Voy a realizar otra "peligrosa" intervención, y digo "peligrosa" porque -otra vez- voy a confiar en mi patética memoria en lugar de revisar un montón de libros -que es lo que tocaría peeeeeeeero, ¡hace muuucha calor! :) .

Ahora nos resulta muy fácil decir que esto o aquello fue un error. Conocemos el punto de ataque y las fuerzas de todos y cada uno. En su momento, para los alemanes, fue un debate muy arduo que sólo una persona podía zanjar dadas las características del mando alemán: Hitler.

En términos generales habían tres enfoques diferentes:

- Rommel abogaba por una defensa táctica en el litoral. Lo hacía porque conocía la efectividad de los medios aéreos aliados sobre la movilidad de las mecanizadas (y motorizadas...).

- Rundstedt prefería una defensa estratégica pues no se conocía la zona del ataque y, a la postre, se esperaba un contingente aerotransportado mayor del utilizado, además de la actuación de los guerrilleros franceses.

- Hitler estaba enamorado de las defensas estáticas, y no lo estaba por una cuestión de política interna -¡viva la propaganda!-, sino porque desconfiaba de que un país como Francia, donde hay numerosos cursos de agua y se depende de los puentes, la movilidad de las fuerzas alemanas sin disponer de la superioridad aérea era más que dudosa.

Los tres, guste o no, tenían razón. Pero, en mi opinión, sólo uno era el más realista: Rundstedt. Cabe añadir que a Rundstedt le prometieron refuerzos para la Luftwaffe que nunca llegaron.

Rommel se equivocaba porque, aun en el caso de poder cubrir una zona de litorial obvia y que se diese ahí el ataque, esta era lo suficientemente extensa como para anular su idea de rechazar al enemigo en la playa. Lo era porque, tal y como se fijó Rundstedt -y este fue uno de los puntos de inflexión en la toma de decisión de Hitler- tanto la península de Bretaña como la normanda habían quedado poco menos que incomunicadas gracias a la campaña aérea aliada. Rundstedt alegaba que sacar a los blindados de una zona no atacada para concentrarlos en la afectada supondría una aventura muy costosa en tiempo y en efectivos al tener que transitar por carreteras acechadas por el aire y con los puentes destruidos, amén de los efectivos aerotransportados que pudieran topar. Por otro lado, al no disponer de suficientes fuerzas, la seguridad en el interior quedaba igualmente amenazada, por lo que las comunicaciones podrían ser muy precarias.

Lo que hizo Hitler fue adoptar una solución tan intermedia como temerosa, y empeorarla al hacer más compleja -y lenta- la cadena de mando. Una cadena de mando que ya se mostraba engorrosa en detalles tan importantes como el control de las baterías costeras, por el cual se peleaba el Ejército con la Marina, y que provocaría que muchas no estuviesen adecuadamente dispuestas al existir un batiburrillo de ideas y necesidades. Ciertamente, si ya en la manida Muralla del Atlántico existían serios problemas a la hora de definir una táctica a seguir -que si las piezas deben poder realizar fuego sobre la playa, que si deben estar más o menos protegidas, o si estos calibres deben situarse más al interior o en el litoral...-, el despliegue general se contagiaría de la histeria colectiva y no haría más que agudizar el problema ya muy serio de por sí.

Ahora parece fácil, repito, darle la razón a Rommel. La única Div. Panzer desplegada en Normandía ralentizó el avance aliado y ello parece un todo. Pero yo no lo veo así. Recordemos que el miedo a un segundo desembarco retrasó el envío de reservas a la zona afectada y ello es lógico, por más que ahora lo veamos como un error. Por ello mismo lo más acertado era concentrar la reserva móvil fuera del alcance aéreo y naval enemigo y organizar un poderoso contragolpe. Toparía con todas las dificultades que tuvieron las fuerzas enviadas, pero la gran diferencia estaría en que sería un contragolpe y no un goteo de unidades que acabaran en las fauces aliadas por más que les retrasaran. Retrasar no era ganar la batalla. De haber estado la reserva móvil diseminada por el litoral, tal y como abogaba Rommel, tampoco se podría haber organizado un contraataque con la necesaria fuerza.

¿Y si el miedo a un segundo desembarco resultaba cierto? ¿Cómo pensar que con ese estrecho margen de "buen" tiempo aquello era el único y válido golpe? ¿Y si realizaban un desembarco en un punto tan alejado como en la Costa Azul, donde igualmente podían contar con el apoyo aéreo necesario? Hay que tener en cuenta que los alemanes consideraban que los Aliados disponían de suficientes fuerzas como para poder realizar dos desembarcos. Es decir, que no sólo inflaron el número de divisiones aerotransportadas, sino también las terrestres.