Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:58 pm
por Bitxo
Göring hizo acto de presencia ante la prensa. Desde hacía semanas, dijo, observábamos y sabíamos que una parte de los jefes de las SA se había apartado de los objetivos del movimiento para colocar en primer plano sus intereses propios, sus ambiciones y, en gran parte, sus inclinaciones desgraciadas y perversas. Lo que nos parecía más condenable es que la dirección suprema de las SA evocara el fantasma de una segunda revolución dirigida contra la Reaktion, cuando estaba aliada con ella. El principal intermediario era el ex Canciller del Reich, General von Schleicher, que había puesto a Röhm en relación con una potencia extranjera. He ampliado mi misión asestando un severo golpe a esos descontentos. Un periodista le preguntó por la suerte de Schleicher, a lo que Göring contestó: Se que ustedes, los periodistas, gustan de los grandes titulares. Pues bien, el General Schleicher conspiró contra el régimen. Ordené que se procediera a su detención. Cometió la imprudencia de resistir. Ha muerto.

Göring abandonó la sala y un oficial del Ejército distribuyó un comunicado oficial del General Reichneau, que expresaba la postura oficial de la Reichswehr. En el texto quedaba claro que el Ejército hacía causa común con las detenciones llevadas a cabo por la GESTAPO y las SS. Sobre Schleicher, decía lo siguiente: Dos hombres de las SS fueron encargados de detener al General von Schleicher, de quien se sospechaba que era cómplice de la conjura fomentada por Röhm. El General opuso viva resistencia, por lo que los policías se vieron obligados a utilizar sus armas. En el intercambio de disparos, el General Schleicher y su esposa, que apareció de pronto, resultaron heridos mortalmente.

Sepp Dietrich había regresado nuevamente a la Casa Parda para informar a Hitler de que los traidores han pagado. Hitler se dirigió entonces a los SA que permanecían allí retenidos: Vuestros jefes traicionaron la confianza puesta en ellos. Mientras vosotros permanecíais en primera línea, vuestros oficiales pasaban las noches de fiesta en fiesta, viviendo en el lujo y cenando opíparamente. Se trata ahora de saber si estáis a mi lado o al de aquellos que se burlaban de vosotros y aprovechaban vuestro celo tan sólo para amasar fortunas personales. Vitoread a vuestro nuevo jefe, Lutze, y aguardad las órdenes que os transmita. Lutze se levantó y gritó un Heil, Hitler! que encontró inmediato eco. Todos cantaron el Horst Wessel lied y, cuando terminaron el himno, Lutze les indicó que podían regresar a sus casas: Os dirigiréis aisladamente y de manera directa a vuestros domicilios, y os quitaréis el uniforme. No intervendréis en asunto alguno antes de haber recibido notificación de que las SA han sido reorganizadas y encuadradas de nuevo.

Sobre las 19h 30, Hitler abandonaba la Casa Parda para dirigirse en avión a Berlín. Cerca de Dachau, el cuerpo mutilado de un anciano era encontrado hundido en el fango a golpe de pico. Se trataba de Kahr. A poco menos de un kilómetro, se descubría otro cadáver, esta vez con tres balas en el corazón. El padre Bernhard Stempfle, quien había revisado el Mein Kampf, conocía el secreto de la muerte de Geli Raubal, la sobrina de Hitler que había obsesionado a su tío.

A las 20h la radio de Münich dio a conocer un texto que explicaba cuanto había pasado. A muchos muniqueses les sorprendió la noticia, pues no habían notado nada extraño más allá de un aumento de la presencia policial. Desde hace varios meses, decía el comunicado, elementos aislados venían tratando de fomentar una oposición entre las SA y el Estado. El jefe de Estado Mayor, Röhm, que gozaba de la particular confianza del Führer, no trató de oponerse a estos manejos, sino que, indudablemente, los favoreció. Sus desgraciadas y bien conocidas inclinaciones pesaron tan decisivamente sobre la situación, que el Führer se desplazó a Münich y ordenó la degradación y el inmediato encarcelamiento de los jefes más comprometidos. A raíz de las detenciones, se produjeron escenas tan penosas desde el punto de vista moral que no dejaron lugar al perdón. Un determinado número de jefes de las SA tenían en su compañía muchachos de costumbres un tanto especiales, y uno de ellos fue sorprendido y detenido en una situación absolutamente repugnante. El Führer ha dado orden de extirpar implacablemente ese pestilencial abceso. No quiere seguir tolerando que millones de personas decentes sean comprometidas por algunos seres de pasiones enfermizas. El Führer ha dado orden al Ministro Presidente de Prusia, Göring, de llevar a cabo idéntica acción en Berlín, y de actuar concretamente contra los aliados reaccionarios de este complot político.

En la capital bávara, en general, se acogió bien la noticia. Por la noche acudieron como de costumbre a las cervecerías de la ciudad y se extrañaron de que la Bratwurstglöckl estuviese cerrada. No podían sospechar que el dueño, Karl Zehnter, el maître y uno de los camareros habían sido asesinados por la GESTAPO. Un asustado Goebbels había acudido a Heydrich para que le ayudara a borrar las huellas de aquella misteriosa reunión que ahora podía comprometerle. Heydrich, que quería ganarse la confianza de todos los miembros del régimen, aceptó encantado de, además, conocer un secreto de aquel hombre.

En Berlín, donde se fusilaba sin cesar en la Escuela de Cadetes de Lichterfelde, los rumores iban de boca en boca. Los berlineses hablanba de que Röhm, Papen y Schleicher estaban detenidos y no se sabía si seguían vivos. Allí, en Lichterfelde, Göring había acudido para obligar al Teniente SA Daniel Gehrt, que había pertenecido a su escuadrilla como Capitán y era Caballero de la Orden de Malta, a ponerse sus condecoraciones para así poder arrancárselas antes de que le fusilaran.

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