Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:45 pm
por Bitxo
El día 14 de junio Hitler viajó a Italia para reunirse por primera vez con Mussolini para tratar la cuestión de Austria y la relación entre ambos fascismos. El viaje preocuparía a Göring por dos cuestiones diferentes pero que, en el clima conspiratorio y teniendo en cuenta la gravedad de la decisión que había de tomar el Führer, podían llegar a mezclarse.
En primer lugar, Göring había realizado una serie de misiones diplomáticas en Italia que habían resultado un fracaso. Entre octubre y noviembre de 1933 había tratado en vano de convencer a los italianos de que Alemania no tenía intención alguna de anexionarse a Austria. El resultado fue que Mussolini firmara los Protocolos Romanos con Austria y Hungría y que se refiriera a Göring como un ex interno de manicomio en referencia a su internamiento a causa de su drogodependencia. Entonces Hitler había dejado en manos de Hess la cuestión austríaca, apartando a Göring de un tema tan importante. Para vengarse de la afrenta italiana -la segunda, si tenemos en cuenta su fracasada misión de obtener fondos para el partido en 1924, cuando Mussolini ni siquiera se dignó a recibirle-, comenzó a realizar una gira por los Balcanes, hacia los cuales se dirigía la mirada italiana, y, como si no fuera bastante, había hecho creer que su viaje lo iniciaría en Roma, anunciando en el último minuto que había cambiado de opinión, de manera que dejó plantado al comité de bienvenida italiano, caso que enfurecería a Mussolini.
En segundo lugar, tanto desde el círculo de Göring como del de Papen, se consideraba que el dictador italiano podía aconsejar a Hitler sobre la manera de atajar la crisis que atravesaba. De hecho se enviaron agentes a Roma para preparar el terreno, contando allí los escándalos protagonizados por las SA. Uno de ellos sería el propio embajador en Roma, amigo de Göring, Ulrich von Hassel.

Mussolini y Hitler se reunieron a solas durante dos horas en la villa Pisani di Stra. Pero Mussolini, quizás molesto por la cuestión austríaca, el enfado por culpa de Göring, o por la mala impresión que le había causado su homólogo alemán, comentaría los consejos que le había dado, por lo que Heydrich pudo informar de que dichos consejos se encaminaban hacia restablecer el orden en el partido, especialmente en las SA. Mussolini se había puesto a él mismo como ejemplo cuando, en 1924, había logrado contener a sus antiguos escuadristas.

Nada más regresar de Italia, Hitler se tuvo que enfrentar a las realidades de su gobierno. El juicio por el asesinato de Horst Wessel no parecía haber recibido la suficiente atención por parte de la prensa, pese a que el honor de las SA, y con ellas el del régimen, quedaban en entredicho al haber afirmado la oposición en el exilio que Wessel había sido asesinado en una pelea de rufianes, y no en un combate contra el comunismo.
Por otro lado, fue informado de que François-Poncet había marchado a su país el día 15. Hitler no dejaría de pensar en que resultaba una fecha muy temprana para irse de vacaciones, y que quizás fuese cierto el rumor de una conspiración entre Schleicher, las SA y Francia. La ausencia del embajador podría significar el inicio de una acción. Y Heydrich le advertía de que Papen se disponía a pronunciar un discurso en Marburg para criticar al régimen.

Papen escribiría que preparé mi discurso, esbozado en sus líneas generales por Ernst Jung, con un particular cuidado. Pensé que era la mejor manera de que llegara a toda la nación. Según sus recuerdos, llegué a la conclusión de que había que hacer un balance de la situación. Mis discusiones durante los encuentros del gabinete, mis argumentos, mis insistentes recomendaciones a Hitler, se había revelado como algo completamente inútil. Resolví, pues, hacer un llamamiento público a la conciencia de Hitler.

Sin embargo, Günther Tschirschky-Bögendorf, su secretario, lo recordaría todo de otra manera. Según Tschirschky, Papen leyó por primera vez el discurso en el tren, cuando se dirigían a Marburg. Su reacción al leerlo fue de miedo, comenzando a tachar cuanto no le agradaba. Entonces Tschirschky le advirtió de que debía leer el discurso íntegro, pues habían mandado una copia a la prensa extranjera y, de leer una versión diferente, habría una gran escándalo. En cierta manera, diría Tschirschky, le obligamos a pronunciar el discurso. Ese discurso lo había redactado Jung durante meses, reuniéndose con Tschirschky en varias ocasiones para precisarlo y convenir el momento más adecuado para pronunciarlo. Según Tschirschky, si el señor Papen hubiera compartido nuestro punto de vista, el discurso se habría pronunciado antes.

Así que Papen pronunció su discurso en la Universidad de Marburg: Se dice que he jugado un papel primordial en la supresión del régimen prusiano de Weimar y en la gestación del actual movimiento nacional, lo que me confiere la obligación de observar más de cerca este fenómeno que la mayoría de los alemanes. Me siento, además, tan unido al esfuerzo titánico para lograr la total remoción de Alemania que me consideraría reo del delito de lesa patria, tanto desde el punto de vista puramente humano como político, si en este período decisivo de la Revolución alemana callara lo que necesariamente tiene que manifestarse.
(...) La prensa tiene la misión de coadyuvar a la tarea del Gobierno señalando posibles errores y denunciar a todo personaje que no se halle en el lugar que le corresponde o que abuse de su cargo. Cualquier servicio informativo, por secreto que sea, no debe impedir que la prensa cumpla con su misión primordial. Con el concurso del movimiento nacionalsocialista hemos de crear un sistema perfecto que reemplace al actualmente anquilosado, pero de ningún modo deseamos instaurar una dictadura.
(...) El Estado alemán llegará al cénit de esplendor cuando ocupe la suprema magistratura alguien que destierre para siempre las luchas políticas de la demagogia y las rivalidades engendradas por intereses económicos.
(...) La grandeza de los hombres no debe hacerla la propaganda, sino que es la Historia la que debe juzgar su valía basándose en su actuación. El logro de mejoras o de la unidad popular mediante el terror es inadmisible; sojuzgar a la intelectualidad significa la mutación de la vitalidad en barbarie y el erróneo empleo de la fuerza es siempre peligroso para cualquier comunidad. Ninguna de estas puede soportar eternamente la opresión, como tantas veces lo ha demostrado el decurso de la Historia. Una dinámica sin fin nada puede moldear; Alemania no puede ser comparada a un tren en marcha hacia lo infinito, que nadie sabe cuándo se detendrá
(...) Si hacemos traición a nuestras tradiciones, si ignoramos la lección de nuestra larga historia y olvidamos las obligaciones resultantes de nuestra posición europea, habremos perdido la más hermosa y magnífica ocasión que nos ofrece el presente siglo. En un universo en evolución, aceptamos responsabilidades que nos impone nuestra conciencia
.
Papen había acusado al régimen de dictatorial, de restringir la libertad de prensa y cultural y hasta religiosa, considerando la idoneidad de una restauración de la Monarquía. Según recordaría, la salva de aplausos que subrayó mi discurso, ahogando por completo las furiosas protestas de algunos nazis, parecía expresar el alma del pueblo alemán y que experimentaba un inmenso alivio. Por fin había descargado mi conciencia..

De inmediato Goebbels prohibió la publicación del discurso, si bien algunos trozos llegaron a salir en el Frankfurter Zeitung. Poco importó que se tratase de un discurso del Vicecanciller. El intento de su publicación conllevaría el secuestro de la tirada.
Pero Jung no se quedó a la zaga, haciendo que el Germania realizara copias para los diplomáticos y corresponsales extranjeros. También se enviaron copias a muchas personalidades de toda Alemania, pero casi todas fueron interceptadas por la GESTAPO.

Hitler se dirigió a toda velocidad a Gera para hacer una réplica. Allí se organizó un desfile de unos 20.000 hombres de varias organizaciones nacionalsocialistas que desfilaron durante cuatro horas. Arropado por semejante demostración de fuerza, pronunció un discurso particularmente agresivo. Todos esos enanos, dijo, que se imaginan que tienen algo que objetar a nuestro ideal será barridos por la fuerza y el poder de este gran ideal común. Porque todos esos enanos, sean cuales fueren las críticas que creen poder hacer, olvidan una cosa: ¿dónde encontrarán algo mejor para reemplazar a lo que ya existe?. Tras dejar bien claro que nada se podía hacer en Alemania sin él, concluiría: ¡Qué ridículo es ese pequeño gusano! ¿Qué ocurriría si esos pequeños protestatarios alcanzaran sus objetivos? ¡Alemania se desintegraría! El puño de la nación aplastará a quien se atreva a efectuar la menor tentativa de sabotaje.

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