Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:36 pm
por Bitxo
Para Himmler y Heydrich, cada cual tiene su personalidad implicaba espiar a todo el mundo y elaborar listas de personas a las que convenía eliminar. En abril, Heydrich encargó a Otto Betz la misión de espiar a Papen y su entorno. Betz resultaba ideal pues era un agente de contraespionaje destinado en el Sarre, donde Papen fue plenipotenciario. Allí, tras un atentado con éxito contra un separatista renano, había tomado contacto con Edgard Jung, quien elaboraba los discursos de Papen, partidario de la revolución conservadora.

También se vigilaba al General Kurt von Schleicher. El ex canciller estaba en teoría retirado de la política en su finca del lago Wannsee, pero no dejaba de mantener reuniones con sus antiguos colaboradores, los Generales Bredow y Hammerstein-Equord para mantenerse informado. El 2 de abril incluso se reuniría con el embajador francés, François-Poncet. A Bredow, que vivía cerca de la frontera con Francia y era igualmente vigilado, se le detuvo en un viaje a París y se le encontró una invitación de un alto cargo francés. No le dejaron cruzar la frontera y Bredow protestó a Blomberg por teléfono, pero este le negó el permiso a continuar su viaje.

Sin duda Hitler debió preocuparse por la posibilidad de que Schleicher buscara apoyos en Francia, y más aún considerando el giro en política exterior que el régimen había supuesto. Los diferentes gobiernos republicanos habían buscado un acercamiento a Francia y mantenido una actitud hostil hacia Polonia. Hitler estaba tratando de acercarse a Gran Bretaña e Italia para aislar a Francia, y llegó incluso a firmar un pacto de no agresión con Polonia. Es normal que sintiese temor a una reacción defensiva por parte de los franceses, aun a nivel de intriga política. François-Poncet recordaría de aquella entrevista que Schleicher no ocultó su oposición al régimen, pero en ningún momento dijo nada que trasluciese proyectos subversivos o que dejara adivinar que estuviera mezclado en cualquier conspiración.

Mientras Himmler le entregaba informes que hacían sospechar de conjuras, Röhm proclamaba la segunda revolución y sus SA hablaban de limpiar las porquerizas, Hitler sentía la necesidad de plasmar mediante un acuerdo su opción por el Ejército para que Blomberg viera algo más que palabras en su discurso del 28 de febrero. Tras ser avisados por el círculo de Hindenburg de que la salud de este empeoraba, Hitler y Blomberg resolvieron entrevistarse. El día 10 de abril, con la excusa de presenciar unas maniobras, Hitler, Blomberg, Fritsch y Raeder, embarcaron en el Deutschland, un lugar ideal para mantener una reunión secreta en el mar. Fritsch y Raeder fueron informados de la proximidad de la muerte de Hindenburg y Hitler y Blomberg se reunieron a solas en el camarote de mando para lo que se conocería como el Pacto del Deutschland: Hitler se comprometió a limitar las ambiciones de las SA a cambio del apoyo del Ejército en la sucesión de Hindenburg.

El día 16 de abril, Röhm defendería a sus hombres condenados por delitos de derecho común por el Ministerio del Interior de Frick. Siguiendo su costumbre de ponerse al lado de su tropa, diría que cuando en el transcurso de los años de lucha que precedieron a la conquista del poder precisábamos hombres de acción, ciudadanos que con anterioridad se habían apartado del camino recto acudieron a engrosar nuestras filas. Aquellos hombres con antecedentes judiciales vinieron a nosotros porque querían borrar sus faltas con el servicio en las SA. Pero, ahora, muchos viejos camaradas de las SA han tenido que apartarse a causa de esos mismos antecedentes, y esto ha ocurrido en un Tercer Reich por el que arriesgaron su vida. Los espíritus mercantilistas no comprenderán nunca que puedan conservarse semejantes elementos en las filas de las SA.

Dos días más tarde, ante el cuerpo diplomático y la prensa del extranjero, Röhm pronunció su último gran discurso:
La nueva Alemania nacionalsocialista, puesta bajo el símbolo de la cruz gamada, no tiene muchos amigos en el mundo. Se ha hablado y escrito mucho a su respecto. En su totalidad o casi totalidad, los extranjeros no han comprendido el sentido ni la naturaleza de la Revolución alemana. Se olvida casi siempre que no se trata de que el poder político haya cambiado de mano. ¡Nada de eso! Se trata de que ha surgido una nueva concepción del mundo. La Revolución nacionalsocialista significa la ruptura espiritual con el pensamiento de la Revolución francesa de 1789.
(...) Las SA son la encarnación heroica de la voluntad y el pensamiento de la Revolución alemana. No es posible comprender la naturaleza y la tarea de las SA si no se comprende la naturaleza y finalidades de la Revolución nacionalsocialista.
(...) Cuando Hitler comenzó su combate era un soldado. El combate, el combate y siempre el combate es lo que ha marcado su vida. Era, por tanto, inevitable que en esta lucha sometiera a los que le ayudaban a imperativos militares. Para garantizar la coherente ejecución de la línea política de su voluntad, levantó el ejército pardo de la revolución sobre dos pilares básicos: la autoridad del jefe y la disciplina. Una sola decisión de las SA es voluntaria: la de ingresar en las filas de las tropas de asalto de la renovación alemana. Desde el instante en que viste el uniforme pardo, se somete sin restricciones a la ley de las SA. Esta ley es la siguiente: "obediencia hasta la muerte al jefe supremo de las SA, Adolf Hitler. Mis bienes y mi sangre, mi fuerza y mi vida, todo cuanto poseo pertenece a Alemania".
Desde un principio, Hitler no luchó por objetivos mezquinos. Desde el primer día, cuando siete hombres sin nombre público, sin aliados, sin periódicos ni dinero, soñaron con volver a levantar a Alemania de sus ruínas, lo que estaba en juego era el poder. En este combate, su arma fueron las SA. No eran una banda de conjurados intrépidos, sino un ejército de creyentes y mártires, agitadores y soldados que él necesitaba en aquella lucha gigantesca cuyo objetivo era el alma del pueblo alemán. Como la tarea así lo exigía, Adolf Hitler creó un nuevo tipo de combatiente: el soldado con un ideal político. Di a estos soldados políticos la bandera roja con la cruz gamada, nuevo símbolo del futuro alemán, y les dio la camisa parda que visten las SA en el combate, los honores y la muerte. Por su color, la camisa parda distingue a los SA de la masa. En este hecho encuentra su misma justificación: es signo distintivo de las SA y permite que tanto el amigo como el enemigo reconozcan a la primera mirada a quien profesa la concepción del mundo nacionalsocialista. Las SA son la encarnación del nacionalsocialismo. Las SA abrieron a puñetazos el camino al ideal nacionalsocialista, el camino que llevaría a la victoria. Y en su marcha, las SA han arrastrado a los escépticos, a los vacilantes, provocando ese prodigioso levantamiento en masa de la nación. El impulso de la ola parda puesta bajo el signo de la cruz gamada no dejaba de gritar a lo que vacilaban: "¡Ven con nosotros, camarada!" Centenares de miles de trabajadores no hubieran reencontrado el camino de la patria de no haber existido las SA. Las SA les libraron de la calle, del hambre y el paro. Los batallones pardos fueron escuela del nacionalsocialismo. En sus filas no existe privilegio de nacimiento, rango o fortuna: sólo cuentan el hombre y los servicios prestados al movimiento.
(...) Por desgracia, al iniciarse la Revolución nacionalsocialista, sectores reaccionarios se aproximaron a nosotros. Algunos llegaron a formar en nuestras filas y prendieron en sus solapas la cruz gamada afirmando vívamente que habían sido siempre nacionales. Pero nosotros no hemos hecho una revolución nacional, sino la Revolución nacionalsocialista y subrayamos el vocablo socialista.
Por un inconcebible sentido de la clemencia, el nuevo régimen, al tomar el poder, no eliminó implacablemente a todos los representantes del antiguo sistema y de aquel que le había precedido. Les retorceremos el cuello sin el menor sentido de piedad si se atreven a poner en práctica sus convicciones reaccionarias.
(...) Baluarte inquebrantable de la Revolución, las SA se alzan contra la reacción, la denigración y el conformismo. En ellas se encarna cuanto constituye el espíritu de la Revolución. En los años de lucha, la camisa parda era distintivo de una política. También era sudario. Después de la victoria se ha convertido en símbolo de la unidad nacionalsocialista, se ha transformado en el hábito del alemán y seguirá siéndolo. El orden y la disciplina de las SA fueron al principio una necesidad. Forjó la unidad de las fuerzas revolucionarias, que en su origen no constituían más que un conjunto mal trabado. Más tarde, las SA se transformaron en un instrumento de educación y en la base de la comunidad nacional que no puede subsistir si el individuo no se somete del todo. Actualmente es expresión de un nuevo estilo de vida alemán. Estilo que tiene su origen en las SA y se impone a todas las formas de vida en Alemania. ¡Las SA son la Revolución nacionalsocialista!"


Para reforzar la impresión de que no estaba en contra de Hitler, Röhm aprovechó el cumpleaños de este para darle muestras de adhesión, diciendo que es y significará siempre nuestra dicha y nuestra felicidad ser sus hombres más fieles, aquellos en los que el Fuhrer puede poner toda su confianza, aquellos con los que puede contar en los días buenos y también, sobre todo, en los días malos. Las palabras eran escogidas y mostraban la disposición de Röhm a apoyar a Hitler en el camino lógico de la revolución. Lógico por ideología, y por disponer de unos tres millones de hombres a su servicio.

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