Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:34 pm
por Bitxo
Hitler necesitaba una solución intermedia que le permitiera conservar el respaldo de las SA y mantener la confianza del Ejército. Para ello convocó una reunión de los jefes SA, SS y de la Reichswehr. Sus primeras palabras ante los jerarcas causaron una sorpresa general tras sus promesas de un futuro mejor: El pueblo alemán se encuentra ante el riesgo de una espantosa miseria. El nazismo ha eliminado el paro, pero cuando el Estado haya llevado a cabo las tareas que se ha impuesto, cosa que ocurrirá en el plazo de unos ocho años aproximadamente, sobrevendrá una recesión económica. El único remedio para esta situación será la creación de un nuevo espacio vital. Las potencias occidentales no nos concederán jamás ese espacio vital. Por esto, en el futuro pueden resultar necesarias unas acciones rápidas, pero decisivas, primero hacia el Oeste y luego hacia el Este.
¿Pretendía el Canciller sembrar el pánico para obligarles a entenderse? Hitler prosiguió con una reseña histórica que le valdría de rodeo para decir lo que quería, mirando fijamente al destinatario de sus palabras: Una milicia sólo es apropiada para la defensa de territorios pequeños. Las SA tendrán que limitarse a la tarea política. El Ministro de la Defensa podrá recurrir a las SA para la labor de la Grenzschutz y la instrucción premilitar. Röhm mostraba indiferencia, mirando al techo, como si aquello no fuera con él. Hitler concluía: Exijo de las SA una leal ejecución de las tareas que se le confíen.
Los oficiales se levantaron y Hitler, junto a Blomberg, cogió a Röhm del brazo para aparentar una reconciliación. Röhm invitó a todos a un banquete donde apenas si se pronunció una palabra. Al finalizar, Röhm se quedó con los suyos y montó en cólera. Dijo que aquello era un nuevo Tratado de Versalles y llamó a Hitler cabo ridículo y exclamó ¡Si pudiéramos librarnos de ese muñeco!, para finalizar en tono amenazador: Hitler es un traidor. Hay que obligarle a que se tome unas vacaciones.

El malestar de Röhm era lógico dada la reunión que había mantenido con Fritsch en casa de Werner von Alvensleben, un hombre de negocios y político cercano al círculo de Schleicher, al cual había traicionado para ayudar a Hitler en su carrera a la Cancillería. Allí, Fritsch y Röhm sentaron las bases para un acuerdo, dejando Fritsch bien claro que el Ejército nunca capitularía ni perdería el control de las armas. El borrador para dicho acuerdo establecía que los soldados con más de doce años de servicio serían incorporados a las SA para transformarla en una milicia armada. El armamento sería suministrado y controlado por el Ejército y Röhm se abstendría de tratar de influir en este. Fritsch informó del resultado a Blomberg, quien se mostró conforme.
¿Qué había pasado entonces? Pese a que Fritsch y Röhm acudieron, y se marcharon, a casa de Alvensleben por caminos diferentes, la GESTAPO había logrado enterarse de dicha reunión. Hitler fue informaado, sin lugar a dudas, y es posible que se sintiera desplazado. Lo único que le faltaba es que Röhm llegase a un acuerdo con Blomberg. Y para este siempre sería mejor una solución que no incluyese a Röhm.

Peor para Röhm sería ignorar que uno de sus jefes SA, Viktor Lutzer, estaba muy dispuesto a traicionarle. Lutze acudiría a Hess para contarle la reacción de Röhm. Hess le recomendó que fuera a ver a Hitler para contárselo personalmente. Pero el Führer le decepcionaría al limitarse a decir que había que dejar que el asunto madure. Preocupado porque se estaba jugando la vida sin resultado, acudió a Reichneau para asegurarse la protección del Ejército.

A finales de marzo, Röhm y Himmler se reunieron en la finca de Rathenow de von Gontard, un industrial relacionado con el rearme alemán. A Röhm le acompañaba su ayudante de campo, Graf Spreti, los Tenientes Generales SS Bergmann y Reiner, que hacían de enlace con Himmler, si bien Reiner era, además, un informador de este. Himmler fue con su ayudante de campo, el Teniente Coronel SS Karl Wolff. Röhm no sentía preocupación por la minúscula fuerza de las SS y trataba con afecto a Himmler, más allá de sus burlas sobre la fotografía de este cuando sujetaba el standarte en el fracasado golpe de estado de Münich. Pero, tras haber bebido durante la comida, comenzó a quejarse. Las SS mantienen una actitud conservadora. Protegen a la Reaktion y a los pequeñoburgueses, y su sumisión a la burocracia tradicional y al Ejército es demasiado grande. Himmler guardó silencio. Röhm era, teóricamente, su superior, y le sorprendió recibir una reprimenda en público.

La subestimación de Himmler fue otro de los errores de Röhm. Himmler había logrado el control de todas las policías del Reich a excepción de la prusiana, sobre la que Göring mandaría hasta que se diera cuenta de que no podía luchar contra Röhm y Himmler a la vez, y cediera a la presión de un Hitler deseoso de unificar a la policía alemana. Hasta la cesión formal, Göring utilizaría a su brazo derecho, Paul Körner, como enlace con Himmler. En aquel entonces, personas como Heinrich Müller, un anticomunista de la BAYPOPO que también había combatido al nacionalsocialismo; o Franz Josef Huber, una caso similar, si no peor, al de Müller; investigaban el pasado de Röhm. Un antiguo ordenanza de Himmelstadt les contaría las andanzas sexuales del antiguo Capitán, cuando presionaba a sus ordenanzas para conseguir favores sexuales.

La prensa extranjera indagaba sobre la pugna de Röhm y la Cancillería tuvo que desmentir los rumores. Esto preocuparía lo suficiente a Hitler como para conceder una entrevista en este sentido al periodista estadounidense Louis P. Lochner, de la Associated Press. Lochner fue directo al grano: Señor Canciller, se dice que algunos de sus más próximos colaboradores tratan de expulsarle del poder. Se dice igualmente que uno de los más eminentes trata de contrarrestar las medidas que usted adopta. Hitler no pareció inquietarse y contestó fríamente: No me he rodeado de nulidades, si no de verdaderos hombres. Los ceros a la izquierda son redondos y se alejan rodando cuando las cosas marchan mal. Los hombres que me rodean son personas rectas y de criterio sólido. Cada cual tiene su personalidad y está lleno de ambición. Cuando se forma un grupo semejante de individualidades los roces son inevitables. Pero ninguno de los hombres que me rodean ha intentado hasta ahora imponer su personalidad. Todo lo contrario, se han plegado perfectamente a mi voluntad.

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