Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:32 pm
por Bitxo
Lo cierto es que Röhm aprovechaba el titubeo de Hitler ante las exigencias que le llegaban desde todos los sectores. Sabía que haber alcanzado la Cancillería no era suficiente garantía ante una Reichswehr muy influenciada por los conservadores, de los cuales precisaba, además, su cuerpo de funcionarios con experiencia de gobierno. Hindenburg se hallaba próximo a su final y Hitler debía impedir que un candidato conservador ocupara su lugar, como el príncipe, por ejemplo. Por ello precisaba todavía a las intimidantes SA. Sin su brazo paramilitar, su posición se tornaría más vulnerable al desaparecer el riesgo de una guerra civil. Pero sus SA molestaban con sus desmanes y le desacreditaban ante el pueblo alemán, creando una alarma muy inconveniente en sus élites. Los conservadores aprovechaban esto, a través del Vicecanciller Franz von Papen, el cual era presionado incluso por Hindenburg para que hiciera algo al respecto. El primero de diciembre de 1933, Hitler decidió, con la excusa de fundir al Gobierno con el partido, nombrar a Röhm como Ministro sin cartera con la esperanza de que esto le contentase. Al tiempo, para equilibrar la balanza, nombró también Ministro a Hess.

El mismo mes, con motivo del 150ú Aniversario de la Liga Hanseática, Papen fue a Bremen a dar un discurso ante 2.000 espectadores que representaban a la élite de la ciudad. Papen comenzó homenajeando al nuevo régimen y luego lo criticó indirectamente al quejarse de quienes negaban la existencia personal del individuo. Pese a la debilidad del ataque, su público lo aplaudió con frenesí. Si Papen se sentía inseguro al iniciar su discurso, no cabe la menor duda de que, al finalizarlo, vislumbraría alguna posibilidad de recuperar la Cancillería.

Al tiempo Hitler iba ganando terreno. Según un informe de inicios de 1934 del agregado militar francés, el General Renondeau, el partido está ganando a la Reichswehr. Conquista la base y la cima. El Ejército pierde su neutralidad. Ciertamente, con Blomberg como Ministro de Defensa, Hitler lo tenía más fácil. Blomberg, apreciado por Hindenburg, deseaba un gobierno fuerte, popular y nacionalista, lo que le había llevado en el pasado a manifestarse a favor del comunismo tras sus impresiones en la URSS. La verdad es que el único conocimiento de política que tenía Blomberg era su preferencia por el totalitarismo. Nada más ser investido como Ministro de Defensa, reemplazó a los hombres de Schleicher por otros afines a su persona. De esta manera, Reichneau sustituiría a Ferdinand von Bredow como jefe del Ministerio, un puesto que suponía ser enlace entre la Reichswehr y el Gobierno.

Pero con esto el camino no estaba del todo despejado. Muchos oficiales apodaban a Blomberg como el gummilöwe, el león de goma, y temían que Hitler invirtiera los términos en los que se había aceptado su candidatura, es decir, que fuera el nacionalsocialismo, a través de sus SA, quien dominara al Ejército, en lugar de que este recuperara su papel predominante a la hora de manejar los hilos y resultar la estructura básica que sustentara a la sociedad alemana. Además, incluso Blomberg y Reichneau sentían repulsión por las SA a las que no podían dejar de verles como antiguos trabajadores reconvertidos en matones, alcohólicos y depravados, que ahora ostentaban cargos jerárquicos que pretendían equiparar a los de los oficiales con carrera. Ello provocó que, tras la dimisión de Kurt von Hammerstein-Equord como jefe del Heeresleitung, Hindenburg hiciera caso del Offizierskorps y diera su negativa a la candidatura de Reichneau, recomendada por Hitler y Blomberg, y exigiera en su lugar a Werner von Fritsch el 1 de febrero de 1934.

Al día siguiente se reunió el Offizierskorps para estudiar las relaciones del Ejército con las SA. En reuniones anteriores habían decidido expulsar a quien no se defendiera de una afrenta de las SA, dados los casos habidos. Ahora Blomberg comunicaba que Röhm había sugerido la creación de un Ministerio que aglutinara a todas las formaciones armadas del partido y del Estado, lo cual supondría el fin de la independencia de la Reichswehr. Fritsch dijo que se opondría con todas sus fuerzas. Mientras hablaba llegó un mensaje urgente para Reichneau, el cual lo leyó de inmediato: Reconozco a la Reichswehr sólo como escuela de la nación. La dirección de operaciones y, por consiguiente, también la movilización, serán competencia de las SA. Heil Hitler! Röhm. Los jefes de las siete regiones militares se opusieron en bloque. Blomberg presentó su dimisión a Hitler. Este, a sabiendas que aceptarla suponía ponerse en contra al Ejército, que estaría más apoyado aún por los conservadores y los católicos, accedió a las demandas de Blomberg.

El 22 de febrero Hess lanzaría una nueva advertencia a las SA. En un artículo publicado en el Völkischer Beobachter diría que todo miembro de las SA, como cualquier mando político o de las Hitlerjugend, no es más que un combatiente en el seno del partido. Ni en la hora presente ni en el futuro hay razón para mantener una existencia propia.

No obstante Hitler se decidió a concertar una entrevista con Röhm en la Cancillería para tratar de llegar a un acuerdo. Nadie más estuvo presente en el despacho del Führer, pero en la sala de espera estaba presente el Conde von Tschirchsky, colaborador de Papen, probablemente con la misión de enterarse de cuanto pudiese. Tchirchsky pudo oir cómo se levantaban la voz uno al otro. Röhm defendía su exigencia de integrar a 2.000 oficiales y a 20.000 suboficiales en el Ejército. Hitler replicaba que Hindenburg no lo aceptaría y sólo lograría perder su confianza.

Tanto Röhm como Hitler conocían los rumores acerca de un complot para hacer entrar en acción a las SA. Entonces se solicitaría a Hindenburg el estado de excepción a favor de la Reichswehr. De hecho, generales como Beck, Rundstedt o Witzleben eran sondeados en este sentido por el secretario de prensa de Papen, Herbert von Bose. Pero estos no parecían dispuestos a actuar mientras la situación no se les escapara de las manos. De momento, Hitler parecía controlado y no se encontraba conveniente correr el riesgo de una guerra civil. Por ello Röhm no cejaba en su empeño de tratar de controlar o, cuanto menos, intoxicar lo suficiente al Ejército con sus SA; y Hitler trataba de frenarlo por miedo a ser apartado del poder por el propio Ejército, o verse con una Cancillería dependiente de la ambición de Röhm.
Al día siguiente, con motivo del Día del Duelo Nacional, Hindenburg recibió al Gobierno. Hitler le expuso la exigencia de Röhm, que fue denegada con hostilidad por Hindenburg. Hitler tuvo que callar.

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