Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:26 pm
por Bitxo
Una vez alcanzada la Cancillería, el proceso de coordinación conllevó una inercia en la que los excesos de las SA, legitimizados por el nuevo gobierno, puso en contra a diversos sectores de la sociedad alemana y del propio movimiento. La sensación de invulnerabilidad adquirido por las SA, empujaría a Röhm a una carrera hacia delante cuya meta no llegaría a definir, por mucha bravuconería que terciara. Ello hace suponer que Röhm trataba, en todo momento, representar su papel de líder de una militancia cuyo crecimiento exponencial la haría ingobernable. Este crecimiento desmesurado y su comportamiento alejado de las pretensiones del resto de facciones presentes en los primeros momentos del Tercer Reich, provocaría una alianza absoluta entre el resto de líderes nacionalsocialistas, algo que hasta el momento sólo había logrado el propio Hitler, pero que en, el caso de Röhm, tal alianza se debería a su acoso y derribo. A su ya mencionada ceguera política en el momento histórico, la que le impediría ver otra cosa que no fuera la cantidad y expectativa revolucionaria de su militancia, se le sumaría la coadyuvación de sectores interesados en el, al menos, control del nuevo gobierno, como los conservadores y católicos asociados a la figura de Papen, y los interesados en mantener su papel primordial, como los oficiales de la Reichswehr. Y todo ello circunscrito en el marco de la crisis institucional que suponía la cercanía del fallecimiento de Paul Hindenburg, el Presidente de la República.

Hitler era consciente de su todavía débil posición ante los sectores monárquicos, conservadores y ante la Reichswehr. Quizás para ganarse al Ejército, cometió la torpeza, antes siquiera de ser investido, de dirigirse a la tropa acuartelada en Berlín, lo que conllevó una inmediata protesta de los oficiales al quebrantar el orden jerárquico. Para suavizar la tensión, el General Kurt von Hammerstein-Equord, jefe del Mando del Ejército, organizó una cena en su casa a la que asistirían el nuevo Canciller y los altos cargos del Ejército y la Marina. Hitler no desaprovechó la ocasión y habló durante dos horas y media, mencionando el lebensraum, la necesidad de imponer un estado totalitario capaz de dar una estabilidad necesaria, de erradicar al marxismo, y de acabar con toda idea pacifista hasta el punto de militarizar a la sociedad. También dejó bien claro que las SA debían tener una tarea estrictamente política. A cambio, el Ejército no debía inmiscuirse en esta.

Las promesas de Hitler agradaron sobremanera a unas Fuerzas Armadas preocupadas por estas cuestiones. Tanto es así que Werner von Blomberg, Ministro de Defensa, respondería que el nuevo gobierno suponía la materialización de lo que muchos de entre los mejores llevaban anhelando desde hacía años. Erich Raeder, jefe de la Reichsmarine recordaría que ningún Canciller había hablado con tanta firmeza de la defensa del Reich.

Si Hitler encontraba la conveniencia de ganarse a las Fuerzas Armadas tanto para afianzarse al poder como para poder llevar a cabo sus planes expansionistas en el futuro, Röhm veía las cosas de otra manera. A Rauschning, el Presidente del Senado de Dantzig, le confesó que las SA estaban muy molestas, pues estas había combatido en la calle mientras el Ejército no movía ni un dedo por la revolución nacionalsocialista. La base del nuevo Ejército, le dijo, tiene que ser revolucionaria. No se dispone más que de una ocasión para hacer algo grande que nos permita mover el mundo de sus actuales fundamentos. Pero Hitler me entretiene con sus palabras. Quiere heredar un Ejército ya hecho, dispuesto a la marcha. Va a dejar que los expertos hagan lo que les de la gana. Hitler pretende que luego obtendrá nacionalsocialistas de todos los soldados. Pero comienza por abandonarlos a los generales prusianos. No veo cómo piensa encontrar un espíritu revolucionario en esas gentes. Siguen siendo tan torpes como antes y con toda seguridad perderán la próxima guerra.

La misa de Postdam fue preparada por Goebbels de manera que escenificara el homenaje del nacionalsocialismo al Ejército a través de su máximo exponente, Hindenburg. Hitler le hizo una reverencia y le dijo: Mariscal, se consagra la unión entre los símbolos de la antigua grandeza y la fuerza nueva. Os rendimos homenaje. Una protectora providencia os ha situado por encima de las fuerzas nuevas de nuestra nación. Ver a Hitler inclinado ante Hindenburg y escuchar sus palabras y en una fecha tan escogida, el 21 de marzo, aniversario de la constitución del primer parlamento de una Alemania unificada en 1871, provocó una fuerte impresión en un público compuesto por oficiales de alta graduación, por la nobleza, los grandes industriales y, en general, los máximos representantes de los sectores conservadores.

Röhm no se dejaría impresionar. Al contrario, se indignaría por la persistente adulación de Hitler al Ejército y continuaría abogando por el reemplazo de este por las SA, lo que no podía traer más que problemas. En mayo de 1933, Reichneau trató de limitar la influencia de Röhm en las SA reduciendo, de hecho, la intensidad ideológica de estas al fusionarlas con los Stahlhelm y colocar oficiales de la Reichswehr en estas, como requisito para que la fuerza paramilitar sirviera como una instrucción previa al Ejército. Pero Röhm contraatacó reorganizando las SA para que no le afectara la fusión, se opuso a la colocación de los oficiales alegando que las SA disponían de su propia jerarquía y demandando una situación privilegiada en el III Reich, incluso con respecto al Reichswehr, puesto que sólo a las SA se debe la victoria nacionalsocialista. Estaba claro que Röhm no permitiría ser apartado del poder y, por tanto, haría lo posible para evitar que las SA quedaran bajo la influencia del Ejército. Este, que había contemplado a la fuerza paramilitar nazi como un medio para reforzar a la Reichswehr de los 100.000 hombres, veía cómo esta planeaba ocupar su lugar. Peticiones de Röhm como aquella, o como la de equiparar los cargos de las SA con los de la Reichswehr, escandalizaban a quienes habían invertido años de carrera militar para tener su lugar en el escalafón, sin olvidar la conocida homosexualidad de los máximos jerarcas SA.

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