Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:23 pm
por Bitxo
Lo primero que haría Röhm sería reorganizar a las SA de manera que se limitaba el poder de los jefes locales, lo que no pasaría desapercibido por un Hitler que conocía muy bien su empeño por ser algo más que un actor secundario. Sin embargo, siendo esta una actitud que se tornaría frecuente a partir de es momento, pasaría por alto el detalle en tal de poder utilizar a las SA para entrar en la Cancillería. Las reformas de Röhm provocarían una nueva revuelta de Stennes que exigió una nueva intervención del Führer que, esta vez, al contar con el liderazgo de Röhm, no dudaría en expulsarlo para lograr la disciplina conveniente en un momento tan delicado como el posible acceso a la Cancillería. La solución provocó una pequeña escisión de la militancia crítica con la dirección del partido, la cual supuso una ventaja en cuanto a la homogeneización del movimiento.

Röhm, sin duda, no pude ver otra cosa que la cautela de Hitler a la hora de manejar a las SA. Su propia ambición, que ligaría a la de un sector del movimiento que contaba con medio millón de militantes que se jugaba el tipo en el combate callejero, gracias al cual ganaba un protagonismo en absoluto desdeñable, le cegaría y le impediría extraer las conclusiones adecuadas del hecho de que Hitler, con su mediación, había logrado evitar los graves conflictos merced a la lealtad que se le otorgaba. Resulta imposible no pensar que Röhm debió sentir la fuerza, el impulso de unas SA compuesta en un 60% por jóvenes menores de 25 años, prestos a la consecución de la revolución, o en un 70% de trabajadores que esperaban una promoción social por medio de su sacrificio en la arena alemana donde sólo ellos, y no la burocracia del partido, combatían. Y también que Röhm, que había estado alejado de la etapa de lucha parlamentaria, no entendiese el valor, al igual que su tropa, de personajes como Goebbels, que ahora establecía los límites de actuación de las SA en las diferentes campañas electorales. Y, por último, que este poder fuese sentido como una amenaza al resto de ambiciones parceladas en la poliarquía hitleriana.

De hecho, nada más regresar de Bolivia, Buch, el juez del partido, planeó eliminarle junto a su Estado Mayor, los generales SA conde von Spreti y conde Moulin Eckart. Pero uno de los encargados de la operación, Karl Horn, sintió miedo y reveló los planes de Buch a las SA. Röhm no llegó a creerle hasta que Horn sufrió un intento de asesinato. Entonces a Röhm le entró el pánico y acudió a buscar la protección de la policía y hasta la de los partidos demócratas. Fracasado el plan, Bormann, el yerno de Buch, envió un informe de Röhm a Hess acerca de su homosexualidad y el mito que alimentaba el propio Röhm sobre sus méritos con las SA cuando estas habían sido organizadas por Pfeffer y su expansión se debía a la del propio partido. Semejante recibimiento debió azuzar la idea en Röhm de que no le convenía ser un personaje de segunda fila pues, cuanto más se acercaba el NSDAP al poder, más necesaria resultaba un sistema de alianzas que él no podía disponer por contar con una colosal y necesaria fuerza paramilitar, y por su condición de homosexual que, lejos de ocultar, plasmaba en desenfrenadas fiestas en las que, dado el alboroto, resultaba imposible considerarlas como privadas.

:arrow: