Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:19 pm
por Bitxo
La figura de Ernst Röhm parece unida a la de Adolf Hitler por una amistad y un concepto de la fidelidad indiscutible. Los años de lucha juntos, no exentos de dificultades como el fracaso del golpe de estado, dan a lugar, sin dudas, a fuertes lazos entre ambos personajes que no dan crédito al dramático final del primero en una celda de la cárcel de Stadelheim. Es necesario, pues, acercarse a los personajes y a los hechos, a las diferencias y a los intereses, para comprender qué pudo filtrarse y por qué grietas hasta el punto de llegar a lo que sería conocido como La Noche de los Cuchillos Largos.

Lo cierto es que Röhm nunca se subyugaría a Hitler más allá de lo estrictamente necesario. Siempre trataría de basar su relación con él en un interés común derivado del desafecto a la República de Weimar, y a una dependencia mutua que no podían esconder el desencuentro perpetuo entre el soldado que precisa la homogeneidad para dar un sentido de cuartel, para reencontrarse con el espíritu de la trinchera, al mundo que le rodea; y el político que basa su liderazgo en una poliarquía conveniente a sus necesidades. Si la sagacidad de Hitler le permite moverse en un entramado de ambiciones que puede manejar con delicadeza y paciencia para la consecución de objetivos lejanos, o con agresividad si es necesaria la inmediatez; la estrechez de miras del Capitán Röhm, que luce con orgullo la desfiguración de su rostro en la batalla, del hombre de acción que alimenta su propio mito hasta el punto de ser arrastrado por este, no le permite buscar otra cosa que no sea, en definitiva, el acomodo del mundo al suyo propio. Y es que si hay una faceta de Röhm que nos permite acercarnos al personaje, es precisamente su incapacidad para evolucionar conforme su mundo se ensancha de la mano de un Hitler que sí demuestra capacidad de adaptación.

Disueltos los Freikorps, Röhm se alista a la mayor de las resultantes Ligas Patriotas, la Bayern und Reich de Otto Pittinger. Pero, dada la cercanía de la Liga al BVP, Röhm crea, junto a Heiss, la Reichflagge. Contemplando la fragmentación que ha sufrido el movimiento antirrepublicano de extrema derecha tras la disolución de los Freikorps, propone la Asociación de Ligas de Combate cuya dirección militar es encomendada a Kriebel. En aquel entonces a Hitler no le interesa diluir a su NSDAP en el magma nacionalista que no es capaz de controlar, pero sí permite a sus SA, bajo el mando de Göring, participar en la iniciativa de Röhm. Hitler lograría así mantener la conexión de su partido con el submundo de la trinchera, el cual le daría el primer empujón.

La presión del gobierno de concentración de Stresseman a través del comisario von Kahr, hace que la Reichflagge apoye a un gobierno bávaro deseoso de evitar un conflicto armado provocado por la unión de los paramilitares. Röhm, en desacuerdo con Heiss, creó una nueva Liga, la Reichskriegflagge, que se nutriría de buena parte de la militancia de este. Con la Reichskriegflagge, Röhm proseguía su búsqueda de lograr una milicia popular en la que su papel no quedara en entredicho al mantener su independencia de Hitler y sus SA.

Sería precisamente la presión a la que Kahr sometía a la extrema derecha la que azuzó el deseo de Röhm y Hitler a llevar a cabo un golpe de estado en el que ninguno confiaba en que fuera un éxito pero que, viendo la defección de Heiss y el estado de ánimo de la militancia, imposible de mantener sin una acción más allá de las palabras, había que llevar a cabo.

El fallido golpe supuso la cárcel para ambos. Röhm, que recuperaría tras el juicio su libertad, pues la pena impuesta la había cumplido con su detención preventiva, trataría de nuevo de formar un Frente unido que permitiera subsistir al movimiento antirrepublicano en el desbarajuste provocado por la prohibición. Pero ni Hitler, ni Weber ni Kriebel desean diluir su liderazgo. Entonces Röhm, que capitanea a las SA al estar Göring en el exilio, se acerca a Ludendorff y trata de acercar la GVG al DVFP. Esto provoca el enfado de Hitler que lo destituye como jefe de las SA y un mayor acercamiento de Röhm al intento de fusión que llevan a cabo Ludendorff, Strasser y Graefe.

El fracaso del NSFB, de la candidatura de Ludendorff, así como la presión de las autoridades bávaras, obliga a Röhm a solicitar la ayuda del entonces jefe de la oficina política de la Reichswehr, Schleicher, y al propio Ministro bávaro por mediación de Strasser. Estas instancias no dan ningún resultado y su relación con Ludendorff, ya difícil por causas personales, empeora a consecuencia del pésimo desarrollo del proyecto.

A Röhm no le queda otra que tratar de reencontrarse con un Hitler que ha salido de la cárcel y recupera las riendas del movimiento. Pero lo que realmente interesa a Hitler es asegurar su primacía, logrando una victoria absoluta sobre Ludendorff y Strasser. Por ello, pese a que Röhm se define como nacionalsocialista, Hitler exige la disolución de su Frente al tiempo que le compensa con su retorno a la jefatura de las SA. El acuerdo podría haber sido aceptable para Röhm de no haber incluido una solicitud de sumisión al partido. Röhm entiende que la futura etapa de lucha parlamentaria, en la que desaparece la igualdad entre el brazo paramilitar y el político, no es para él y prefiere mantenerse al margen, marchando a Bolivia como instructor del ejército de Siles.

Puestas bajo el mando de Pfeffer, las SA crecieron hasta superar los 100.000 hombres, tomando conciencia de su papel indispensable para el partido. Y pronto comenzarían a reclamar el mismo protagonismo que la Organización Política, a la que denominan Organización Cero.
A finales del verano de 1930, las SA de Prusia Oriental, bajo el mando de Stennes, se rebelan y ocupan los locales del partido y obligan a Goebbels a refugiarse en la figura de Hitler. Este logra evitar la exigencia de las SA de poder participar en las candidaturas del partido para el parlamento, prometiendo compensaciones económicas y ocuparse él mismo de su dirección, lo que le permite librarse de Pfeffer, muy próximo a la postura de Stennes. Pero Hitler no tiene intención de asumir la dirección de las SA y envía un telegrama a Röhm: Vuelve. Te necesito.

Röhm encontraría de este modo la puerta abierta tanto como para regresar a su añorada patria como para participar nuevamente en un movimiento que ahora se hallaba en la antesala del poder. Hitler vería en Röhm el prestigio y la capacidad organizativa necesaria para poder disponer del apoyo de su brazo paramilitar, de tan difícil gobierno, y abrirse paso con él a la Cancillería.

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