Publicado: Vie Jun 19, 2009 12:11 pm
por Bitxo
Ya lo creo que estaban todos interesados. Muy interesados. Otra cosa es que cuajara.

En Reino Unido se estudió minuciosamente el papel que podía tener España en la SGM. Hasta tal punto le dieron importancia que dudaron de acercarse a la URSS en tal de no aproximar más España a Alemania. Una vez llegaron los informes acerca del patético estado económico y militar español no se tranquilizaron y reanudaron su tímido acercamiento a la URSS. Luego elaborarían planes para asegurar lo que más les interesaba en caso de intervención española: Canarias y Marruecos.

En Alemania no les interesó lo más mínimo la primera oferta de alianza española. Hitler consideraba que la guerra estaba ganada y que llegaría a un modus vivendi con Reino Unido. Cuando esto se vio que no era más que otra ilusión, Hitler se dirigió a Pétain. Y cuando Pétain se mostró como un ultranacionalista decidido a preservar el Imperio de la injerencia alemana, Hitler se acordó de Franco.

España estaba muy interesada, pese a su estado catatónico y su dependencia en casi todo de las potencias democráticas. La idea de resurgimiento imperial estaba muy presente en la cúpula española. Y esa idea de Imperio pasaba por Marruecos. El problema es que Marruecos se lo disputaban también Alemania y Francia.

La aspiración española en Marruecos era harto conocida en Francia. Para tratar de anular a España, Francia requirió a España que fuese portadora de la oferta de armisticio para Alemania. Una España mediadora quedaría fatal si se convirtiese en agresora al estilo italiano, cuando las tropas francesas se batían en retirada en la metrópoli. Estaba claro que una guerra corta atraería a Franco igual que atrajo a Mussolini.

Franco se lo tuvo que pensar dos veces. Quedar como agresor de última hora cuando no estaban las cosas del todo claras, y en el estado del país, podría resultar ruinoso. Fue entonces cuando se dirigió a Hitler y este hizo caso omiso.

Cuando Hitler se volvió hacia Franco, este creyó que había llegado su hora. Pero se equivocó. Alemania tenía fuertes intereses en Marruecos, tanto comerciales como estratégicos. Alemania llegó a prometer el abastecimiento -cosa que dudo que pudiese cumplir-, pero exigía bases en Marruecos, ventajas comerciales y una de las Canarias. Entonces se inició una ardua negociación que se truncaría de la misma manera que se había truncado con Pétain: el ultranacionalismo de Franco impedía ceder bases. España lanzó mensajes bastante ilusos acerca de que la amistad eterna y bla bla bla de España con Alemania permitiría un uso conjunto de las bases, pero que estas debían ser españolas. Hitler espetaría que España no contaba con medios para la construcción de una base moderna y que Alemania no podía confiar el futuro de su defensa imperial en base a acuerdos amistosos. Por otro lado, el tema de la confianza sí le bastaba para no firmar un documento de reparto territorial. Hitler aquí se excusaba con que dicho documento provocaría la secesón colonial francesa hacia De Gaulle. Y esto sin duda con razón.

Cuando De Gaulle atacó Dakar, en Vichy tenían muy claro que el éxito de su defensa suponía el éxito del mantenimiento del Imperio. En Vichy, claro, pensaban que De Gaulle traería la injerencia británica de la misma manera que De Gaulle pensaba que Pétain traía la injerencia alemana. La defensa de Dakar alejó de nuevo a Franco del interés de Hitler.

Pero Pétain siguió haciendo su particular pulso de fuerza con Alemania. Pétain, al igual que Franco, también pretendía en convertirse en un aliado de pleno derecho del Eje como único medio de conservación imperial. Pero entre la desconfianza de Hitler -avivada por el cese de Laval- y las protestas italianas -el otro interesado en aprovechar la desgracia francesa en tal de aumentar su imperio mediterráneo- el asunto tampoco cuajó. Para entonces Hitler ya tenía decidido atacar a la URSS, y quería resolver la defensa de África/Mediterráneo antes de meterse en otro berenjenal. Así que volvió a mirar hacia Franco y trató de convencer a los tres: Franco, Pétain y Mussolini.

El italiano, patéticamente envuelto en Grecia, resultó sumiso. Pétain y Franco no tanto. Si Alemania debía involucrarse en el Este, no podía resolver el tema por la fuerza, y menos cuando De Gaulle ya era una amenaza más visible. Debía lograr un acuerdo político, por las buenas. Las condiciones no se dieron, como todos sabemos, y no por falta de voluntad de cada una de las partes por separado. Fue el ultranacionalismo de Franco y Pétain lo que impidieron un acuerdo que debía, además, basarse en una confianza en Alemania que estaba negaba en el sentido opuesto. No garantizadas las pretensiones territoriales, descontentos con la imposición económica, y sintiendo una desconfianza creciente y mutua hacia Alemania, Pétain y Franco, cada cual a su manera, arruinaron la posibilidad de un acuerdo. Hitler se quedó sin tiempo y se metió en el berenjenal de la URSS, y todo este asunto quedó en agua de borrajas.

Mientras tanto, el rifi rafe fue de padre y señor mío. España presionando a Alemania para que acelerara el desarme francés. Francia presionando para que se le permitiera un rearme que asegurara la defensa colonial. Italia pendulando entre la presión alemana, el deseo de aprovechar la debilidad francesa y el miedo hacia que un desarme francés provocara, como poco, una revuelta indígena estando hasta el cuello en Libia; y también la complacencia ante un mal menor: que Franco se saliera con la suya, pues en Franco se veía un aliado con el que se podía hablar. A su vez hubo negociaciones entre España y Francia que se saldaron con el cumplimiento del Acuerdo de 1925 (Francia realmente ocupaba un territorio marroquí que pertenecía a España por dicho acuerdo) pero nada más. Franco acumulando pertrechos a todas luces insuficientes en Canarias y Marruecos, y un Nogués impidiendo que esas negociaciones llegasen a más.

En definitiva, un sarao impresionante que espero haber resumido bien, porque hay mucho que ver en él.