Publicado: Jue Nov 08, 2007 4:31 am
por ParadiseLost
Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (VIII).
Arthür Krüger, de Danzig.

Autor: Arthur Krüger
Traducción: ParadiseLost, bajo el permiso de Konrad Schnitzler.
Prohibida su divulgación total o parcial sin la expresa autorización de su autor original.
Entrevista: Paradise Lost
Prohibida su divulgación total o parcial sin la expresa autorización de su autor.

Arthur Krüger perteneció a la 60 ID (mot), concretamente al 8. Kp. Inf. Rgt.120.
Contaba con 22 años, cuando fue rodeado por las tropas soviéticas en el Kessel de Stalingrado.



La batalla por Stalingrado
La batalla por Kalach y Stalingrado fue especialmente sangrienta. La mayoría de nuestras compañías estaban compuestas sólo por 30 o 50 hombres. En las primeras líneas del frente había muchos huecos. Esperábamos ser relevados. Nos acercábamos a los rusos tanto como podíamos. A menudo 100 metros, para no ser alcanzados por los órganos de Stalin. Tenían una perímetro de alcance de 250 metros. A la hora de bombardearnos, a veces alcanzaban a su propia gente. Tenían francotiradores muy buenos. Moverse a la luz del día significaba la muerte.

Por la noche cavábamos como locos y consolidábamos nuestras posiciones. La tierra excavada era depositada sobre una lona y después distribuida detrás de nuestra posición. La munición y la comida se colocaban en la parte de delante. Ocasionalmente llegaban refuerzos, la mayoría sin experiencia y mal instruidos. Por la falta de soldados, fui destinado con mi grupo de lanzagranadas compuesto de 10 hombres a un agujero en una posición. Delante nuestro había un campo minado y los rusos. En mi grupo aún había cuatro cabos primeros, veteranos. Estuve junto a ellos bastante tiempo. Con nuestros lanzagranadas estábamos bien colocados. Teníamos una buena visión y podíamos alcanzar al enemigo.

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Foto de Arthur Krüger tomada en 1940.
Foto: http://feldpost.mzv.net

A nuestra izquierda teníamos el puesto de mando de la 5ª compañía al que estaba subordinado. A la derecha se encontraba un grupo de ametralladoras de mi compañía. En la compañía ya teníamos bajas por impacto en la cabeza de los francotiradores rusos.

Volvieron algunos camaradas del hospital y también de permiso. Seguían pensando en el reconfortante hogar. No escucharon nuestras advertencias: "¡Cuidado, francotiradores! ¡Bajad la cabeza!" No volvimos a verlos. Nos volvimos supersticiosos. Se decía: "No necesitamos crearnos más preocupaciones. Porque no podemos irnos de permiso".

Los rusos intentaban saber cada vez más a menudo con pequeños ataques, cuan fuertes eran nuestras defensas. Pero eran rechazados por nuestro fuego defensivo. Entonces oíamos los débiles gritos suplicando ayuda de los moribundos. A nuestra posición llegaron tres soldados. Les pregunté: "¿Por qué no ayudáis a nuestros heridos?". Ellos dijeron: "Sólo se venda a los que pueden volver a luchar. El que puede volver, es socorrido. El que no, se queda allí tirado." Cada noche oíamos detrás de las posiciones de los rusos ruidos de cadenas de tanques. Sentíamos que estaban preparando algo. Entonces oímos que los rusos habían rotos las líneas de los rumanos con grandes fuerzas y que también, el frente italiano se tambaleaba. En las inmediaciones de Kalach, alcanzaron el Don. Estábamos rodeados. Al principio no nos preocupamos, nuestra división ya había sido rodeada otras veces y siempre se las había apañado. Entonces empezó a escasear la comida y las municiones. Estábamos débiles y cansados. Los grandes esfuerzos que habíamos soportado nos habían hecho envejecer.

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El suboficial Arthur Krüger en Instenburg.
Foto: http://feldpost.mzv.net

Hombres jóvenes de 20 años morían por su debilidad. El tifus y los piojos nos atormentaban. Sólo los heridos eran evacuados de ese infierno. El mayor deseo era tener una muerte sin dolor. Algunos se infligían heridas, para ser evacuados como heridos. Otros se volvían locos, salían de sus posiciones y eran abatidos por los francotiradores. Sólo los que conservaban los nervios, podían sobrevivir. Algunos se largaban e intentaban volver. Quizás creían que así saldrían del Kessel. Fueron capturados, ejecutados o acabaron en batallones de castigo despejando minas.

Sería a finales de noviembre. Oímos el ruido metálico de las cadenas de los tanques. Era por la tarde. Ya venían. Conté diez T34. Avanzaban hacia nuestras posiciones y fueron recibidos detrás de nuestra defensa antitanque. En la distancia vimos como llegaban los soldados rusos, que querían romper nuestro flanco. Dejamos que se aproximasen hasta que estuvieron a tiro. Entonces se desató el infierno.El ataque nos colapsó. Nuestros tanques llegaron con la infantería y suplieron nuestras perdidas.Fui herido en la cabeza y en el hombro izquierdo, fui vendado y transportado al aeropuerto de Gumrak.

Esperé hasta el día siguiente, con la esperanza de ser evacuado. Lo que pasó, no se puede describir. Los heridos gritaban como locos. Todos querían salir, se agarraban del avión e impedían que partiera. Sólo podían ser evacuados los heridos graves. Eso no me era de gran ayuda, pero aun así, no perdí la esperanza.Por la mañana, con la niebla, un JU52 se atascó en el cráter de una bomba. El piloto esperaba que llegase un tractor, para que lo sacase de allí. Puede hablar con él. Era un sargento que había servido en infantería. Me dijo que sólo los heridos graves podían subir al avión, se dirigió hacia al avión y entonces volvió y me preguntó si sabía disparar con una ametralladora. "Claro", le dije, "vengo de una compañía de ametralladoras". "Entonces ven conmigo y sube al avión como tirador de a bordo". Esa fue mi salvación de Stalingrado. El Ju despegó y salimos del Kessel sin ser molestados.

Fui uno de los últimos de mi compañía que dejó con vida Stalingrado. Del cautiverio, sólo volvieron algunos, un sargento primero, un suboficial de armamento, otro de manutención y el sanitario. Murieron nuestro jefe de compañía, el teniente Kessler, 56 suboficiales y su equipo. El resto murió durante el cautiverio ruso.Stalingrado nos dejó un marca muy profunda en nuestro ser, que ya no nos dejará. Nos ha influido en nuestras vidas. Aun hoy, después de 62 años, nuestros pensamientos vuelven a menudo allí, donde nuestra juventud, nuestras esperanzas y nuestros camaradas murieron. Todos los años nos reunimos en Limburg, donde se encuentra nuestro Monumento a Stalingrado. Con una gran fiesta recordamos a nuestros camaradas que aun permanecen en Stalingrado. Ahora somos viejos y débiles, y sólo quedamos un puñado de supervivientes. Ya no podemos seguir manteniendo nuestra asociación y tuvimos que disolverla. Pero en nuestros corazones, seguirá viviendo hasta que nos quede aliento.

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Arthur Krüger en la actualidad.
Foto: http://feldpost.mzv.net

Fuente: http://feldpost.mzv.net/Zeitzeugen/Zeit ... ruger.html

Con un poco de suerte, pude contactar personalmente con Arthur Krüger y accedió muy amablemente a responder a algunas preguntas relacionadas sobre el tema, para aportar un poco más de luz a su relato. Desde aquí agradecerle al señor Krüger su tiempo y amabilidad.
Es envidiable su vitalidad aun contando con 87 años. Hoy en día sigue escribiendo activamente sobre el tema (cuenta ya con algún libro) y participa en algunos foros alemanes sobre esta temática.

Paradise Lost: Muchas gracias por acceder a responder amablemente a estas preguntas.
Cuando llegó a Stalingrado, y vio la ciudad por primera vez, cocretamente en el sector septentrional, ¿cual fue su impresión?

Arthur Krüger: Tuve una sensación de victoria, cuando alcanzamos el Volga. Fue impresionante verlo, un río enorme y ancho, como un mar. La sensación fue indescriptible.

PL:Cuando el VI Ejército llegó a Stalingrado, se creía que se iba a tomar la ciudad rápidamente. ¿Cuando empezó a sospechar que la victoria no iba a ser tan fácil?
AK: Nuestra división pertenecía a lo mejor del VI Ejército. Estamos acostumbrados a vencer. Sabíamos que iba a ser una batalla dura y difícil, como en Jarkov, con muchas pérdidas. Cuando vimos que los suministros empezaron a fallar, y cuando los refuerzos de infantería que llegaban estaban mal instruidos, empezamos a sospecharlo. Pero creíamos que los rusos aún estaban más castigados que nosotros.

PL: El 22 de noviembre, el VI Ejército quedó totalmente rodeado. ¿Cómo se enteró? ¿Qué pensaba la tropa, que iban a ser rescatados en poco tiempo o que no había salvación alguna?
AK: Que habíamos sido rodeados en Stalingrado, corrió de boca en boca. Al principio no nos preocupó. Otras veces ya habíamos sido rodeados. Sabíamos que las posiciones de los rumanos e italianos eran débiles. Estábamos convencidos de que muy pronto, tropas de refresco contactarían con nosotros.

PL: Los soldados de la Wehrmacht morían de hambre y de frío. ¿Cual fue su peor experiencia en el infierno de Stalingrado?
AK: Fue cuando vi a mis jóvenes camaradas que se adormecían por estar tan débiles, como si fueran ancianos.

PL: Cuando fue transportado a Gumrak, ¿qué es lo que vio? ¿Qué sintió cuando el Ju52 despegó? ¿Cómo era el ambiente que se respiraba en el avión? ¿Se sentía culpable por dejar a sus camaradas en el Kessel?
AK: Gumrak estaba lleno de heridos, que gritaban presas del pánico y del dolor. No había sitio libre en el aeropuerto. Como no era un herido grave, no tenía posibilidad alguna de subir a un avión, hasta que un piloto me recogió. Durante el vuelo no hablé. La tensión era demasiado grande y también los gritos de los heridos. No tenía remordimientos. Todos estábamos contentos de dejar atrás ese infierno. Entre nosotros, había gente como yo, que desde hacía 30 meses, no habían tenido ni un sólo permiso.

PL: He leído que los heridos recibían un placa de metal para poder ser evacuados por avión.
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En su caso, ¿recibió un certificado médico o una placa metálica?

AK: No sé nada sobre la placa metálica. Yo tenía un certificado médico colgado de la chaqueta. Lo que ponía en él, ya no puedo recordarlo. Dependía del grado y tipo de herida. Muchos heridos no podían moverse ni hablar.

PL: ¿Era ya el abastecimiento en noviembre escaso? Cuando la situación fue volviéndose cada vez más difícil y complicada, ¿desapareció la camaradería?
AK: El alimento y el aprovisionamiento, eran distintos según la unidad. Dependía del lugar donde se combatía y de la valentía del sargento responsable. A veces era muy peligroso llevar la comida hasta la línea de frente. Nosotros estábamos en la zona norte. Después de ser cercados, las raciones disminuyeron, pero no pasé hambre. Por lo que yo presencié en Stalingrado, y es aplicable a los demás combates, la camaradería fue modélica. Si la camaradería es buena o mala, eso depende del ejemplo que den los superiores.

PL: Cuando fue evacuado, ¿en que aeropuerto aterrizó el avión? A su llegada, había fuertes medidas de seguridad, para descubrir si algún soldado había subido sin permiso al avión?
AK: El nombre del aeropuerto ya lo he olvidado. En el aeropuerto en el que subí a bordo del avión, sólo podían hacerlo los que no eran capaces de andar. Yo, como herido leve, sólo pude hacerlo porque el piloto lo permitió.

PL: ¿Cree usted que el VI Ejército fue sacrificado o que Hitler hizo todo lo posible para salvarlos? ¿Por qué cree que Stalingrado no fue conquistada? ¿Cometió Hitler errores de peso, como por ejemplo enviar al IV Ejército Panzer al Caucaso?
AK: Sobre el cómo y el por qué del drama de Stalingrado se habla mucho hoy en día y cada uno quiere conocer mejor la historia. Yo solo puedo decir lo que en aquel entonces vimos y como pensábamos. Estábamos muy debilitados. Nuestros aliados estaban mal armados para esa guerra y carecían de motivación. Esperábamos que los japoneses tomaran parte en la guerra contra Rusia. Pero no lo hicieron, y los rusos utilizaron contra nosotros las armas y vehículos americanos y sus tropas asiáticas. Los rusos rebasaron las posiciones de los rumanos y las tropas de reserva de Stalingrado fueron movilizadas. Entonces comenzó el drama y los italianos se retiraron de sus posiciones en el Don. Entonces en Roma se planteó hacer volver a las tropas a Italia y ponerse del lado de los americanos. El frente se vino abajo. Estábamos rodeados, pero estábamos seguros de que seríamos salvados. El sabotaje y la traición siguió al dramático final, la de los oficiales alemanes en el cautiverio. Si los italianos y rumanos hubieran tenido la fuerza de combate de los alemanes, hubiera habido otra solución en Stalingrado. Hoy es muy fácil echarles la culpa a unos o a otros. El Caucaso era muy importante. Necesitábamos gasolina.

PL: ¿Cree usted que Paulus debió atacar desde dentro, para sacar al VI Ejército del Kessel? En referencia a esto, ¿qué opina usted de Paulus? ¿Estaba capacitado para dirigir al VI Ejército?
AK: Paulus era un buen comandante. La prueba son los éxitos cosechados contra fuerzas superiores hasta Stalingrado. No creíamos, que ya no saldríamos del Kessel, cuando los rusos rompieron las líneas de defensa de los rumanos. Queríamos resistir hasta que hubieran vuelto las tropas del Caucaso. Entonces hubiéramos zanjado de nuevo el frente. Cuando los italianos se retiraron del Don y las tropas del frente de Stalingrado se movilizaron para rellenar las posiciones en el frente de los italianos y los rumanos, entonces supimos que era el fin.

PL: ¿Cuando y como se enteró, de que el VI Ejército había sido destruido?
AK: Después de mi permiso de convalecencia, fui destinado de nuevo a la zona de Millerowo. Allí me enteré del fin de las tropas alemanas en Stalingrado.

PL: ¿Cual fue su impresión, cuando los últimos 5.000 prisioneros de guerra, llegaron a Alemania en 1954?
AK: Cuando me enteré de la vuelta de los prisioneros en Rusia, me alegré mucho. Lleno de tristeza por los otros, los que no volvieron, porque de mis camaradas ninguno volvió. No tuvieron más fuerzas para salir de sus agujeros en la tierra, en sus posiciones en la zona norte y fueron arrollados por los tanques.

PL: ¿Ha visitado Volgogrado después de la guerra?
AK: No, no he visitado Volgogrado, porque temo que me derrumbaría al encontrarme directamente con el pasado. Estuve seis años en el frente en infantería.

PL: ¿Por qué escribe aun sobre el tema y se muestra tan activo, cuando muchos excombatientes no quieren hablar sobre ello, incluso ni con sus familiares?
AK: Me afectó mucho interiormente. En los entierros y funerales me derrumbo y me pongo a llorar. Mi médico me recomendó que escribiera sobre mi pasado. Y eso hice. Así que he hecho circular mis vivencias en italiano y alemán, para que la posteridad pueda saber, como sucedió realmente. Escribo tan activamente, porque desde 1945, vivo en Italia, en un país, en el que puedo expresarme libremente y donde los soldados son honrados y respetados. Mis camaradas en Alemania, son en parte después de 60 años injuriados y despreciados, y tratados como criminales. Incluso por sus propias familias, y se llevan sus recuerdos a la tumba. Para mí es una lucha de convencimiento en los foros alemanes, obtener la atención y amistad que hoy poseo.

PL: Muchas gracias por su tiempo y sus respuestas. Ha sido un placer.

Saludos