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Re: Crisis. El Visitante, parte III

Lun Sep 25, 2017 12:49 pm

La primera parada fue en la vecina Lanzarote pero en la base de San Bartolomé andaban tan peces como yo. Incluso de día les estaba costando encontrar a los ágiles galgos ingleses, que aprovechaban la cobertura de las nubes para acercarse. De noche ni lo intentaban. Así que visita en balde y vuelta para Fuerteventura. Expliqué al coronel que los vecinos tampoco se las apañaban —se me olvidó explicar cómo había ido— y en cuanto miró hacia otro lado le volví a birlar el Siebel y di otro salto, esta vez hasta Tenerife, lugar donde volví a dejar rastro de mi buen hacer. Ocurría que en mis mapas estaba el aeropuerto de los Rodeos pero no el nuevo que se había construido al sur de la isla. Tampoco ponía que, según las malas lenguas, Los Rodeos tenía una curiosa historia. Al parecer hubo una comisión encargada de buscar lugares adecuados para construir un aeródromo, que iba marcando en el mapa con cruces. Llegaron a un sitio cercano a la ciudad de La Laguna con unos llanos muy atractivos, pero en el que se echaba la niebla tantas veces y tan deprisa que señalaron el lugar con tinta roja para que a nadie se le ocurriese poner ahí ni una pajarera. Ni que decir tiene que cuando llegó un coronel y vio toda la isla con marcas negras y una roja, ordenó que allí se construyese el aeropuerto.

No sabía si era verdad o leyenda, que los españoles mienten más que hablan y más si pueden tomar el pelo a inocentes como yo. Lo que puedo atestiguar es lo del tiempo. Me las veía tan felices rumbo a Tenerife con sus guapas tinerfeñas —y tan satisfecho de haber esquivado a los antiaéreos, pues había olvidado un nimio detalle, que entre Fuerteventura y Tenerife había una isla ocupada por los ingleses— cuando me metí en una especie de puré de guisantes en el que no se veían ni las puntas de las alas del avión.

Lo sensato hubiese sido elevarme, dejarlo para otro día y volverme, pero eso hubiese implicado haber tenido la inteligencia de llevar suficiente combustible. Como no era el caso, llamé por radio a ver si podían ayudarme. Los españoles, siempre tan ocurrentes, no habían pensado que operando la Luftwaffe por Canarias sería útil tener alguien que chapurrease el alemán, y la conversación por radio fue un diálogo de besugos del que no saqué nada. El indicador de gasolina estaba en la marca roja, así que tuve que probar lo del aterrizaje a ciegas, que teniendo la costumbre de volar de noche se me estaba empezando a dar bien. Me apreté el arnés, tomé los mandos con fuerza, y siguiendo las indicaciones del goniómetro y lo que marcaba el altímetro hice tan buena aproximación y aterrizaje que merecía que los espectadores se pusiesen en pie y me vitoreasen. Estoy seguro que lo hubiesen hecho de haber alguien.

Sin embargo nadie se acercó para ver quién era ese atontado que llegaba a los Rodeos sin avisar, y mucho menos para darme instrucciones sobre donde aparcar el Siebel. Al tomar tierra había vislumbrado algunas sombras entre la niebla así que ahí llevé el avión con las últimas gotas de gasolina. Aun nadie. Bajé de la carlinga y entonces me di cuenta que los otros aparatos no tenían muy buen estado de conservación, aunque solo fuese por faltarles partes —a este un motor, a ese un ala— que habían reemplazado con paneles de madera, y por estar hechos un colador por la metralla. En esto llegó un centinela español zarrapastroso, con el fusil oxidado, el uniforme sucio y remendado y, de remate, la camisa abrochada coja. Culminaba su atuendo una colilla apagada no sé si colgada o pegada en la comisura de la boca. A nadie le extrañará que el aguerrido vigilante no tuviera ni idea de alemán, y con las cuatro palabras de español que sabía me fue imposible entenderme. Lo más que conseguí es que fuese a buscar alguien más enterado, lo que hizo con andar cansino que anunciaba que me iba a comer las uvas en ese aeródromo fantasma. Ya era de noche cuando llegó un coche de enlace con un enlace de la Luftwaffe.

—¿Qué hace usted aquí? ¿No sabe que Los Rodeos está cerrado?

—No lo ponía en mi mapa.

—¿Qué mapas ni qué niño muerto? ¿Es que antes de venir no sabe preguntar?

Mentalmente di la razón a Inge mientras seguía discutiendo. Según me contó el colega, el pésimo tiempo había hecho que en cuanto se terminó una pista en el sur de la isla se trasladase ahí toda la actividad aérea. En Los Rodeos no quedaba nada, ni siquiera combustible, y habría que esperar uno o dos días hasta que lo trajesen. Dije que no entendía que siguiesen en marcha la radiobaliza que me había guiado, pero me respondió que los ingleses no eran tontos del todo y si se quería que creyesen que Los Rodeos funcionaba había que hacer algún esfuerzo. No entendí que tenían que ver los ingleses en todo este asunto y pregunté si había algún alojamiento en la base, y el tipo se rio de mí. Ya había oído que en Tenerife hacían risas de todo, pero nunca agrada que se carcajeen en la cara. Luego me lo explicó.

—Alojamientos aquí no quedan muchos y no se los recomiendo. Mejor venga conmigo.

—¿Y el avión? ¿Quién lo va a vigilar?

—No se preocupe, que de eso se encargará la Royal Navy. Sígame, que han avisado que están al caer.

El coche salió zumbando como alma que lleva el diablo, mientras el oficial —Fellner se llamaba— me decía que los ingleses le habían cogido el gusto a bombardear Los Rodeos, y mientras los destructores se llegaban al Puerto de la Luz no era raro que algún crucero se acercase a pegar cañonazos. Mejor hubiese sido disparar al nuevo aeródromo de los Abrigos, el del sur, o a los de Lanzarote o Fuerteventura, pero no solían arriesgarse tan lejos para que no los pillase la amanecida. Se contentaban con gastar un poco de pólvora contra el antiguo aeropuerto. Para que pareciese que merecía la pena los españoles iban moviendo los derrelictos de los aviones como si hubiese actividad, tenían las radiobalizas conectadas, y de vez en cuando mandaban mensajes al éter quejándose de los efectos de los bombardeos y pidiendo más aviones. Con lo bien que se les daba mentir seguro que los ingleses se lo tragaban. Aunque lo de pedir más aviones igual iba en serio, que a esos tipos les puede salir la comida por el gaznate y lloran por más que a saber qué puede pasar mañana.

Esa noche me alojaron en una ciudad cercana y muy bonita, La Laguna, pero al poco de llegar las ventanas retumbaron con los cañonazos. Como era de esperar el pobre Siebel pasó a formar parte de la colección de señuelos de Los Rodeos de cómo lo dejó la metralla. Estando sin montura tuve que valerme del documento firmado por Möller para hacerme con una plaza en un Condor de los que iban a España llevando heridos y refugiados y volvían con provisiones. Me dejaron en la base aérea de Jerez. Como ya había pensado hacer una visita al lugar hasta me vino bien, y probando los vinillos del lugar dejé de pensar en las explicaciones que tendría que darle al coronel por su Siebel. Además fue allí donde encontré la perla que andaba buscando.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mar Sep 26, 2017 6:14 pm

En una esquina de la base vi que estaban aparcados varios Dornier pintados de negro. Me sorprendió porque pensaba que ahí no necesitaban bombarderos nocturnos, y dispuesto a no repetir la torpeza pregunté por ellos —¿ves cómo sí que sé, Inge?—. Me dijeron que eran aviones antisubmarinos.

Resultaba que la base aérea de Jerez estaba próxima a las aguas más estratégicas de Europa: el estrecho de Gibraltar, que cerraba el Mediterráneo. Como habíamos echado a los ingleses de sus orillas, el viejo Mare Nostrum era precisamente eso, un mar de nuestra propiedad en el que las flotas podían entrenarse y navegar con seguridad. Pero solo tenía dos salidas y tontos hubiesen sido los ingleses si no las hubiesen vigilado. Según me dijeron, en cuanto España entró en guerra los sumergibles británicos llegaron a manadas e hicieron bastantes tropelías. La marina española hacía lo que podía pero no había conseguido expulsarlos de sus aguas, y al final fue necesario traer a aeródromos como el de Jerez aviones con equipos especializados capaces de detectar a un submarino.

Al escuchar lo de los equipos especializados se me erizó el bigote, y empecé a importunar exigiendo que me contasen de qué iba eso. Un incauto me lo explicó. Aunque se supone que los sumergibles hacen eso, ir sumergidos, son como las ballenas y a ratos tienen que salir a tomar aire y toser un poco. Aprovechaban las noches pues coincidía que a esas horas se veía bastante poco y los ingleses, siempre tan educados, habían pintado de negro las torres de sus submarinos para no hacerse notar. Pero algún genio había conseguido encajar en el morro de los Dornier 217 un radiotelémetro al que poco le importaba que fuese de noche o de día. La idea era detectar a los submarinos y tirarles algún petardo justo cuando asomaban el morro, aunque me dijeron que el sistema aun no andaba muy fino porque cuando el avión se acercaba la señal del radiotelémetro se perdía y los ataques se hacían a ciegas. Iban a probar con aviones volando por parejas, con uno que detectaría al inglés y lo iluminaría con bengalas y el otro que lo hundiría.

Si ya tenía el bigote tieso, al oír la palabra «bengala» empezó a echar chispas, y me empeñé en tomar prestado uno de esos juguetitos para probarlo en Lanzarote. Total, tantos que había no se notaría que faltase alguno. Pero tuve la mala pata de topar con otro coronel, compañero de promoción de Seidemann, el que me había empurado por la tontada de mezclar cerveza con avionetas. El tal se empeñó en que esos aviones llevaban equipos ultrasecretos y que ni se me ocurriese acercarme. Yo le decía que no se preocupase por que cayesen en manos enemigas, que más probable sería que me estrellase, pero no hubo manera. Pero entonces se me ocurrió una idea que le resultó más interesante al amiguete de Seidemann. Le recordé como mi antiguo coronel había hecho suya la idea de los aviones ametralladores —se me olvidó contarle que la broma había acabado con un Junkers lleno de agujeros— y que tal vez podría mandar uno de sus Dornier a Canarias para que ensayase la detección nocturna de buques de superficie, que allí teníamos buen surtido. Si tenía órdenes de perseguir submarinos, también podría hacerlo por las Canarias, que por allí alguno se dejaba ver, y así mataba dos pájaros de un tiro. Aun no lo había convencido del todo cuando un ayudante le cuchicheó algo. Entonces las reticencias desaparecieron y el coronel me dijo que no le parecía tan mala mi ocurrencia, que tenía encomendada la vigilancia de las aguas del Estrecho y que con un poco de imaginación podrían llegar hasta Canarias. Muy melosamente siguió diciendo que si a mi coronel Möller no le importaba podría destacar un Rotte a Fuerteventura algún tiempo. Desde luego seguirían dependiendo del gruppe de Jerez, pero puestos a buscar submarinos podrían hacerlo por donde yo les dijese y si también había algún destructor, mejor que mejor. Me rogaba que procurase no arañarle los Dornier. Señal que no sabía con quién estaba hablando. Al final me preguntó si me molestaría ensayar unos cacharrillos nuevos que habían llegado de Alemania y que aun no había tenido ocasión de probar.

Con el permiso no solo me hice con los dos Dornier que me parecieron más majos sino que los llené con bengalas. Cuando aterricé en Lanzarote me encontré con un comité de recepción encabezado por el coronel Möller que preguntaba no sé qué sobre su Siebel. Viendo que a cambio me traía dos Dornier pensó que salía ganando con el cambio, y más contento se quedó cuando al día siguiente llegaron varios Junkers con esos trastos que me habían pedido que ensayase.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mié Sep 27, 2017 6:01 pm

Sigo con los magníficos dibujos de ReyTuerto a quien agradezco su ayuda.

Me 218 V-2 en DeviantArt

Me 218 V-4 en DeviantArt

Messerschmitt Me 218 V-2

El Me 218 fue un caza pesado utilizado por la Luftwaffe durante la Guerra de Supremacía. Fue desarrollado por encargo del general Von Ri-chthofen tras el fracaso de Messerschmitt Me 210 y del Arado Ar 240, y para acortar plazos se partió del Messerschmitt Bf 109 F por entonces en construcción. El primer prototipo, el Me 109 Z, mostró muchos defectos y tras un accidente no fue reconstruido. El prototipo V-2 presenta la configuración definitiva, con un ala con un segmento central de cuerda constante y un tren de aterrizaje convencional con dos patas, una en cada fuselaje. Otras modificaciones incluyeron el refuerzo del larguero del ala para resistir las mayores cargas, y el alargamiento del fuselaje con la finalidad de mejorar la estabilidad longitudinal. El prototipo V-2 solo contaba con una cabina en el fuselaje izquierdo.

Messerschmitt Me 218 V-4

El Me 218 V-4 fue el prototipo de las versiones de cazabombardero con estructura reforzada y lanzabombas. Llevaba también cabina doble para piloto y para navegante/observador, que tenía también un conjunto básico de mandos y controles. El V-4 estaba armado con dos cañones MK 103 de 3 cm.


Este no es de la historia pero como es dibujo mío...

Henschel Hs 129 en DeviantArt

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 01, 2017 7:11 pm

Antonio Herrera Vich

Al final el porrazo había sido fuerte pero se había quedado en unos pocos moratones que se remediaron con un par de aspirinas y un lingotazo de ronmiel, que me estaba aficionado a la mezcla. Como podía andar me dijeron que me evacuase por mi cuenta hasta Maspalomas para tomar un avión. Allí encontré uno de los Savoia que estaban haciendo los servicios entre islas, y también el encargo de acercarme a Cabo Juby a recoger un Mocho de respeto.

En aeródromo saharaui me esperaban cuatro cazas nuevecitos recién llegados de la fábrica. Llegaban con sus pilotos, tres eran españoles y el otro un asesor alemán que al saber que yo andaba por allí aprovechó para volverse para casa unos días antes de lo previsto. Antes me explicó que esos aviones eran del nuevo modelo A-3 con motor más potente. Había más cambios: se habían retirado las ametralladoras de las alas dejando solo los dos cañones de 20 mm, sustituyendo a cambio las del fuselaje por unas pesadas de 13 mm, y se habían reforzado los anclajes para armas. Además tanto el punto central como los de las alas permitían llevar no solo bombas sino grandes tanques de combustible. No es que lo necesitásemos para llegar a Tenerife, pero en vuelos sobre el mar llevar gasolina de reserva nunca es mala idea.

Hicimos el salto directo a Los Abrigos y ni siquiera nos molestamos en esquivar Gran Canaria. Una vez en la isla, el comandante Salvador me abrazó —las primeras noticias habían sido de que me habían derribado— y me ordenó que descansase un poco. De paso aprovechó para adjudicar a los recién llegados los baqueteados Mochos A-2 que quedaban y quedarse uno de los nuevos. A mí me dejó el que había traído, que no en vano yo ya era un triple as. Yo estaba contento de volver con mis compañeros y en lugar de enclaustrarme en el barracón apuntarme a la misión del día siguiente: para variar, un ataque contra la Isleta. Buena ocasión para probar el Mocho nuevo. Como se esperaba mejor tiempo podríamos lanzar las bombas desde mayor altura, pero a cambio los ingleses podrían apuntar con comodidad. Podrá imaginarse la ilusión que me hacía ese servicio. Pero entonces llegó el comandante en el mismo plan que la caballería en las películas del oeste.

—Tenemos órdenes nuevas, Chiquitín. Se suspenden los bombardeos hasta nueva orden.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mié Oct 04, 2017 2:39 pm

Justo Miranda y Paula Mercado. Aviones en la Guerra de Supremacía 1939-1946. Agualarga editores. Madrid, 1999.

Los Mochos españoles

El Generalísimo Franco tenía vivo interés en potenciar la industria armamentística española, y frutos de su intención habían sido la multitud de programas iniciados inmediatamente tras la Victoria en la Guerra Civil, que por desgracia abortaron al iniciarse la Guerra de Supremacía y la agresión británica. La urgente necesidad de reequipar a las Fuerzas Armadas obligó a acudir a Alemania. En primera instancia solo se consiguieron equipos desfasados, pero tras la invasión británica de Portugal los alemanes entregaron grandes cantidades de armas modernas comparables a las mejores inglesas.

También llegaron vientos nuevos a la industria militar. El intento inglés de invasión de España había demostrado a la cúpula germana que la debilidad militar de algunos de los miembros de la Unión podía ser explotada por los enemigos de Europa. Causa de dicha debilidad era en algunos casos la anticuada estructura de las fuerzas armadas de ciertos países, pero más todavía la carencia de equipo militar moderno. Sin embargo la industria alemana no era capaz de suministrarlo, y las de sus aliados estaban entregando armas obsoletas de valor militar casi nulo. El canciller y antiguo ministro de Armamentos Speer pensaba que se trataba de un despilfarro, pues el precio de esas antiguallas, considerando no solo el monetario sino también el coste en materias primas y mano de obra, era parecido al de equipos modernos.

El canciller preparó un plan según el cual los miembros de la Unión Europea recibirían ayuda para modernizar tanto sus estructuras productivas como los diseños fabricados. El grado de asistencia varió según el país destinatario. Por ejemplo, el Reino de Italia tenía una potente industria aeronáutica aunque lastrada en parte por la desorganización y el clientelismo, y en parte por la falta de motores adecuados. Rumania, por el contrario, era una nación agraria con mínima base industrial que fue preciso desarrollar. El plan, además, preveía la racionalización de la producción fabril, pretendiendo que la industria de cada país se especializase en uno u otro equipo. Fruto fueron programas cooperativos de gran éxito, como el tanque Jaguar, que llevó a la creación del gran consorcio industrial Europanzer, o los cruceros de la clase Stadt/Baleares.

Speer tuvo que superar las reticencias de los industriales alemanes, temerosos de perder sus beneficios. Paradójicamente, el desarrollo de los equipos cuyas patentes pretendían retener había sido financiado por el gobierno; además parecía evidente que cualquier regalía que pudieran obtener se evaporaría si se perdía la guerra. Aun así, parece que la oposición empresarial estuvo implicada en varios movimientos de resistencia y particularmente en la conspiración Halder. Finalmente se consiguió superar su desconfianza haciéndoles partícipes de los beneficios y promoviendo la creación de grupos empresariales multinacionales en los que fueron accionistas mayoritarios.

España disponía de una industria aeronáutica de cierta entidad que según el Plan Speer tenía que centrarse en modelos de baja tecnología: avionetas de entrenamiento básico Bücker 131 y de entrenamiento avanzado Arado 96, aviones de transporte Fieseler 168 y Junkers 52. Otros aliados debían fabricar otros modelos de aviones sencillos, mientras que Alemania se reservaba la fabricación de cazas y bombarderos modernos. Obviamente ni los aliados y ni España vieron con buenos ojos el Plan. En parte, por cuestiones estratégicas: aunque era evidente que salvo Italia o Francia, ninguno de los aliados de Alemania podrían emprender programas de armamento de manera independiente, temían ser postergados y recibir equipos de utilidad dudosa. Concretamente, en España había causado pésima impresión que en lugar de cazas de primera línea Alemania hubiese suministrado los anticuados Morane Saulnier 406 (procedentes de capturas o de almacenes franceses) o los Messerschmitt 109 C, que los germanos solo empleaban para escuela. No era cuestión menos importante el prestigio que se asociaba a la tecnología avanzada.

Tanto Francia como Italia prefirieron seguir con sus propios desarrollos aeronáuticos, aunque beneficiándose de la tecnología avanzada de los motores alemanes. Francia, por ejemplo, construyó los cazas Bloch 160, que llevaba el motor radial BMW 801, Dewoitine D.600, con motor lineal Daimler Benz 605, y Potez 730, con dos Daimler Benz 603. Este mismo motor llevó el que ha sido descrito como mejor caza de motor de émbolos, el italiano Fiat G.56, mientras que el cazabombardero Reggiane 2002 montó un radial BMW.

Las dos potencias antedichas pudieron basarse en diseños previos a la guerra. Sin embargo las naciones con menos capacidad industrial, como España, estaban afrontando proyectos cuyo desarrollo prometía eternizarse y que estarían anticuados cuando pudiese empezar la producción. Destinar recursos a programas con tan pobres perspectivas significaba dilapidar los limitados recursos de la Unión. Ere preferible anularlos, pero la fragilidad de la alianza obligaba a satisfacer las ambiciones de sus miembros. Para intentar compensar sus aspiraciones, Alemania decidió licenciar la producción de uno de sus modelos de caza más avanzados, el Focke Wulf 190. Múltiples motivos pesaron en la decisión:

– Contrariamente al Messerschmitt 190, el Fw 190 estaba iniciando su carrera y prometía tener gran capacidad de desarrollo.

– En sus primeras pruebas el avión se había revelado no solo un buen caza sino ser un bombardero muy eficaz, lo que le auguraba un mayor tiempo de permanencia en las escuadrillas que la de los cazas puros. Aunque hubiese demoras seguiría siendo un aparato competitivo cuando se empezasen a entregar los ejemplares no alemanes.

– La demanda del nuevo avión era mayor que la capacidad de las factorías alemanas.

– El aparato empleaba técnicas de construcción avanzadas que impulsarían el desarrollo de la industria aeronáutica de los aliados de Alemania.

– Alemania estaba a punto de iniciar la producción de aviones más avanzados (los reactores) por lo que la preeminencia germana no resultaba amenazada.

Aunque cuando se tomó la decisión ya se había empezado a contemplar la posibilidad de construir versiones de motor lineal del Fw 190 (el Fw 190C con el motor DB 603, y el todavía más potente Fw 190D con el Jumo 214), se prefirió licenciar las versiones de motor radial (A, F y G) por considerarlas más aptas para las misiones de asalto.

En España se había estado considerando desarrollar un modelo Dewoitine, el Hispano Suiza HS.50, que acabó siendo el D.600, cuando llegó la propuesta germana. Gracias a la prometida asistencia técnica parecía mucho más viable que el modelo francés, y además el Ejército del Aire había recibido cierto número de Fw 190 (apodados «Mochos») que habían causado excelente impresión. Se anuló el HS.50 e Hispano Aviación pasó a construir el Fw 190 con la denominación HS.90, recibiendo Focke Wulf como contraprestación el 33% de las acciones de empresa. Se amplió la fábrica de Sevilla y con asistencia alemana se instalaron las máquinas herramienta precisas para producir los componentes del avión, aunque en una primera fase a Hispano solo se le encomendó el montaje de los aviones construidos en la planta Focke Wulf de Marienburg. La primera unidad finalizada fue entregada al Ejército del Aire en noviembre de 1942, y en junio de 1944 se celebró la salida de la línea de montaje del primer Mocho completamente español, aunque en realidad el motor y ciertos componentes clave (como la radio o el visor giroscópico) seguían siendo de origen alemán.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Oct 06, 2017 12:33 am

Creo que he encontrado un Tejón (de tamaño real) en un grupo de FB, Panzer Fakten, con el nombre de 7,5 cm Stu.Kan. auf Pz.Kpfw. 38(t) de 1942. Subida por el usuario Robin Oudshoorn.

Imagen

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Oct 06, 2017 5:32 pm

No, el original era chasis Hotchkiss, y el Tejón II es el Marder III. Esa cosa no pasó de prototipo.

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Oct 06, 2017 5:35 pm

Aquí está.

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Sab Oct 07, 2017 5:43 pm

Capítulo 17

Uno tiene que ser algo para poder hacer algo.

Johann Wolfgang Goethe


Dos coches y tres camiones recorrieron las carreteras francesas, antes frecuentadas por los vehículos y que ahora veían un tránsito mucho menor. Aunque en las gasolineras volvía a encontrarse el precioso líquido que ansiaban los motores, estaba severamente racionado y aparte de los vehículos oficiales —más de uno manejado por aprovechados que habían sabido explotar el ascenso de Romier— solo se dejaban ver los diplomáticos, algunos ricachos y, como no, los contrabandistas.

Gastón, viejo amigo de Henry con el que compartía aficiones y negocios, prefería considerarse un emprendedor, pero por desgracia los gendarmes que jalonaban la ruta lo veían como un estraperlista o, mejor dicho, como una vaca lechera de la que ordeñar francos y regalos exóticos. Pero la carga que llevaba esta vez probablemente no resistiría más de una somera inspección, y por eso el convoy se dividía en dos. Delante iban dos coches y un camión cargado de gollerías que iban explorando las rutas. Después los otros dos camiones que llevaban a Iván, sus hombres —entre ellos Olexiy—, los voluntarios franceses y sus armas. El primer grupo se adelantaba y si el tramo estaba despejado, un coche volvía para buscar a los otros dos camiones. Si se encontraban con gendarmes, se detenían, pagaban el correspondiente peaje en forma de perfumes o licor, y luego los coches buscaban rutas alternativas. Solo al comprobar su soledad iban a buscar a los camiones de Iván. A ese ritmo la travesía por la campiña francesa fue lenta y tardaron cuatro días en llegar a la granja donde Jacques y Pierrot los esperaban.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 15, 2017 12:16 am

Para entretener al persona al durante el puente tenemos otros aviones. Esta vez no son obra de ReyTuerto sino mía; aunque ya me gustaría dibujar como él.

En la página está el texto.

Arado Ar 96 BM-3

Messerschmitt Me 109 EM-1

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 15, 2017 5:18 pm

Retomamos la historia.

En la ciudad las obras estaban próximas a la finalización. Las villas se habían convertido en palacios y los colegios en hoteles; ya solo esperaban la llegada de sus ilustres inquilinos.

Al mismo tiempo, hordas de foráneos cayeron sobre la antes tranquila localidad. Trabajadores, camareros, vendedores, pero también policías en tal número que abrumarían incluso a una capital. Los campos de la periferia, antes dedicados al cultivo, habían sido allanados por las explanadoras y estaban ocupados por tiendas de campaña y barracones prefabricados en los que acoger a los recién llegados; esas parcelas no volverían a conocer el arado. Tristes recuerdos habían llevado a la erección de torres desde las que los largos tubos de los cañones antiaéreos apuntaban a cielos que los radiotelémetros vigilaban.

Las viejas calles olían a pintura y barniz, y atronaban con el golpeteo de los martillos y el rechinar de las sierras. Virutas y serrín caían más deprisa de lo que los barrenderos podían retirarlos mientras se erigían tribunas y doseles. No había sido fácil escoger una avenida adecuada para la gran celebración pues la provinciana ciudad no las tenía; eso cambiaría en el futuro.

Por las vías también paseaban ajetreados delegados que intentaban asegurarse que no hubiese nada que aminorase a sus respectivas naciones. Discutían por los lugares de preeminencia, gritaban alrededor de las tribunas, y fotografiaban los más nimios detalles. Las fotos volaban hacia las capitales europeas donde los encargados de protocolo ultimaban los detalles.

Algunas tomaron diferente derrotero.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 15, 2017 8:09 pm

Hola amigos:
Interesante maestro. Pero se me acaba de ocurrir una maldad, el tal Olexiy ¿No será el que fastidie todo el plan? Lo digo porque el agente más importante de occidente en la guerra fría, Oleg Penkovski, era hijo de un blanco y éso le impidió el ascenso a General lo que le hizo traicionar a la URSS (al menos eso es lo que se supone). Su final fue bastante escabroso... pero sería un giro curioso en la historia.
Hasta otra.><>

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Lun Oct 16, 2017 7:38 pm

Todo puede ser... o no ser.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mar Oct 17, 2017 2:36 pm

Relato de Federico Artigas Lorenzo

Por fin íbamos a movernos, y nadie podrá decir que no yo tuviese ganas, que ya estaba hasta el gorro de Versalles. Si por mi fuese se la regalaba a los franceses con todos sus palacios, jardines y bulevares. Siempre que en el lote se incluyese a los despectivos versailleses, que se deshacían como azucarillos cuando veían el águila germana pero que se crecían ante la española. Estaba harto de la lluvia incesante, de las cantinas con precios exagerados, de saludar a petimetres con entorchados que no se habían ganado. Pero lo que más me fastidiaba era ensayar una y otra vez el desfile y de escuchar los rapapolvos que el *** de Montes nos dirigía. Leche, que éramos soldados de combate y no figurines, y que si alguien se quería fijar en algo, que lo hiciese en las medallas y en las cicatrices —condecoraciones tan honrosas como las de metal dorado— y no en el ritmo de los pasos o si la distancia entre una fila y otra era de un brazo o de dos.

Por lo menos yo iba al principio la formación que vez tras vez recorría un bulevar versaillés que nos habían dejado para nuestro uso y disfrute. Ya estaba para el arrastre, pues las cadenas del Tejón habían machacado los adoquines; los oficiales y soldados que marchaban detrás iban tropezando en los huecos del pavimento, o resbalaban en las placas de hielo que se formaban en los escasos momentos en los que no llovía y la temperatura se desplomaba. El teniente coronel Montes, que iba al frente subido en un balilla pintado de caqui —se las había agenciado para hacerse con una montura motorizada— respondía a las torpezas de mis compatriotas sulfurándose y estallando en improperios cuando su tez alcanzaba el adecuado tono de grana. Aunque he de decir que nos brindó un momento de distracción cuando el coche metió la rueda en un agujero más hondo que los demás, cosa de mi Tejón y del conductor que el día anterior no había estado muy fino. Reventó la rueda del balilla y Montes, que iba a pie firme, salió proyectado hasta un charco mezcla de nieve fundida, grasa y barro, que dio el adecuado toque de camuflaje a su hasta entonces flamante uniforme.

Esperamos en vano que el teniente coronel explotase pero el hombre calló, no supimos si fue porque la advertencia del general Galera había pesado, o porque nos la quisiese devolver doblada. Pero no hubo lugar porque ese mismo día llegó la orden de hacer las maletas y tomar el tren hacia nuestro nuevo destino. Todos hicimos los petates y guardamos las escasas pertenencias que habíamos atesorado en la carísima ciudad; el asistente de Montes debió pasarlo mejor intentando quitar los manchurrones negruzcos del uniforme a medida de nuestro comandante.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 22, 2017 11:12 pm

Los camiones ni se acercaron a la granja. Se detuvieron en un camino en medio del bosque y Gastón ordenó a los pasajeros que tomasen sus equipos y desmontasen. El pobre francés de los rusos apenas les permitió comprender sus explicaciones; finalmente entendieron que Gastón temía que la llegada de los camiones a la granja llamase la atención, y que iban a tener que esperar en el bosque a que les viniesen a buscar. El francés les pasó unos mendrugos de pan duro y unas cuantas latas de sardinas, y les dijo que esperasen allí sin dejarse ver por nadie.

Dos días tardó en llegar alguien. Un hombre pequeño, de ropas raídas, que pedaleaba en una gastada y ruidosa bicicleta. Podía ser un campesino más, pero Iván sonrió cuando escuchó que el ciclista tarareaba la conocida musiquilla de «El cuervo negro». Ordenó detenerlo y Olexiy saltó de los matojos en los que se ocultaba, sobresaltando al sujeto que estuvo a punto de caer. Visto de cerca no impresionaba pues era ramplón, con facciones afiladas, y entre los gruesos anteojos y las ropas raídas tenía un aire de intelectual en horas bajas. En un ruso bastante decente que dijo haber aprendido en una fábrica de Leningrado se presentó como Yves, y empezó a despotricar contra quién fuese que les había traído y no les había dejado en el punto convenido; llevaba dos días pedaleando por los bosques y entonando melodías rusas, rezando para que nadie más las conociese.

Antes de irse, Yves les dijo que iban a tener que esperar un poco más. Seis horas después volvió con otro camarada que dijo ser Pierrot. Era un hombre jovial que no entendía ni una palabra de ruso pero que conocía el bosque como la palma de su mano. Sin dudarlo, se internó en la arboleda llevando su bicicleta del manillar; Yves le siguió resoplando, y detrás los comandos, cargados como mulas. Iván protestó unas cuantas veces porque no estaba previsto que llevasen tanta carga. Al final, Yves y Pierrot acordaron con Iván que los hombres pasarían una noche más allí mientras Iván y la escuadra de Olexiy, guiados por Pierrot, irían a buscar alguna forma de llevar los pesos.

Tardaron toda la noche en llegar al lugar donde se les esperaba: un campamento en una hondonada del bosque, tan lejos de zonas habitadas que parecía que el lugar nunca había sido hollado por el hombre. Allí encontraron dos decenas de camaradas, que según Yves eran hombres de confianza. El francés también actuó como traductor entre Iván y un tal Jacques que parecía estar al mando. Tras algunas discusiones varios franceses se fueron y retornaron a la mañana siguiente con bicicletas. Era todo lo que habían encontrado, pero que fue suficiente para hombres con inventiva. Volvieron a donde esperaban los demás comandos, y cortando ramas construyeron parihuelas que acoplaron a las bicis, permitiendo que cada una llevase mal que bien dos cajas. Llevarlas por el suelo del bosque no resultó tan difícil como temían porque se trataba de una arboleda cuidada, claramente destinada a la tala, y sin apenas sotobosque; aun así les llevó otra noche entera y parte del día llegar a la hondonada; especialmente difíciles fueron los últimos metros, una vez abandonaron la zona más cuidada y se metieron en la maleza tras la cual se escondía el campamento.

Cuando estuvieron todos en el campamento de bosque el radiotelegrafista Valery envió un mensaje. La respuesta llegó horas después: aun no era el momento, pero faltaba poco.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mar Oct 24, 2017 11:30 pm

Algo más al este se estaba preparando otra ceremonia. En la Plaza de la República habían levantado un enorme mástil, tan alto que su estructura había tenido que ser hecha con acero. En él ondeaba, orgullosa, la bandera alemana roja, blanca y negra. Los otros dos mástiles, de menor altura, estaban vacíos. En un extremo de la plaza se alzaba una alta tribuna para personalidades. Estaba cubierta pues en invierno y en esa ciudad tan solo dejaba de llover cuando nevaba. Otras tribunas para el público se habían construido en los lados, y en el jardín de la Explanada también estaban habilitados espacios. Al menos la ciudad no iba a precisar tantos cambios como su vecina ya que tenía instalaciones mucho más amplias. No hubo que reformar palacetes ni instalar barracones: el Arsenal podría alojar a la guardia de honor, y el cuartel Ney a la de seguridad. Aun así, los delegados también inspeccionaron la ciudad que estaba engalanándose para la que sería una ocasión histórica. De nuevo, las cámaras captaron el aspecto de calles, plazas, hoteles y palacios. También de nuevo, algunos carretes acabaron llegando a manos de Joli.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 29, 2017 7:09 pm

Un avión más con su historia. Por petición popular:

El Arsenal VG 39 en DeviantArt

En la página está el texto explicativo.

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Oct 29, 2017 7:23 pm

Relato de Federico Artigas Lorenzo

Los teutones debían hacer gala de puntualidad pero solo en privado, porque el dichoso tren que debía llevarnos con armas y bagajes se hizo de rogar. Aunque también es cierto que de los ferrocarriles se encargaban los gabachos y a esos de sus vecinos germánicos solo se les había pegado la arrogancia. Los franceses tenían ese inconfundible aire latino que lleva a que las tareas urgentes se dejen para el día, la semana o el año siguiente. Cuando por fin llegó y como tampoco éramos tantos nos apañamos con unos pocos vagones. Un par para nosotros —de primera clase que éramos oficiales y no vulgar canalla—, otro para el equipaje, y una plataforma para el Tejón y para el Balilla del teniente coronel Montes. Me alegró ver que los operarios franchutes les daban un par de viajes; lo del Tejón se arreglaba con un poco de pintura pero el Balilla quedó más perjudicado.

Luego siguió un viaje monótono por esa campiña francesa. Granjas, bosques y praderas, todo más verde que el alma de un Guardia Civil. No me extraña con lo que llovía; hasta añoraba lo de Ciudad Rodrigo con tiros y todo, que había hecho un frío de mil pares pero con cielos rasos que se agradecían. No como aquí, con esa mezcla de nubes, niebla y agua por todas partes que calaba hasta el tuétano. Como tampoco íbamos demasiado lejos, apenas en seis horas estábamos descargando. Ocasión que los gabachos aprovecharon para mejorar aun más el aspecto del tanque y del coche. Después de admirar el apropiado tono grana de Montes fuimos a ver nuestro nuevo alojamiento. Era todavía más potroso que el de Versalles, que ya era decir. Consistía en un barracón alargado, hecho con maderitas finas que tenían la curiosa propiedad de acumular el frío y la humedad. Con unas planchas de madera mal cortada habían hecho un remedo de camaretas-Imagínese, los oficiales en camaretas a estas alturas, ya hablaría un rato con el coronelucho madrileño cuando me lo echase a la cara. Habían hecho una especie de mezcla entre aseo y retrete en el extremo. Los alemanes que nos lo enseñaron se disculparon por lo primitivo de las instalaciones, pero a nosotros no nos importó tanto ¿pensaban que nos íbamos a bañar todos los días? Con lo que llovía si encima nos mojábamos podríamos pillar un buen pasmo.

Fuimos de los primeros en llegar pero por poco. Tras nosotros se instalaron en los demás barracones italianos, rumanos, húngaros, muchos alemanes, franceses y más gente de mal vivir. En uno habían hecho una cantina que sonaba con todas las lenguas habidas y por haber. Aunque debo decir que los españoles nos llevábamos la palma pues con volumen suplíamos el interés de la conversación, profiriendo filosóficas expresiones como «pinta el copón», «arrastro» y «las veinte en pinchos».

Gracias a que oscurecía pronto podíamos visitar ese tugurio, pues pasábamos las horas de luz practicando. Nos habían dejado una carreterita de esas tan típicas francesas, estrechas y bordeadas de árboles —no sé por qué no los talaban, que cualquier día habría una desgracia con algún coche— en la que ensayábamos una y otra vez, venga a subir y bajar. El efecto quedaba algo deslucido porque no era cosa de estropear nuestros ternos de galla con tanta lluvia, y quién más y quién menos, Montes incluido, buscó algo para protegerse. Debió ser el primer desfile en el que los aguerridos soldados en vez de fusiles empuñaban paraguas.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mar Oct 31, 2017 11:41 am

La espera no fue tal sino maniobras y más maniobras. Mientras Pierrot y un par de compañeros vigilaban la granja y la linde del bosque, los rusos y franceses acampados en la hondonada ensayaban como trabajar juntos. Cada sección rusa fue reforzada con otra de franceses; estos últimos eran antiguos brigadistas que no tenían el mismo entrenamiento pero sí mucha experiencia de combate. Los rusos aportaban la cohesión y eran los que sabían manejar las armas «especiales». De todas maneras los ensayos se hicieron sin fuego real, y más de una vez tuvieron que suspenderse cuando algún inoportuno visitante paseaba por el bosque; todos acabaron odiando a los aficionados a los hongos, que les obligaban a permanecer agazapados en el húmedo suelo.

Cinco días después Jacques —auxiliado por el traductor Yves— anunció que había llegado el momento. Acudieron a la granja por grupos esperando a que un destartalado camión movido por gasógeno los llevase hasta un nuevo bosque. Precedido por un Citroën que comprobaría que los caminos solitarios lo siguiesen siendo.

La sección de Olexiy viajó el segundo día, aumentada por los franceses de alguien que decía llamarse Pierre. La camioneta les zarandeó durante horas, y varias veces tuvieron que detenerse para hacer acopio de leña para la caldera. El ruso se daba cuenta de que los franceses les estaban llevando por caminos en pésimas condiciones, que no pasaban de desamparadas veredas: debían estar cerca del objetivo y la vigilancia sería mayor. Al final llegaron a su destino. Estaba en un bosque que no se parecía en nada a los que habían visto hasta ahora. Ni a los franceses ni mucho menos a los rusos. Era joven y muchos árboles apenas pasaban de plantones que estaban desprovistos de hojas y tenían aspecto enfermizo. Lo más llamaba la atención era el suelo. No era ni el llano de Rusia, ni ondulado como en Francia, sino que estaba taladrado por depresiones cual enfermo de viruela. Zanjas superficiales parcialmente desmoronadas zigzagueaban entre esquirlas de acero y alambres oxidados. Estaban en un antiguo campo de batalla.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Nov 03, 2017 11:49 am

El marinero, alto, rubio y de ojos azules, descendió por la pasarela del Ada Gordon y mostró su cédula de identidad. Un gendarme la examinó con detenimiento y miró fijamente al marinero.

—¿Cómo dices que te llamas?

—Nimeni on Tuomas Riutta, herra Poliisi.

—Si sigues hablando así no te entenderá ni tu padre.

— Anteeksi herrpoliisi, perro yo hablar mal saksalaisesta.

El gendarme se encogió de hombros. Estaba habituado a los marinos fineses con su jerga propia de chinos. A fin de cuentas la cédula estaba bien y coincidía con la lista que le había pasado el sobrecargo. Con gestos le ordenó que abriese el petate: llevaba ropas viejas, un par de botas gastadas envueltas en papel de periódico, un poco de picadura, y dos paquetes de mantequilla que el alemán miró con fruición. El finés se encogió de hombros y uno de los envoltorios desapareció bajo la mesa.

Savely Serguéyevich Tretyakov se perdió en las calles de Lübeck.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Nov 03, 2017 12:00 pm

Relato de Federico Artigas Lorenzo

La única alegría de esos días fue que el comandante Don Félix Verdeja volvió a visitarnos. Estuvimos departiendo un buen rato en la especie de choza que pasaba por cantina, un barracón destartalado el en que se colaban todos los vientos y donde ni siquiera tenían vino, aunque sí esa cerveza rubia que tanto gusta a los krauts. Don Félix, que ya le he contado que era un portento, me había tomado aprecio, seguramente porque el hijo de la señora Lorenzo tenía más experiencia con las cafeteras con orugas que el resto del batallón. Estuvimos hablando de lo divino y de lo humano, cada vez con más animación a medida que el dorado contenido de las jarras pasaba directo de gargantas a riñones. O eso me parecía de tantas veces que tuve que salir a la parte de atrás. He de decir que esa cerveza era bastante buena y que no perdía ni un ápice de aroma o color tras el paso por mi querido sistema urinario.

Don Félix había seguido su peregrinación por Europa en busca del tanque con el que equipar a nuestro glorioso ejército. Al principio creyó haberlo encontrado en el Jaguar, un monstruo que iban a fabricar gabachos y espaguetis, pero pensándolo bien le pareció de talla un poco grande para nuestra industria. El Súper Pardillo no le gustaba mucho; a mi tampoco, que ya había escuchado aquello de su blindaje de papel de fumar, que mal casa con un tanque destinado a soportar dimes y diretes mientras apoya a las tropas. Yo ya había visto los fuegos artificiales en los que se convertían los T-26 cuando les metían un buen zurriagazo, tenía las cicatrices de las esquirlas en las que se había transformado la coraza de mi Tejón en Ciudad Rodrigo, y no me hacía gracia que volviese a ocurrir con nuestros tanquistas, entre los que se contaba el que suscribe.

Me dijo Don Félix que se iba para charlar con los italianos. Tan bien como se les daban los cochecitos a juzgar por los Balillas, seguro que podrían diseñarnos un tanquecito chiquitín, lo justo para llevar un cañón pero que pudiese meterse por esa especie de sendas para mulas que pasan por caminos allá en la patria. Aunque me dijo que no volvía a Versalles por eso, sino para enseñarnos unos artilugios que veríamos al día siguiente por la mañana y que resultaron ser proyectiles de cañón. Aparentemente normalitos, pero que llevaban pintadas las letras «HD». Iniciales de «Hohlladung», otra de esas palabrotas de gusto teutón que si me la sueltan a la cara devuelvo un sopapo. Quería decir «carga hueca» y eso no hacía falta que me lo explicasen, que había hecho la ofensiva de Estremoz y la campaña de Lisboa con los cañones sin retroceso.

Don Félix sabía que los cañones de los Súper Pardillos y de los Tejones se quedaban un poco justos frente a los Matilda y Valentina ingleses. Ya ya un poco, pensé yo; era como la sobrina de mi vecina, que empezó estando un poco embarazada y acabó casándose en misa de cazadores. Llevaba tal bombo que el mosén ni pudo acercarse a pasarle el anillo a la chica y tuvo que tirárselo al vuelo. Así la chica selo pudo plantar al desdichado novio, que a esas alturas estaría lamentando esa nochecita en el pajar y pensando si sería mejor dejar que le plantasen el anillo o esquivar la escopeta del papá de la nena; es que entre las cualidades de la chica estaban su carácter un tanto arisco y sus facciones que recordaban a las de la vaca del tío Servilio.

Mejor dejo al futuro papá y a su vacuna esposa, que si me despisto me voy por os cerros de Úbeda, y vuelvo con lo de los pepinos. Parecía que el remedio para romper tanques estaba en las cargas huecas pero a Don Félix no le acababa de cuadrar. Me estuvo contando no sé qué historias de rotación de los proyectiles —eso ya sabía qué era—, de chorro de gases —también— y de dispersión —un poco menos, que lo de dispersarse era eso de desplegarse en guerrilla que se hacía cuando te empezaban a tirar morterazos pero no sé a qué cuento venía con los antitanques—. La cosa era que no confiaba demasiado en los proyectiles alemanes y había encargado unos cuantos de diseño mejorado con cavidad en forma de tulipa. Le pregunté qué era eso, que mi mamá usaba las tulipas en las lámparas, pero Don Félix se rio y me empezó a contar no sé qué de formas cónicas y parabólicas, vectores que se suman y más cosas que no recuerdo no sé si por si ser muy difíciles, porque la mollera no me llegaba, o porque a esas alturas habían caído cuatro jarras e iba por la quinta. El caso era que se había buscado un lutier —otra cosa que mejor que no me digan a la cara— para que le hiciese una especie de trompeta de cobre que plantó dentro del morro de los pepinos.

De todo esto lo único que entendí era que había que probar los bichos a la primera oportunidad. Pero a saber dónde, que en Versalles teníamos campo de tiro pero en este campamento dejado de la mano de Dios había demasiado guardia con el gatillo fácil. Al final decidimos que los almacenaríamos para después del desfile. Pero en los dichosos barracones tampoco teníamos polvorín: desfiles y exhibiciones se hacían sin munición desde que un guardia franchute le había descerrajado medio cargador a Pétain en las tripas —aunque oficialmente había sido un avión inglés, radio macuto proporcionaba muchos detalles sobre el «incidente»—. Una idea era dejar los pepinos por ahí, en cualquier taquilla, pero ya se sabe que hay mucho malintencionado con mano larga, capaces de llevárselos para usarlos como floreros, y al final los guardamos en el Tejón. Como cualquier tanque que se precie tenía su armarito para meterlos, y además se podía dejar cerrado y con llave, que ya he dicho que el Súper Tejón tenía techo y solo se podía entrar con invitación.

Don Félix vio que en las cajas de urgencia también tenía unas cuantas cintas de balas. Me miró con cara rara, pero yo le expliqué que en este modelo en vez de llevar el fusil de puntería apuntábamos con la ametralladora, y que sin unos cuantos tiros me sentía desnudo. El buen hombre me palmeó la espalda y me prometió no decirle nada al tontaina de Montes.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Nov 05, 2017 1:16 pm

De Globalpedia, la Enciclopedia Total.

Panzer 41 Lince

El Panzerkampfwagen 41 Lince (llamado AMX-41 Lynx en Francia, Lince en Italia y España, y Stridvagn 41 en Suecia) fue un tanque ligero diseñado por el grupo Europanzer para sustituir a los tanques Panzer 38 del Ejército Español. Fue utilizado intensamente por el Pacto de Aquisgrán en la Guerra de Supremacía y en la posguerra participó en varios conflictos coloniales.


Desarrollo y producción

En 1941 el Ejército Español recibió gran cantidad de tanques Panzer 38 checos, algunos nuevos y otros dados de baja por Alemania. Fueron llamados Pardillos y equiparon a varias unidades blindadas. En los combates de Portugal quedaron en evidencia sus limitaciones, tanto por su ligero armamento como por la débil protección. Parte de los Panzer 38 supervivientes fueron rearmados con un cañón de 7,5 cm instalado en una torre abierta (Súper Pardillo). Sin embargo la solución no era por completo satisfactoria por lo ligero del chasis y la mínima coraza. El Ministerio del Ejército empezó a buscar un sustituto que se pudiera construir en fábricas españolas. Skoda propuso el Panzer 41 (VK 30.01), que era un desarrollo del prototipo que había perdido el concurso para el tanque Panther, pero por consejo del comandante Verdeja se acudió a la empresa italiana Ansaldo, que junto con la francesa Renault acababa de formar el grupo Europanzer, para que diseñase un reemplazo del Pardillo.

Los requerimientos españoles eran difíciles de cumplir: el nuevo tanque tenía que estar armado con un cañón de 7,5 cm que pudiese utilizarse tanto para la lucha antitanque como para el apoyo táctico. Debía estar mejor protegido que el Panzer 38 y pesar menos de 25 toneladas. Finalmente, la producción en serie tenía que iniciarse antes de un año.

Para conocer las necesidades y capacidades industriales españolas, el equipo diseñador de Ansaldo trabajó en estrecha relación con el comandante Verdeja, inventor del tanque de su mismo nombre. Ansaldo diseñó una versión a escala del tanque Jaguar, con un motor V8 que era un derivado acortado del HS-51 de doce cilindros en V que llevaban los Jaguares franceses. Llevaba la misma transmisión pero con una suspensión simplificada derivada del sistema Horstmann que utilizaban varios tipos de tanquetas inglesas. Esta fue escogida por ser sencilla, fácil de mantener y de reparar, además de tener buenas prestaciones todoterreno. Para mantener el peso dentro de lo especificado la protección del nuevo tanque era limitada, con tan solo 4 cm en el frente y en el escudo de la torre. Como armamento principal se escogió un cañón ligero de 75L39 derivado del cañón checo vz.30 que se iba a fabricar en España bajo licencia.

El prototipo, que fue llamado Lince, fue presentado a las autoridades españolas en febrero de 1942. Fue aceptado con algunas modificaciones, incluyendo el aumento de la coraza, que llegó a 6 cm en la parte superior del glacis y a 7,5 cm en escudo de la torre, elevando el peso del carro hasta las 27 Tn. Afortunadamente tanto la suspensión como la transmisión habían sido diseñadas para admitir pesos de hasta 30 Tn y los cambios no conllevaron retrasos.

Varios ejércitos del Pacto de Aquisgrán se interesaron en el nuevo tanque al considerarlo idóneo para sustituir a los tanques ligeros a los que se encomendaban las misiones de apoyo a la infantería. Mientras que el ejército alemán destinaba a dichas misiones (y también a la lucha contracarro) al StuG, un blindado sin torre derivado del Panzer III, los ejércitos francés e italiano preferían tanques convencionales con armamento en torre. El Lince tenía similar potencia de fuego que el StuG, y aunque la protección era menor, se compensaba por la flexibilidad que suponía disponer de torre giratoria.

Italia solicitó 3.000 unidades para sustituir a los tanques M11, M13 y M14, y Francia otras tantas, que debían reemplazar a los Renault R-35 y Hotchkiss H-35 y H-39. Yugoslavia pidió 800, y Suecia adquirió la licencia de producción, fabricando 600 tanques que llamó Stridvagn 41 que fueron entregados a partir de 1943. También se interesó Finlandia por el Lince, al considerar que el nuevo tanque era ideal para combatir en terrenos difíciles, solicitando 400 unidades adicionales del Stridvagn 41. La industria pesada española, hasta entonces, solo había fabricado pequeñas series de blindados, y aunque había iniciado la fabricación de 1.000 tanques Verdeja (cuya producción se anuló tras finalizar apenas sesenta), no podía afrontar todos los pedidos y tuvo que solicitar la asistencia de Europanzer. Al ser necesaria la participación de buen número de industrias españolas se decidió agruparlas en la empresa Santa Bárbara, que fue admitida como tercer socio en Europanzer.

El desarrollo del prototipo progresó sin problemas, y en agosto de 1942 se inició la producción de una preserie en la factoría Ansaldo de Turín. En noviembre de 1942 empezó la producción en la Unión Naval de Levante de Valencia, y seguidamente en la fábrica SOMUA de Saint-Ouen, que pasó a ser la principal línea de producción, ya que la fábrica de Valencia apenas tenía capacidad para las demandas españolas y Ansaldo estaba comprometida con la producción del Jaguar. Los Lince fabricados en Saint-Ouen se distinguen fácilmente por tener la torre fundida. El Lince entró en combate en febrero de 1943, en manos francesas, en la batalla de Dahla.

El Lince era una versión acortada del Jaguar, y era fácil confundirlo con su hermano mayor desde lejos. La placa frontal del chasis tenía una inclinación de 45º, siendo los costados rectos, y en la parte posterior había amplias rejillas de ventilación: en las versiones para operaciones anfibias las rejillas estaban cubiertas, y en su lugar se instaló un esnórquel (un tubo vertical) con un ventilador auxiliar. La torre era hexagonal, y en la parte frontal tenía un escudo troncocónico similar al de los Jaguar con torre Henschel. El comandante disponía de una cúpula Bromberg que daba visibilidad de 360°.

El tanque estaba armado con un cañón de 75L39 sin freno de boca; aunque era un derivado del cañón Skoda vz.30, la recámara fue modificada para poder utilizar casquillos que eran como los empleados por el cañón KwK 40 del Pz IV y de las primeras versiones del Jaguar, aunque acortados. El Lince disponía de dos ametralladoras MG34, una coaxial con el cañón principal, y otra en el techo para el comandante del carro. Como en el Jaguar se prescindía del ametrallador de la barcaza, permitiendo disminuir la dotación a cuatro hombres y así aumentar la munición almacenada.

En 1943 se diseñó una versión que mejoraba la capacidad antitanque del Lince. Se sustituyó el cañón por un KwK 40/43 75L46, que se diferenciaba del KwK 40 por su llamativo freno de boca de dos etapas. Se aumentó la protección, que pasó a ser de 7,5 cm en el glacis y de 9 cm en el escudo de la torre, y se reforzó la suspensión. Para compensar el mayor peso del cañón se colocó una gran caja de almacenaje en la parte posterior de la torre. La nueva versión complementó a los Lince de versiones anteriores en los ejércitos español, italiano y francés, y fue suministrada a las unidades de montaña y anfibias alemanas.

La versión definitiva apareció en 1945. Se sustituyó la torre poligonal por una basculante FL-10 provista de un cañón CN-88-44 (Kwk 44 88L52), de 7,5 cm y 52 calibres, con prestaciones comparables al Kwk 43 del Panther. La característica principal era que el cañón tenía un sistema automático de recarga alimentando por dos cargadores cilíndricos, con capacidad para seis disparos cada uno. No solo permitía prescindir de un tripulante, sino que la cadencia de tiro era muy elevada hasta que se gastaba la munición de los cargadores. Se recargaban desde el exterior del tanque, siendo conveniente hacerlo a cubierto. La potencia del cañón lo convirtió en un cazacarros muy peligroso aunque limitado por la escasa protección de la torre. Se construyeron 1.700 unidades, de las que parte fueron tanques Lince 1 reacondicionados. Alemania adquirió 400 para sustituir a los cañones autopropulsados Marder aun en servicio. El ejército francés recibió 600 carros, España 120 e Italia 300. También fueron usuarios del modelo Rumania, Bulgaria y Egipto. El Lince 3 fue un desarrollo tardío y se estaba distribuyendo cuando finalizó la Guerra de Supremacía, pero en la posguerra sustituyó a los de versiones precedentes y fue el más longevo en los ejércitos del Pacto de Aquisgrán.

Se proyectaron versiones especializadas: portador de armas (con obuses de 10,5, 12,2 o 15 cm), cazacarros con cañón 88L70 en casamata abierta, de ingenieros con obús de 10,5 cm, y de recuperación. Ansaldo también construyó un prototipo al que se le podían acoplar grandes contenedores estancos y un pequeño motor. La infantería de marina adaptó algunos de sus Lince como lanzallamas o barreminas. A cierto número de Linces de versiones iniciales se les retiró la torre y fueron convertidos en tractores de artillería, en vehículos de recuperación, o en morteros autopropulsados.


Uso en combate

Las formaciones acorazadas del Pacto de Aquisgrán estaban siendo equipadas con tanques Panzer IV, Panther y Jaguar. El Lince, al contrario, fue distribuido a los batallones de tanques de las divisiones de infantería, de infantería de marina y de montaña. Posteriormente también equipó a brigadas independientes de tanques que apoyaban a la infantería en operaciones de gran envergadura. El peso y dimensiones del Lince, solo algo superior a los del Panzer III, sus anchas orugas que permitían que la presión sobre el terreno fuese baja, y sus excelentes capacidades todo terreno, lo hicieron especialmente adecuado para terrenos agrestes o selváticos o para operaciones anfibias.

El cañón de 7,5 cm disparaba proyectiles explosivos que eran una gran mejoría respecto a los de 3,7 o 4,7 cm de los tanques a los que sustituía. La coraza frontal oblicua proporcionaba protección suficiente contra armas de infantería y resistía a los cañones antitanque de la época, salvo a los pesados.

Al ser el apoyo de la infantería la misión a la que el Lince estaba destinado se prestó especial atención a la coordinación con unidades terrestres. Se instaló una radio de doble canal que podía utilizar la frecuencia de la infantería o la artillería, y se puso un teléfono exterior en la parte posterior del tanque. Se instalaron raíles que permitían transportar una escuadra de infantería, aunque fuese una táctica desaconsejada ya que los soldados quedaban muy expuestos al fuego enemigo. Aunque originariamente la lucha antitanque no era misión prioritaria del Lince, el incremento en cantidad y calidad de los tanques aliados hizo que los batallones de Linces fuesen usados cada vez más en ese papel. El Lince podía enfrentarse a los tanques medios aliados pero no tenía capacidad para enfrentar a los pesados hasta que entró en servicio el Lince mejorado, a veces llamado Lince 2, a principios de 1944. Del Lince 3, que hubiese sido una grave amenaza para los tanques aliados, solo se emplearon veinte unidades en combate y no llegó a participar en enfrentamientos entre tanques. En la posguerra se comprobó que su potencia de fuego lo convertía en un vehículo a tener en cuenta, a pesar de la protección limitada.

El Lince no tenía velocidad máxima elevada, pero sus capacidades en terreno difícil eran muy buenas, distinguiéndose en las montañas y selvas africanas. Las características más apreciadas del Lince fueron la fiabilidad, ya que usaba componentes probados y sobredimensionados, y la facilidad de mantenimiento. Mientras que los tanques Panther o Jaguar dañados por minas frecuentemente tenían que ser enviados a la factoría para su reconstrucción, averías similares en los Lince podían ser reparadas en talleres de campaña. Debido a la facilidad de reparar los daños causados por minas muchos Lince fueron convertidos en barreminas, equipados con rodillos de cadenas o con hojas empujadoras.

Sin embargo las dimensiones reducidas de la barcaza limitaron su capacidad de desarrollo. Las versiones portadoras de armas resultaron inferiores a las derivadas del Panzer III o el Jaguar, y fueron rechazadas. Tampoco fueron aceptados los transportes de personal basados en él por ser excesivamente reducidos. El prototipo anfibio también fue rechazado porque además de tener pobres condiciones marineras era engorroso y excesivamente vulnerable. La única versión del Lince aceptada fue la de recuperación, que fue utilizada sobre todo por las unidades de infantería de marina o de montaña, ya que para el resto de las unidades se prefirió el Bergejaguar, más capaz. Sin embargo, muchos Linces anticuados o dañados fueron convertidos en tanques barreminas, tractores de artillería o portadores de armas, sobre todo lanzacohetes o morteros, siendo muy apreciado por las unidades de montaña el portamorteros de 21 cm.


El Lince en la posguerra

Al acabar la guerra la mayoría de las unidades equipadas con tanques Lince los sustituyeron por modelos más avanzados como el Jaguar o el Panther II. Tan solo se mantuvieron en servicio limitado los Lince 3 pero al entrar en servicio el misil antitanque SS-10 se retiraron la mayoría de las unidades y tan solo se mantuvieron en servicio unos pocos en unidades especializadas de infantería de marina o de montaña. Parte de los Linces de modelos anteriores fueron desguazados y el resto pasó a la reserva, a la que también pasaron a partir de 1948 muchos Lince 3. Sin embargo en los conflictos de guerrillas coloniales los ligeros Lince fueron mejores que tanques más modernos más potentes, pero también más grandes y pesados. Se consideró reiniciar la producción, pero finalmente se prefirió reactivar los Lince 3 y reacondicionar vehículos dados de baja o en la reserva. Los llamados Lince 4, basados en Lince de los modelos 1 y 2, fueron rearmados con un cañón de baja presión KwK 51 de 88L36, para lo cual fue preciso reconstruir la torre, y se sustituyó el motor por un Maybach HL-520 diésel. Gran parte de los Lince 3 fueron modernizados manteniendo la torre y el armamento pero se instaló el mismo motor Maybach. La protección fue mejorada con placas exteriores para provocar la detonación prematura de los proyectiles de carga hueca, y se añadió un escudo para la ametralladora del jefe del carro. Los Lince 3E y los Lince 4 se emplearon en conflictos coloniales y en Iberoamérica hasta mediados de los sesenta.

Uno de los principales usuarios del Lince en la posguerra fue Sion. El nuevo estado, que tenía capacidad económica e industrial limitada, estaba enfrentado a los ejércitos Mau Mau, equipados con material estadounidense. Los sionistas adquirieron gran cantidad de tanques Lince dados de baja, que modernizaron maximizando su capacidad de lucha contracarro. El Lince M50, que estaba basado en tanques Lince 1, tenía estaba equipado con el cañón CN-75-44, protección mejorada al nivel del Lince 2 y motor Hispano Suiza HS-255 diésel de 335 Kw. El Lince M51 o Súper Lince era similar al M50, pero armado con cañón CN-105-54 (KwK 54 105L36). Los M50 y M51 permanecieron en servicio hasta 1975, siendo luego cedidos a naciones aliadas.

Versiones

Lince A: A0: Unidades de preserie fabricadas por Ansaldo. A1: producidos por Hispano. A2: producidos en Saint-Ouen para el ejército francés. A5: producidos en Saint-Ouen para Rumania. Total: 5.300.

Lince B: Equivalente al Lince A, preparado para vadeo profundo, utilizado por la Infantería de Marina. Producidos en Saint-Ouen. Total: 1.400.

Stridvagn 41: Equivalentes al Lince A, con motor Maybach HL-52, producidos en Suecia. Total: 1.000.

Lince C: Conocido también como Lince 2. Protección mejorada, armado con cañón KwK 40/43 75L46. Total: 7.200. Lince CM: Lince 2 con esnórquel para operaciones anfibias. Total: 2.300.

Lince D: También llamado Lince 3. Versión con torre basculante FL-10 y cañón Kwk 44 de 7,5 cm. 2.200 (1.800 nuevos).

Bergelince: Carro de recuperación con barcaza de Lince A. 420 unidades (150 nuevas, el resto conversiones).

Minenraumunglince: Lince 1 con equipo de desminado. Unos 1.300, de ellos 250 nuevos y el resto conversiones.

21-Panzerfeldhaubitze GrW 69 auf Lince Käfer: Mortero autopropulsado de 21 cm, en montaje externo, sobre barcaza Lince 1. Unos 420, resultado de la conversión de tanques averiados o de Linces 1 dados de baja.

Lince F: Llamado también Lince 4, fue una versión de posguerra para lucha antiguerrillera. Cañón 88L36, motor Maybach HL-520 diésel. 750 unidades, 320 partiendo de Lince I, 430 de Lince II.

Lince G: También denominado Lince 4E. Tanques Lince 3 con planchas de protección y motor Maybach. 580 conversiones.

Lince M50: 230 Lince 1 modernizados por Sion en 1964, con cañón de 7,5 cm.

Lince M51 Súper Lince: 280 Lince 2 modernizados por Sion con cañón de 10,5 cm.


Especificaciones (Lince 2)

Tipo: carro de combate ligero.

Servicio: 1943 - 1946 (Lince, Lince 2). 1945 - 1957 (Lince 3). 1950 - 1972 (Lince 4). 1964 - 1975 (Súper Lince)

Usuarios: España, Francia, Italia, Rumania, Yugoslavia, Alemania, Bulgaria, Egipto. Posguerra: Sion, Portugal, Argentina, Irak, Irán.

Diseñador: Ansaldo (Europanzer) - Verdeja.

Diseño: 1942.

Producción: 1942 - 1946.

Número: Lince 1: 7.700. Lince 2: 10.000. Lince 3: 1800 + 400.

Peso: 28,3 Tn (Lince II).

Longitud: 5,45 m (sin contar el cañón).

Ancho: 2,55 m.

Altura: 2,60 m.

Tripulación: 4 hombres.

Blindaje: 9 cm.

Armamento: Cañón KwK 40/43 75L46. Dos MG34 de 7,92 mm.

Motor: Hispano Suiza HS-55 de gasolina de 335 Kw.

Relación Peso/Potencia: 11,8 Kw/Tn

Transmisión: Ansaldo AM-15 semiautomática de siete velocidades adelante y dos detrás.

Suspensión: Horstmann.

Altura sobre el suelo: 47 cm.

Combustible: 320 litros.

Autonomía: 210 km.

Velocidad: 44 km/h.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mar Nov 07, 2017 2:30 pm

Entrevista a Luigi Bazzi, publicada en la Revista Defensa. Febrero de 1981.

Vicente Talón— Don Luigi, temo estar fatigándole con tantas preguntas, pero pocas veces ha tenido DEFENSA la oportunidad de entrevistar a una leyenda viva.

Luigi Bazzi—:¬¬ No se preocupe, siempre es un placer conversar con una publicación tan prestigiosa como la que usted representa.

VT—: Gracias por sus amables palabras. Si no fuese demasiada molestia, creo que los lectores estarán muy interesados en el segundo gran éxito de Europanzer.

LB—: Imagino que se referirá al tanque Lince. O Lynx, como lo llamaron nuestros socios franceses ¿no es así?

VT—: Desde luego, Don Luigi. Llama la atención que Europanzer, que apenas acababa de nacer, se aventurase a diseñar un blindado como ese.

LB—: Tiene usted razón. En su día el Lince fue considerado un proyecto arriesgado. Imagínese: un tanque nuevo que tenía peor protección y estaba menos armado que el modelo precedente. Aun así fue un éxito que, me atreveré a decir, no fue del todo inesperado. Además facilitó la integración en Europanzer del tercer pilar de la empresa: la española Santa Bárbara.

VT—: Por entonces Santa Bárbara aun no existía ¿no es así, Don Luigi?

LB—: Puede decirse que Santa Bárbara nació para el Lince. Ya le he relatado como el Statthalter Goering, en su anhelo de facilitar la integración de la Unión Paneuropea, licenció o encargó a varios países aliados la fabricación de armamento y, en especial, la de ciertos tipos de aviones de combate y de blindados. España recibió un buen lote de blindados Panzer 38 producidos en la factoría BMM de Praga, junto con la licencia de fabricación. Sin embargo ustedes los españoles, tras probar en combate a los Pardillos, que así los llamaron, consideraron que se trataba de un vehículo que se estaba quedando anticuado. Intentaron potenciarlo, y he de decir que lo consiguieron, ya que el Súper Pardillo dio un resultado aceptable siempre que tengamos en cuenta las limitaciones que conllevaba partir del Panzer 38, que en 1941 ya estaba mostrando sus límites. Alemania propuso a los españoles que continuasen la producción de ese chasis, que era sencillo de fabricar y muy fiable, para dedicarlo a misiones secundarias, tales como cazacarros, artillería autopropulsada, transporte de personal, etcétera. A fin de cuentas era un vehículo muy útil y los pedidos desbordaban la capacidad de las factorías checas. Usted recordará el Kätzchen.

VT—: Desde luego, Don Luigi. Ha estado en servicio en el Pacto de Aquisgrán hasta hace poco.

LB—: Pues el Kätzchen estaba basado en el Panzer 38. El caso era que los alemanes deseaban que en las fábricas españolas se fabricasen esos chasis y a cambio Alemania les suministraría tanques. Pero en España preferían construir algún diseño más moderno. Temían que los alemanes les entregasen tanques anticuados, y razón no les faltaba tras haber recibido los Pardillos. Por entonces el Pacto de Aquisgrán acababa de aceptar el tanque Jaguar, que dio a Ansaldo un merecido prestigio, y desde Madrid nos solicitaron que presentásemos una alternativa al Panzer 38. Las condiciones eran duras: el prototipo tenía que estar disponible en menos de seis meses, y la producción iniciarse en un año. Se exigía capacidad para operar en terrenos abruptos, no sobrepasar las 25 toneladas, tener una protección al menos equivalente a la del Panzer III, y estar armado con un cañón de 7,5 cm, ya que las experiencias con los Pardillos habían demostrado que los calibres inferiores eran insuficientes para el apoyo a la infantería, misión a la que pensaban dedicarlos.

VT—: De nuevo se enfrentó Ansaldo a condiciones casi imposibles.

LB—: Sencillas no eran. Como la experiencia alemana con el Panther y el Tiger estaba mostrando que la complejidad no siempre rinde dividendos, intentamos diseñar un carro lo más sencillo posible. En lugar de usar una suspensión con barras de torsión, como en el Jaguar, escogimos una de diseño británico, el buje Horstmann…

VT—: No pagarían royalties.

Luigi Bazzi ríe y sigue—: Desde luego que no. Como le iba diciendo, escogimos ese tipo de suspensión porque permite que la barcaza del tanque sea poco más que una caja metálica, ya que los muelles van unidos a unos muñones en el exterior de la barcaza que son fáciles de reparar o de sustituir: basta con cortar la unidad que se quiera cambiar y soldar otra nueva. Además ese tipo de suspensión, aunque no permite velocidades máximas altas, es muy eficaz en terrenos difíciles, tanto que era habitual que los Linces dejasen atrás a los vehículos de reconocimiento.

VT—: Con el Lince no se enfrentaron a los problemas que tuvieron con el Jaguar.

LB—: La experiencia adquirida nos resultó muy útil. Además usamos en el Lince muchos componentes del Jaguar, que funcionaron muy bien en un tanque ligero. Eso sí, evitamos los motores Isotta Fraschini que tantos problemas nos habían dado. En su lugar se escogió un motor Hispano Suiza, el HS-55, que era una versión de ocho cilindros del HS-51 del Jaguar. El Lince llevaba la misma transmisión de diseño Lancia que su hermano mayor. Fue una decisión afortunada porque combinó las excelentes cualidades del Jaguar con una solidez a prueba de bomba. Por lo demás, el Lince mostraba claramente su origen: el aspecto de la barcaza con su placa frontal oblicua era casi como el de un Jaguar a escala. La torre de placas soldadas recordaba ligeramente a la de un tanque ruso, el tipo 34, y era para tres tripulantes e incorporaba cesta. Respecto al armamento, llevaba el mismo cañón 75L39 vz.30 de origen checo que se estaba fabricando en Trubia con el que se estaban rearmando los Tejones y los Súper Pardillos.

VT—: Tejones, Súper Pardillos… Fueron un hito en la historia del arma acorazada española.

LB—: Por eso se escogió el mismo armamento. Aparentemente era un error, porque era un cañón menos potente que el Pak 40 que estaban montando los últimos desarrollos alemanes. Sin embargo, antes de criticar la elección, hay que verla en perspectiva: el retroceso del 75L39 era bastante contenido y no fue necesario poner el aparatoso freno de boca que tantos problemas dio en los Súper Pardillos. Con la combinación de ese cañón y el blindaje frontal oblicuo el Lince era igual o superior a cualquier tanque en servicio, excepto el Panzer IV de cañón largo, y lo lograba con menos de 25 toneladas. Además, los españoles, con buen criterio, no presentaron al Lince como un «tanque de batalla», especializado en el combate entre carros de combate, sino como un blindado de apoyo: en esa función era bastante mejor que las versiones iniciales del Panzer IV o del StuG, y aventajaba a los cañones autopropulsados como el Tejón. Aunque la silueta del Lince fuese algo más alta, estaba razonablemente protegido, y la torre con un giro de 360º le daba gran ventaja.

VT—: La suspensión Horstmann ¿no era una desventaja para ese tipo de vehículos? Usted me dice que el papel del Lince era bastante parecido al del StuG, es decir, disparar y cambiar rápidamente de posición, y ese tipo de suspensión no era ideal para desplazamientos rápidos.

LB—: No se equivoque. Las altas velocidades que se conseguían con otros tipos, como la Christie que tanto usaban los ingleses, solo se lograba en terrenos muy firmes o en carreteras. Sin embargo, cuando se movían por el campo la suspensión Christie o incluso la de barras de torsión ya no eran tan buenas, y si el terreno era difícil, como en el desierto pedregoso del sur del Sáhara, el Lince con sus bujes Horstmann podía dejar atrás a cualquier otro tanque: asombraba verlo ascender por laderas muy empinadas. Aparte de lo fácil que era de reparar: casi cualquier herrero podía cortar un elemento dañado y soldar uno nuevo si, por ejemplo, se había pisado una mina. No menos importante fue que al elegir para el nuevo tanque esa suspensión, componentes ya en uso y un cañón de media potencia se logró que el precio no fuese mayor al de un Panzer 38 o un StuG.

VT—: Tal como lo explica, el Lince fue un acierto.

LB—: Es que lo fue. Hasta tal punto que al poco de presentar el prototipo los españoles se vieron abrumados por los encargos. El ejército italiano fue el primero, pues quería equipar con Linces sus unidades coloniales y los grupos anfibios. Siguieron las peticiones de franceses y yugoslavos, e incluso Suecia adquirió la patente. Por desgracia, las fábricas españolas tenían poca experiencia en la construcción de vehículos acorazados: durante la Guerra Civil habían fabricado algunos blindados que, no voy a engañarle, eran poco más que la transformación de camiones comerciales. Al acabar la guerra habían empezado a fabricar un tanque autóctono de proyecto muy interesante, el Verdeja…

VT—: Fue una lástima que se abandonase.

LB—: El proyecto del Verdeja estaba bien, ya que se trataba de un tanque relativamente sencillo que podía medirse con cualquier tanque coetáneo. Pero era demasiado pequeño y apenas hubiese tenido capacidad de desarrollo. El Lince fue mucho mejor. Además los españoles se enfrentaron a todo tipo de problemas. Por ejemplo, el Verdeja llevaba un motor de camión que resistía mal la «mala vida» a la que era sometido en un tanque. Las planchas de blindaje tenían problemas de calidad, y se retrasó la construcción de las torres por problemas con las soldaduras. La cuestión fue que cuando se recibieron los Panzer 38 los Verdeja fueron anulados, y las fábricas españolas se dedicaron a mejorar los tanques de origen checo. Hicieron buen trabajo, pero no tenía nada que ver con fabricar cientos de tanques modernos. Como no podían atender la demanda de tanques Lince fue necesario reorganizarlas: se las fusionó en la Empresa Nacional Santa Bárbara, que solicitó su admisión en el grupo Europanzer recibiendo a cambio un 20% de las acciones. Poco después se inició la producción en serie, primero en las instalaciones valencianas de la antigua Unión Naval, que fabricó los tanques destinados al ejército español, y luego en París. En poco tiempo la producción del Lince casi igualó a la del Jaguar.

VT—: Los más renuentes fueron los alemanes.

LB—: En aquellos primeros años Alemania estaba muy orgullosa de sus panzer, con los que había conseguido tantas victorias, y por eso les desagradaba adoptar un tanque diseñado fuera. Habían escogido al Panther en lugar del Jaguar, y prefirieron seguir con el StuG y con un blindado parecido, el Jagdpanzer 38, al que usted conocerá por su apodo, Hetzer, argumentando que sus cazacarros estaban mejor armados. Al principio solo adquirieron un puñado de Linces para usarlos en Noruega y en las unidades anfibias; pero tras probarlo tuvieron que reconocer que era mucho mejor que cualquier cazacarros sin torre. Acabaron por solicitar una variante armada con el mismo cañón Kwk 41 de 75L46 de los Stug con la que equiparon algunos batallones antitanque. La última versión, el Lince 3 que llevaba la torre basculante francesa, tenía la misma potencia de fuego que el Panther II pero en un vehículo más ligero, y fue considerado el cazacarros definitivo, el que dejó anticuados a los autopropulsados antitanque sin torre. El Lince 3 hubiese tenido una larga y fructífera carrera en la posguerra pero se truncó por el desarrollo de los misiles antitanque.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Nov 10, 2017 10:56 am

El gendarme revisó las cédulas de identificación de los pasajeros. Estaba harto de estos tiempos, con trenes abarrotados que ni siquiera eran capaces de mantener la estricta puntualidad prusiana. Además los pasajeros ya no eran los educados alemanes de la preguerra, sino miles de trabajadores venidos de los más inhóspitos rincones de Europa que ni siquiera eran capaces de pronunciar correctamente Guten Tag o danke schön!

Tampoco importaba. Lo que contaban eran los papeles. Tomó el del siguiente pasajero, un rubio alto y delgado de ojos azules. El un pasaporte que le autorizaba a viajar a Berlín para allí trasbordar y llegar a la planta Siemens en Nonnenwiesen.

—¿Cómo te llamas? —preguntó mirándole a los ojos.

—Name on Tuomas Riutta, herr Polis.

El gendarme apenas le había entendido, pero el documento era correcto, los sellos eran los actuales, y Siemens estaba reclamando trabajadores. Asintió con la cabeza y siguió revisando la documentación de los demás viajeros.

Savely estaba bien entrenado y por eso supo simular el alivio propio de un buen ciudadano que tiene que tratar con la siempre temible policía.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Sab Nov 11, 2017 4:20 pm

Tenemos al Lince- El texto, como siempre, en DeviantArt (aviso, cuento las visitas).

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El Lince en DeviantArt

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Todas las versiones del Lince en DeviantArt

Saludos

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Nov 12, 2017 10:21 pm

Capítulo 18

La diplomacia es el arte de conseguir que los demás hagan con gusto lo que uno desea que hagan.

Dale Carnegie

Relato de Von Hoesslin

El regente pudo dedicar a visitar las unidades militares menos tiempo del que hubiese deseado, ya que se estaba ventilando un asunto de mucha mayor importancia: la fundación de la Unión Europea.

El finado y nunca suficientemente llorado Goering —lo que realmente lamentaba era que su descenso a los infiernos no se hubiese producido antes—, creó un organismo internacional nada más suceder a Hitler —otro personaje al que suponía haciendo compañía al Statthalter en los salones de Pedro Botero—. Esa organización, la Unión Paneuropea, supuestamente estaba destinada a fomentar la hermandad entre las naciones vecinas, pero se quedó en poco más que palabras tras su fundación en Aquisgrán. La conferencia que debía formalizarla, la de Jerusalén, finalizó abruptamente obra y gracia de la carga de nitroglicerina que hizo que el ataúd del Statthalter fuese sorprendentemente ligero. Aparte que todo el mundo sabía que en realidad no era sino una figura de papel que diese una apariencia formal al dominio de un conjunto de vencedores, es decir, Alemania y, con un poco de imaginación, Italia. El resto de los integrantes era una mezcla de aliados renuentes y de sojuzgados. Tal alianza duraría lo que el poder de Alemania, y bastaría un par de reveses para que nuestros supuestos amigos se nos echasen al cuello. Deseábamos justamente lo contrario, dar forma a una nueva Europa que evitase las luchas fratricidas que periódicamente la ensangrentaban. Aunque no parecía lógico hacerlo en medio de una guerra, era la mejor manera de mostrar la honestidad de nuestros propósitos. No se olvide que tal vez fuese la única opción para la supervivencia de Alemania.

La nueva organización tenía que ser duradera. Evidentemente, en ella el Imperio Alemán debiera tener un gran peso, no solo por nuestro ejército y nuestras victorias, sino por ser la mayor potencia demográfica e industrial europea. Pero si intentaba imponer esa superioridad toda la unión quedaría en aguas de borrajas. También era crucial acabar con la consuetudinaria enemistad entre Alemania y Francia que solo beneficiaba a Inglaterra. Fue por ello que en las reuniones que mantuvieron negociadores franceses y alemanes con vistas a la firma de un tratado de paz definitivo se empezó a dar forma a un nuevo marco para las relaciones europeas, en un organismo en el que todas las naciones fuesen iguales.

La idea surgió de un antiguo político católico marginado por los nazis y cuya estrella empezaba a resurgir: el que había sido alcalde de Colonia y presidente del Consejo de Estado de Prusia, Konrad Adenauer. Había sido otro de los apartados por los nazis que había sido rehabilitado tras los Juicios de Berlín. El ministro Von Papen, que intentaba hacer olvidar que sus maniobras habían llevado a los nazis al poder, estaba incorporando personajes de ideas más o menos centristas al Ministerio de Asuntos Exteriores, tal vez creyendo que así creaba una facción propia. Entre ellos estaba Adenauer que a pesar de su avanzada edad fue agregado al equipo que negociaba en Metz con los franceses. Adenauer siempre se había llevado bien con ellos y ya había propuesto en su día algún tipo de unión económica. Ahora ideó algo tan revolucionario como en su día había sido mi ocurrencia de recrear el imperio. El antiguo alcalde de Colonia consideraba, con razón, que si el nuevo organismo era dirigido por Berlín sería visto como herramienta de opresión y, a lo sumo, tolerado. Él pensaba en una Europa que aunque fuese dirigida por Francia y Alemania, con la colaboración italiana y española, escuchase la voz de todos sus pueblos.

Adenauer no era tonto y acudió primero al ministro de Exteriores, pues no deseaba ser desautorizado en medio de las negociaciones. Von Papen, que como he dicho temía que su estrella estuviese declinando, apoyó sin reservas el proyecto. Aunque inicialmente se encontró con la oposición del mariscal Von Manstein. En esa reunión estuve presente como delegado del regente: Von Lettow no solía acudir a las reuniones del gabinete para no condicionarlo, pero quería tener un testimonio de primera mano.

—Eric —dijo Von Papen—, comprendo que no te guste la propuesta. Yo también estuve en las trincheras, mi tío abuelo murió en Gravelotte, y mis antepasados se las vieron con Napoleón en Waterloo. Sé que sientes que los franceses son el enemigo, pero te pido que lo veas de otra manera. Somos dos vecinos condenados a vivir juntos, y podemos hacerlo bien o mal. Hasta ahora nuestras relaciones se han dirimido con la espada. Es la ocasión de darnos la mano y actuar, si no como amigos, que ya sé que sería mucho pedir, al menos como dos naciones sensatas.

Aun así Von Manstein no cedía y Von Papen siguió—. También comprendo que no te guste que renunciemos al poder que nos han dado las victorias de nuestro ejército. Pero no se trata de eso. Si queremos crear un enorme imperio alemán lo mejor será aplastar a nuestros enemigos, pero no tendrá que sorprendernos que en cuanto puedan nos apuñalen por la espalda. Recuerda el sino del imperio de Napoleón. Será entonces cuando el sacrificio de nuestros soldados haya sido vano. Por el contrario, el mejor honor que podemos hacer a esos héroes será lograr que su sangre se haya vertido para establecer un orden justo en Europa.

—Franz, no me vas a envolver con tus palabras. Ese protegido tuyo, el tal…

—Adenauer.

—Adenauer pues. Ese pazguato lo que quiere es hundir al Reich.

—Que no, Eric. Lo considero como una de las personas más honestas con las que he tratado. Ama a Alemania pero también a la paz, y no cree que sea posible sin un tratado justo con Francia. Recuerda el efecto que tuvo en nuestra patria el Diktat de Versalles.

El argumento admitía escasa réplica y el canciller Speer asintió. Pero el general Schellenberg tenía algo que decir.

—Franz, me sorprende que alguien tan capaz como tú esté actuando como un iluso. Ese Konrad tuyo no es sino un político de la vieja escuela que quiere resucitar el Zentrum. Si tienes alguna duda tengo todas las pruebas que puedas desear. Apoyándole lo que lograrás es que el Zentrum resucite y con él el régimen de Weimar, y lo primero que harán con nosotros es pasaportarnos.

Von Papen protestó, pero Schellenberg siguió hablando de tramas y conspiraciones urdidas por Adenauer. Resultaba curioso que el mayor intrigante del Reich acusase a los demás de confabular. Parecía que el proyecto estaba condenado cuando Speer intervino.

—Walter, todo eso que apuntas es demasiado grave para que podamos aceptar simples rumores ¿Tienes pruebas de lo que dices o tan solo se trata de sospechas —Schellenberg calló y Speer siguió—. No pienses que no te escucho, o que no me fío de tu instinto, pero por una vez no voy a estar de acuerdo contigo. Mi punto de vista no es ni político ni militar, sino industrial. Yo soy el primero en ver la importancia que tiene que las potencias europeas vayan a una. Los frutos de la cooperación con París están a punto de nacer ¿Quieres matarlos por unas sospechas? Además, supongo que seguirás vigilando de cerca a ese sujeto y nos prevendrás si empieza a intrigar.

—Señor canciller, si ha tomado esa decisión no queda más que hablar —respondió Schellenberg.

—Walter, por favor, no te lo tomes así. Sabes que en esta sala no hay cancilleres ni cancilleras, sino que todos somos iguales ¿Te parece que votemos?

Como era de esperar, se produjo un empate dos contra dos. Speer podría haberlo resuelto con su voto de calidad, pero no quiso.

—Walter —le preguntó a Schellenberg— ¿Tu oposición es al proyecto de Adenauer o solo a su persona? Si es así, podríamos ponerle en algún puesto honorífico, tal vez embajador en París o algo similar. Los franceses, por lo que dice Franz, confían en él, y de paso nos lo quitaremos del panorama.

—No es mala solución, pero si empezamos a exiliar a los indeseables nos vamos a quedar enseguida sin embajadas.

—¿No propondrás otro accidente en el Metro, verdad? —dijo Von Manstein.

—Que yo sepa, aun no hay ferrocarril subterráneo en Metz —repuso Schellenberg, aludiendo a la ciudad de Lorena donde se habían celebrado las reuniones.
Los demás sonrieron cortésmente, pero yo advertí que Schellenberg no lo había negado. Mentalmente tomé nota de prevenir al regente, al que disgustaban esos métodos. Pero no hizo falta porque Speer, que también conocía al general, se adelantó.

—Pues entonces decidido. Adenauer a París, y procuraremos que tenga cuidado con tranvías, trenes y todo lo que se mueva sobre raíles. Mientras seguiremos con las negociaciones aunque, desde luego, controlándolas muy de cerca.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Mié Nov 15, 2017 8:07 pm

Al final Von Papen resultó tener esas picardías que años antes le habían ganado el apodo de «el diablo con sombrero de copa». Inmediatamente tras la reunión ordenó a Adenauer que partiese hacia París, pero al poco trasladó a la Ciudad Luz las reuniones, de tal manera que ex alcalde siguió controlando el proceso. No fue mala idea porque Adenauer se había ganado la confianza de los franceses, y su nombramiento como embajador les hizo creer que era una manera de ratificarle; no sabían que Schellenberg intentaba apartarlo. Me llamó la atención que el general no protestase aunque todos dábamos por seguro de que se había enterado de la jugarreta, probablemente antes que el nombramiento llegase al futuro embajador.

Con los vecinos creyendo que Berlín apoyaba de corazón la nueva política las negociaciones avanzaron como la seda. Ambas partes aceptaron la propuesta que habíamos hecho en Metz unos meses antes, y en las reuniones tan solo se pulieron los detalles concretos. Supongo que los franceses salían de cada sesión con la sensación del que recibe una herencia inesperada. Razón no les faltaba, porque habiendo perdido la guerra estaban en el bando de los vencedores. Claro que había tanto botín que daba para que todo el mundo tuviese su parte y quedase tan contento, aunque sin olvidar que estábamos repartiendo la piel del oso antes de cazarlo.

Von Papen no solo informaba al gabinete sino también al regente. Yo suponía que el ministro sabía que el gabinete de guerra tenía los días contados, y quería congraciarse ante el alma del futuro régimen. Cuando hablaba con él, Von Lettow-Vorbeck adoptaba su expresión imperturbable —su cara de póker, como decía en privado— y así Von Papen no llegó a saber cuánto le desagradaba al regente. Un día me confesó los motivos.

—Roland, te recomiendo que leas algún libro sobre la Gran Guerra pero no los publicados aquí, sino los escritos por anglosajones. Verás cómo ponen a Von Papen por lo que hizo cuando era agregado militar en Washington. No es que me parezca mal que intrigase, ya que estaba sirviendo a la Patria al intentar sabotear los esfuerzos aliados. Pero los métodos que empleó dicen mucho de su catadura, y no olvides, además, que todas esas maniobras no evitaron que Wilson nos declarase la guerra. Es más, sus tejemanejes crearon un ambiente antigermano que ayudó a que el presidente norteamericano superase el tradicional aislamiento de su país. No acabó ahí la carrera del nuestro ahora ministro, que tuvo papel protagonista en el hundimiento de la República y el ascenso de los nazis. De nuevo la situación es parecida. Yo era el primero en considerar funesta la república de Weimar, que estaba abocando a la Patria a la catástrofe, ero es que las maniobras de Von Papen desencadenaron el desastre. Desde luego peor hubiese sido caer en manos comunistas, pero esos asesinos de judíos tampoco son mucho mejores. Además no creo que Von Papen lo hiciese por convicción sino persiguiendo sus propios fines. Además le volvió a salir mal y acabó llevando a Hitler al poder. Preferiría que cuando le oigas hablar pienses que es un intrigante, aunque no le llegue a Schellenberg ni a la suela. Aunque en mi opinión es casi igual de peligroso porque carece de la inteligencia del general.

—¿A qué se refiere, Alteza?

—Decía mi padre que no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa. Mira todo ese asunto de Adenauer. A mí me parecía buena idea que se encargue de las negociaciones, pero no me gusta que se haya hecho a escondidas del gabinete. Creo que Von Papen pretende poner a sus colegas ante hechos consumados y así arrogarse el éxito de las conversaciones con los franceses. Pero supón que se le hubiese desautorizado, y poco faltó, que la votación del otro día fue por los pelos. Si después de llegar a un preacuerdo con París nos hubiésemos vuelto atrás nuestra posición sería que desairada, peor que sin hacer nada. Aunque el motivo sea loable, al actuar de manera tan inconsciente Von Papen ha podido causar un grave perjuicio al Reich. Ni siquiera descarto que el daño ya esté hecho. Me has dicho que Schellenberg no ha protestado al saber que Adenauer controla las conversaciones. Ya lo conoces, seguro de que el general ya había previsto todos los movimientos del amigo Papen. Si no ha protestado es porque estará rumiando algo. No sé si está preparando un escándalo, si quiere provocar una división en el gabinete, o porque es cierto que todo esto le divierte y se le da un ardite.

Mientras, el ministro Von Papen seguía viniendo con puntualidad a ofrecer sus respetos y a contar el día a día de las negociaciones. Al poco amaneció con otra propuesta tan inesperada que hacía pensar en esos contrataques alocados que según se decía ordenaba durante la Gran Guerra.

—Alteza, ya sé que aun no ha se ha producido la proclamación, pero están corriendo rumores por toda Europa. Hasta han llegado a los franceses. El otro día me reuní con Michelonne para aprobar el traslado de las sesiones a París, y me preguntó sí ya habíamos decidido si Alemania iba a ser imperio, república o satrapía. He pensado que nuestra posición se reforzaría si su alteza consintiese en hacer algunas visitas a nuestros aliados.

—Ministro, como bien dice todavía no soy ni regente ni nada. No sé qué tipo de visita oficial podría hacer.

—Claro, claro, no podrán ser una visitas oficiales, pero es que yo estaba pensando en que fuesen privadas. No muchas: Ciano en Italia, Franco en España, el francés Romier, y tal vez alguno de esos reyezuelos de los Balcanes ¿le parece bien?

Von Lettow repuso que se lo pensaría y dio por finalizada la reunión. Cuando Von Papen ya había salido el regente me dijo que la idea le parecía excelente, ya que no solo beneficiaría a Alemania sino que reforzaría su propia posición. Unas cuantas visitas de estado servirían para que todo el mundo lo aceptase como cabeza de Alemania. Pero también me dijo que al hacer esa proposición por su cuenta Von Papen se estaba haciendo un flaco favor ante sus colegas. Como Von Lettow era más sensato que el ministro solicitó reunirse con el gabinete en pleno para consultarles si convenía o no efectuar esos viajes.

—¿Te has fijado en la cara que pusieron Speer y Von Manstein? Seguro que Von Papen no les había dicho nada. Bueno, no importa porque ya tenemos vía libre. Habrá que preparar el viaje a Roma.

Yo asentí, pensando que Schellenberg tan solo había dejado traslucir una sonrisa irónica.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Vie Nov 17, 2017 1:27 am

Que fuese Italia la primera salida al extranjero era una tradición iniciada por Hitler y seguida por Goering. El gabinete no la había continuado debido a la crisis causada por la muerte de Mussolini, pero ahora Von Lettow se aprestaba a consolidarla. No iba a poder ser una visita oficial todavía, pero en Roma se tenían noticias del vuelco institucional que iba a sufrir Alemania, y el rey Víctor Manuel estaba deseoso de conocer a su futuro colega. Así demostraba más sensatez que otras testas coronadas europeas, que pretendieron desplantar al regente con el pretexto de que no pertenecía a una casa real. No consideraron que bastaba con que Von Lettow chasquease sus dedos para que sus reales traseros saltasen de los tronos. Así que bastó una insinuación de Von Mackensen, nuestro embajador en Roma, para que llegase a Berlín una carta personal del monarca italiano en la que se expresaba su deseo de mostrar la Ciudad Eterna al «héroe de Tanganika».

Cuando el avión se posó en Ciampino —era uno de los Fw 200 habilitados como transporte de personalidades—, el rey Víctor Manuel tuvo la deferencia de acercarse a la escalerilla y saludar efusivamente al regente. En esa especie de minué que era el protocolo cortesano, que un monarca se acercase a recibir al que solo era un «privatus» resultaba inaudito. Von Lettow montó en el vehículo del rey y yo en uno del séquito, y luego viajamos al palacio del Quirinal, donde las dos personalidades tuvieron una corta charla. Según me dijo luego el regente había sido de lo más intrascendente pues el monarca italiano era culto pero estaba absolutamente desinteresado por la política.

Tuvo más calado la entrevista con el primer ministro Ciano. Había llegado al poder cuando el rey se vio obligado a destituir a Badoglio, pero no gozaba de las prerrogativas de su antecesor, el desaparecido Mussolini, otro elemento agraciado por la nitroglicerina de Jerusalén con un simpático viaje por los dominios de Belcebú. Ciano, que dependía del favor real, tenía más motivos que el Duce para buscar nuestro apoyo. Además, al ver como las relaciones entre Francia y Alemania se estrechaban, al menos a la vista de la participación de la flota francesa en las operaciones en el Mar Rojo, estaba todavía más interesado si cabe en atraerse al regente. Ciano prometió continuar con la colaboración italiana en las operaciones del Atlántico. También nos dijo que había ordenado reforzar el Cuerpo Aéreo Italiano desplegado en Bélgica. No es que importase demasiado, porque la obsolescencia de sus aviones lo limitaba a efectuar operaciones secundarias y su papel era casi más moral que material, aunque era signo de la voluntad italiana de colaboración. Además el conde Ciano —tras el viraje monárquico todavía hacía más gala si cabe de su título— nos prometió sustituir los viejos aviones BR.20 por los Z.1007 y SM.84, un paso adelante. Lo importante era ver como Italia se esforzaba en agradarnos. Siempre es bueno sentirse como una novia agasajada por su galán.

Parecía que la visita guiada a la ciudad iba a quedar en nada cuando a la agenda se añadió otra que gracia no nos hacía —pues tanto el regente como yo éramos luteranos— pero que resultaba imprescindible: su santidad el papa Pío XII. La conversación que mantuvieron, por lo que Von Lettow me comentó, se había parecido a un diálogo de besugos, con el pontífice sugiriéndole las ventajas de la conversión al catolicismo, y el regente intentando decirle que no era el momento más oportuno. Suponiendo que planease hacerlo, que no era el caso, aunque supongo que calló ese nimio detalle.

Al final tuvimos algún tiempo para ver los monumentos de Roma. Impresionantes, pero solo los relacionados con la religión. Los de la época romana daban pena: montones de piedras y columnas caídas, llenas de basura y con miríadas de gatos rondando, señal de la abundancia de ratas pululando por esos despojos de un pasado glorioso. Los italianos estaban orgullosos de otros monumentos más modernos, en especial del Altar de la Patria que, voy a ser sincero, me pareció de dudoso gusto. Iglesias había muchas a cual más ostentosa, mostrando que los católicos preferían gastar el dinero en imaginería y no en ciencia. Así les va.

No he dicho el motivo por el que tuvimos tiempo. Dado que teníamos una cita de gran importancia en París, Von Papen había pensado que podríamos aprovechar el viaje de vuelta para acercarnos a Madrid y saludar al Invicto. Pero el del carisma estaba muy crecido tras la victoria de Portugal, como si la hubiese logrado él solo, y además estaba un tanto resentido tras las palabras que Von Manstein había tenido con Moscardó. Aprovechó para hacernos un desplante, contestando que las necesidades de la guerra no le permitían recibir a generales alemanes salvo en misiones oficiales. Algo que traducido al alemán significaba que el carismático consideraba que Von Lettow era un general con muchos menos galones que el salvador de la Cristiandad. Además, el embajador Lequerica dijo —de palabra, no quedó reflejado en ningún documento salvo en estas notas— que a Franco no le agradaba el cambio monárquico, no fuese a pasársenos por la cabeza reponer a algún hijo de Alfonso XIII. Solo recibiría a Von Lettow-Vorbeck solo cuando fuese proclamado; hacerlo ahora cuando solo era un general sería rebajarse. El regente tomó nota y, mostrando mejor instinto político que el caudillísimo, generalazo o lo que fuese, se reservó la respuesta para mejor ocasión. Franquito debió quedarse tan contento tras el desplante sin recordar que Von Lettow podía dar lecciones de memoria a los elefantes de Tanganika.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Sab Nov 18, 2017 4:24 pm

El viaje a Roma había sido protocolario, la visita de cortesía debida al tradicional aliado. Tradicional mientras les interesase porque en 1915 poco les había importado cambiar de bando, pues todos sabíamos que Italia tiene muchas cualidades pero la constancia no es una de ellas. En cualquier caso, la visita crucial fue la siguiente. Porque apenas dos días tras volver de Roma —el tiempo corría— volvimos a tomar el avión con destino a París.

Era un viaje comprometido. Francia había sido enemiga de Alemania en más guerras de las que pudiera recordar, y parecía que cada generación de franceses y alemanes tenía la obligación de masacrarse. Además Francia hacía gala de su pasado republicano mientras que el regente personificaba la restauración del orden monárquico en Alemania. Ello hacía que fuese muy delicada la reunión que íbamos a mantener con Romier, sucesor de Pétain y personificación del republicanismo. Pero contábamos con dos armas poderosas. Una, la simpatía natural de Von Lettow; como ya he dicho, su hierática fachada se rompía cuando al regente le interesaba y la personalidad que asomaba resultaba muy atractiva. Además Von Lettow sabía bastante francés, aunque prefirió emplear los servicios de un traductor.

No sabíamos que empuñábamos otra arma hasta que Romier nos lo dijo. El regente llevaba algún tiempo departiendo con el presidente francés pero al ver como se fatigaba —era un hombre enfermo al que apenas quedaba un año de vida— sugirió dar por terminada la reunión. Hice ademán de levantarme y entonces Romier reparó en mi persona.

—Excusez-moi, mais je pense que vous étiez ce matin à Verdun quand ce salaud a tué le maréchal Pétain. Ce n'est pas comme ça? —dijo dirigiéndose a mi humilde persona.

—Tiene razón, excelencia. Estaba presente aquella desgraciada mañana en la que Francia perdió a su heroico líder —yo también había estudiado francés en la escuela.

—Sí, ahora estoy seguro. Usted desfiló en su cortejo fúnebre. Le recuerdo por su cojera.

—Excelencia —dijo Von Lettow-Vorbeck—, el mayor Von Hoesslin perdió el pie luchando contra los ingleses en Egipto.

—Ya me extrañaba ver a un oficial con tan buena planta sirviendo en la retaguardia.

El que aquel día hubiese estado en Verdún rompió cualquier hielo que nos pudiese separar. Estuvimos hablando con Romier de la figura del mariscal Pétain, y de ahí la conversación saltó a la Gran Guerra. Von Lettow reconoció que al haber servido en África poco sabía de las trincheras, pero dijo que sus colegas se asombraban de que las grandes ofensivas de 1918 acababan atascándose ante los mismos poilus que se habían amotinado pocos meses antes. Lo único que había cambiado era que Pétain estaba al mando. Por su parte, Romier dijo que los combates en Francia se habían enconado porque grandes contingentes de tropas coloniales británicas habían tenido que quedarse en África, persiguiendo al león de Tanganika. Quedó claro que más había sido un intercambio floral que una conversación seria, pero estableció un ambiente de cordialidad que en lo sucesivo reinaría en las relaciones entre el regente y los dirigentes franceses.

Igualmente satisfactoria fue la reunión con el primer ministro Bichelonne. Era un hombre muy parecido a Speer, no físicamente pero sí en su manera de ser. Dinámico, resolutivo, y también tan patriota que hasta podría resultar incómodo. Eso no disgustó al regente, que prefería mil veces hombres entregados a su deber que los peleles tan del gusto de Hitler o Goering. Von Lettow me estuvo contando por qué le gustaban esas personas.

—Roland, eres militar como yo lo fui ¿A quién respetas más? ¿Al cobarde que se rinde en cuanto ve una bayoneta enemiga, o al que lucha como un valiente? No hace falta que me respondas, prefieres a los valerosos, aunque estén en las filas contrarias. Pues me pasa exactamente lo mismo con Bichelonne. Por lo que tengo entendido su antecesor Laval era un rastrero que lamía el suelo que pisábamos. Apoyar a esas babosas solo es bueno a corto plazo, porque desviviéndose por agradarnos acaban despertando tal odio en sus pueblos que acaban convirtiéndolos en enemigos irreconciliables. Además esas ratas siempre son las primeras en abandonar el barco ante el primer contratiempo. Prefiero mil veces a un dirigente incómodo pero honesto. Resultará más difícil de manejar pero su palabra será oro puro.

Yo asentí, pensando en lo complicadas que habían sido las conversaciones de Metz y París, en las que habíamos tenido que ceder mucho más de lo que Hitler o Goering hubiesen soñado.

La última visita fue también la más agradable, pues tuvimos el placer de conocer al nuevo embajador en París. Konrad Adenauer era otro de esos hombres honestos que agradaban al regente, y hablando con él comprendimos que había decidido dedicarse en cuerpo y alma a la construcción de la amistad entre Francia y Alemania. Iba a ser una tarea difícil pero de gratificantes frutos.

Re: Crisis. El Visitante, parte III

Dom Nov 19, 2017 1:05 am

Una preguntita tras reflexionar un rato ¿le preparas al Invicto un billetito de ida con sus compañeros? Porque a tenor del tono de von Hoesslin ganas no faltan... :roll:
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