Seguro que alguno de vosotros la habéis visto. Película del año 1964, dirigida por John Frankenheimer, tiene como principales actores a Burt Lancaster (Paul Labiche), Jeanne Moreau (Christine) y Paul Scofield (coronel Von Waldheim).
El argumento es poco habitual en una película de género bélico: Un oficial alemán organiza el transporte por ferrocarril de un nutrido grupo de obras de arte (pinturas, fundamentalmente) expoliado de los museos franceses (el que vence, roba) y parece que, inevitablemente, se saldrá con la suya.
Sin embargo, el maquinista, encantador personaje, típico "cheminot", Papa Boule, interpretado por Michel Simon, informado en la cantina de la estación de donde parte el convoy de que "los alemanes se llevan la gloria de Francia", decide sabotear el transporte, atascando los conductos de engrase de la locomotora con cuatro monedas de un franco.
Paul Labiche (Burt Lancaster) es el jefe de tráfico de la zona por donde tiene que circular el tren, el cual, a resultas de la intervención del maquinista tiene que ser reparado, mandando la locomotora al taller.
El jefe de taller, un oficial alemán, sospecha lo que ha ocurrido y le pide al maquinista que vacíe sus bolsillos, encontrando las monedas manchadas de grasa, hecho que, inmediatamente, condena a muerte al viejo Papa Boule. El oficial, que, en el fondo siente lástima por él le dice: "Viejo loco, ¿por qué no tiró las monedas?". "Cuatro francos son cuatro francos", le responde el maquinista (no están los tiempos para tirar nada, ¿verdad?).
A partir de la muerte de Papa Boule, el personaje interpretado por Burt Lancaster hará suyo el empeño del viejo maquinista, tratando de impedir por todos los medios que el tren salga de Francia. Tiene lugar, entonces, un duelo permanente entre el oficial alemán y el ferroviario, cada uno con su objetivo. Dicho sea de paso, Burt Lancaster lleva a cabo todos los oficios ferroviarios: Inspector de movimiento, jefe de estación, oficial de taller, maquinista, fogonero y, finalmente, obrero de Vía y Obras, desmontando los tirafondos de las traviesas, para que el tren descarrile, al paso por ellas.
El contrapunto femenino lo aporta Jeanne Moreau (tan solvente como siempre) en su personaje de Christine, dueña del hotel donde se refugia Labiche en una de sus huidas de los alemanes. Al principio no quiere verse involucrada en la batalla personal del empecinado ferroviario con el no menos terco oficial alemán, pero, finalmente, defiende al protagonista de sus perseguidores.
Me ha llamado la atención el tratamiento de los personajes y, sobre todo, el del oficial alemán, que no aparece como el típico villano de novela barata.
Si os gusta el cine bélico (lo cual doy por supuesto) y los trenes (muchas veces, los auténticos protagonistas de esta película) disfrutaréis de lo lindo viéndola, ya que, ahora, la han lanzado en versión DVD.
Saludos.