RMM escribió:El final de los acorazados empezo desde que los portaaviones salieron a la luz, pero, tambien los acorazados se siguieron utilizando en ataques combinados hasta que se dieron cuenta de que era un desperdicio construir acorazados para que fueran mandados a convertirse en basura marina por unos muchachos americanos.
La cuestión del declive de los acorazados es mucho más compleja que eso.
A pesar del “saber popular” muy pocos acorazados fueron hundidos en combate en alta mar y por ataques aéreos: el Repulse, el Prince of Wales, el Roma, el Mushashi y el Yamato. Además, el Hiei fue “rematado” cuando estaba inmovilizado a poca distancia de Guadalcanal tras un combate con buques de superficie. Hubo, eso sí, bastantes acorazados hundidos en puerto por ataques aéreos, y también algunos barcos antiguos (acorazados pero en funciones secundarias como guardacostas o barco nodriza) que acabaron así.
El motivo es que un acorazado resulta muy difícil de hundir. Es muy resistente a las bombas aéreas, al menos a las que podían llevar los aviones de la época: sólo el Roma se fue a pique por eso (y era una bomba pesada). Por lo general las bombas aéreas sólo hundían a los acorazados, incluso en puerto, cuando eran pesadas: casos del Arizona (bomba de 800 Kg), Marat (1000 Kg), Tirpitz y Scheer (Tallboys de 5 toneladas), Haruna (1000 Kg). Esas bombas difícilmente las podía llevar un avión naval (salvo los Helldiver del final de la guerra).
También resiste muy bien a los torpedos, y con excepciones (por explosiones de pañoles, como el Kongo o el Royal Oak), solían necesitar tres o más para irse a pique. Además son barcos pensados para evadir torpedos: un acorazado suele tener un radio de giro menor que un crucero.
Disponen, además, de una batería antiaérea muy potente, y al ser una plataforma muy estable, resultan letales salvo que la artillería antiaérea esté mal diseñada (caso del Bismarck o los Yamato). Hubo acorazados que derribaron veinte aviones en una batalla. Al principio de la guerra no era así (cuando la amenaza aérea era pequeña) pero al ser cascos muy grandes pudieron embarcar muchísimo armamento: compárese (por ejemplo) el Nelson en 1939 y en 1945.
El problema era otro: eran barcos carísimos. Tan caros, que se podían construir en pequeña cantidad (los tratados de limitaciones navales tuvieron mucho que ver). Y al ser pocos, eran tan valiosos que no se podían arriesgar alegremente. Y al hablar de carísimos no sólo es en términos monetarios. Requerían dotaciones enormes, sobre todo tras el aumento del armamento antiaéreo (lo que en tiempos de paz es prohibitivo). Y necesitaban periodos de tiempo muy largos para su construcción, por la necesidad de materiales especiales (corazas endurecidas, cañones pesados).
Por eso su papel fue cubierto por los cruceros. No eran ideales (eran muy vulnerables), pero había muchos, se construían a ritmo elevado, y su pérdida no era tan grave. Y si en la posguerra se construyeron pocos fue porque había tantos supervivientes, que no era necesario. Cuando los veteranos de la guerra ya peinaban canas, un cambio tecnológico (los misiles antibuque) los relegó al olvido.
Japón dejó de construir acorazados en 1942, pero no porque no se necesitasen, sino por carecer de medios: se precisaban urgentemente los astilleros para portaaviones (aunque sólo se finalizarían cuatro buques nuevos), para conversiones, para unidades ligeras, y sobre todo para reponer las pérdidas cada vez mayores de la marina.
Pero el resto de las potencias siguió adelante. Inglaterra acabó el Vanguard, Francia el Jean Bart. Estados Unidos, con muchos barcos modernos, pudo permitirse desguazar el Wisconsin y el Hawaii. Hasta la URSS inició la construcción de acorazados, hasta que un cambio político (el ascenso de Krushchev, que despreciaba a la marina) acabó con ellos. Aun así se construirían los “cruceros de batalla” clase Kirov en los ochenta.
Es decir: el avión acabó con el acorazado. Pero no porque los hundiese, sino porque hacía lo mismo a menos precio y en menos tiempo.
Saludos