Objetivos
El mismo día
El ambiente de la sala era mucho más relajado a medida que los presentes comprendían las ventajas del Plan Manstein. Pero hasta ahora sólo habían considerado cuestiones previas, como la fecha del ataque o las fuerzas necesarias. Ahora se iban a discutir las operaciones militares. Von Manstein se ayudaba de un mapa de grandes dimensiones colocado en un atril.
—… La parte europea de la URSS no presenta dificultades importantes orográficas. En la parte occidental los pantanos del río Pripet, situado entre Kiev y Minsk y que se extienden hasta el río Dnieper, dividen el teatro de operaciones en dos mitades más o menos iguales. Varios ríos caudalosos como el Dvina, el Dnieper o el Dniester se interponen en nuestro avance, pero son ríos tan largos que resulta difícil defender toda su extensión. Sin embargo la aparente ausencia de barreras geográficas no debe ocultarnos que Rusia Europea es una trampa para cualquier invasor.
Tras unos segundos el mariscal siguió—: El principal problema es que Rusia tiene forma aproximadamente triangular. Un ejército atacante verá como sus columnas van divergiendo como las varillas de un abanico. Cada vez precisará más fuerzas para conservar sus conquistas, y cada vez habrá huecos mayores entre los diferentes ejes del avance, permitiendo al defensor destruir al detalle a los ejércitos atacantes.
— Para el atacante a la URSS —siguió Von Manstein— se ofrecen objetivos muy atractivos: los países bálticos, la costa Norte, Leningrado, Moscú, los recursos naturales ucranianos… pero hará bien en ignorarlos, o caerá en la trampa antedicha. Para evitar esa situación yo recomiendo que nuestra ofensiva tenga un único y principal objetivo: Moscú.
El mariscal vio la extrañeza en alguno de los rostros, por lo que siguió—. Sí, Moscú. La ciudad no solo tiene gran importancia industrial y alberga una considerable población, sino que es el centro de la red de transportes soviéticas. Su posesión deja casi aisladas las diferentes regiones rusas. Eso por sí solo ya bastaría para convertirla en un objetivo. Pero la principal causa por la que recomiendo atacarla es porque la ciudad es el centro del poder soviético. Su pérdida significaría un golpe demoledor al prestigio de Stalin, especialmente si cae pronto. Además la ciudad es el centro de la administración y de la policía política. Si Stalin pierde Moscú le resultará difícil controlar el resto de sus posesiones. Entonces la URSS se descompondrá, y habremos vencido.
El mariscal Von Beck objetó —Napoleón tomó Moscú y fue su ruina.
Repuso Von Manstein— Usted tiene razón, pero han cambiado los tiempos. Si se pierde la capital de un país resulta casi imposible controlarlo. En todo caso, considero crítico llegar a Moscú lo más rápidamente que lo permita la seguridad de la operación.
—¿Y cómo protegerá sus flancos? —objetó Halder.
—Ese será otro aspecto crítico. Aunque nuestro objetivo sea Moscú, no podemos lanzarnos sin más a por él. El Ejército Rojo es enorme y podría lanzar un contraataque en cualquier otro punto. Por ejemplo, podría atacar en Rumania y conquistar la capital y los pozos petrolíferos, o podría invadir Prusia Oriental —Goering puso cara de preocupación: había sido Gauleiter de esa provincia—. Por eso lo que planteo es un ataque general a lo largo de toda la frontera por parte de cuatro masas: desde Finlandia, desde Prusia Oriental hacia la costa báltica, desde Polonia hacia Moscú, y desde Polonia y Rumania hacia Ucrania. La masa central dispondrá de casi todas las fuerzas móviles y tendrá tanta potencia como las otras tres juntas, porque será la que tendrá el objetivo principal. La misión de las otras será destruir a las unidades soviéticas a las que se enfrente y avanzar en territorio ruso, pero sin olvidar que su función principal será de distracción. Por eso las fuerzas de las que dispondrán serán limitadas, y tenemos que resistirnos a la tentación de aprovechar victorias locales: imaginemos que se hunde el frente soviético en Ucrania. Estaría muy bien avanzar hasta el Don, pero no si eso resta fuerzas a nuestro empuje contra Moscú.
—Eso quiere decir que llegará un momento en el que el avance hacia Moscú se adelantará ¿No correrá peligro de cerco? —preguntó esta vez Goering.
—Solo lo correrá sobre el papel, pero no si seguimos unas cuantas precauciones básicas. En primer lugar, es muy importante que intentemos no detenernos: mientras nuestros tanques se muevan no sólo tendremos la iniciativa, sino que los rusos no tendrán tiempo para concentrarse y atacarnos. De ahí la importancia de disponer de medios para garantizar el aporte continuo de suministros. En segundo lugar es necesario motorizar al menos a parte de la infantería, de tal forma que pueda acompañar a los ejércitos Panzer y cubrir los flancos de nuestro avance. En tercer lugar, nunca debemos ponernos a la defensiva: si una unidad lo hace los enemigos podrán caer sobre ella. Tanto las masas que participarán en las ofensivas secundarias como las fuerzas que cubran los flancos deben seguir atacando, expandiendo el territorio ocupado e impidiendo la concentración enemiga. Sé que eso significará sufrir bajas, pero a la postre será ventajoso: no tiene sentido ahorrar sangre si luego nuestra ofensiva fracasa. No pido que nuestros generales sean unos carniceros, sino que no cedan la iniciativa al enemigo.
—Será peligroso —dijo Beck.
—Más peligroso será detenerse. Como mínimo permitirá que los rusos se fortifiquen y que rehúyan nuestros cercos. Ya sabe que eso fue lo que ocurrió en Dunkerque: la detención de nuestros tanques permitió a los ingleses retirarse, formar un perímetro defensivo y a la postre, escapar —Halder afirmó con la cabeza—. En Mayo de 1940 tuvimos la ocasión de acabar la guerra destruyendo al ejército británico, pero la dejamos escapar. No debe volver a ocurrir.
Goering preguntó— Mariscal, usted recomienda un ataque directo contra Moscú. Supongo que la Unión Soviética no podrá resistir una ofensiva así y su capital caerá en pocos días.
—En pocas semanas, Excelencia —se permitió interrumpir Von Manstein.
—Como diga, pocas semanas después de la ofensiva estaremos en Moscú. También Napoleón consiguió tomar Moscú, y a pesar de ello fue derrotado ¿Qué pasará si los rusos no se rinden?
—Statthalter, no espero que los rusos se rindan, sino que su estado se descomponga. Pero tenemos que contar con la posibilidad que usted indica, es decir, que la resistencia soviética prosiga aunque nosotros conquistemos su capital…
—Entonces habremos formado una bolsa enorme con un flanco de mil kilómetros. Los rusos nos atacarán por los flancos y nos encontraremos en graves problemas —dijo Beck, que seguía sin aceptar el plan.
Von Manstein pensó que Beck seguía anclado en la Primera Guerra Mundial, y que prefería un avance lento y pesado en un frente de cientos de kilómetros ¿No se daba cuenta que eso acabaría con la derrota de Alemania? Pero no quería enfrentarse aun con el jefe del ejército, sino que prefería ganarse su apoyo.
—Mariscal, eso solo ocurrirá si nos detenemos. Pero es justamente lo que no debemos hacer. Mientras avanzamos hacia Moscú las otras masas atacantes presionarán al enemigo. Una vez que lleguemos a la capital, si no se hunden los rusos, será a la inversa: será el grupo central, el más potente, el que apoyará a las otras masas…
—¿Recomienda reforzar entonces a los otros grupos? Costará demasiado desplazar las tropas —replicó Beck.
—No, Mariscal. Cuando estemos en Moscú tendremos una inmejorable situación estratégica. Poseeremos en centro del sistema ferroviario ruso, por lo que en la práctica habremos dividido el frente en dos. Entonces podremos destruirlo por partes. Desde Moscú podremos atacar hacia Leningrado, siguiendo las colinas Valdai, cercando al ala norte rusa. Sin embargo, yo creo que será mejor destruir el ala sur, ya que en Ucrania el tiempo es más benigno y dispondremos de más tiempo para culminar las operaciones antes de la llegada del mal tiempo. Un ataque desde Moscú hacia Járkov y el Donets, y siguiendo el curso del río Don, simultáneamente a una ofensiva desde Kiev a lo largo del Dnieper, nos permitirá embolsar a todas las fuerzas rusas en Ucrania. Tras destruirlas el Ejército Rojo habrá quedado reducido a apenas una tercera parte. Si entonces la URSS no se deshace como un azucarillo, podremos dirigirnos contra los objetivos que queramos: hacia los Urales, hacia el Cáucaso, hacia donde queramos.