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Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Mar Sep 23, 2014 5:11 pm

La mejor defensa

El mismo día

—Un último detalle, mariscal. Usted recomienda que hasta el último momento las tropas destinadas a Rotbart permanezcan a la defensiva ¿No se trata de una precaución excesiva? ¿Usted cree que Stalin atacará al Reich?

—Statthalter, he estado consultando con el general Schellenberg y me ha indicado que no hay ningún indicio que apunte hacia un ataque soviético, salvo el enorme tamaño del Ejército Rojo. Ya le he señalado a su Excelencia que la Unión Soviética posee un ejército enorme, que es mayor que todos los demás ejércitos del mundo juntos. Nuestras estimaciones hablan de cinco o seis millones de soldados, diez mil tanques y cinco mil aviones de combate. Por otra parte la política soviética en lo que llevamos de guerra está siendo muy agresiva: no solo ocupó parte de Polonia, sino que ha atacado Finlandia y ha ocupado los Países Bálticos y la Besarabia rumana. Ahora mismo el embajador soviético está planteando a los fineses nuevas exigencias. Con nosotros Stalin está actuando como un aliado desleal, y nos cortó el flujo de petróleo justo cuando lo necesitábamos para atacar a los ingleses en Suez. Por suerte nuestras reservas bastaron para culminar la ofensiva y ahora Stalin está enviando de nuevo petróleo y materias primas…

—Que está cobrando religiosamente —dijo Goering.

—Desde luego, Statthalter. Pero lo que quiero decir es que los bolcheviques han mostrado su voluntad de usar tanto sus recursos naturales como el Ejército Rojo para conseguir sus objetivos. No sé si entra en sus planes atacarlos, pero considero posible que decidan anexionarse Rumania e incluso el resto de los Balcanes, que siempre han sido objetivo de los zares, sean blancos o rojos.

—Ploiesti es vital, por lo menos hasta que empecemos a recibir petróleo de Mosul y de Libia —dijo Seyss-Inquart.

—Tiene razón, ministro —dijo Goering—. General Schellenberg ¿Están haciendo preparativos contra nosotros los bolcheviques?

Schellenberg se adelantó para responder—. No lo sabemos, Statthalter. Siento no poder ser más explícito, pero las fuentes de inteligencia que tenemos en Rusia son muy limitadas y se encuentran con tremendas dificultades para operar. El estado ruso es inimaginablemente opresivo. Nuestros diplomáticos en Moscú son seguidos desde que salen de sus residencias hasta que vuelven, y por lo que sabemos cualquier persona es detenida e interrogada. Aunque he conseguido infiltrar algunos agentes, temo que sean identificados si tratan de enviarnos mensajes —todo el mundo entendió cuál sería el sino de esos infortunados—. Por ello tienen orden de permanecer en silencio, y solo deben ponerse en contacto con nosotros cuando descubran algo suficientemente importante.

—O sea que no sabemos nada de Rusia —dijo Goering con disgusto.

—No es así, Statthalter, porque los agentes sobre el terreno no son la única fuente de la que disponemos. Nuestros diplomáticos y comerciantes tienen los ojos bien abiertos, y han sido equipados con microcámaras fotográficas con las que captan todo lo que les llama la atención. La Luftwaffe está enviando aviones de reconocimiento de muy alta cota…

—Los Ju 86P, supongo —dijo Goering.

—Sí, excelencia, los Ju 86P que en tan buen momento usted mandó desarrollar. Vuelan tan alto que no solo no pueden ser interceptados, sino que ni siquiera son vistos desde tierra. Nos han proporcionado imágenes muy valiosas que no muestran movimientos de tropas.

—Menos mal —repuso Goering—. Eso quiere decir que no hay riesgo de que seamos atacados.

—Me temo que no es así, Statthalter —repuso Schellenberg—. Aunque no hayamos detectados movimientos, el Ejército Rojo está desplegado en la misma frontera, en posiciones perfectas para pasar al ataque tras solo unos días de preparativos. Además hay otro signo muy inquietante.

—Siga, general —dijo Goering con preocupación.

—Statthalter, temo revelar aspectos que…

Goering autorizó a seguir a Schellenberg con un gesto.
Última edición por Domper el Dom Sep 28, 2014 3:11 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Mar Sep 23, 2014 9:53 pm

Domper escribió:
Experimento


Nota: no recomiendo a nadie que prepare Nitroglicerina casera. No solo es un delito grave, sino que es enormemente peligroso incluso para químicos experimentados. Tampoco conviene utilizar la receta que pongo en estas páginas: contiene varios errores de bulto que, en principio, harán que la reacción no se produzca y no obtengamos Nitroglicerina. Pero ni lo he comprobado, ni animo a nadie a que lo intente: es posible que esos errores en lugar de dejarnos sin reacción química lo que nos dejen es sin manos y sin cara.


Doy fe de lo expuesto por Domper a la hora de fabricar nitroglicerina casera. No es ninguna broma, ni se está exagerando en absoluto. Mucho ojo con esto, que es serio. Fabricar explosivos en casa, nunca es una buena idea.

Volviendo a la HA, me parece una jugada maestra la de deslocalizar la producción bélica de los aliados del Reich, y que la industria alemana coordine la producción y distribución de tanques, vehículos y demás armamento. Y qué decir sobre la subordinación de los ejércitos aliados involucrados a la estructura de mando alemana, según el Pacto de Aquisgrán... otra jugada digna de Maquiavelo.

Saludos

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Mar Sep 23, 2014 11:04 pm

Ante todo, gracias a Ramcke por la ayuda.

Todo lo que pase de fabricar pólvora, malo, y yo no jugaría con ácidos concentrados. Por ejemplo, son tan higroscópicos tienen la deliciosa costumbre de "saltar" ascendiendo por el chorro de agua cuando se les echa (por eso hay que echar ácido al agua y no al revés) con interesantes resultados para la cara y las manos del aspirante a químico.

De todas formas yo creo que la receta de Nitroglicerina que he dado no funciona. En la red pueden encontrarse recetas, pero con discrepancias importantes: señal que todo el mundo ha colado algún "gazapo" para desanimar a los aspirantes a bomberos. Pero si las instalaciones de los fabricantes de nitroglicerina, con todos los sistemas de seguridad del mundo, vuelan por los aires periódicamente, yo no apostaría mucho por lo que pueda hacerse en el barreño de casa.

Del programa multinacional, el otro día colgué mi propuesta, el tanque Jaguar. Yo creo que salió majete. Lo de la subordinación... no es nada nuevo, lo hizo el Pacto de Varsovia.

Saludos

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:24 pm

Capítulo 34. Puesta en escena

De madrugada


22 de Julio de 1941

La negrura cayó sobre la ciudad cuando las nubes ocultaron la luna. El oscurecimiento hacía que la animación de la antaño famosa noche berlinesa no fuese sino un recuerdo. Pero aun había noctámbulos que en su búsqueda de locales que siguiesen abiertos vieron las rendijas de luz que salían de los faros de los automóviles. En Berlín todos sabían lo que significaban los coches negros, y los trasnochadores se apresuraron a refugiarse en los portales.

Un coche se detuvo en una calle de un barrio popular. El conductor siguió al volante, mientras otros dos hombres vestidos con gabardinas largas, a pesar de lo caluroso de la noche, descendieron del automóvil. Alumbraron con una linterna la placa de la puerta y empezaron a llamar. Un vecino bajó a abrir y se apresuró a franquearles el paso. Porque era mejor ser servicial con los que en Alemania llamaban a las puertas a las tres de la mañana.

—Perdone, ciudadano ¿Es el 16 de la Eduardstrasse? La placa está dañada y no se lee bien.

El pobre hombre intentaba dominar su miedo y respondió con voz entrecortada.

—Sí, agentes, es el 16. La semana pasada una bomba inglesa cayó cerca y la placa se cayó, y en estos días no se encuentran repuestos.

—Gracias, ciudadano —la amabilidad de los policías sorprendió al portero.

Los dos policías subieron hasta el segundo piso y llamaron a la puerta. Oyeron pasos apresurados y la puerta se entreabrió lo que permitía la cadena de seguridad. Una mujer les miró con ojos asustados.

—¿Señora, vive aquí Elmer Maurer? —la mujer asintió débilmente— Le ruego que nos abra o tendremos que romper el cerrojo.

—Un momento, por favor —la señora cerró la puerta, quitó la cadena de seguridad y abrió a los agentes, que vieron a una mujer de edad madura en camisón y a un cincuentón sobrado de kilos en pijama.

—¿Elmer Maurer? Debe acompañarnos. Tiene diez minutos para hacer la maleta. Ponga todo lo que necesite para quince días.

—¡Mi marido no ha hecho nada! —gritó la mujer.

—No grite, señora. No venimos a detener a su marido sino a acompañarle. Tiene que prestar un servicio al Reich.

Tras recoger a sus pasajeros los coches se dirigieron hacia el centro de Berlín. Cuando el vehículo que lo llevaba entró en la Prinzalbertstrasse Maurer empezó a protestar— ¡No he hecho nada! Soy un fiel servidor del Reich y pertenezco al Partido —dijo intentando sacar la cartera. Uno de los policías sonrió por lo absurdo de la situación.

—No tiene nada que temer, señor Maurer —justo entonces el coche se detuvo en el patio de la Geheime Staatspolizei, la temida Gestapo. El conductor bajó, cogió la pesada maleta y la dejó junto a otras maletas. Maurer se sorprendió: jamás había pensado ver a la Gestapo haciendo de maletero. Los otros policías hicieron descender a su pasajero y lo condujeron a una sala, donde muchos otros hombres esperaban. Maurer reconoció a muchos de ellos: como él, trabajaban en el servicio del lujoso hotel Excelsior.

Un hombre entró en la sala y se dirigió a los presentes—: Caballeros, siento haber tenido que sacarles de sus camas pero es necesario que ustedes presten un importante servicio al Reich. Los policías que han ido a buscarles les acompañarán al hotel, donde recogerán todo lo que necesiten para organizar un banquete.

Maurer se tranquilizó. Pensando que su carné del Partido le daba alguna garantía, se atrevió a preguntar— ¿Qué es lo que tenemos que llevar?

—¿Cuál es su trabajo?

—Soy el sumiller del hotel

—¿Sumiqué?

Maurer supuso que el hombre que les hablaba era un patán como tantos otros del Partido, pero le respondió con toda la humildad que pudo—: Señoría, el sumiller es el encargado de los vinos, el que los selecciona, vigila su almacenamiento en la bodega, y los presenta a los clientes.

—¿Usted es el de los vinos? Perfecto. Me ahorra el tiempo de buscarle. Vaya al su bodega y escoja doscientas de sus mejores botellas. Las llevaremos a Hegel para embarcarlas inmediatamente.

—¿Embarcarlas? —preguntó Maurer.

—Sí, en avión ¿Cómo si no van a llegar a Jerusalén a tiempo?

—Excelencia, mis vinos son muy delicados y en el viaje se estropearán. Las vibraciones del avión los echarán a perder.

—No me venga con historias y vaya a recoger sus vinos si sabe lo que le conviene.

Los coches volvieron rumbo a los mejores hoteles berlineses. Desde la ventana de su despacho Müller los veía pasar. El jefe de la Gestapo pensó en la sorpresa que se llevaría el Statthalter al encontrarse en Jerusalén al mejor servicio de Europa. Luego rió silenciosamente pensando en el susto que se habían llevado los camareros: aunque no era bueno para la imagen de la Gestapo gastar esas bromas, alguna vez había que divertirse.
Última edición por Domper el Sab Sep 27, 2014 9:25 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:24 pm

Llamadas

Primeras luces

Un asistente llamó al Primer Ministro. Por suerte aunque se había retirado a su habitación al acabar la alarma aérea, todavía no se había dormido.

—Pase, por favor.

Menzies entró en el dormitorio y se encontró a Churchill vestido con una especie de kimono y calzado con pantuflas— ¿Qué ocurre, Stewart? —preguntó.

Menzies esperó a que el asistente cerrase la puerta antes de responder —Sir Winston, Ultra ha interceptado un mensaje.

—¿Han vuelto a ver la luz los chicos de Bletchley Park? Mejor para ellos. Estaba pensando en disolver la unidad.

— Sir Winston, no lo haga, por favor. Aunque desde que los alemanes cambiaron sus métodos no estamos consiguiendo casi nada de ellos, aun podemos interceptar los mensajes de otras fuentes.

—Eso quiere decir que no es de Alemania lo que me trae.

—No, Premier. Es de los italianos —dijo Menzies—. Estos días estaban muy parlanchines y por fin Ultra ha conseguido descifrar sus códigos —si en Bletchley Park le hubiesen oído hablar de códigos se hubiesen horrorizado, porque en 1941 ya nadie usaba códigos sino sistemas de cifrado electromecánicos. Pero para Menzies el mundo de la criptografía era algo tan nebuloso como la metafísica.

—No me haga esperar. Será importante si viene a estas horas.

—Desde luego que lo es: Supermarina está enviando mensajes a sus barcos ordenándoles que sitúen por todo el Mediterráneo: tienen que estar preparados porque Mussolini va a despegar dentro de unas horas con destino a El Cairo. Anteayer llegó a Tarento, donde ha estado inspeccionando la flota. Hoy volará hasta Bengasi, donde hará escala, y mañana llegará a El Cairo.

—¿Podemos interceptarlo y acabar con él?

—El mensaje es muy explícito e informa del horario de vuelo, luego tenemos una oportunidad. No será fácil, pues van a evitar acercarse a Malta o a Creta, pero en a primera parte de su viaje podremos alcanzarlos si enviamos cazas Beaufighter desde Malta ¿Me da su autorización para hacerlo?

—Desde luego. Igual podemos cazar dos patos en lugar de uno ¿Cómo va lo de Palestina?

—Ayer recibimos un mensaje: el comando ha desembarcado sin incidentes. No sabemos nada más.

—Bien, bien. Esta va a ser nuestra ocasión. Será el momento de nuestro contraataque.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:25 pm

Motores

Amanecer

El estruendo de los motores despertó a los tarentinos. Un niño llamó a su padre y corrió a la terraza de su casa para ver pasar a los aviones

—Babbo, cuantos aviones.

Decenas de aeronaves sobrevolaban el puerto reuniéndose antes de dirigirse hacia el Sur. El padre dejó a su hijo unos viejos prismáticos para que los pudiese identificar.

—Gracias, babbo. Esos aviones ¡son los más modernos! Mire, padre, esos son cazas Macchi 200 ¡Son los mejores del mundo!

—Ya será menos, Delfio —respondió su padre.

—Que sí, babbo. En Malta no vuelan ya ni las gaviotas porque las cazan nuestros Macchi —el niño empezó a saltar con entusiasmo al ver unos grandes aviones— ¡Babbo, esos son Savoia 82 ¡Los aviones más grandes del mundo!

Padre e hijo vieron una formación de trimotores alrededor de los cuales se arremolinaron los cazas. Enseguida la masa de aviones partió hacia África.

Mucho más al Sur los malteses también se despertaron al oír motores y corrieron hacia los sótanos. En las últimas semanas los habitantes de la isla habían tenido que adoptar hábitos propios de trogloditas: aunque se habían producido pocos ataques masivos, los bombarderos italianos visitaban la isla casi todos los días, sin encontrar respuesta de la RAF o de la antiaérea, que guardaban sus escasas reservas de gasolina y munición. Los habitantes de la martirizada isla se refugiaban en los sótanos en cuanto oían aviones, sonasen las sirenas o no.

Pero esta mañana eran motores ingleses los que sonaban en el aeródromo de Hal Far. En la isla sólo quedaban dos cazas bimotores Beaufighter en condiciones de vuelo, pero los iban a pilotar Yaxley y Riley, los mejores pilotos de cazas pesados que quedaban en la isla. Entre los dos sumaban siete derribos, y esperaban sumar más en esa luminosa mañana.

Los pilotos no sabían cual era su objetivo, pero suponían que era importante: una perentoria llamada de Londres ordenó interceptar un trimotor que volaría sobre Cefalonia a las nueve de la mañana. Era demasiado lejos para los Hurricane, por lo que los Beaufighter tendrían que ir solos.

Los dos bimotores empezaron a carretear por el aeródromo, esquivando los cráteres de las bombas. Finalmente un soldado les dio paso libre agitando una bandera, y los dos aviones aceleraron y tras una larga carrera, despegaron y se dirigieron hacia el Este.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:26 pm

Espejo

Temprano

El Mar Mediterráneo volvía a mostrar sus caprichos. La brisa que había agitado las aguas la tarde anterior había cesado, y de nuevo el mar parecía un espejo.

El HMS Sturgeon disminuyó su marcha a la mínima velocidad que permitía mantener la estabilidad, y se elevó hasta cota periscópica.

—Periscopio arriba, con cuidado ¡Stop!

El periscopio apenas se elevaba medio metro sobre el agua, pero con esa mar tan llana si se alzaba más sería muy fácil distinguirlo. El teniente comandante St. Clair-Ford exploró primero el cielo, buscando aviones enemigos, y luego el horizonte. Al encontrarlos vacíos miró hacia el Norte: durante toda la noche al hidrofonista le había parecido escuchar algo en esa dirección. El capitán del submarino pensaba que eran los pesqueros árabes, pero el hidrofonista era un veterano e insistía que por ahí había algo, tal vez un barco. Pero el mar caliente, en contacto con el fresco aire de la mañana, formaba una pequeña capa de niebla que el ausente viento no removía y que impedía ver nada.

—Suba el periscopio otro metro —ordenó el capitán.

El horizonte se amplió cuando la lente asomó por encima de la capa de neblina que flotaba sobre la superficie del mar. Entonces el capitán vio un gran barco detenido, a apenas dos mil metros.

—Capitán, es un mercante. Está poniendo en marcha sus motores y recogiendo el ancla —informó el hidrofonista.

El capitán siguió mirando y dijo—: Unas ocho mil toneladas, dos islas. Es un petrolero —dijo a sus tripulantes. Todos se alegraron: los petroleros eran barcos muy valiosos, e Inteligencia había informado que los italianos estaban mandando los petroleros que les quedaban a Haifa para recoger petróleo de Mosul. Hasta ahora los submarinos de Malta no se habían podido acercar al puerto, pero esta vez al Sturgeon le sonreía la suerte.

—Vamos a atacarlo. Prepare un torpedo. Tiro de velocidad, doce grados de deflexión.

—Tubos de proa preparados.

—¡Fuego el uno!

Un torpedo salió y se dirigió hacia el petrolero a 45 nudos. Desde el Varlaam Avanesoven no lo vieron llegar: los vigías estaban distraídos viendo como el comando especial preparaba su equipaje. El capitán Baryshnikov estaba en el puente dirigiendo los preparativos para entrar en Haifa, cuando sintió un brutal golpe bajo sus pies y cayó al suelo. Intentó levantarse pero no pudo: el torpedo había estallado bajo la isla y la onda expansiva, transmitida por el acero, le había roto la espina dorsal.

Desde el Sturgeon vieron como los marinos corrían por la cubierta del barco. Sin embargo el petrolero no se había incendiado, y parecía flotar bien.

—Vamos a rematarlo. Tubos dos y tres, tiro de velocidad, deflexión 11º y 13º, fuego.

Otros dos torpedos salieron. Esta vez los vieron acercarse desde el petrolero soviético, e incluso uno de los comandos les disparó con un fusil ametrallador. Pero las balas eran frenadas por el agua y no llegaron hasta los mortales peces de acero, que segundos después estallaron a proa y popa, abriendo los tanques de combustible. El fuel de Bakú, con un importante componente de fracciones volátiles, se incendió. Veinte segundos después la proa del petrolero estallaba, seguido poco después por los tanques de popa. Desventrado, el petrolero se hundió en un mar de llamas mientras el hierro al rojo siseaba.

—Ha estallado y se hunde —dijo el capitán del submarino—. Abajo el periscopio. Bajamos a veinte metros. Avante a media.

Pero no solo desde el submarino se vio la explosión. La columna de humo alarmó a toda Haifa, y desde el puerto despegó un hidroavión para inspeccionar lo ocurrido. A dos millas al norte otros dos barcos también estaban detenidos: el viejo destructor Missori había sufrido una nueva avería y los maquinistas se afanaban para apañarla al menos lo suficiente como para no tener que sufrir la indignidad de entrar en puerto a remolque.

—Capitán, el petrolero que teníamos al Sur ha estallado y se hunde.

Tenía que ser el submarino del que habían avisado unos días antes. El capitán Cosenz llamó a la sala de máquinas por el tubo acústico.

—Máquinas, necesito potencia cuanto antes ¿Cuánto tardaréis?

—Por lo menos una hora.

—Imposible, tenemos que movernos ya.

—Cinco minutos, pero el eje podría sufrir daños.

—¡Peor para el eje! Tres minutos ¡Zafarrancho de combate!

Los marinos ocuparon sus puestos de combate y poco a poco el Missori empezó a dirigirse hacia el sur. En la toldilla se quitaba el seguro de las cargas de profundidad. El sonar empezó a explorar, aunque sabían que no sería fácil encontrar a culpable.

Sin embargo ni en el Sturgeon ni en el Missori contaban con una de las características del Mediterráneo oriental: la elevada temperatura y la escasez de nutrientes hacían que casi no hubiese vida microscópica, y sus aguas en lugar de tener la turbidez propia de los océanos eran tan transparentes como las de una piscina. Desde el Missori vieron como el hidroavión despegado desde Haifa empezaba a volar en círculos y lanzaba varias bombas.

—Timonel, rumbo a 200 grados. Vamos a ver que han visto allí. Máquinas, avante toda —ordenó Cosenz por el tubo acústico:

—Capitán, si doy más potencia el eje puede dañarse —respondió el jefe de máquinas.

—¡Avante toda y a la mierda con el eje! —replicó Cosenz. El destructor atravesó la mancha que había dejado el petrolero, abriéndose paso entre maderas quemadas. Un serviola vio algo negro que flotaba, y se horrorizó al reconocer que era un torso humano. Pero tenía algo más importante en que pensar. Volvió la vista al frente y le pareció ver algo en el agua. Tomó los prismáticos y gritó:

—Periscopio a diez grados a babor, distancia 1.200 metros.

—Timonel, diez grados a babor ¡Preparen las cargas!

Una de las bombas lanzadas por el hidro había caído cerca y uno de los tubos de proa del submarino se estaba inundando. El Sturgeon había sacado el periscopio para ver si podían emerger, cuando vieron al destructor acercarse como un tren expreso— ¡Inmersión de emergencia! —ordenó su capitán.

Era tarde. La proa del Missori aplastó la torre de mando y el Sturgeon se escoró violentamente mientras el agua lo invadía. Segundos después ocho cargas de profundidad estallaron partiendo su casco. La proa del submarino afloró de las aguas unos segundos antes de hundirse.

El Missori paró sus máquinas y vigiló la zona durante dos horas, pero no encontró supervivientes de ninguna de las dos embarcaciones. Pero no pudo volver a puerto por sus medios: la corta carrera había agarrotado los cojinetes y el eje de la hélice de babor se había desalineado. La turbina de estribor estaba deshecha. La proa estaba aplastada y el agua se filtraba por los mamparos, y una ondulación en la cubierta indicaba que la colisión había doblado la quilla del Missori. El capitán Cosenz se despidió mentalmente de su viejo barco, que seguramente ya no volvería al mar. Pero cuando el destructor entró en el puerto atoado por un remolcador, todos los barcos del puerto hicieron sonar sus sirenas: el último servicio del viejo destructor había sido glorioso.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:26 pm

Recuerdos

Media mañana

El Oberst Adolf Raegener había reunido a sus oficiales en el antiguo comedor de oficiales de los cuarteles Allenby, donde estaba alojado el regimiento. Los oficiales presentes formaban lo más granado de la aristocracia prusiana y de su tradición de servicio a la patria. Por ello al coronel le extrañaba que su regimiento, una unidad selecta, hubiese sido enviado a realizar tareas de ocupación. Raegener había oído que había sido el propio VonManstein el que había pedido que se enviase a la 23ª División a Jerusalén. Tal vez contase con ella para una futura ofensiva hacia la India. Al menos el regimiento iba a poder lucirse formando la guardia de honor del Statthalter. Pero el mensaje de la mañana había trastocado todos los planes.

—Caballeros, he recibido un aviso urgente del cuartel general. Nuestro calendario ha sido modificado. El Statthalter va a adelantar su visita y se espera que esta noche llegue a Jerusalén.

El mayor Von Boehmer dijo—. Coronel, esperábamos tener tres días para prepararnos.

—Sé que esto supone un gran trastorno, pero nuestro deber es estar preparado para todo. He recibido instrucciones desde la división. Algunas no les gustarán, pero órdenes son órdenes.

Los presentes prestaron atención al coronel mientras este seguía.

—En primer lugar, tenemos que hacer esta mañana las inspecciones que teníamos previsto hacer en dos días. No va a haber tiempo que perder, por eso cuando acaben la reunión el capitán von dem Bussche-Streithorst les entregará una lista con los objetivos que tienen que revisar esta mañana. Dividan sus tropas si es necesario, aunque sea por escuadras, pero a las 14:00 tienen que haberlo hecho. En segundo lugar, ustedes tendrán que revisar los sectores que ayer les asigné para la vigilancia. Vayan a mediodía. Luego pasarán revista a sus tropas. Tienen que aprovechar para quitar el cerrojo de las armas de la tropa que vaya a formar la guardia de honor. Los oficiales también tendremos que entregar el percutor de nuestras pistolas.

—¿Cómo? —dijo Von Boehmer—. Disculpe mi interrupción, coronel, pero esto es inusitado.

—Lo sé, Hasso, pero esa es la orden que he recibido. En Berlín recelan de nuestros hombres tanto o más que del enemigo, y no quieren que se repita lo de París. No quieren que a nadie se le ocurra alguna idea rara.

—Puedo responder por mis hombres —dijo Von Boehmer.

—No esperaba que dijese otra cosa pero ¿tanto los conoce?

—Pero si no están armados ¿De qué servirá su presencia?

—La gente no sabrá que sus armas están desmontadas. Además tampoco tendrán las municiones lejos. Cada compañía designará a un teniente que custodiará la munición y los percutores, para suministrarlos si hay problemas.

—Pero…

—Mayor, ya le dije que no le gustaría, pero es una orden ¿Alguna pregunta más? Caballeros, el teniente Von den Bussche les entregará sus objetivos.

Los oficiales fueron recibiendo una hoja. Cuando el teniente se encontró con el capitán Von del Schulenburg le sonrió y le dijo —Fritz, como te gusta tanto el saber te he reservado la inspección de la Universidad.

El capitán Fritz-Dietlof von der Schulenburg recibió la nota que le entregaba el teniente. Tenía que revisar el laboratorio de la Universidad Hebrea para confiscar todo lo que sirviese para fabricar explosivos. El capitán salía cuando Von den Bussche le dijo—: Fritz, sé que eres de letras, por eso te han asignado al subteniente Von Oppen. Es estudiante de química y sabrá diferenciar entre explosivos y gaseosa —y le guiñó el ojo.

El capitán asintió y se dirigió a su compañía, pensando en las extrañas vueltas que daba la vida. Tras los sucesos de París su regimiento había sido trasladado a Berlín, donde la vida transcurría plácidamente. La guerra apenas se notaba, y el ambiente era menos opresivo. Una tarde se encontró con su antiguo médico, un judío al que le habían obligado a abandonar la profesión, y le había dicho que había vuelto a abrir la consulta y que estaría encantado en tenerle como cliente.

Pero algo se había torcido en las últimas semanas. Un día acudió a la consulta y se la encontró cerrada. Los vecinos solo le dijeron que había venido una patrulla por la noche y se lo había llevado. El capitán intentó usar su carné del partido para conseguir liberar al médico, pero entonces recibió esa extraña visita.

No pudo identificar al desconocido que había llamado a su puerta esa tarde, pero sus ademanes le mostraron que era un hombre de mundo. Exigió que le dejase pasar mostrando una chapa de policía, y revisó el apartamento para comprobar que no hubiese nadie más. El desconocido se aposentó en un sillón, tomó un cigarrillo, y empezó a hablar con el capitán como si lo conociese de toda la vida:

—Buenas tardes, Fritz ¿o prefieres otro nombre? ¿el conde rojo? ¿te gusta más el color pardo? —el capitán entendió que el policía estaba haciendo referencia a su pasado: había pasado del partido socialista al nazi, aunque estaba pensando en abandonarlo.

—Si tanto me conoce, ya sabrá que aunque me dejase engañar por los nazis no tengo nada en común con ellos.

—Claro que sí. Aunque no nos conociésemos tenemos un amigo en común que me habló de ti. Ahora está en Jerusalén.

—¿Qué quiere usted?

—¿Qué quiero? Mucho más de lo que puedas pensar. Pero por ahora me contentaré con darte esto —le entregó un grueso sobre.

El capitán lo abrió y lo ojeó. Había un documento y un fajo de fotos. Las sacó y se horrorizó —¿Qué es esto? ¿Un montaje?

—Es repugnante pero no es ningún montaje. Esa foto —una playa llena de cadáveres hinchados— es de Jaffa ¿No sabes lo que pasó en Jaffa? No es del dominio público pero si preguntas un poco lo sabrás. Esas otras son foto de Aqaba. Esa otra —mostraba a un hombre con un uniforme de rayas colgando de una horca— se hizo más cerca. Está tomada en Dachau, cerca de Munich ¿tampoco conoces ese lugar? Podrías preguntar un poco pero, pensándolo bien, no sería muy bueno para tu salud. Revisa la foto y verás.

El capitán la inspeccionó: el ahorcado era su médico—¡Dios mío!

—Dios no tiene nada que ver con esto. Es cosa de los hombres. De hombres malos. Capitán, te dejo, pero preferiría que no sigas preguntando. Lee lo que te he traído, medita sobre eso, y prepárate para el viaje.

—¿Qué viaje?

—¿Tampoco lo sabes? Supongo que mañana te lo dirán. Ve haciendo tus maletas, que te vas para Jerusalén.

Al día siguiente recibió un aviso urgente: el regimiento iba a ser trasladado a la Ciudad Santa. Fue el comienzo de una semana de locos: hubo que empaquetar todo el equipo pesado, que fue cargado en trenes con destino a Grecia y, una vez allí, embarcado en un carguero italiano. Las tropas fueron trasladadas en ferrocarril, pero en lugar de dirigirse al Sur los convoyes recorrieron la famosa ruta del ferrocarril de Bagdad. Al llegar a Turquía un inspector comprobó que los “turistas” no estuviesen armados, y el tren siguió hasta Estambul. Tras cruzar el Bósforo los trenes siguieron hasta Aleppo, en la Siria francesa, y luego tomaron el ramal que los llevó hasta Damasco. Durante el viaje tuvo tiempo para pensar en lo que había visto y había leído.

Una vez en Damasco subieron a camiones que tras unas horas de viaje les dejaron en Palestina. Al capitán, acostumbrado a las largas marchas a pie que había tenido que hacer en Polonia y en Francia, le sorprendió que el ejército alemán estuviese gastando tal cantidad de su preciada gasolina, pero al llegar a Haifa pudo ver la refinería trabajando a máximo rendimiento, refinando el crudo que por fin llegaba desde Mosul. Por fin se acababan las penurias, pensó. Pero ¿era eso bueno, o haría que el Mal se extendiese por el mundo?

Al llegar a Jerusalén quiso visitar la ciudad, pero se encontró un viejo amigo que le pidió que le acompañase. Salieron hacia el sur, hasta llegar a las ruinas de un villorrio llamado Ramat Rachel. Si necesitaba la confirmación de que aun quedaba maldad en el mundo, las ruinas ennegrecidas se la dieron.

Un carraspeo hizo volver al capitán Von der Schulenburg a la realidad.

—Capitán, se presenta el teniente Von Oppen. A sus órdenes —dijo un joven oficial a la vez que se cuadraba.

—Sígame, teniente.

Los dos oficiales llegaron al patio, donde los esperaba una columna de camiones, cada uno de ellos con un pelotón de soldados. El capitán fue asignando los diferentes objetivos, pero de repente el teniente le interrumpió —Capitán, el teniente Von den Bussche me ha pedido que le diga que sería conveniente que seamos nosotros quienes revisemos el laboratorio.

La columna salió del cuartel. Circuló por la parte nueva de Jerusalén y atravesó el barrio árabe de Sheikh Jarrah, mientras ascendían al Monte Scopus, donde se situaba la Universidad Hebrea de Jerusalén. Una vez allí el capitán impartió las últimas instrucciones a sus hombres.

—Revisadlo todo pero con cuidado. Si encontráis armas las confiscáis, pero no rompáis nada ni le toquéis ni un pelo a nadie.

Von der Schulenburg y Von Oppen se dirigieron hacia los laboratorios. Pronto encontraron su objetivo: varios recipientes de productos químicos puros, varios de ellos marcados con carteles que indicaban “Danger” o “Poison”. Von Oppen dijo—: Capitán, tenga cuidado, que estos productos son muy peligrosos.

—Nos los llevaremos. Usted deberá indicarme como transportarlos y almacenarlos.
Última edición por Domper el Sab Sep 27, 2014 9:28 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:27 pm

Picado

Mediodía

Los dos pilotos no esperaban encontrar nada, porque la intercepción en alta mar era casi imposible sin un radar que les guiase. Sin embargo al acercarse a la costa griega el teniente Riley agitó las alas de su avión. Yaxley miró y vio un gran número de aviones que volaban por debajo de él. Una mirada más atenta le mostró que solo unos cuantos eran transportes, y el resto parecían cazas de escolta. El piloto se encogió de hombros: cualquiera de los defensores de Malta sabía que le quedaban pocos días de vida, y tanto daba caer sobre Cefalonia que sobre La Valetta.

Los dos aviones aceleraron sus motores e iniciaron un suave picado. Cada uno eligió un trimotor y se lanzó a por él. Yaxley armó sus cañones. Vio como los monomotores reaccionaban y se dirigían contra ellos: los habían visto. Pero el Beaufighter, aunque era demasiado lento y pesado para enfrentarse cona los cazas alemanes, podía batirse con los más lentos cazas italianos. Notó como su avión se estremecía y que el ametrallador empezaba a disparar. Un vistazo por el retrovisor mostró que por lo menos dos italianos se habían pegado a su cola. Pero el caza inglés, aunque pesado y poco ágil, era tremendamente resistente, y podía aguantar las ráfagas de los ligeramente armados aviones italianos. El trimotor que se había fijado como objetivo se fue aproximando. Yaxley miró a su alrededor y vio que el avión de Riley perdía altura con el motor izquierdo humeando. Todo dependía de él. Las trazadoras volvieron a rodear al avión y Yaxley oyó un grito por el interfono. El ametrallador dejó de disparar y el piloto se supuso lo peor. Notó otro fuerte golpe seguido de un dolor agudo en el costado.

El trimotor italiano ya estaba muy cerca. El inglés armó los cañones y disparó. Las trazadoras alcanzaron a su blanco, y el inglés pudo ver como se desprendían pedazos del fuselaje. Yaxley llevó su avión a un ascenso pronunciado para atacar de nuevo, pero notó que los motores perdían potencia y que perdía el control de su avión. Abrió la cabina y saltó. Mientras descendía en paracaídas pudo ver como el ala del trimotor al que había atacado se desprendía.
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Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:28 pm

Confidencias

Sobremesa

Para Rabin había sido una de las decisiones más difíciles de su vida. Denunciar a un judío ante los alemanes le repugnaba, pero si no hacía nada esos locos se las apañarían para destruir a la Yishuv, la comunidad hebrea en Palestina. Rabin había sabido que los terroristas del Irgún y del Stern estaban preparando una operación conjunta para matar a Goering. No es que la vida del dictador le importase mucho: rezaba todas las noches para que una enfermedad, a ser posible muy dolorosa, lo llevase al infierno que merecía. Pero una cosa es que lo hiciese Dios y otra, que lo matasen los judíos. Si eso sucediese Rabin estaba seguro que la venganza alemana acabaría con los tres mil años de historia hebrea en Palestina.

El alemán encargado de la seguridad, ese tal Dietrich, le había dicho como ponerse en contacto con él. Rabin se acercó a una tienda en el barrio armenio y se puso a admirar un precioso Samovar. El dueño se acercó, solícito.

—¿Le gusta? Sería el orgullo de cualquier casa.

—Me gusta el té, pero disfruto más del café.

El tendero miró a su interlocutor y dijo—: Venga conmigo, tengo un servicio de café de alpaca que le maravillará.

El tendero cerró la puerta del establecimiento y condujo a le condujo a la trastienda.

—Dígame, señor Rabin ¿Tiene algo para mi jefe?

—Tengo que hablar con él.

—Mi jefe no quiere que le vean con usted. Tome –dijo entregándole un paquete y un papel—. Salga ahora de la tienda por si alguien le sigue. Luego póngase eso y vaya a esa dirección.

Rabin salió de la tienda mientras el tendero tomaba el teléfono y pedía al operador que le pusiese con un almacén de la parte nueva.

—Por favor, necesito hablar con el señor Meyer. Soy Agatan Vanlian.

—Le oigo —el armenio reconoció la voz de Dietrich.

—Tengo que llevarle un paquete al almacén grande. Esta tarde a las cinco.

—Allí estaré.

Dietrich salió inmediatamente, porque el mensaje significaba que la cita era a las cuatro. Llegó a un cafetín en el barrio árabe de Katamon. No mucho después entró un árabe de aspecto acaudalado al que Dietrich reconoció. Pidió que le acompañasen a una habitación, y dijo sin ceremonias—: Buenas tardes, Rabin ¿qué tiene para mí?

El judío tampoco tenía tiempo que perder—. El grupo Stern está preparando un atentado en Jerusalén.

Dietrich se mostró escéptico: los Stern, los árabes, y todo el mundo.

—Escúcheme, que esto es grave. Los Stern han conseguido meter explosivos en el Hotel Rey David.

—¿Cómo?

—Lo que oye. Hay una bomba preparada para cuando llegue Goering.

—¿Cómo lo ha sabido?

—El encargado de transportar los explosivos me tiene más fidelidad a mí que a sus jefes. Ha estado llevando al hotel cincuenta kilos de explosivos cada día durante una semana.

—¿Cómo ha podido hacerlo?

—Escondidos en sacos de harina —Rabin tampoco quería decir todo lo que sabía.

—Gracias, Rabin. Registraré el hotel de arriba abajo.

—Dietrich, cuando los atrape recuerde que la Yishuv no ha tenido nada que ver con esto.

—Lo recordaré.

Rabin salió del cafetín, mientras Dietrich esperaba a su segunda cita de la tarde. Odiaba tener que esperar tras recibir semejante aviso, pero su agente le había jurado que era algo muy serio. A la media hora entró en el reservado un hombre con ropas árabes pero con rasgos occidentales.

—¿Tiene algo para mí, Meister?

El hombre respondió en perfecto alemán—: Señor, le recuerdo su promesa.

Dietrich respondió un poco fastidiado—. Cuenta primero lo que sabes y ya veremos lo que pasa con tu hermano.

—Señor, Franz es un buen hombre que se dejó seducir por los comunistas. Si sigue en esa cárcel morirá.

—Ya veremos lo que pasa con tu hermano. Primero desembucha.

Meister se decidió a hablar—. Señor, usted me pidió que vigilase a los templarios, pero no fue necesario: fue el doctor Wagner quien me buscó y me dijo que un árabe me necesitaba para un trabajo.

—¿Wagner? Vaya con el doctor ¿Quién era ese árabe y qué trabajo le ofreció?

—No conocía al árabe, pero todo el mundo en Jerusalén conoce la vivienda de los Husseini, que es donde Wagner.

—¿Y el trabajo?

—No me lo dijeron, señor —respondió Meister—. Pero me enseñaron un camión inglés y me preguntaron si sabía conducirlo.

—¿Reconoció el camión?

—Era un Bedford como los que tienen los ingleses en su ejército. Ahora los usan ustedes.

—¿Y qué más le dijeron?

—Un sastre me tomó medidas y luego me hicieron fotos —respondió Meister.

—¿Medidas?

—Sí, como si fuesen a hacerme un traje.

—Meister, no me vengas con cuentos raros —dijo Dietrich.

—Señor, espere. No sé para qué me tomaban medidas, pero estuvieron parloteando entre ellos. Pensaban que no les entendía ¡Yo, que me he criado en Jerusalén! El sastre empezó a pedir tela gris verdoso…

Dietrich empezó a prestar atención.

—Gris verdoso como la del uniforme alemán —siguió Meister.

—¿Les oíste algo de los uniformes? —

—No lo sé, tampoco entendí todo, señor —dijo Meister— pero me tomaron medida hasta de la cabeza. Además cuando me enseñaron el camión oí a otro que decía “ese es el infiel tonto que tanto daño va a hacer a su gente”.

Dietrich pensó un poco y dijo—: Quiero saber qué se traen esos tipos entre manos. Cuando sepas más me lo dices, y es posible que consigas al libertad de tu hermano.

Meister salió. Al poco salió Dietrich por detrás y se apresuró hacia la comisaría de policía donde había establecido su puesto de mando. Mientras caminaba pensaba para qué querrían los árabes a un templario alemán. Cuando estaba a punto de llegar a la comisaría, se detuvo para dejar pasar a un convoy de camiones que venían desde la parte norte. Entonces lo entendió. Corrió a su despacho y ordenó que le pusiesen con Von Wiktorin.

—¡General, está a punto de pasar algo muy grave!

—Serénese.

—No, mi general, no me voy a serenar. El Muftí está reclutando alemanes que sepan conducir camiones y los está disfrazando de soldados.

—¿Qué quiere decir?

—Que ese árabe quiere colar camiones delante de nuestras narices, no creo que para nada bueno.
Última edición por Domper el Lun Sep 29, 2014 7:14 pm, editado 2 veces en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:28 pm

Montes de Judea

Media tarde

La patrulla resoplaba por las secas colinas. En un primer momento habían pensado en robar algún coche, pero al ver lo estricto de los controles de carreteras lo descartaron. Tomaron su equipo y se dirigieron hacia el interior: esperaban que las ropas árabes que llevaban les hiciesen pasar desapercibidos.

La distancia no era excesiva, pero el tener que ocultarse continuamente hizo que tras doce horas de marcha estaban todos agotados. Pero ya tenían las primeras colinas de Judea a la vista. Cada poco tiempo oían pasar un avión dirigiéndose al aeropuerto de Lidda, pero volaban demasiado altos como para suponer ninguna amenaza.

Cuando empezaba a oscurecer vieron la alta abadía de Latrún y, poco más allá, la entrada del desfiladero de Bab el Oued. Era allí donde querían preparar la emboscada, pero al acercarse vieron las grandes medidas de seguridad: en Latrún detenían a todos los viandantes, incluso a los campesinos árabes. En los cerros había puestos de observación alemanes, y las patrullas recorrían la carretera continuamente.

Decidieron esperar hasta la noche para acercarse. Estaban escondiéndose bajo unos olivos, cuando oyeron una sinfonía de motores. Miraron al cielo y vieron un gran avión cuatrimotor, pintado de blanco y rojo, al que rodeaban decenas de cazas bimotores.

Goering había llegado a Palestina.
Última edición por Domper el Dom Sep 28, 2014 3:10 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:29 pm

Registro

Anochece

Se ordenó que se desalojase el hotel y cientos de soldados lo rodearon. Los trabajadores eran llevados a una explanada vigilada por centinelas, donde se les identificó uno a uno. También tuvieron que salir e identificarse los alemanes, soldados o generales. Un general con el pantalón del Estado Mayor trató de protestar, pero tuvo que callar cuando un sargento le apuntó con su pistola.

Los soldados empezaron a registrar el hotel a fondo. Cada habitación fue revisada minuciosamente. Se abrieron los armarios, se inspeccionó los colchones, se registraron las cisternas, y nada. Las despensas sufrieron la inspección más detenida, pero tampoco se encontró nada.

—Dietrich, espero que todo esto no sea una broma. Tengo cosas mejores que hacer —dijo Kesselring.

—Mariscal, es un asunto de seguridad nacional. Deme dos horas más.

—Dos horas. He tenido que avisar para que preparen alojamiento al Statthalter en Latrún, y después del viaje estará con un humor de perros. Voy para allá para explicarle lo que pasa, pero más le vale que no sea una falsa alarma.

Dietrich empezó a pensar ¿Si tuviese que matar a Goering, cómo lo haría? Los terroristas no sabían ni donde se alojaría ni el horario que iba a seguir. Tenían muchos explosivos, y podían usar la fuerza bruta, es decir, derrumbar parte del hotel. En ese caso ¿Dónde podrían estar los explosivos?

Un sargento llegó corriendo—. Señor, hemos encontrado algo.

Dietrich fue con ellos. A unos metros una tapa de alcantarilla estaba abierta. El policía miró y preguntó —¿Qué hay aquí?

—Hemos encontrado una colchoneta y una batería de coche. También hay cables que llegan hasta aquí.

—Desde aquí pensaban detonar la bomba ¿han seguido los cables?

—No, señor. Los han metido por una tubería. Hemos intentado pasar una sonda, pero la tubería está cegada con yeso.

—¿Yeso? Volvamos a registrar el hotel.

El registro se concentró en el sótano: sería el lugar donde una bomba podría causar más daños. Pero tampoco se encontró nada. Dietrich entró en una dependencia llena de sillas y que apestaba a naftalina. La luz mortecina de una bombilla alumbraba ese sótano. Dietrich pensó en su casa de Berlín y su sótano devorado por la humedad… y entonces notó que no había señales de humedad en ese sótano. Tocó las paredes y se miró los dedos: la pintura ya no estaba fresca, pero era reciente. Golpeó la pared con sus nudillos, pero sonaba a macizo.

—¡Vengan aquí y empiecen a golpear las paredes!.

Los soldados tomaron palos y golpearon las paredes, hasta que uno dijo—. ¡Aquí hay algo! ¡Suena a hueco!

—Traigan herramientas y tiren abajo ese tabique.

Pocos minutos después el policía vio la sorpresa que escondía el tabique falso: varios bidones llenos de explosivos, ya conectados a los detonadores.

—¡Desalojen todo y llamen a los artificieros!
Última edición por Domper el Lun Sep 29, 2014 11:55 am, editado 3 veces en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 7:29 pm

Escala

Medianoche

Diario del Conde Ciano:

“Noche de calor.

Suponía que Bengasi no iba a ser un lugar agradable, pero no esperaba un agujero infecto. A primera vista los bonitos edificios coloniales y las casitas de los colonos daban una magnífica impresión. Pero al entrar en ellos el mal olor y el calor sofocante casi nos derriba. Nubes de moscas invadían las habitaciones y costaba hasta respirar. La cena es mejor olvidarla, y en las habitaciones el calor era más opresivo que en el comedor.

Unos asistentes extendieron mosquiteras que nos defenderían de los insectos, pero no hacían nada contra el calor. Los ventiladores del techo no funcionaban, y todo lo que pudimos conseguir fue un pequeño ventilador eléctrico para la habitación del Duce. De todas formas ninguno íbamos a conciliar el sueño, tan entusiasmados como estábamos: al día siguiente volaríamos hasta El Cairo, donde el Duce iba a presidir el desfile triunfal. Todo el mundo comprendería la magnificencia del nuevo Imperio Romano.

Ya pensaba en la escena: los soldados con uniformes de gala, flanqueando la avenida por la que desfilan los valientes bersaglieri, los potentes autocañones y los pesados tanques. Las multitudes aclamando a los soldados victoriosos, y el rey de Egipto esperando para recibir al nuevo Africano. Encabezando el desfile, en un auto descubierto, el Duce simbolizará la majestad de las armas italianas.

A todos nos hubiese gustado más que el Duce desfilase a caballo, y habíamos preparado un magnífico ejemplar. Pero un avión inglés de patrulla había derribado al avión que llevaba al pobre animal a Egipto.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Sep 26, 2014 9:31 pm

Como decía Rubén Blades, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios... :wink:

Saludos.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Sab Sep 27, 2014 3:36 pm

Parece que los únicos que siguen en juego son ingleses y árabes, curioso. Me pregunto que dirá el Tío josé de que le hayan hundido el petrolero. ¿Visitará la India?

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Sab Sep 27, 2014 5:55 pm

Un buque neutral entrando en un puerto enemigo se consideraba presa lícita en la SGM. Además al tío José le apetece más pasear por Unden der Linden que por Jerusalén.

Saludos
Última edición por Domper el Vie Oct 03, 2014 5:26 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Sab Sep 27, 2014 8:22 pm

Muy interesante todo, Domper.

Me ha resultado especialmente emocionante el último servicio del Missori.

Esto parece que ya empieza a aclararse poco a poco...

Saludos.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Sab Sep 27, 2014 9:27 pm

Gracias al Capi, a Mr Clar y a Ramcke por su ayuda.

Saludos

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Sab Sep 27, 2014 10:41 pm

Un placer, como siempre.

A modo de información adicional, aquí van unas fotos de los protagonistas del último enfrentamiento naval:

Imagen
El Giuseppe Missori.
http://www.steelnavy.com/RMThreePipers.htm

Imagen
El HMS Sturgeon.
http://en.wikipedia.org/wiki/HMS_Sturgeon_(73S)

Saludos.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:27 pm

Capítulo 35. La vida tiene sorpresas

De madrugada


23 de Julio de 1941

Walter Schellenberg. “Diario de Guerra”. Data Becker GMBH. Berlín, 1957.

“La partida precipitada del Statthalter Goering hacia Jerusalén me hace temer por su seguridad. Dietrich, mi hombre en Jerusalén hace lo que puede, pero parece que hay varias conspiraciones contra nuestro líder, y ayer mismo descubrió que un grupo terrorista judío había escondido una bomba enorme en los sótanos del hotel donde se iba a alojar el Statthalter.

Los informes de Dietrich me hicieron recomendar que se retrasase la conferencia de la Unión Paneuropea unos pocos días, aduciendo cualquier pretexto: que estaba prevista una tormenta de arena, que la depuradora de aguas de Jerusalén no funcionaba, o qué sé yo. Cualquier cosa menos exponer a nuestro guía a un atentado con repercusiones terribles. Dietrich decía en su mensaje de ayer que todavía no había conseguido descabezar todas las conspiraciones. Pero la jugada de Mussolini ha trastocado todos nuestros planes y ha obligado al Statthalter a adelantar su viaje.

Puedo entender el ansia de gloria de los italianos, pero ellos deben comprender que el pilar de la Unión Paneuropea debe ser la amistad germanoitaliana, y nuestra política fruto del consenso. Que unidos el Statthalter y el Duce reciban en Jerusalén a los enviados de las potencias europeas, mostrará nuestra alianza sin fisuras, impedirá las veleidades de los miembros renuentes de la Unión Paneuropea y desalentará a nuestros enemigos, declarados o no. Pero en esto no caben los juegos pueriles. Mussolini se creerá un nuevo César desfilando en Egipto, pero quien le ha sacado del atolladero ha sido el ejército alemán.

Lo realmente grave es que el Statthalter se ha visto obligado a viajar a Jerusalén para ser él quien reciba al Duce y no a la inversa. Pero esos inútiles italianos han estado parloteando como comadres sobre el viaje de Mussolini por la radio, y hasta los monos saben que nuestros líderes viajan a Jerusalén. Ayer mismo los ingleses atacaron los aviones que llevaban parte del séquito de Mussolini.

No es que me importe mucho lo que le ocurra a Mussolini, al que considero un ideólogo inepto que está llevando su país a la ruina. Anteayer leí un informe de Speer sobre la industria italiana y es para tirarse de los pelos. Pero lo que me preocupa es la seguridad del Statthalter. Dietrich hace lo que puede, y el ejército está cooperando magníficamente. Pero no recibimos ayuda de la Gestapo. El inútil de Muller solo se ha preocupado de empacar y enviar a Jerusalén medio hotel Excelsior, pensando que eso agradará a nuestro líder. Ahora mismo está volando hacia Jerusalén la mitad de la bodega del hotel. Ese imbécil no sabe lo que el calor del verano y las vibraciones van a hacerle a los vinos. Como solo bebe Schnapss… Pero lo que me preocupa no es que se agrie el vino que se sirva en la conferencia, sino que en lugar de todos esos camareros y cocineros yo hubiese enviado a Jerusalén a la mitad de la policía del Reich.”


Schellenberg estaba empezando a utilizar su diario como un seguro personal. Era demasiado prudente como para poner por escrito sus opiniones, sobre todo desde que comprobó que su diario era inspeccionado regularmente. Entonces decidió convertirlo en una muestra de adhesión a Goering. Que el gordo lo leyese si quería: solo encontraría alabanzas y expresiones de admiración.

De todas formas Schellenberg temía los resultados del intempestivo viaje a Jerusalén de Goering. Mal que bien había podido convencerlo para suavizar algunas de las medidas antisemitas, pero una cosa era dejar libre a algún sastre infeliz, otra ver una ciudad en la que decenas de miles de judíos vivían y prosperaban.

Según lo que decía Dietrich, la bomba del hotel Rey David de Jerusalén la había colocado una facción extremista judía, pero que otros judíos los habían delatado. Al menos en Jerusalén había alguien con sentido común ¿Es que esos terroristas no habían pensado en lo que ocurriría si una bomba suya mataba a Goering? La judería palestina sería exterminada, aunque el atentado fuese obra de unos pocos locos.

Lo malo es que Goering ya estaba en Palestina, y no había ninguna voz sensata para contenerle ¿Qué pasaría cuando supiese que unos judíos habían intentado matarle?

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:27 pm

Marcha nocturna

Poco antes del amanecer

Solo la excelente forma física de los comandos les había permitido resistir. Al observar que la zona de Latrún estaba muy vigilada, el teniente O’Flaherty decidió rodearlo por el Sur. La patrulla avanzó cuidadosamente entre la carretera y los cerros, evitando acercarse a la pequeña aldea de Beit Susin para que los perros no los delatasen. Pero los seis kilómetros del rodeo, que en Escocia hubiesen recorrido en menos de una hora, se convirtieron en un calvario cuando la noche sin luna ocultó el relieve. Intentando hallar un camino entre rocas y arbustos espinosos, apuntaba ya el amanecer cuando el teniente encontró un lugar adecuado para la emboscada.

En un primer momento había pensado que la entrada del desfiladero del Bab el Oued hubiese sido el lugar ideal, pero una luz desveló la presencia de un control alemán de carreteras. El teniente finalmente escogió un punto entre Latrún y Bab el Oued, justo bajo el poblado de Deir Aiyub. Allí la carretera describía una curva suave, y un bosquecillo prestaría alguna protección. O’Flaherty situó un observador más allá de la curva, escondido bajo un arbusto: cuando viese el coche de Goering avisaría mostrando un panel blanco. El teniente dividió al resto de sus hombres en dos grupos. Uno estaría al final de la corta recta tras la curva y tendría dos ametralladoras Bren y dos fusiles antitanque Boys. El otro estaría escondido en el bosquecillo junto a la carretera y llevaría minas antitanque, subfusiles Thomson y bombas de mano. Una vez preparada la trampa, ordenó a sus soldados despojarse de las ropas árabes y vestir sus uniformes, y se prepararon para una larga espera.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:27 pm

No han pagado

Primeras luces

Esos perros infieles se la habían querido jugar, pero no sabían quién era Abu Mahmud.

La noche anterior había llevado en su pesquero a unos mercenarios infieles a Palestina. Le habían explicado que los alemanes querían convertir la Cúpula de la Roca en una iglesia y luego marchar hacia la Meca para destruir al Islam. Abu no los creyó, porque ya sabía que los descreídos eran unos mentirosos, pero aceptó las monedas de oro otomanas que le ofrecieron, y la promesa de recibir más oro por su silencio.

Cumpliendo las instrucciones el pescador había salido al mar, pero tras esperar toda la noche los perros ingleses se no habían presentado. Abu se encogió de hombros: si los ingleses no pagaban, él tampoco tenía obligación de respetar lo pactado, aunque le hubiesen obligado a jurar por el Profeta (bendito sea). Los descreídos no sabían que los juramentos solo eran válidos si se hacían poniendo a Allah (que siempre sea alabado) por testigo.

Abu amarró su barquichuelo y corrió a buscar a un europeo con uniforme.

—Effendi, los perros ingleses me han secuestrado y me han obligado a traerlos hasta la costa.

—Pietro ¿Entiendes lo que dice este negro?

—Ni una palabra. Estará pidiendo. El sargento nos dijo que tenemos que ser amables con estos guarros.

El italiano le ofreció unos cigarrillos, pero el árabe los tiró al suelo y siguió gritando en su lengua.

—¿Te parece normal que haya despreciado mis cigarrillos? ¡Largo de aquí! —dijo Pietro, empujándolo.

Los italianos quisieron seguir, pero el árabe los aferró por las ropas.

—Este moro quiere dormir a la sombra. Vamos, Mohamed —dijo mientras empuñaba el fusil y le apuntaba—. Ven con nosotros al puesto de guardia.

Cuatro horas después un sargento entró y empezó a gritar—¡Zito, Milanesi! ¡Venid enseguida, par de cabrones!

—¿Qué desea, mi sargento?

—Teníais que ser vosotros, los más tontos del batallón. Decidme de donde habéis sacado a ese moro.

—Se nos agarró en el puerto y quería gresca —dijo Pietro— pero como tenemos que ser amables con los civiles, en vez de darle una paliza nos lo trajimos aquí a que durmiese la mona.

—¿Os pareció que estaba borracho? ¿Habéis visto muchos moros borrachos?

—No, mi sargento.

—¿Entendéis árabe?

—No, mi sargento.

—O sea que no entendisteis lo que os decía.

—No, mi sargento.

—¿No se os ocurrió llamarme? ¿O avisar al oficial de guardia? ¿O buscar al traductor?

—No, mi sargento. No quisimos molestarle a usted.

—¡Vosotros sí que vais a estar bien molestos cuando terminéis de cavar las letrinas! ¡Marchando!

Cuando los dos soldados salieron el sargento volvió al puesto de guardia donde lo esperaba el teniente—: Esos dos estúpidos encontraron al pescador en el puerto intentando decirles algo, y van y lo arrestan y lo meten en el calabozo. Por lo menos no le echaron a patadas, que entonces sí que les hubiese dado yo un par.

—Hemos perdido un tiempo precioso. Póngame con la comandancia.

Momentos después el teniente, un veterano de Libia que conocía algo de árabe, hablaba por teléfono—: ¿Capitán? Soy el teniente Toscani, a sus órdenes. Tengo aquí un árabe que dice que la noche pasada mientras pescaba se encontró con un submarino que le detuvo y le obligó a traer a un comando británico hasta la costa.

–––

—Sí, ya sé lo del submarino que ha hundido el Missori. Eso hizo que creyese lo que decía el moro.

–––

—No me ha dicho porque no ha venido hasta ahora, pero supongo que los ingleses le habrán pagado y no le ha parecido bastante, y querría sacar más más denunciándolos.

–––

—No se preocupe, capitán, mantendré al moro encerrado. Voy a enviar a mis hombres a buscar a los otros tripulantes del pesquero.

–––

—A sus órdenes ¡Viva el Duce! ¡Viva Italia!

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:28 pm

Aviso urgente

Media mañana

—Comisario Dietrich, le está esperando una mujer que dice que viene de parte de Meister.

—¿Cómo? ¿Ha dicho que de parte de Meister? ¿No di órdenes de que me localizasen si alguien citaba ese nombre?

—Perdone, comisario, pero usted estaba ocupado y no quise molestarle…

—No espere más y hágala pasar.

La mujer era una rubia entrada en carnes. El tufo que la acompañaba mostró al comisario que entre las prácticas de los templarios no se incluía el baño regular.

—Señora, dice que le envía Meister —dijo Dietrich.

—Sí, señoría. Vivo con él pero no piense mal, señoría, soy su prima. Esta mañana han venido a casa dos árabes y se lo han llevado con él.

—¿A la fuerza?

—No, señoría, mi primo se fue de buen grado, pero los árabes no le perdieron ojo. Le acompañaron a recoger sus cosas y no le dejaron hablar con nadie.

—¿No dice que tiene un recado suyo?

—Señoría —dijo la mujer— mi primo me dijo que tal vez viniesen a buscarle sin darle tiempo a dejar ningún aviso. Que si eso ocurría tenía que venir a buscarle a usted para decirle que eso estaba ya en marcha. No entiendo nada, señoría ¿está mi primo metido en algo malo?

—No se preocupe, señora, que su primo es un héroe del Reich. Vaya a su casa y espere, pero no diga nada de esto a nadie.

—No tenga cuidado, señoría.

Una vez salió la mujer el comisario corrió al teléfono

—Póngame con el general Von Wiktorin. Es urgente.

Pocos minutos después conseguía la conexión.

—¿General Von Wiktorin? Soy Dietrich. Los árabes se están moviendo. Un contacto me ha dicho que han salido a la calle. Llevan un camión Bedford con nuestras marcas. Diga a sus hombres que se anden con cuidado.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:28 pm

Ejército secreto

Mediodía

—Albert —decía Goering al mariscal Kesselring—, me estás diciendo que en Jerusalén habéis detenido a unos judíos que habían preparado una bomba para matarme.

Kesselring sudaba no solo por el calor, sino por el apuro que pasaba ante el Statthalter y sus ministros. Especialmente no perdía ojo a Muller, jefe de la Gestapo, que lo miraba torvamente.

—No es del todo exacto, Statthalter. Un grupo de judíos había conseguido meter una bomba en el Hotel Rey David, donde tenemos nuestro centro de mando, pero usted no corría peligro porque no va a alojarse allí. El comisario Dietrich ha conseguido encontrarla pero no ha podido detener todavía a los terroristas, aunque tenemos a varios sospechosos.

—¿Sospechosos? ¿Siguen vivos esos malnacidos? —preguntó Muller —. No se preocupe, Statthalter, que yo sabré hacerlos hablar.

—Statthalter —dijo Seyss-Inquart—. Eso es lo que ocurre con la tolerancia a los judíos. Son ratas que muerden la mano que les alimenta.

Kesselring temía que entre los dos provocasen a Goering para que actuasen contra los judíos, e intentó calmarlo un poco—. Statthalter, disculpe mi interrupción, pero Dietrich me ha indicado que ha sido el Haganah, el ejército secreto judío, el que ha denunciado a los terroristas.

Al ver que el rostro de Goering enrojecía Kesselring comprendió que se había equivocado citando a la Haganah. El dictador empezó a hablar quedamente y los que lo conocían esperaron una reacción explosiva.

—Albert, a ver si he entendido bien tus palabras ¿Me estás diciendo que los judíos de Palestina tienen un ejército debajo de nuestras narices? ¿Y tú lo toleras?

—Statthalter, el ejército judío no es más que un grupo de milicianos que nos está ayudando a mantener el orden…

Goering explotó— ¡Judíos armados ayudando a nuestro ejército! ¡Querrás decir manchándolo! ¿En algún momento te he autorizado para que armes a los judíos? Mira para lo que están utilizando tus armas ¡Me quieren matar! Quieren matar al guía de Alemania, al sucesor de nuestro amado Führer, con las armas que tú, Albertito, les entregas ¡Lo prohíbo terminantemente! ¿Me oyes? Ya arreglaremos cuentas tú y yo, pero primero voy a resolver lo de los judíos ¡Arthur!

—A sus órdenes, Statthalter —dijo Seyss-Inquart.

—Ves que no me puedo fiar ni de mi Luftwaffe. Heinrich y tú os vais ahora mismo a Jerusalén. Heinrich —dijo a Muller —tú te asegurarás de que Jerusalén sea más segura que Karinhall. Arthur, por ahora solo quiero que estudies el problema judío de Jerusalén y Palestina. Después de la conferencia estudiaremos una solución definitiva. Aunque lo primero que vamos a hacer es hacer un escarmiento ¡Albert!

Kesselring se cuadró— ¿Qué ordena, Statthalter?

—Ante todo ¿Se puede ir ya a Jerusalén?

El mariscal no quiso reconocer ninguna debilidad—. La conspiración ha sido desmantelada. Puede viajar a Jerusalén sin riesgos.

—Bien. Otra cosa. Tú que llevas días por aquí ¿Hay alguna ciudad judía donde no haya árabes ni cristianos?

—Ciudades grandes no. Incluso en Tel Aviv, que es de mayoría judía, hay núcleos árabes.

—Pues algún poblado, aldea, lo que sea.

—Excelencia, en Galilea, al Norte de Jerusalén, hay algunas colonias exclusivamente judías que además se han enfrentado en varias ocasiones con los árabes.

—¿Tenemos aquí bombarderos.?

—Desde luego, Statthalter ¿debo ordenar una misión de castigo?

—Todavía no, Albert. Voy a pedir que traigan de Berlín un arma especial. El castigo que voy a aplicar se recordará durante generaciones.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:28 pm

Alarma

Sobremesa

—Capitán Von Schulenburg ¿Dónde se había metido? Llevo buscándolo media hora.

—Perdone, mi coronel. Estaba con el teniente Von Oppen. Ayer encontramos en la Universidad productos químicos muy peligrosos y los hemos trasladado aquí, para que estén seguros.

—Bien hecho, capitán. He recibido un aviso de la división. Parece que un grupo de árabes ha pintado algunos camiones para que se parezcan a los nuestros. No sé qué intenciones tendrán, pero supongo que querrán hacer atacar a algún barrio judío para que parezca que hemos sido nosotros.

—¿Debo alertar a sus hombres? —preguntó el capitán.

—Desde luego. Pero necesito que forme una patrulla. La policía va a detener al árabe que ha organizado todo esto pero temen que se resista. Bastará con una sección de infantería, pero llévese algunos semiorugas y un cañón, que impone mucho.

—Como ordene ¿A quién debo presentarme?

—Al comisario Dietrich, que les espera en el Rey David.

El teniente reunió la sección y partió hacia el hotel. Cruzó la ciudad nueva y llegó a uno de los controles del “Fuerte Kesselring”, donde la policía militar comprobó sus identidades, la orden que les permitía el acceso al recinto, e incluso revisó los vehículos: la seguridad se había incrementado ante la próxima visita del dictador. La columna siguió hasta el hotel, donde los esperaba Dietrich con un grupo de policías. El comisario distribuyó a los policías entre los semiorugas y montó en el del capitán. Cuando iban a salir vio un camión detenido en el control de acceso del otro lado del recinto

—¿Capitán?

—Capitán Von Schulenburg a sus órdenes.

—Gracias, capitán ¿sabe de qué tipo es ese camión?

—Desde tan lejos no es fácil. Espere un momento —el capitán tomó sus prismáticos y miró—. Me parece que es de los que hemos capturado a los ingleses.

Dietrich se alarmó—: ¿Un camión inglés? ¡Capitán, alerte al control!

En el control un feldgendarme revisaba la documentación del conductor.

—Cabo, tendrá que esperar un momento —el salvoconducto era correcto pero faltaba la orden que permitiese el acceso.

—Esperaré.

Al gendarme le extrañó el acento del acento del conductor, que no supo reconocer. Volvió a mirarlo y le pareció que había algo raro: aunque los dos hombres de la cabina parecían germánicos, sus uniformes les caían demasiado bien, como si estuviesen cortados a medida, estaban limpios, y además las insignias no eran del todo correctas ¿De dónde habrían sacado esos uniformes nuevos? Además el conductor estaba muy nervioso y su ayudante escondía las manos.

—Desciendan del camión —ordenó al conductor y el ayudante.

El conductor no bajó, mientras el gendarme se impacientaba. El ayudante bajó del camión y se dirigió hacia la parte de atrás. Cuando el conductor se vio libre del ayudante saltó del camión, gritando— ¡Policía, hay una bomba en el camión!

Fawzi el-Kutub acababa de activar el temporizador cuando oyó gritar a Meister, y vio unos soldados que se acercaban corriendo hacia el control. El terrorista sacó su pistola y disparó al gendarme y a Meister. Luego se echó a correr, pero no llegó lejos: otro policía del puesto de guardia ametralló con su subfusil a el-Kutub, que cayó al suelo. El policía se acercó y apartó la pistola de un puntapié.

—¿Qué hay en el camión? —preguntó al herido.

El Kutub miró al policía y dijo—. ¡Mi pasaporte al paraíso, perro infiel!

El árabe movió la mano hacia su abdomen, pero el policía pensó que estaba buscando una granada y lo remató de una ráfaga. Luego se dirigió a inspeccionar el camión, pero la carga estaba cubierta por una lona. Subió a la caja y apartó la lona, viendo que el camión llevaba una especie de bidones con unos tubos que entraban en ellos. El policía intentó levantar la tapa de uno de esos bidones, pero le fue imposible.

Otros soldados se arremolinaban alrededor del puesto de control cuando el policía comprendió cual era la carga del camión— ¡Apártense, hay una bomba a punto de estallar!

Los soldados aun corrían cuando las dos manecillas del cronómetro contactaron. Una corriente eléctrica llegó al detonador eléctrico, que a su vez inició la mecha rápida. Diez segundos la llama llegó al detonador del primer bidón, que estalló, y la explosión se comunicó por los tubos a los restantes bidones. Los detonadores también estallaron, produciendo una onda de presión que hizo que el inestable ácido pícrico se descompusiese. Eso generó un volumen enorme de gas a presión elevadísima. La onda de presión alcanzó a la mezcla de combustible y fertilizante, que estalló a su vez, aumentando todavía más la potencia de la explosión. Finalmente tres toneladas de explosivos se descompusieron en gases con terrible violencia.

Desde el semioruga el comisario y el capitán Von Schulenburg habían visto el alboroto en el control, y cuando vieron que todos salían corriendo, ordenaron a los soldados y policías que se refugiasen. Acababan de situarse tras el semioruga cuando vieron un relámpago blanco y como estallaban todas las ventanas del hotel. El semioruga se estremeció y segundos después empezaron a caer los escombros.

Cuando el capitán juzgó que ya no había riesgo miró hacia el control y vio un panorama de desolación. Del camión y de la caseta del puesto de guardia no quedaba nada, y gran parte de las alambradas habían desaparecido. Dietrich se levantó también y pudo ver como del StuG-III situado junto al puesto de guardia salía una llamarada. El lateral del semioruga expuesto a la explosión estaba quemado y abollado.

—Capitán, reúna a sus hombres. Vamos a ajustar cuentas —dijo el comisario.

La columna salió del recinto y se dirigió hacia la ciudad vieja, bordeando sus murallas. Al llegar a la Puerta de Damasco giraron hacia el Norte y pronto llegaron frente a la “Casa de Oriente", residencia del clan Husseini. El edificio era un bonito palacete de dos plantas, con una puerta flanqueada por dos escaleras que daban acceso a la planta superior.

El comisario y el capitán se dirigieron hacia la verja de entrada, pero un sirviente les negó el acceso.

—Comisario, el guardia dice que el Muftí está meditando y que no se puede pasar —dijo el traductor.

Dietrich desenfundó su pistola y apuntó a la cabeza del árabe, que seguía sin abrir la puerta. Amartilló el arma y entonces el árabe empezó a suplicar.

—Dice que le disculpe, pero que son órdenes del Muftí y no puede desobedecerlas.

—Dígale que voy a contar hasta tres. Si no abre tiraremos abajo la puerta. Uno —el árabe siguió protestando—, dos, tres —se oyó un disparo y un policía cayó al suelo.

Dietrich disparó contra el guardián y corrió a refugiarse. Desde las ventanas de la casa varios tiradores disparaban contra los policías, y dos más cayeron antes de poder esconderse.

—Comisario, déjeme hacer —dijo Von Schulenburg— ¡Pónganse a cubierto y emplacen el cañón! ¡Sargento, que su ametralladora suprima esos fusiles!

La ametralladora de uno de los semiorugas empezó a barrer las ventanas de la casa, uniéndose luego al fuego otra ametralladora y los fusiles de los soldados. El fuego desde la casa se hizo esporádico, pero cuando un soldado se acercó a la puerta un disparo de fusil lo hizo caer.

—Sargento, no exponga a sus hombres. Usaremos el cañón.

Segundos después el cañón de infantería disparó contra la casa. El proyectil reventó contra el grueso muro, sin causar daños. Un segundo proyectil entró por la ventana y estalló en el interior, reventando los pocos cristales que quedaban. Por las ventanas empezó a salir humo. El cañón siguió disparando y metiendo sus proyectiles dentro del edificio. Dos árabes intentaron salir pero fueron segados por la ametralladora.

—Tiren abajo la puerta —ordenó el capitán.

El cañón disparó contra la puerta principal, mientras uno de los semiorugas aplastaba la verja de entrada. Los tiradores seguían disparando contra las ventanas. Cubiertos por el fuego de sus compañeros dos soldados subieron por las escaleras y lanzaron bombas de mano al interior. Tras la explosión saltaron por las ventanas, siendo seguidos por otros soldados. El capitán y el comisario corrieron tras ellos.

El interior de la casa estaba devastado. Las explosiones habían reducido a astillas los ricos muebles que habían adornado el edificio, y una cortina, hecha jirones, empezaba a arder. Los soldados siguieron registrando el interior, lanzando bombas de mano en las habitaciones. Los árabes empezaron a salir con las manos en alto.

—¡Alto el fuego! —ordenó el capitán— ¡Lleven a los prisioneros al exterior!

Los soldados sacaron a los prisioneros a empujones. En el interior se oían disparos aislados cuando los policías ultimaban a los heridos. Dietrich inspeccionó a los prisioneros, y reconoció a uno de ellos, que le sostuvo la mirada con arrogancia.

—Traductor ¿este es el Muftí? —el traductor asintió—. Dígale que le prometí que sería yo quien le matase personalmente —cuando el traductor terminó Dietrich tomó su pistola y disparó tres veces contra el abdomen del clérigo.

—Capitán —dijo Sepp Dietrich—, estos hombres son terroristas y los hemos atrapado con las armas en la mano. Fusílenlos.

Tras alinear a los prisioneros contra el muro, una ametralladora disparó. Detrás de los cuerpos que caían las llamas se adueñaban de la Casa de Oriente.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:29 pm

Temblor

Media tarde

A medida que aumentaba la distancia al punto de origen, los efectos de la explosión se aminoraban. La mayoría de los restos del camión cayeron a menos de quinientos metros del punto de la explosión, aunque posteriormente se encontró un fragmento del eje en el tejado de la mezquita de Al Aqsa, a casi dos kilómetros de distancia. La onda de choque se expandió, fragmentando los cristales y proyectándolos contra los desgraciados que estaban cerca de las ventanas, pero la onda fue perdiendo potencia con la distancia, y los cristales de las casas situadas a más de ochocientos metros por lo general no sufrieron daños. Más allá la onda de choque ya no fue capaz de causar daños, pero si un gran estampido que se fue extendiendo primero por la ciudad y luego por las colinas que la rodeaban. El sonido rebotó en las peladas colinas. Minutos después llegaba a Lidda, donde sonó como un trueno lejano.

—¿Truenos? No se ven nubes —dijo Goering.

Tanto Muller como Seyss-Inquart habían combatido en las trincheras en la anterior guerra, e identificaron el trueno como el efecto de una gran explosión.

—Statthalter, creo que ha sido una explosión lejana pero muy potente.

Siguieron conversando unos minutos hasta que los interrumpió un ordenanza—. Statthalter, tengo una llamada urgente de Von Wiktorin —dijo mientras le entregaba un papel.

Goering lo leyó y se enfadó todavía más— ¡Arthur, encárgate! —dijo a Seyss-Inquart—. El comandante militar de Jerusalén me dice que ha habido una gran explosión en la ciudad.

Seyss-Inquart volvió al edificio y salió unos minutos después.

—Statthalter, el general Von Wiktorin me ha confirmado que un grupo árabe ha atentado contra nuestras fuerzas, causando algunos daños. Según el general no son graves, pero las ventanas del Hotel Rey David han sufrido mucho y está preparando alojamientos en otro hotel de lujo.

—¿Sólo para eso me ha llamado? Creo que ahí hay gato encerrado. Preferiría que fueses a Jerusalén y te informes. Lleva a Muller, no sé si fiarme de ese Dietrich. Aseguraos de tened todo bajo control y entonces me llamáis. Yo voy a pasar otra noche en este agujero.

Los dos jerarcas subieron en un Mercedes-Benz W31 pintado de negro y que ostentaba los banderines nazis. Cuatro motoristas y un coche Horch 830 formaron la escolta. La comitiva se puso en marcha y, tras pasar bajo el fuerte Teggart de Latrún, tomó la carretera de Jerusalén.

Aunque las colinas de Judea son áridas y pedregosas, en las zonas protegidas crecen pequeños bosquecillos, y por eso no pudieron ver al comando que elevó un panel blanco.

—¡Viene Goering! ¡Deprisa!

Dos soldados llevaron dos minas antitanques que pusieron en baches de la carretera, y las cubrieron apresuradamente con la arena de un saco. Luego corrieron a esconderse en la cuneta. Apenas se habían cubierto cuando llegó la comitiva.

Desde el final de la corta recta los comandos ingleses apuntaron sus armas, esperando que llegasen a la altura de un raquítico pino que habían tomado como referencia. Las motocicletas sobrepasaron el pino, pero el Horch pisó una de las minas. La explosión arrancó la rueda delantera izquierda, y el pesado coche volcó. El Mercedes tuvo que frenar para no estrellarse contra el vehículo accidentado.
Los dos ametralladores dispararon contra los motoristas, que cayeron al suelo, mientras que los fusiles antitanques disparaban contra el Mercedes: aunque el fusil Boys era inútil contra los tanques modernos, sus proyectiles podían perforar con facilidad el ligero blindaje que podía llevar un coche. Desde la cuneta los soldados que habían puesto las minas lanzaron bombas de mano, y tras ellos los otros comandos dispararon contra el vehículos.

Los soldados montados en el Horch fueron barridos por las ametralladoras mientras intentaban salir, mientras las balas perforantes astillaban el parabrisas del Mercedes y destrozaban la cabeza del conductor y del escolta del asiento delantero. Seyss-Inquart iba desarmado, pero Muller llevaba una pequeña automática que desenfundó. Abrió la puerta para salir, solo para encontrarse una docena de balas del calibre 45 disparadas por un subfusil Thompson. Seyss-Inquart intentó refugiarse en el fondo del vehículo, cuando estallaron bajo él dos granadas.

El comando siguió disparando durante dos minutos, hasta asegurarse que nade había sobrevivido, y luego abandonó corriendo el lugar de la emboscada. A tan corta distancia de los puestos de control de Latrún y de Bab el Oued las patrullas alemanas llegarían en minutos, y solo la distancia podía salvarles. Subieron a la carrera por el pequeño cerro situado al sur: gracias a su excelente forma física estaban bajando por la ladera contraria cuando un vehículo blindado encontró los restos de la comitiva.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:29 pm

Fastos

Atardecer

El Duce estaba muy enfadado.

El desfile había durado solo horas y habían sido las peores de su vida. Al saber que Goering estaba volando hacia Jerusalén había salido de Bengasi al amanecer, y al llegar a El Cairo empezó el desfile. La precipitación deslució los preparativos: los uniformes estaban arrugados y los penachos de plumas, aplastados.

El Duce montó en su coche oficial y soltó un improperio: el Lancia había sido traído desde Libia y la arena se había colado por todas las rendijas. Alguien lo había limpiado con paños húmedos, dejando tales marcas que sobre el color negro original había trazas de marrón desvaído que parecían óxido. Además el largo viaje desde Bengasi había castigado las suspensiones del vehículo: cuando el coche se puso en marcha entretuvo a sus ocupantes con tales bandazos que tuvieron que aferrarse a los asientos para no caer.

Al pasar el Lancia las tropas en las calles corrieron a formar: con el tremendo calor del mediodía de El Cairo los soldados no aguantaban al sol, y se habían refugiado en las pocas sombras que había, y solo corrieron a sus puestos cuando vieron llegar el auto oficial: entre carreras y sombreros caídos la formación resultó, como poco, deslucida. Desde el coche Mussolini se aferraba con fuerza al respaldo del asiento delantero para que no le pasase lo que a Badoglio: cuando levantó el brazo para saludar una sacudida lo había tirado del coche y habían tenido que parar a recogerlo. Ahora el mariscal estaba sentado dolorido mientras el Duce hacía equilibrios a su lado.

Finalmente el Lancia llegó a la tribuna donde lo esperaba el rey Faruk. Mussolini no lo conocía, y esperaba encontrarse con algún árabe de aspecto digno, pero resultó ser un jovenzuelo obeso y de baja estatura, que estaba sentado a la sombra tomando una bebida con hielo. Se levantó para saludar a Mussolini, pero tras estrecharle blandamente la mano volvió a su asiento, dejando a los italianos presidir el desfile.

Que desfile. Los bersaglieri pasaron a la carrera, pero con los 45º a la sombra muchos no habían podido aguantar el ritmo: al principio solo pasó parte de la formación, y luego llegaron los retrasados, dando carreritas cortas y abanicándose con sus sombreros. Las siguientes formaciones se enredaron con los rezagados perdiendo cualquier atisbo de orden. Los oficiales proferían alaridos para que sus soldados rehiciesen la formación cuanto antes, porque detrás estaban los autos blindados, que tenían que zigzaguear entre los retrasados.

En la tribuna los jerarcas también padecían el calor bajo sus floridos uniformes. La carrera de los bersaglieri y el paso de los blindados levantaron una polvareda que cayó sobre ellos. El sudor cubrió de churretones de barro caras y uniformes, y atrajo nubes de moscas que empezaron a picar furiosamente a los jerarcas: estos pasaron de formar marcialmente con el pecho fuera a bailar una especie de danza demente intentando apartarse los insectos de la cara. Mussolini intentó aguantar, pero cuando se volvió y vio a Faruk riendo a carcajadas, bebiendo un cóctel helado, mientras un sirviente con un abanico de plumas le espantaba las moscas, decidió que había tenido bastante. Ordenó suspender el desfile y volvió al Lancia, que lo llevó a su residencia entre sacudidas.

Lo único bueno del día había sido que el espectáculo había tenido pocos espectadores ya que las calles estaban desiertas: los egipcios, más inteligentes que sus nuevos ocupantes, habían preferido evitar el calor del mediodía quedándose en sus frescas casas.
Última edición por Domper el Vie Oct 03, 2014 9:47 pm, editado 1 vez en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:29 pm

Munición especial

Anochece

El cabo Jurgen Beyer empujó el carrito que llevaba el pesado recipiente hasta la salida del almacén. Subió al camión que esperaba y extendió una manta aislante en el suelo. Luego con sumo cuidado cargó el recipiente ayudado por una pequeña grúa, y volvió a subir a la caja para asegurar el contenedor e impedir que se pudiese mover durante el viaje. Luego bajó y fue a buscar otra carga.

Trabajar con municiones era peligroso, sobre todo cuando eran del tipo especial. Por ello en lugar de llevar el uniforme de faena de la Luftwaffe llevaba un mono de trabajo de tejido impermeabilizado. En un bolsillo de la manga llevaba un papel indicador que cambiaría de color si entraba en contacto con ciertos productos químicos: en ese caso Jurgen solo tendría unos segundos para ponerse la máscara antigás que llevaba colgada y salir a toda prisa del almacén. Pero el cabo no se llamaba a engaño. El capitán les había advertido que si uno de los envases se abría ninguna máscara antigás les salvaría la vida. Por eso manejaba los pesados contenedores con el mismo mimo que prestaría a un niño recién nacido.

Los envases eran una especie de barriles alargados, con anillas con rosca en ambos extremos y un entrante hueco en uno de ellos. En otro almacén estaban cargando el resto de los componentes: un morro aerodinámico con espoleta y carga iniciadora, y una cola con aletas y un paracaídas de frenado. Cuando se montase todo se convertirían en una de las armas más terribles que había inventado el hombre: las bombas, pues de eso se trataban, podrían cargarse en cualquier bombardero, pues tenían las características de una bomba estándar de 100 kilos. Pero cuando fuesen lanzadas se abriría el paracaídas posterior para frenarlas, y se activaría un pequeño cronómetro en el morro. Tras unos segundos el cronómetro iniciaría la espoleta, y una pequeña carga explosiva rompería las paredes del contenedor y dispersaría su contenido en la atmósfera.

Los camiones partieron hacia el aeródromo donde los esperaban un grupo de Ju-52. Los oficiales intentaban apresurar la carga de las bombas, porque los aviones tenían que despegar al amanecer con rumbo sur.

Una vez cargadas las bombas Jurgen volvió al cuartel. Se quitó la agobiante ropa especial y se puso un uniforme de faena: era tarde pero aun podría descansar unas horas. Aunque antes se dirigió a la centralita. A esas horas estaba vacía y cerrada, pero el cabo había recibido una llave de alguien que le pagaba mucho para que le informase de los movimientos de esas armas especiales.

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 5:29 pm

El demonio en la botella

Medianoche

Walter Schellenberg. “Diario de Guerra”. Data Becker GMBH. Berlín, 1957.

“Por la tarde empezaron a llegar noticias confusas desde Palestina.

Poco después del mediodía una gran bomba causó daños en nuestras instalaciones en Jerusalén. Fue obra de la facción árabe que preside el Muftí de Jerusalén, una especie de obispo musulmán resentido contra nosotros. Es probable que el objetivo de los terroristas fuese nuestra comandancia militar o incluso el Statthalter, pero las estrictas medidas de seguridad que Dietrich ha impuesto en Jerusalén les han impedido alcanzar su objetivo, y acabaron detonando su máquina infernal en un control. Dietrich ha intentado detener al clérigo terrorista, pero el muftí se ha resistido a la policía y ha fallecido. Dietrich está aprisionando a los miembros más prominentes de esa facción árabe. La justicia alemana no será clemente con esos asesinos.

Pero lo de la bomba de Jerusalén pasó casi desapercibido porque a media tarde llegó a Berlín una noticia increíble: el Statthalter había sufrido un atentado. Según los primeros informes, cuando su comitiva viajaba hacia Jerusalén había caído en una emboscada y no había supervivientes.

La noticia me golpeó como si me hubiese caído un muro ¿Qué haría Alemania sin su líder? Sin embargo, antes de ordenar el plan de contingencia preferí asegurarme. Conseguí ponerme en contacto con la base aérea de Lidda, donde había descansado el Statthalter la noche anterior, y tuve la increíble alegría de escuchar su voz. Según me dijo en la comitiva viajaban el ministro Seyss-Inquart y Muller, el jefe de la Gestapo, que se adelantaron a Jerusalén para preparar la llegada de nuestro guía. Los bandidos terroristas los confundieron con el Statthalter y los atacaron; su coche se incendió y los cadáveres quedaron irreconocibles. La patrulla alemana que llegó poco después al ver los distintivos oficiales creyó que era el coche de nuestro líder y difundió la espantosa pero afortunadamente falsa noticia.

Mientras hablaba con el Statthalter se me ocurrió una idea: la falsa noticia de su muerte podría representar una inmejorable ocasión para conseguir que las alimañas que buscan la perdición del pueblo alemán asomasen sus repugnantes cabezas. Sugerí al Statthalter que mantuviese en secreto su supervivencia durante unas horas. Yo informaría reservadamente a algunos personajes claves, esperando que las serpientes saliesen de sus agujeros.

No imaginaba que hubiese tantas serpientes. Alguna la esperaba. Dietrich acababa de detectar un comando inglés en Palestina, y Londres se apresuró a confirmar que el atentado contra el Statthalter había sido obra suya. Simultáneamente su ejército de Irak inició una ofensiva, mostrando que se trataba de un plan cuidadosamente planeado. Alemania sabrá retribuir adecuadamente la perfidia inglesa.

En Palestina se han producido manifestaciones de alborozo, pero no solo en los barrios judíos, que era lo lógico, sino sobre todo en los árabes. El ejército ha tenido que disparar contra los manifestantes. Lo realmente interesante ha sido descubrir una víbora agazapada: el reyezuelo de Transjordania ha vuelto a cambiar de chaqueta: se ha declarado Emir de los creyentes y ha ordenado detener a nuestra misión en su país. Su defección no pone al ejército de Rommel en situación tan apurada como pudiera parecer, ya que su aprovisionamiento depende ahora de los ferrocarriles sirios, y nuestros destacamentos en la Siria francesa impedirán cualquier veleidad de nuestros renuentes aliados. Poco durará su emirato.

Esperaba alguna reacción francesa ante la falsa noticia pero no se ha producido. No sé si será por prudencia o porque realmente Laval es nuestro amigo, pero en cualquier caso Alemania estará agradecida. Los italianos tampoco han reaccionado. Deben estar todos en sus hoteles de El Cairo limpiándose el polvo tras lo que ha parecido la cabalgata de un circo y no un desfile triunfal. Se les está bien merecido.

Aquí en Berlín también había serpientes esperando su momento. A una de ellas ya la había identificado: mi cordial enemigo Kaltenbrunner que, al creer que nuestro amado líder había fallecido, ha intentado controlar Berlín. Se dirigió a la Reichssicherheitshauptamt donde le esperaban varios policías que también habían pertenecido a las funestas SS, y se hizo con el control de la Oficina de Seguridad del Reich. Su primera medida ha sido enviar a la policía para detenerme, pero me he adelantado y cuando la patrulla ha llegado yo ya estaba en el cuartel general en Bendlerblock. Poco a poco se unieron a Kaltenbrunner otras personalidades: prácticamente toda la antigua cúpula del Partido: Fink, Ley, Streitcher, que odiaba al Statthalter cuando este lo apartó por su corrupción. No podía faltar el inefable Alfred Rosenberg. Reunidos en la RHSA no se dieron cuenta que se habían metido en una ratonera y empezaron a enviar patrullas de la policía a los ministerios y a los cuarteles generales, siguiendo el plan de contingencia preparado para oponerse a un posible golpe de estado militar. Esos inútiles no recordaron que yo era el autor del plan, y me ha resultado muy sencillo frustrarlo.

En primer lugar me puse en contacto con el jefe de la Luftwaffe. Von Greim es un ferviente admirador del Statthalter que puso inmediatamente a mi disposición las formaciones de la Luftwaffe cercanas a la capital. El almirante Marschall también puso a mi disposición el batallón de guardia que la marina tiene en Berlín.

También avisé al mariscal Von Manstein para que se uniese conmigo en el cuartel general del ejército. Si no llamé al Mariscal Beck, fue porque creí que el prestigio logrado en Palestina por Von Manstein le daba una ascendencia que Beck no tenía. Esa fue una decisión providencial, porque mientras estaba reunido con Von Manstein llegó a Bendlerblock el mariscal Beck, acompañado del almirante Canaris y del mariscal Von Blomberg. La presencia de Beck tenía justificación, pero no la de Canaris ni la de Blomberg, por lo que cuando supe de su llegada me adelanté a preguntarle lo que ocurría. Al verme Beck dijo que Goering había muerto, que él era el nuevo líder de Alemania, y que ordenaba mi detención.

Esa tarde era la de las sorpresas, y sorprendido quedó Beck y su grupo cuando fueron detenidos por la guardia, a la que Von Manstein había informado que Goering estaba vivo y que tenían que estar atentos a intentonas golpistas. Fue una pena no haber tenido una cámara para inmortalizar la expresión de Beck cuando le dije que el atentado contra el Statthalter había fracasado y que el detenido era él.

Someter la intentona de Kaltenbrunner no resultó difícil: no solo conocía sus planes, sino que tenía también otros planes contra intentonas golpistas de la facciones del Partido. Las patrullas de la policía encontraron sus objetivos protegidos por los paracaidistas y marinos. Cuando los policías supieron que nuestro guía Goering seguía vivo se unieron a nuestros hombres y marcharon hacia el RHSA, donde capturaron a Kaltenbrunner y sus compinches sin tener que disparar ni un tiro. He tenido el placer de encerrarlos en el mismo calabozo que a Beck. Tendrán mucho que contarse.”


Tras releer el texto Schellenberg pensó que había introducido las suficientes alabanzas como para conseguir el beneplácito del gordo. Dejó el cuaderno dentro de su armario y lo cerró con llave, a sabiendas que a la mañana siguiente sería fotografiado.

El general se asombraba pensando en su suerte. No sólo los ingleses habían acabado con los malditos Seyss-Inquart y Muller, sino que el atentado le había servido para organizar la trampa en la que sus rivales habían caído como tontos. Se respiraría mucho mejor en Berlín sin Kaltenbrunner, Rosenberg y otros de su calaña. Lamentaba lo ocurrido con Beck y Canaris, pero iban a tener que pagar el precio de su ambición.

Ahora tenía que atender a otra cuestión. Un informante acababa de avisar que se estaban enviando a Palestina parte de las reservas de bombas químicas de la Luftwaffe. Alemania, como todos los contendientes, tenía un importante arsenal de armas químicas preparado para ser utilizado si el enemigo se adelantaba. Pero Schellenberg odiaba la simple idea de usarlas: los bombarderos ingleses seguían atacando durante las largas noches las ciudades del Reich, e imaginaba el terrible efecto que tendría sobre los ciudadanos alemanes si cambiaban su ineficaz carga de bombas por gases venenosos.

Por eso le preocupaba el traslado de munición química en avión a Palestina. La urgencia solo podía ser debida a dos causas: Podía ser que los ingleses hubiesen usado su propio arsenal químico, cosa que dudaba, pues no tenía noticias de ello y las ciudades inglesas estaban tan expuestas como las alemanas. Pero podía ser que alguna autoridad alemana, que en Palestina solo podía ser Goering, quisiese utilizarlas. Schellenberg temía cual iba a ser el objetivo.
Última edición por Domper el Vie Oct 03, 2014 7:35 pm, editado 2 veces en total

Re: El visitante. Historia alternativa de la SGM

Vie Oct 03, 2014 6:47 pm

Ja, ja, ja :D

Muy bien Domper, la cosa ha acabado como el rosario de la aurora, tal y como prometía.

Y encima han caído las facciones duras del régimen nazi, buen golpe...

Sigo la continuación con sumo interés.

Saludos.
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